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Yo fui a la EGB
"La crisis ESO les está quedando mucho mejor, sin atracos, sin violencia política, sin huelgas, pero con vídeos de gatitos", remarca el autor
[Artículo publicado en el número de abril de La Marea]
Fuimos, probablemente, los pioneros en la industria de la nostalgia. Me refiero a nosotros, la generación X y parte de la Y. Los primeros en España en ser criados bajo el dominio de la industria del entretenimiento y el consumo. Los primeros en no pasar ni hambre ni cárcel. Los que fueron demasiado jóvenes para luchar contra Franco y demasiado viejos para luchar con la informática.
Y ahora que nos encontramos en los albores de un relevo generacional en las riendas y relatos del Reino, ahora que se van a deshacer los candados, las cetés y las castas, resulta que quien lo peta en las listas de ventas es, oh, paradoja, la nostalgia por la Transición. Me refiero a la serie de productos Yo fui a la EGB, de Javier Ikaz y Jorge Díaz. El artículo, tranquilos, no va sobre recuerdos de infancia. Bueno sí, va sobre la crisis. Cosa que en mi caso, ha sido un recuerdo de infancia, un sufrimiento de juventud y ahora una broma pesada de madurez. Va sobre las diferencias entre la que podríamos llamar crisis de la EGB en los 80 y la de la ESO de hoy en día.
Las crisis del petróleo del 73 y del 79, sumadas a la dolorosa salida de la semiautarquía franquista, dibujaron un cuadro desolador pero clásico. Fue la última de las crisis industriales, una crisis shumpeteriana de libro. Una crisis donde entraban en juego los agentes clásicos del capitalismo ol’skool: petróleo, acero, mano de obra, excedentes y demandas, precios e inflación.
Una inflación de dos cifras hizo que las tiendas se llenasen con aquel logo de precio estable que tanta gracia me hacía. El término «carestía de la vida» se sumaba a otro nuevo: “polución” y, como resultado de esa inestabilidad, «paro». Un desempleo y una falta de servicios sociales mínimos que llevó, lógicamente, a una mayor delincuencia y marginación. Eran los tiempos de “miedo a salir de noche”. La falta de futuro y otros agentes más corpóreos introdujeron la heroína en el algoritmo. Años durísimos que tenían, sin embargo, una lógica impecable. Los lectores que aún sepan cómo cambiar la cinta de una máquina de escribir sabrán de lo que hablo.
Comparemos aquello con el desastre actual. El Balance de la Criminalidad del año pasado exhibía la enésima bajada de hurtos y de delincuencia juvenil del último lustro. Todas las tiendas están llenas y en ningún momento ningún suministro, ni médico ni alimentario ha escaseado (otra cosa es que uno lo pueda comprar). Si la película de aquella crisis fue Mad Max, metáfora de la escasez que trae la crisis, hoy podríamos ver El Lobo de Wall Street sobre cómo es el exceso el que rompe los equilibrios.
La crisis ESO es silenciosa. La clase media empobrecida o aparenta o se oculta. El hambre se intenta tapar con toneladas de caridad y con la falsa solidaridad del Gordo de Navidad. En esta extraña crisis parece que todo funciona: los precios bajan, el petróleo es irrelevante, Zara tiene nueva colección y los iphones se pagan en cash.
La crisis ESO les está quedando mucho mejor que la crisis EGB. Sin atracos, sin violencia política, sin huelgas, sin radicalismos, pero con videos de gatitos. Pareciera que el sistema ha aprendido a robar con un guante aún más blanco. La doctrina del shock que inventara Naomi Klein se ha instalado en nuestras vidas, pero no en forma de trompazo sino de un leve picorcillo hacia la miseria. Empobrecer suavemente, ése es el rollo. Control policial a través del big data mejor que represión en las calles. Regeneración mejor que revolución. Reinvención y emprendeduría mejor que solidaridad obrera. Hambre entre despilfarro mejor y más disimulada que escasez manifiesta. Tablet mejor que Telesketch.
Yo, que fui a la EGB, flipo con los avances de esta época. Y temo. Si de aquellos años salimos derrotados pero conscientes de la derrota, creo que con la crisis de última generación que nos han preparado ni siquiera seremos conscientes de nuestra esclavitud. Ahora ya está. Ya pasó. Sana, sana, culito de rana. Pasó la fase crítica y entramos en la crónica. En aquella fase en que nada duele, nada se ve y nada se oye.
Lo peor no es la crisis económica en sí, el paisaje, sino la preparación y valores de los que tienen que trabajar para que salgamos de ella, el paisanaje.
Dales un móvil, fútbol y Sálvame y te dejarán hacer lo que quieras con ellos.