Opinión
Diez ideas para ciudades más democrática, justas y sostenibles
Una decena de posibles propuestas, centradas en las ciudades (que serían compatibles conmarcos eco-territoriales), a la luz de nuevos paradigmas urbanos.
En el marco de renovación política que vive el país, las próximas elecciones locales van a constituir una excelente oportunidad para expresar las nuevas aspiraciones sociales y para abrir un nuevo ciclo institucional en nuestras ciudades que, muy probablemente, se desbordará hacia el conjunto del país.
A continuación, se proponen diez ideas para contribuir al debate en torno a la construcción de sociedades urbanas más democráticas, justas y sostenibles. Este decálogo se explica más extensamente en el artículo titulado “Por qué las ciudades y las ciudadanías son tan importantes”, publicado en el último número de la revista PAPELES, editada por FUHEM Ecosocial, con el título “Municipios y participación ciudadana”.
1) Regeneración democrática. “Carta del Buen Gobierno” con un código ético y sostenible, declaración de principios y objetivos y asunción de la paridad, la participación y la transparencia. El propio proceso de elaboración y aprobación de la Carta podría constituir un proceso participativo del máximo interés.
2) Redefinición de objetivos, políticas y presupuestos públicos. Auditorías de las haciendas y contrataciones públicas, redefinición de prioridades, presupuestos suficientes-participativos y reformulación de la financiación y la fiscalidad local.
3) Implementación y recuperación de los derechos sociales básicos (sanidad, educación, acceso a la vivienda, dependencia, cuidados, etc.), y programas especiales de solidaridad con los sectores sociales más afectados por la crisis. Poner freno a los desahucios y la precarización. Utilización social de las viviendas vacías en manos de las entidades financieras. Reversión de la privatización de servicios públicos y elaboración de programas de mejora con participación de usuarios, trabajadores y expertos. Reconocimiento y reparto de las tareas relacionadas con los “cuidados” asumidos hoy por las mujeres. Complementariamente a todo ello, puesta en práctica de programas extraordinarios de cooperación de redes público-sociales con los sectores ciudadanos más afectados por la crisis: parados, desahucios, juventud, mujeres, minorías, etc.
4) Mejora de la habitabilidad urbana a través de Planes Integrales de Barrios realizados con participación de la ciudadanía. Se trataría de plasmar programas de trabajo por barrios, redefiniendo las prioridades a diversos plazos para la mejora de vida urbana de sus poblaciones. Estos programas, dotados de presupuestos, deberían contar con la participación de vecinos, comerciantes, PYMES, profesionales y personal municipal y podrían constituir excelentes experiencias para debatir en torno a los conceptos de vida buena, suficiente, sobria, incluyente y responsable. Existen antecedentes interesantes en los Planes de Acción Inmediata (PAI), de los años 80.
5) Por unas ciudades más ecológicas/resilientes, con mejor salud ambiental y mejor relación “campo-ciudad” en el marco de eco-regiones más autosuficientes. En este tema, que conviene aflorar por su importancia estratégica y por constituir un reto central para la preservación general de la vida, habría que apuntar al objetivo de avanzar hacia “ciudades bajas en carbono”, con su huella ecológica prácticamente equilibrada a mediados de siglo, en línea con las aspiraciones de la UE. En este ámbito habría que contemplar, al menos, cuatro tipos de temáticas: 1) recursos básicos (agua, calidad del aire, residuos, etc.), en “economías circulares” en las que integrar el ciclo recursos-residuos; 2) el impulso estratégico al ahorro energético y las energías renovables distribuidas (posibilidad de autoconsumo); 3) protección-biomímesis con los sistemas rurales-naturales del entorno territorial regional; y 4) optimización razonable de la autonomía regional.
6) Reformular las políticas de energía, movilidad y edificación, en ciudades mejor integradas. Todas esas cuestiones son claves para la calidad de vida urbana, la economía, el empleo local y la sostenibilidad ambiental. En el caso de la energía se trataría de impulsar el ahorro, le eficiencia y el despliegue de sistemas renovables. Para la mejora del transporte se ha de estimular la movilidad no motorizada (para lo cual es clave generar “proximidad” de los servicios en los barrios/distritos), el transporte colectivo/público, el tráfico lento (áreas 30), los modos de transporte más eficientes y limpios, y desincentivar el uso (especialmente individual) del automóvil privado. Con relación a la edificación residencial y terciaria habría que apostar a fondo por la rehabilitación “profunda” con planteamientos muy ambiciosos en sus resultados de mejora de la habitabilidad y balances energéticos y climáticos. El problema es financiero aunque se esperan fondos europeos de importancia.
7) Impulso a la economía y al empleo, especialmente a la economía verde y/o social. Elaboración de una estrategia local/regional para reformular el modelo productivo. Ello conllevaría, en una doble política desde arriba (incluso nacional) y por abajo (estimuladas desde el ámbito urbano), la transformación de los sectores tradicionales “marrones” (por ejemplo, con el impulso a la rehabilitación urbana y de la edificación con incorporación de objetivos energéticos); la apuesta por los nuevos “sectores verdes” (muy especialmente, en ahorro, eficiencia y energías renovables, así como la agricultura ecológica urbana y periurbana), y el apoyo a las redes de PYMES y de economía social especialmente vinculadas al bienestar social y la sostenibilidad (energía, agricultura, etc.). Y, como paraguas complementario, volver a recuperar el carácter público de ciertos servicios urbanos y las redes de financiación local, públicas y colectivas, para ayudar al despegue de todas esas actividades.
8) Revisión del urbanismo regional/municipal para corregir las herencias y prácticas especulativas y corruptas del pasado. La herencia del período 2000-2008 ha sido y es extremadamente distorsionadora hacia el futuro. Es imprescindible la revisión de los planes de urbanismo para evitar la especulación-ocupación innecesaria de suelos comprometidos en dicha etapa y la reformulación de planes municipales-regionales en clave de transparencia, bienestar social y sostenibilidad.
9) Impulso a la formación, la cultura y la I+D. Apoyo a la formación y la cultura que impulsen la independencia de los medios de opinión, la preservación de redes y cauces de expresión en Internet, los valores de responsabilidad y autolimitación ante el consumismo, una más justa distribución de las rentas y los trabajos, el espíritu crítico, solidario y el empoderamiento ciudadano, etc. Junto a ello, es imprescindible la activación del mundo del conocimiento, muy especialmente las universidades y los profesionales comprometidos con el renacimiento democrático, el bienestar social y la sostenibilidad ecológica de sus ciudades.
10) Pensar la ciudad a medio plazo: un Plan Ciudad a 10-15 años articulado en los territorios correspondientes y en visiones de medio y largo plazo. Todo apunta a que vivimos un cambio de época y que las sociedades, con una ciudadanía que tendría que jugar un papel fundamental en dicho cambio, necesitan actuar a corto plazo con visiones de medio y largo alcance. Y hay que tratar que nuestras ciudades y ciudadanías se constituyan como actores inteligentes, activos y constituyentes en dichos procesos. Todo un reto fascinante y un enorme potencial de experimentación, empoderamiento y conocimiento social.
Fernando Prats es consejero de FUHEM. Arquitecto urbanista.