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No os dejamos solos

Carta de despedida de un miembro de la asociación andaluza de Memoria Histórica y Justicia (AMHyJU)

Vistas de una fosa común cubierta por arena y nichos, en La Puebla de Cazalla (Sevilla). LAURA LEÓN

Paqui Maqueda // Hace apenas una semana, tras una asamblea de socios, la asociación andaluza Memoria Histórica y Justicia decidió disolverse. Diferencias internas insalvables surgidas en los últimos meses en el seno de la junta directiva, nos ha llevado a tomar esta decisión.

Dejamos atrás 12 años de duro trabajo, peleando día a día para que se cumplieran los tres preceptos fundamentales del Derecho internacional en relación a las víctimas del fascismo español: verdad, justicia y reparación. Desde el año 1936 y después de casi 80 años, cientos y cientos de ignominiosas fosas comunes pueblan Andalucía. Estas fosas, situadas en caminos, campos, cunetas, pozos, cementerios públicos y de la iglesia, fincas privadas, etc, albergan en su frio vientre los restos de cientos de personas, asesinadas como consecuencia de un plan sistemático de represión orquestado y organizado de forma deliberada por los protagonistas del golpe cívico, militar y eclesiástico llevado a cabo en el año 1936 en una España republicana. Son, según el Derecho Internacional, desaparecidos. Desaparecidos, eso sí, marca “España”. La asociación a la que he pertenecido hasta hace unos días, ha peleado duro en muchos pueblos de nuestra Andalucía, y ha ganado muchas batallas por la Memoria, aunque somos conscientes de que nos han quedado otras muchas por emprender.

Una de las virtudes de esta asociación ha sido el hecho de tener muy claro que las víctimas han sido y serán el corazón y los protagonistas del movimiento memorialista. Nadie más. Ni partidos políticos, ni sindicatos, ni las tantas y tantas asociaciones, foros o grupos que han nacido al calor del movimiento memorialista. A la memoria de las víctimas, hayan sido familiares nuestros o no, hemos dedicado las jornadas maratonianas de debate alrededor de una mesa de trabajo y las charlas y discusiones en las plazas públicas; las horas que se eternizan alrededor de una fosa, cuando en una exhumación, esperamos que aparezca los primeros restos humanos que corroboren nuestras pesquisas; por ellos, para ellas, los pasos dados ante la Audiencia Nacional denunciando como crímenes de lesa humanidad los crímenes cometidos por el fascismo en España. Hemos llevado las fotos de nuestros familiares en esos viajes que hemos hecho alrededor del mundo pidiendo la justicia que se nos niega en nuestro país: Argentina, Bruselas…

El movimiento memorialista ha sido el músculo que ha hecho posible que los hechos de represión y muerte no hayan sido olvidados. Porque a estas alturas ya sabemos que ese era el objetivo de la llamada transición española y de aquellos que la pilotaron. En ese afán de cambiar toda para que todo siguiera igual, creyeron que el olvido tejería su manto sobre la herida sangrante aun de cada familia española que había sufrido represión. Y de pronto aparecimos los nietos, los bisnietos. Y comenzamos a preguntarle a la abuela que aún vivía, a la madre que aun recordaba. Y nos organizamos. Y el movimiento memorialista prendió como un reguero de pólvora por todo el territorio español. Y supimos que debíamos organizarnos, que teníamos que coordinarnos, que había que salir a la calle, que había que pedir que las fosas se abrieran, que los archivos vomitaran las palabras escondidas durante años, que había que señalas los símbolos fascistas y eliminarlos de las calles, que había que pasar del dolor familiar, intimo, a pie de fosa al clamor por la Justicia universal. Y los enemigos de la Memoria comenzaron su largo camino de descalificaciones e improperios. De discursos sobre leyes que ya habían cerrados las heridas, de jueces y tribunales que lamiéndoles las manos al poder, cerraban y archivaban nuestras denuncias. Pero sabíamos, sabemos, “que si ladran, cabalgamos”…

Este ha sido el camino emprendido por la AMHyJA en 12 años de andadura. Mis compañeros y yo misma hemos trabajado por amor a nuestros familiares, en un ejercicio de deber a la patria inexcusable He tenido conmigo a los mejores, a los más valientes, a los más osados. He aprendido de cada uno de ellos; de los que estuvieron poco tiempo empujando el carro y de los que han estado hasta el final; de los que aportaron ideas teóricas sobre la Memoria y de los activistas que supieron ponerla en marcha en las calles. De los historiadores que han peinado nuestros pueblos sacando a la luz los nombres relegados por la historia oficial y de los donantes de memoria, aquellos que plantaron cara al olvido apuntando en una vieja libreta los nombres de los asesinados en su pueblo. Me enorgullezco de todos. Incluso de aquellos con los que me he distanciado debido a enfoques de trabajo distintos. A estos, mis disculpas y mi deseo de vernos en las misma barricada, defendiendo juntos la memoria frente a nuestros verdaderos enemigos.

De todos los mensajes que hemos recibido en estos días después de que se hiciera público la disolución de la emblemática AMHyJA hay uno en especial que me ha llegado al alma. Decía: “hoy nos dejáis más solos…”.

Desde la conmoción que estas palabras me provocan quiero decir a todos que en la disolución de la asociación solo se disuelve el paraguas bajo el cual hemos trabajado una serie de personas, pero que el proyecto colectivo de recuperación de la Memoria no desaparece. Seguiremos trabajando hoy más que nunca, apoyándonos en los logros obtenidos, esperanzados en los que sin duda llegarán. Empujando el carro con el convencimiento de conseguir nuestro objetivo final: el fin de la impunidad.

Nos encontrareis en las calles, en las plazas, en las instituciones que quieran escuchar nuestra voz y cedernos el espacio que nos corresponde. Junto al montón de mareas que trabajan por dignificar el trabajo, la educación, los servicios sociales, la justicia, la sanidad. Estaremos junto al pueblo, porque pueblo somos.

Nos reconoceréis porque siempre llevamos las fotos de los nuestros. Y porque siempre os ofreceremos un lugar desde donde solicitar verdad, justicia y reparación.

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