Opinión

El fantasma inexistente

"Quien crea en la realidad de una izquierda capaz de subvertir mínimamente el sistema quedó atascado, me temo, en la más tierna infancia de la inteligencia", escribe Azahara Palomeque

Foto del empresario argentino Jorge Born, protagonista junto a su hermano Juan del secuestro más sonado de los Montoneros, en 1974.

Este artículo se ha publicado originalmente en el dossier #LaMarea102 | ‘El cuento de la extrema izquierda’. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para apoyar el periodismo independiente.

En La llamada, el libro de Leila Guerriero, se cuenta la biografía de Silvia Labayru, militante en la organización guerrillera de los Montoneros hasta que es secuestrada y torturada por el aparato de la dictadura militar argentina que dio comienzo en 1976. Durante buena parte del relato, Labayru rememora su adhesión a este colectivo que llevó a cabo asesinatos –de opositores, pero también de infieles internos– en nombre de la Revolución; apunta su entonces creencia ciega en un futuro mejor en torno al socialismo, y los riesgos a que sometió a familiares y amigos.

Entre los montoneros, había quienes donaban todo su dinero, otros exponían a sus padres a una posible desaparición, siempre arriesgaban la vida propia; acciones indicativas de una total ausencia de individualismo. En algún momento, la protagonista asegura haber aprendido a reptar por las dunas del desierto, en caso de que les tocara emular la hazaña de Sierra Maestra –referencia clara a la Revolución cubana, cuyas ensoñaciones habían cautivado a la izquierda latinoamericana y, con retraso y demacradas, también influirían en los imaginarios de la Transición española.

Una se sobrecoge al leer el arrojo de estas personas, al igual que me estremecí estudiando otras acciones libertarias pretéritas, desde las realizadas por los movimientos –algunos, armados– que participaron en las luchas por los Derechos Civiles en Estados Unidos, hasta la resistencia anarquista de mi pueblo, Castro del Río (Córdoba), el cual aguantó dos meses las embestidas del ejército sublevado. Cualquiera que acumule una mínima cultura política, más allá de cuatro tuits o la farándula actual televisiva, será consciente de que el extremismo, la radicalidad de la izquierda existió en algún momento, especialmente en cuanto a los métodos de ejecución –no tanto respecto al magma de su ideario–, y también sabrá que hablar de «extrema izquierda» ahora no pasa de evocar el fantasma de los fracasos apilados, las ilusiones arrumbadas en el fondo de un armario con olor a alcanfor.

En un mundo fagocitado íntegramente por los resortes inicuos del neoliberalismo, donde hasta autoproclamados países «comunistas» como Cuba o China practican un capitalismo de estado que, en el caso de este último, además, suministra todo tipo de objetos de consumo al resto, quien crea en la realidad de una izquierda capaz de impugnar el statu quo, o subvertir mínimamente el sistema, quedó atascado, me temo, en la más tierna infancia de la inteligencia. Pero los Reyes Magos no existen, tampoco Papá Noel.

Las izquierdas contemporáneas –principalmente las occidentales– oscilan entre el retorno a los cimientos socialdemócratas instalados hace unas décadas, como sería la reivindicación del Estado del Bienestar, y el coqueteo neoliberal para problemas cuyo calibre exige giros alternativos, como el cambio climático. Así, desde reclamar una mejor atención sanitaria a la vista de su imparable desmantelamiento hasta demandar que se mantenga la edad de jubilación, o la subida de un salario mínimo que, rezagado respecto a la inflación, jamás nos devolverá el poder adquisitivo perdido, pasando por colocar un aerogenerador aquí y una placa solar allá, su discurso suele ser más bien conservador.

En un contexto donde las derechas pilotan el ataque mediante constantes privaciones a unos pobres cada vez más pobres –recordemos que hemos batido récords en desigualdad–, las izquierdas construyen búnkeres o se refugian en el metro, cuando no quieren ellos, también, subirse al avión de combate. En términos históricos, desde que la terminología que da pie a dicha concepción de la organización ciudadana está en vigor –somos hijos de la Revolución francesa–, dudo que haya habido una izquierda tan débil como la actual, aunque sólo sea porque el espacio con el que brega no admite un afuera; es decir, es su contrario ontológico.

En este sentido, quizá los únicos que han demostrado habilidades transformadoras más allá de las medidas retroactivas –volver a lo de antes, frente al aceleracionismo del robo– hayan sido algunos grupos ecologistas, particularmente los que abogan por el decrecimiento como fórmula para la gestión y promoción de la vida, basada en una articulación social más humilde, en muchos casos rural, con una disminución del gasto enérgico pero conservando cada avance médico o científico que favorezca el bien común. Impopular desde su mera grafía, pues evoca un empobrecimiento implícito, aunque también puedan decrecer la jornada laboral y las enfermedades asociadas a la crisis climática, su abarcadura consiste en pequeñas comunidades activistas sin acceso a las instituciones. Así, no debe calificarse de «extremistas» a quienes proponen confrontar la posibilidad de la extinción humana a través de un mensaje que exige cambios parciales por métodos pacíficos, pero, incluso quien pretenda estigmatizarlos se chocará de lleno con su escaso poder y nula repercusión parlamentaria.

Las montañas de esfuerzos defenestrados, de ideales nobles malogrados en la praxis, de muertes por represión fascista, se han hundido entre las mareas del pasado y, por no tener, a veces no tienen ni memoria. Es injusto y mendaz atribuir, en su derrota, radicalidad alguna a quien subsiste con el agua al cuello.

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Comentarios
  1. Supuesto ‘durruti
    «Los libertarios…..hasta Miley se declara libertario…..eso sucede cuando se olvidan los principios,o tal vez se desconocen .

  2. Pero de que izquierda hablas Franco Javier? La del siglo pasado cretinin?
    O la de la actualidad la que combate al capitalismo y a los fachas crecidos demás?
    Porque esta última existe y está en la lucha, en los barrios, dando apoyo en muchos kolektivos.
    Salud y anarkia

  3. El último experimento de la izquierda es la izquierda racista de Alemania del este.
    En España surgió la izquierda pedro jota (el mundo periódico es de izquierdas,)comentaban los tránsfugas de Nueva izquierda (almeida* López garrido….)
    La izquierda que presume de ponerse hasta las narices del producto nacional de Colombia, Perú…(Sabina .. Entre otros)con lo que conlleva torturas ?,secuestros de mujeres (el propio musico confesó que solo confiaba en la revolución feminista)soborno de policía,jueces,fiscales,(en los países de producción de sustancias tóxicas,..) blanqueamiento de dinero atraves fondos de inversiones ejemplo los relacionados con ALVISE, FUTBOLISTAS,…. compra de viviendas embargadas por impago de los afectados por la altas cláusulas de la hipotecas.dando lugar a empresas de alquileres turísticos….
    Tiempo atras donde vacunin protoquin, Marx, definían la izquierda….. así nos luce el pelo.

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