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El olivo, símbolo de la resistencia palestina
La Asociación Cultural La Ravala organiza un viaje a Palestina en octubre para participar la recogida de aceitunas, que se ha convertido en el símbolo de la lucha y la resistencia palestina
Anna Cervera y Gemma Saez // El mes de octubre, así como el de marzo, era para la población palestina motivo de festejo y una excusa para compartir con otras familias la pasión por la agricultura. En estas dos épocas del año se realiza la recogida y plantación de los olivos. Hoy en día, es un motivo de resistencia y supervivencia.
En octubre se inicia la temporada de cosecha de la aceituna en Palestina. Su importancia recae en dos aspectos. Por un lado, es una de las principales fuentes de la economía palestina, que comprende el 25% de la producción total agrícola de Cisjordania[1].
Por otro lado, en su significado. El olivo tarda nueve años en crecer, por lo tanto su producción no está pensada para el consumo inmediato, sino que ésta se cultiva para las futuras generaciones. Es por ello, que el olivo se ha convertido en el símbolo de la lucha y la resistencia palestina. Así, esta fuente de ingresos se convierte en un nuevo frente de resistencia contra la ocupación y colonización de los territorios palestinos, ya que cada año las palestinas deben enfrentarse a los ataques de los colonos israelíes que queman las cosechas, arrancan los árboles y roban la tierra con total impunidad.
Entre 2006 y 2014 se produjeron más de 2.300 incidentes por parte de los colonos contra las palestinas y sus propiedades en Cisjordania, incluyendo Jerusalén Este. Desde 2009 hasta finales de agosto de 2014, alrededor de 50.000 árboles frutales, principalmente olivos, fueron destruidos o dañados en este tipo de ataques. Según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, tan sólo durante 2014 se han producido 324 ataques de colonos contra palestinas en Cisjordania. Sin embargo, el 96,6% de las investigaciones entre 2005 y 2014 se cerraron sin acusación debido a la falta de voluntad policial para localizar a los sospechosos y reunir pruebas suficientes para procesar a los culpables[2].
Además, las palestinas deben enfrentarse a las restricciones que impone Israel sobre su libertad de movimiento. Hay más de 90 comunidades palestinas que tienen tierras dentro o alrededor de asentamientos ilegales israelíes. En estos casos, las agricultoras palestinas deben solicitar permisos a las autoridades israelíes para poder acceder a sus tierras. Esto hace que no las puedan atender adecuadamente, sobre todo durante la temporada de recogida de aceitunas, excusa que Israel utiliza para incautarlas a través de la Ley de Expropiación de Tierras, puesto que según esta ley, pasados ciertos años consecutivos, la tierra que no haya sido trabajada puede ser confiscada por el Estado de Israel. Pero hecha la ley, hecha la trampa. Para impedir que la población palestina cultive sus tierras y así éstas puedan ser robadas, el gobierno israelí permite, fomenta y construye la instalación de los conocidos como asentamientos ilegales, que gozan de todo tipo de servicios y comodidades en tierras palestinas. Para asegurar la función de los asentamientos, estos cuentan con un grupo considerable de soldados que lejos de proteger a los colonos de supuestos ataques terroristas, persiguen y agreden (en muchos casos hasta la muerte) a los agricultores palestinos para que acaben abandonando sus propias tierras. Además, el Estado de Israel proporciona armas a los colonos para que no duden en disparar a cualquier civil palestino a quien se le ocurra intentar trabajar su propia tierra. De este modo, la agricultura en Palestina se ha convertido en un deporte de alto riesgo, que termina la gran mayoría de veces con la muerte.
Además de la confiscación de tierras, Israel destruye todo lo que representa y que perpetúa en el tiempo la sociedad palestina: casas, escuelas, mezquitas… La destrucción de todo lo construido, cuidado y querido por la población palestina, se traduce en una estrategia muy básica: la pérdida de la identidad de la población, que a su vez conlleva, la desaparición de su historia y en la historia misma.
Aun así, las palestinas han decidido continuar la lucha para reconstruir su sociedad y sus estructuras a través de la noviolencia. A pesar de los constantes intentos de criminalizar la lucha palestina y tildar de terrorista cualquier acto de resistencia, aunque la ley internacional ampara incluso la lucha armada en una situación como ésta, las palestinas siguen haciendo uso de la imaginación y creatividad, que son las grandes armas que utilizan para combatir las armas mortales de la ocupación.
La presencia de activistas internacionales evita en muchas ocasiones que la ocupación se cobre más vidas palestinas. Es por ello que necesitan apoyo y participación.
Desde la Asociación Cultural La Ravala, conjuntamente con el Popular Struggle Coordination Committee, hemos puesto en marcha un nuevo proyecto para participar en la Campaña de los Olivos. Actualmente estamos organizando un grupo que viajará a Palestina del 1 de Octubre al 1 de Noviembre, con la intención de crear una red de apoyo mutuo para trabajar la tierra, compartir experiencias y conocer la realidad de los agricultores palestinos. Además, contaremos con tours políticos en Cisjordania, donde podremos conocer a diferentes organizaciones palestinas y asistiremos a charlas y conferencias que nos darán las herramientas necesarias para hacer de altavoz y llevar la voz de las palestinas al otro lado del muro. Aparte del programa elaborado entre todos los miembros del grupo, si tienes otras inquietudes, como la fotografía, el grafiti, el ocio… podremos organizar talleres basados en estas disciplinas. Palestina nos necesita, ¡cualquier idea será bienvenida!
Si estás interesada en participar ponte en contacto con nosotros: infolaravala@gmail.com o info@popularstruggle.org
[1]OCHA. Fragmented Lives. Humanitarian Overview 2014.
[2]Yesh Din (2014) Law Enforcement on Israeli Civilians in the West Bank.