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La revolución pasiva que padecemos

El proceso constituyente sigue abierto. No es que no haya llegado o no vaya a llegar, como pretenden hacernos creer quienes todavía piensan en términos del siglo XX. Ya está aquí

Todo cambia, nada permanece. Lo tenemos escrito y pensado desde la antigüedad, pues Heráclito de Éfeso ya nos explicó que no podíamos entrar y salir del mismo río pues ni nosotros ni el río seríamos los mismos. Pero también se ha escrito en la modernidad, y la tesis del materialismo histórico desarrollado por Marx pivota sobre esa constatación. Incluso lo cantó bellamente la gran Mercedes Sosa. Sea como sea, hay acuerdo en que todo cambia. Y los sistemas políticos no son ajenos a ese proceso. La pregunta más pertinente es ¿hacia dónde se cambia?

Comencemos por un punto básico. Las personas no nos relacionamos unas con otras en el vacío. Utilizamos instituciones, normas y reglas que nos evitan tener que empezar siempre desde cero. Por ejemplo, cuando queremos denunciar una injusticia vamos a un juzgado. Ese juzgado, con sus recursos y empleados, ya está ahí porque nuestra comunidad política ha creado y diseñado esa institución previamente. Y es que sería todo un fastidio tener que crear un sistema judicial nuevo por cada injusticia detectada. Ni el castigo a Sísifo superaría tamaña tarea.

Por eso, una comunidad política vive siempre en un ámbito institucional que tiene la apariencia de haber estado siempre ahí. De hecho nos parece natural que exista un cuerpo policial, un sistema educativo o sanitario e incluso un parlamento, pero lo cierto es que todas esas instituciones se tuvieron que diseñar en algún momento histórico. Esas instituciones rodean y envuelven nuestra vida cotidiana, pero también van cambiando.

Por eso puede afirmarse que será inevitable ver nuevos procesos constituyentes, es decir, procesos que constituyan nuevas instituciones políticas o que produzcan cambios radicales en los diseños vigentes hasta ese momento. Habitualmente estos procesos se refieren a la institución suprema, la Constitución, y por eso en España los hubo en 1912, 1931, o en 1978, por ejemplo. No obstante, no todos los procesos constituyentes son iguales. A veces los procesos constituyentes tienen una perspectiva popular que refleja las demandas y exigencias de las gentes más desfavorecidas, esto es, lo que llamamos comúnmente el pueblo. Así fue claramente en los casos de Francia entre 1789 y 1792, de México en 1917, de Rusia en 1918 y 1924, de España en 1931 o de Italia en 1948. Sin embargo, otras veces los procesos constituyentes son dirigidos desde arriba, desde las mismas élites que gobernaban las instituciones previas. Al margen de las numerosas contrarrevoluciones, el ejemplo más reciente y evidente de este tipo es el de la construcción de la Unión Europea.

Un proceso constituyente implica a su vez un proceso deconstituyente, porque la constitución de nuevas instituciones se hace sobre la deconstitución de las anteriores instituciones. Expresado vulgarmente, si quiero algo nuevo es porque no me gusta lo viejo o directamente no lo tengo; si quiero democracia real es porque la que tengo me parece ficticia o falsa. Por eso puede afirmarse que una crisis institucional es el reflejo de una enorme grieta, de un proceso deconstituyente abierto de facto.

Así pues, hay momentos políticos en los que las instituciones vigentes se ponen en cuestión. Es entonces cuando se abre el debate sobre cómo han de cambiar, y en ese momento diferentes proyectos políticos confrontan entre sí en torno al tipo de instituciones nuevas que hay que crear.

Transformación o revolución pasiva

Es evidente que en España hay un enorme desprestigio de las instituciones actuales, creadas fundamentalmente en el proceso constituyente de 1978. No hace falta abundar en muchos datos, pues la percepción de crisis institucional es total. Tal crisis institucional, al producirse paralelamente a una grave crisis económica deviene en lo que el histórico dirigente comunista Antonio Gramsci llamaba crisis orgánica. Y que nosotros, desde hace años, hemos convenido en llamar crisis de régimen. Ello es simplemente constatar un masivo sentimiento de indignación ante el sistema político vigente y los perversos efectos que produce sobre la vida de las gentes.

Gramsci sabía que la irrupción de una crisis orgánica sólo es posible cuando el bloque dominante, que en nuestro país está conformado por la élite económica y la élite política, es incapaz de resolver una grave crisis económica. En ese momento se pone en cuestión absolutamente todo lo político, y se abre una oportunidad para la transformación real. Si los más desfavorecidos, el pueblo, se saben organizar, pueden aprovechar para disputarle el poder al débil bloque dominante y convertirse ellos mismos en la nueva clase dirigente. Entrar por la grieta del sistema. Pero también puede suceder, claro está, que ese bloque dominante logre restaurarse y recuperar el control de la política.

Precisamente Gramsci llamó revolución pasiva a esta segunda opción, es decir, al proceso político cuyo objetivo es la reforma del sistema desde arriba. Esto es, donde el bloque dominante es el que dirige el inevitable cambio. Gramsci detectaba dos momentos en el proceso de revolución pasiva. El primero, la restauración. En ese primer momento el bloque dominante trata de bloquear la organización popular que crece al calor de las demandas políticas, evitando de esa forma una transformación radical del sistema desde abajo. El segundo, el transformismo. En este momento el bloque dominante recoge algunas de las demandas populares y las hace suyas, adaptándolas previamente a sus propias necesidades y confundiendo así a los ciudadanos indignados.

Un caso ejemplar de transformismo es el que realizó María Dolores de Cospedal en Castilla-La Mancha, cuando hace dos años y en mitad de la ola de indignación frente a la llamada clase política aprovechó para crear una ley electoral profundamente injusta. Se subió al caballo popular de la rabia, pero para cabalgarlo hacia sus propios y oscuros fines. Si la clase política era la culpable, quién se iba a oponer a bajarles el sueldo o reducir el número de diputados. Muy parecido al caso italiano, donde Mario Renzi recogió el caldo de cultivo creado por el movimiento 5 Stelle durante años. Renzi usó la ira popular contra la clase política, sí, pero para apuntalar el propio sistema político y sacar de la crisis al Partido Democrático. En realidad, los códigos primarios por los que un votante que simpatizaba con el 15-M pudo votar a Cospedal son los mismos. O por los que el votante se desplazó desde Beppe Grillo a Mario Renzi.

Es importante insistir en un punto esencial sobre la revolución pasiva. Ésta se produce porque comparte el diagnóstico de que hace falta un cambio. Es posible cuando el bloque dominante acepta también que las viejas instituciones ya no son suficientes ni adecuadas para mantenerles en el poder, y cuando entiende que han de actuar antes de que otro sujeto tome el control de la situación. Es decir, la característica crucial de la revolución pasiva es que surge para disputarle la dirección del cambio a las organizaciones populares.

La singularidad de esos momentos es que determinados proyectos antagónicos se disputan entre sí la victoria, pero coincidiendo todos ellos en el descrédito de las instituciones previas o, dicho de otra forma, en la necesidad de superarlas. En la necesidad del cambio. Esto es importante, porque significa que proyectos políticos antagónicos pueden compartir un espacio común: el de la necesidad de un cambio. El corolario sale rápido: si esos proyectos políticos no perfilan y distinguen sus propias propuestas ideológicas, y si se mantienen en el llano discurso de deseo de superación de instituciones preexistentes, entonces tales proyectos políticos pueden ser en gran medida intercambiables.

El caso español y la tentación populista

A nadie se le escapa que la cultura política nacida del 15-M fue una cierta cristalización de las demandas populares. El 15-M fue desde el inicio la manifestación de la frustración e indignación ciudadanas, que empezaba a revelar la crisis institucional en ciernes. Sobre ello hemos reflexionado durante años.

La irrupción de una fuerza nueva como Podemos fue un paso más en el proceso de manifestación de esa crisis institucional. Supieron canalizar la ira ciudadana, pero su estrategia de captación de esa ira –y sus votos- se basaba fundamentalmente en una controlada ambigüedad ideológica. Y esa era su fortaleza y su debilidad al mismo tiempo. Basándose en las tesis del argentino Ernesto Laclau, llamadas académicamente populismo de izquierdas, vaciaron ideológicamente el mensaje de tal forma que lograron atraer a un heterogéneo conjunto de potenciales votantes. Ni de izquierdas ni de derechas, insistían. Rompieron los códigos políticos tradicionales para atraer votantes, pero no incluyeron ningún elemento de pedagogía política. No se convencía a nadie sino que te convertías en espejo fiel de la indignación y de las ganas de cambio.

He ahí la diferencia estratégica fundamental con la izquierda clásica. La izquierda siempre se ha basado en la pedagogía y en la necesidad de convencer a las gentes trabajadoras de que hay que apoyar proyectos políticos de transformación real. Es absurdo decir que la estrategia de Podemos es gramsciana. Gramsci creía en los partidos políticos como promotores de una reforma moral e intelectual de la sociedad, y daba una importancia crucial a la creación de una nueva concepción del mundo. Es decir, la clave gramsciana es poner de acuerdo a la gente en torno a la necesidad de construir determinadas instituciones a favor de la mayoría social. La hegemonía gramsciana no es una cuestión cuantitativa –cuántos te votan porque se ven reflejados en tu discurso- sino cualitativa –si se produce o no la interiorización de tu concepción del mundo. Además, la hegemonía gramsciana no se construye únicamente discursivamente –en los medios de comunicación de masas-, sino sobre todo en la praxis –en el activismo social y sindical.

En el debate que mantuvimos en Fort Apache, y en el que estaban presentes los principales dirigentes de Podemos, hablamos precisamente de todo esto. También lo hicimos en cierta medida en el debate que mantuve con Pablo Iglesias antes de las elecciones europeas. La utilización de significantes vacíos tales como casta son hipotecas de cara al futuro. Se convierten en conceptos en los que la gente proyecta sus fantasías políticas –en sentido lacaniano-, pero sin mayor compromiso que ese mismo. Y, lo más importante, se transforma todo en un fenómeno reapropiable por otros sujetos políticos. Es decir, es el perfecto trampolín para facilitar el transformismo gramsciano que hemos descrito más arriba. Porque la estrategia es precisamente no ir más allá del deseo de cambio, pero ese es un espacio compartido con otros proyectos políticos.

No es lo mismo usar el concepto casta que oligarquía o burguesía. Cada uno de esos conceptos se inserta en un marco discursivo diferente, atrayendo más o menos en función de la ideología y la cultura política del receptor. Nos roba la burguesía no quiere decir lo mismo que nos roba la oligarquía o nos roba la casta. Significan cosas diferentes para el receptor, que tiene su propia caja de herramientas ideológica para interpretar tales afirmaciones. Cuanto más vacío es el significante –y casta parece mucho más vacío que oligarquía o burguesía-, más gente simpatizará con el concepto. Pero esa gente no simpatizará con casta porque haya detrás una reflexión política que concluya la necesidad de una transformación de un tipo determinado. Simpatizará porque refleja sus propias fantasías de encontrar un enemigo que encaje en su propio relato.

Así, un uso discursivo de este tipo puede permitir atraer de forma rápida una gran cantidad de simpatizantes-votantes. Gentes que en principio no comparten nada salvo un nuevo marco discursivo basado en unos cuantos pilares –casta frente a pueblo- y la propia necesidad de un cambio. Por eso algunos calificamos, desde el aprecio y la honestidad intelectual, a Podemos como maquinaria electoral y no como organización política clásica. Eso sí, este es un rasgo común en todas las organizaciones –no sólo a Podemos- aunque sea en diverso grado, y que opera muy perversamente en la izquierda. Pero lo importante aquí es que mantenido en el tiempo, esa estrategia populista también crea agenda política y va configurando un nuevo sentido común.

Es fácil de ver. Al principio de la crisis las principales preocupaciones de la gente eran el paro y la economía. Tenían que ver con sus propias condiciones materiales de vida. Sin embargo, en el último período político la agenda política ha girado hacia casos de corrupción en los que la clase política y la casta son los blancos perfectos. Cambian así las preocupaciones y las demandas populares. ¡Pero también los enfoques! Hablar de casta o clase política es situar el foco en el sujeto corrupto, pero obviando al corruptor. Algo que no sucede con otra terminología más contaminada pero más rigurosa como oligarquía o burguesía. En todo caso, el eje de análisis se desplaza y así la dicotomía nuevo-viejo (que opera en toda crisis institucional y especialmente cuando existe a la vez una ruptura generacional) se empieza a describir en torno a la corrupción. Los viejos son todos corruptos, los nuevos todos limpios. Da igual si tiene eso sentido o no: el terreno de juego también cambia.

La respuesta del bloque dominante

Una máxima marxista es que el Estado opera como una unidad de decisión; es decir, no es neutral. Así, el bloque dominante no es un único partido político o una gran fortuna. El bloque dominante está presente, como poder, en varias fuerzas políticas y en determinados sujetos políticos. El bloque dominante es, en esencia, la oligarquía, y eso implica también al Gran Partido de Orden que conforman las direcciones políticas del PP y PSOE.

Pero si el terreno de juego había cambiado, y el eje nuevo-viejo era ahora el que operaba con más fuerza, entonces el bloque dominante tenía que responder para llevar a cabo su revolución pasiva. El primer paso, como vimos, fue bloquear la respuesta social desde abajo. Eso se consigue con más represión y más miedo, buscando la desmovilización. Pero también silenciando a la izquierda y promoviendo su fragmentación electoral. Todo ello eran estrategias previsibles. El segundo paso, el transformismo. Consistía en promover nuevas fuerzas políticas, y también a nuevos sujetos políticos dentro de las fuerzas antiguas, que compartieran la necesidad del cambio. Pero un cambio que no fuera desde abajo y revolucionario sino tranquilo, seguro y elitista. Un cambio que fuese, en realidad, recambio y no transformación. El cambio de rey, el apoyo a los nuevos liderazgos en el PSOE y el apoyo del poder económico a una formación como Ciudadanos son claros ejemplos. Dicho claramente: el IBEX-35 ha movido ficha. La estrategia de la Gran Coalición, de gran fama hace dos años, ha sufrido algunos cambios debido al desplazamiento que ha provocado el poderoso eje nuevo-viejo.

Pero la operación del bloque dominante es la misma: la restauración del sistema por medio del transformismo. De ahí que esté en marcha una suerte de segunda transición en España, pero dirigida por el mismo bloque dominante. Ese gran poder privado y salvaje que teme un cambio desde abajo y desde la izquierda y que quiere ajustar el sistema desde arriba y la derecha.

Si el análisis previo es cierto, y lógicamente así lo entiendo yo, uno puede extraer varias conclusiones:

  1. La tentación populista, como la llama Slavoj Zizek, es una mala respuesta para las clases populares. Sin duda puede ser efectiva en el corto plazo en términos electorales, pero promueve el pensamiento débil, las decisiones antidemocráticas (puesto que siempre requiere de un hiperliderazgo) y, sobre todo, crea un caldo de cultivo –un sentido común, un sentir y unas preocupaciones- que son reapropiables por sujetos políticos antagónicos que usen la misma estrategia pero con más recursos o acierto.
  2. La izquierda se ve fragmentada electoralmente y en gran medida desconcertada. Ello obliga a repensar las formas organizativas y los nuevos contextos y códigos políticos. Obliga, a mi juicio, a acelerar las reformas democráticas internas y la desburocratización de los procedimientos. Es decir, la recuperación de los principios republicanos-socialistas. La vuelta a los orígenes.
  3. La unidad popular aparece como el instrumento más útil para enfrentar contextos en los que el bloque dominante reacciona y también para construir en un contexto de oportunidad política. Pero ello sólo puede lograrse si la cooperación entre fuerzas sociales se practica de forma horizontal y no priman elementos propios de la vieja política y las camarillas burocráticas.
  4. Probablemente combatir el proceso de espectacularización de la política, donde los análisis se quedan en la epidermis del problema y triunfan los grandes titulares frente a la reflexión sosegada, tenga que ser combatido con más fuerza. Eso no significa abandonar los terrenos donde hoy se conforma la opinión pública, ni mucho menos, sino complementarlos con la presencia en los conflictos. Presencia que, salvo honrosísima excepciones, está siendo abandonada al calor del ilusionismo electoral del que muchos somos responsables.

El proceso constituyente sigue abierto. No es que no haya llegado o no vaya a llegar, como pretenden hacernos creer quienes todavía piensan en términos del siglo XX. Ya está aquí, porque todo cambia. La cuestión es hacia dónde se da ese proceso constituyente. Pidámosle a la izquierda, exijámonos a nosotras, altura de miras para estar a la altura del momento político. No nos jugamos las próximas elecciones sino las próximas generaciones.

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Comentarios
  1. Buen artículo, lo comparto. Se reafirma en la necesidad de un proceso constituyente, diría yo progresista, y en esto es en lo que hay que insistir, por lo que significa y porque esencialmente nos diferencia del resto de organizaciones.

  2. Muy buen artículo. Lo comparto.
    Por suerte se reafirma en cuanto al proceso constituyente que parecía arrinconado, y en esto es en lo que tenemos que insistir, por lo que significa y porque esencialmente nos diferencia del resto de organizaciones.

  3. El artículo es interesante y útil para el momento actual pero estimo que Alberto Garzón ignora/olvida/subestima varios aspectos centrales, a saber:
    Un caso paradigmático de transformismo en la historia reciente de España lo protagoniza precisamente el PCE de Carrillo, que al adoptar acríticamente el Eurocomunismo (malinterpretando, como tantas veces, a Gramsci; y marginando a teóricos marxistas españoles) se adapta totalmente al sistema liberal-capitalista y pierde gradualmente gran parte de su vocación transformadora y revolucionaria. Si IU hubiese corregido esta deriva, y su proyecto político hubiese sido radicalmente emancipador, aspirando a una democracia plena y mediante un proyecto pedagógico no retórico ni dirigista sino real, sistemático, desde la base de una sociedad cuya autonomía debe potenciarse, la formación habría estado perfectamente posicionada para capitalizar el 15M. Lo más preocupante es que las reformas democráticas que propone Garzón, basadas en principios republicanos-socialistas, no son suficientes para aspirar a la transformación de la sociedad. Hay que atreverse a combinar principios marxistas y libertarios, para proponer un proyecto de sociedad emancipada basada en la democracia plena.
    Por otro lado, omite también Garzón que Podemos no es sólo el neopopulismo de su cúpula, que por supuesto tampoco lee correctamente al gran pensador italiano. Lo componen también elementos muy ideologizados, tanto marxistas como libertarios, que abogan por una verdadera democracia plena, de manera que hoy el debate sobre la democracia se da dentro de Podemos, porque IU no llega a aportar un modelo realmente alternativo a la democracia liberal.

    • Excelente y precisa contribución. Garzón realiza un buen análisis crítico de Podemos a colación de Laclau (populismo y significantes vacíos) y de Gramsci (revolución pasiva), sin embargo, es incapaz de explicitar una autocrítica del papel del PC en la transición como usufructuario de esa revolución pasiva que tanto critica Garzón. A lo mejor no se atreve porque perdería apoyo interno a su liderazgo o es que ve a la transición como una mejor solución que la planteada por los grupos rupturistas como paradójicamente también infiere el mismo Errejón. Contradicciones de la izquierda

  4. Se suele traer a colación a mercedes sosa para citar eso de que todo cambia, pero creo que la canción remata con lo contrario: al final dice que todo cambia menos lo esencial, el amor y el dolor de mi pueblo y de mi gente.

  5. No se si mi comentario serfá de utilidad. He tenido vocación política desde muy joven, si bien a la par me di cuenta de que era muy difícil desenvolverse en ese medio. La época de Franco era bastante gris, España estaba llena de chivatos ( recuerden que los del maquis caian básicamente por delaciones ), y era difícil encontrar gente seria y leal. Tal vez como herencia del pasado, encontraba a la gente no de fiar. A la postre eso coadyuvó mi deriva hacia la ciencia, pues es básico ahí dudar por sistema de todo, y de utilidad el uso de lógicas no dicotómicas. Tenemos mucha herencia cultural griega que es interesante históricamente, pero equivocada. Más del 75 % de la enseñanza media estaba controlada directamente por la Iglesia. Sin ahondar más, por abreviar, diré que me han parecido hasta los comunistas imbuídos de espíritu religioso. Comprendo que es difícil sustraerse a ello. Como lo es tener un pie fuera y otro dentro del sistema. Como lo es la coherencia, el sentido de la lealtad, y de la organización. Quiero decir que si no se tiene la cabeza bien amueblada y organizada, vale más dedicarse a otra cosa, pero no a intentar la revolución. Creí ver pronto que ‘el enemigo estaba dentro’, y pude comprobarlo ( la gente es locuaz, y con solo escuchar, interpretar,relacionar y deducir, se entera uno de mucho )tras la muerte de Franco y lo que llamaron ‘transición’. La situación actual era previsible. Porque todo se fragüó en Washington. Los políticos de ‘izquierda’ desactivaron la sociedad, y renunciarona la labor pedagógico-organizativo-activista. Me parece que cada día se preparan las elecciones del futuro. El cambio tiene que estar en uno, y de ahí radiar, y materializarse en la acción. La izquierda renunció a los medios de información, a cooperativas, a la enseñanza alternativa, a ala movilización social permanente, y la gente se ha visto inerme frente al capitalismo consumista arrollador. Al no verse sostenidos por las organizaciones político-sindicales del pasado, caen en la indefensión adquirida y en la inacción. El discurso mediático a lo sumo es su soma, pero mientras tanto, la clase dominante, que conoce bien la situación, avanza en sus planes, porque sabe que la situación está bajo su control. Siento que Podemos haya dinamitado a IU ( ya bastante deshecha por dentro ), porque el resultado de la batalla ya está decidido. Una vez más, será la propia ‘izquierda’ quien va a dar el triunfo a la derecha. Me parece que hay que volver a empezar. No haciendo lo que se ha hecho antes. Un saludo.

  6. Estimado Alberto, Soy militinate de izquierda en Uruguay y ademas Dirigente Sindical de la emrepsa de energia estatal. Como sabras nuestro pais esta transitando un tercer periodo de gobierno de nuestro Frente Ambplio, no ahondo en este tema porque lo conoceras. Comparto y esperaba un articulo de este tenor hace bastante tiempo. Soy un seguidor de la politica internacional, la sigo de cerca y desde el surgimiento de Podemos estaba esperando por lo menos una vision mas objetiva sobre la repercucion politica de Podemos. Comparto el paralelo que planteas con respeco a Gramsci, este articulo desnuda de forma muy atinada las cuencecuencias y el caracter del populismo, no tengo miedo de distinguir a Podemos como un grupo populista que carece de lo que yo llamo un aparato ideologico con pretensiones mucho mas abarcativas, no solo a nivel nacional, sino a nivel internacional. El populismo (izquierda o derecha) es la herramienta politica mas negativa para la generacion de conciencia en la sociedad con intenciones de profundizar cambios sociales verdaderos. Hay una discucion que se da tambien en nuestro pais, y se relacion con el cambio generacional, es decir los jovenes politicos son el futuro, cuestion esta que discrepo totalmente, la revolucion generacional no es biologica, es social e ideologica. Finalmente te envio un abrazo desde Uruguay y gracias por el articulo, era necesario para identificar y aprender un poco mas de la realidad politica en España. Saludos.

  7. Tu mismo has dicho que el cambio está en marcha, así que mientras intentas concienciar a la gente sin caer en el «populismo» las elites cerraran el proceso. Pienso que es bastante importante ganar unas elecciones en el corto plazo y parece que el único partido que puede conseguirlo es podemos. La gente tomaría mucha mas conciencia cuando una vez ganadas unas elecciones vea que su gobierno ahora si la defiende ante los que la quieren estrangular. No podemos pretender generar hegemonía en poco tiempo cuando no se ha conseguido en cuarenta años, así que si se pueden ganar unas elecciones a por ellas!

    • Una respuesta muy profunda y argumentada la tuya, Javi. Yo también entiendo por qué nunca llegaste a votarnos

  8. Excelente este artículo de Alberto Garzón. Sus razones son las mías. Es el momento de cambiar no de forma efímera, sino de la mejor manera para hacer un cambio lo más permanente posible.

    Este supuesto cambio que vemos no hará a nuestros hijos y nietos más libres, sino más esclavos para seguir los pasos del modelo neoliberal que se camufla y se resuelve con grafitis multicolores diciendo que es la revolución del siglo XXI, esa a la que se han apuntado muchos de todo tipo y orientación. ¡ Que poca reflexión ¡
    ¡ Qué modo de consolidar lo anterior bajo falsas premisas de participación popular ¡

    Tenemos aún una sociedad muy poco convencida de que es capaz de cambiar para estabilizar los tiempos futuros; van a la forma fácil de resolver eso que “caspea” y no de apoyar lo que realmente puede transformar de forma más fehaciente el sistema perverso. Hay quiénes se dejan llevar aunque saben que esto es más de lo mismo, y ¡ qué más ¡ y ¡ qué mismo! . Hay quiénes dicen hacer nueva política y se pelea por obtener un puesto con los métodos que reprochaban de los demás.

    ¡ Cada vez peor ! .

    Mayor compromiso, mayor austeridad y mucha mayor solidaridad sin prejuicios y juicios paralelos que es lo que ha aprovechado el enemigo para saldarse con este importante años de oportunidad de cambio real. No habrá otra igual por tiempo imposible de valorar ¿ La vamos a desaprovechar ?

  9. Excelente y profundo análisis, sospecho que en adelante lo que suceda en la izquierda en España va a girar en torno a las ideas vertidas en él. También lo que suceda en ese tan bien definido proceso constituyente.
    Seguimos dentro de un discurso estatalista, en el que el asalto al estado es el tema, mientras que el poder real se concentra en los consejos de administración. Ya está analizado hace tiempo (Habermas, 1970), ese poder desplaza los problemas que genera a la política, donde las herramientas del Estado son insuficientes. La izquierda debe empezar a intervenir directamente en la esfera económica, cuando tiene poder estatal como cuando no. Y desde luego, aprovechar esta ocasión histórica para restaurar las instituciones republicanas de la equidad, principalmente la herramienta productiva de la escuela, desde la que se hará todo lo demás.

    • Me gusto tu comentario necesitamos una revolución al estilo Robín Hood tener nuestra propia ecónomia, generar poder popular de base y autogestionado. Este sistema neoliberal tiene vacios que como poder popular podemos entrar y recuperar hacia un sistema libertario desde ahí podemos hacer un cambio reevolucionario y radical tenemos que pasar de ellos ignorarlos olvidarnos que son ladrones. es perder el tiempo enfrentarse hay que destruir sus bases que es el dinero. Creemos nuestros propias monedas sociales creemos cooperativas de verdad, y esas cooperativas pueden generar políticas nuevas, que mejoren la sociedad; en el fondo una nueva civilización cooperativa democrática.

  10. He de decir que los acontecimientos políticos de los últimos meses (en particular, la subida de Ciudadanos), me han hecho repensar mi posición respecto a la estrategia de Podemos. Pero lo que me ha acabado de abrir los ojos ha sido el artículo de Alberto Garzón publicado en la Marea: “La revolución pasiva que padecemos”. Tras leerlo me ha parecido que ha hecho un análisis extraordinario de la situación política actual y me ha hecho pensar mucho. A continuación lo que he hecho ha sido volver a visualizar el coloquio televisado por el diario.es que entablaron Alberto Garzón y Pablo Iglesias antes de las europeas (se puede ver en youtube). Lo vi en su momento y no le presté suficiente atención como para entender lo realmente importante e interesante de lo que se debatió. Como digo, en esta segunda visualización me he dado cuenta de que lo que se debatió en ese debate-coloquio fue algo primordial, algo que cualquier sujeto interesado en entender lo que está ocurriendo y lo que puede ocurrir en la política española, y sobre todo, cualquier sujeto que esté interesado en conocer cuáles son las formas y estrategias óptimas para lograr subvertir el tablero político y organizar una alternativa que responda a los intereses sociales debería visualizar.
    En ese debate-coloquio se trataron diversos temas, pero el más trascendental desde un punto de vista estratégico fue sin lugar a dudas el de las emociones. Pablo desgranaba la intención y la estrategia que iba a seguir Podemos en el futuro: Podemos salía a ganar, en un contexto de oportunidad histórica, en el cual se daban las condiciones idóneas para que se produjese un cambio político. Y para ganar, según él, es imprescindible conectar con la rabia, las inquietudes, las aspiraciones, y en general, las emociones de la gente. Creo que la clave de la cuestión la pone encima de la mesa un hombre del público en el turno de preguntas, mostrando sus recelos respecto a la utilización de la apelación a las emociones como clave para una posible victoria. La pregunta que planteaba era: “¿cómo evitar que si potenciamos un elemento como la emoción en política en lugar de una razón argumentada, pueda ser utilizada por quien yo creo que lo utiliza mucho mejor, que es la extrema derecha?, es decir, si hacemos que la gente responda políticamente a la emoción, ¿cómo evitar que el día de mañana, igual que hoy te responden a ti, mañana respondan a la extrema derecha?”
    La respuesta de Pablo evidenció algo significativo, y creo que con toda la razón: “el fascismo fue el mejor invento de los poderosos para defender una serie de intereses de clase, pero como regalemos al fascismo la capacidad de emocionar, como les regalemos un factor político tan determinante como la pasión a la hora de hacer política, sabemos perfectamente cuál va a ser el resultado. Hay una lección terrible para todos los socialistas, y es la capacidad movilizadora de la conciencia de clase cuando se tenía que enfrentar a la capacidad movilizadora de lo que representaba una nación. Y prueba de ello es que buena parte de las revoluciones socialistas, se hicieron en nombre de la patria. Eso ocurrió en todos los países del tercer mundo y ocurrió también en Europa. Y es terrible, pero las revoluciones no las dirigen intelectuales ni las dirige gente que pone en primer lugar el sentido común y la reflexión. Yo no le regalaría jamás al fascismo el monopolio en la capacidad de emocionar porque conozco la historia.”
    La última intervención de Alberto Garzón creo que es esencial: “Finalmente una cuestión muy breve respecto a lo de las emociones, que me sumo, pero creo que no es un debate de dicotomía entre razón y emoción. Los dos elementos importan…”
    Creo que es evidente que la apelación a las emociones en la política es fundamental para lograr el cambio político, pero ello no debe significar dejar de lado la razón y la pedagogía política, y pese a que Podemos creo que ha sabido canalizar muy bien las emociones, creo que la estrategia discursiva (el lenguaje político) ha sido errónea. Creo que pese a que en muchos puntos, hay que reconocer un excelente diagnóstico, han pecado de construir un discurso excesivamente vacío, sin contenido ideológico, capaz de canalizar a mucha gente, pero muy débil. Creo que es un discurso muy efectivo a corto plazo, pero que puede ser peligroso y ser utilizado por el régimen en una estrategia de restauración (el fenómeno de Ciudadanos). Esto lo ha explicado a la perfección Alberto en el artículo que he citado antes.
    Por tanto, creo que Podemos debería retocar su estrategia comunicativa y realizar un cambio progresivo del discurso, siendo más pedagógico y utilizando algo más la razón, sin dejar por supuesto de utilizar las emociones. Creo que es la mejor forma de impedir el éxito del régimen en su proceso de restauración. Un discurso que explique mejor la necesidad de no sólo regenerar la vida pública, sino también establecer mecanismos que vayan en favor de la mayoría social y no de los privilegiados. Para ello es imprescindible hacer un ejercicio de pedagogía en el terreno económico que explique que el enemigo es el neoliberalismo, y que la solución pasa por democratizar la economía.
    Finalmente, creo que además, este cambio de discurso propiciaría el acercamiento a otras fuerzas políticas en la conformación de la tan deseada unidad popular.

  11. En primer lugar NO hubo proceso constituyente en 1978 como dice Alberto Garzón, unos señores se reunieron, pactaron (franquistas, comunistas, socialistas, nacionalistas etc) y crearon el engendro que todos conocemos. Y en segundo lugar es una falacia hablar de que se pueda transformar algo desde dentro, no se ha hecho jamás, salvo que se acepte el lampedusismo como alternativa.
    El artículo es farragoso, lleno de citas para aparentar erudición, no caeré en el error de criticarlo usando la misma truculencia vacia, sólo le rogaría a todos los que usan el nombre Gramsci para una cosa y la contraria que se muestren un poco más respetuosos con el gran comunista italiano. Él no entendería a estos partidos servidores de un Estado que a su vez se plega a los dictados de la oligarquía financiera mundial, porque ya no nos oprime unicamente la local. Por último, en aquella disputa que sostuvieron Roxa Luxemburgo y Lenin, en la que ella se debatía entre «Reforma o Revolución», yo comparto la postura de Lenin, Reforma (radical, sin mariconadas) y Revolución.

    • Muy interesante análisis; evidencia las debilidades del discurso populista de izquierdas con precisión. Sin embargo, echo en falta la definición clara de los protagonistas del proceso de cambio. En concreto, ¿dónde queda la clase obrera? Cuando el cambio es realizado por el \»pueblo\», los desfavorecidos, los de \»abajo\», la \»gente\» o la \»ciudadanía\», entonces tenemos un problema de indefinición similar al que se achaca a Podemos. Al final de estos términos sólo se revela uno claramente, el de \»electorado\». Y ya sabemos dónde conduce. La clase obrera y la crisis: recuperar la centralidad del tablero http://www.larepublica.es/2015/04/la-clase-obrera-y-la-crisis-recuperar-la-centralidad-del-tablero/

  12. Me ha encantado el análisis, aunque creo que existe un ‘gris’ entre el ‘blanco’ de IU y Garzón y el ‘negro’ de Podemos.

    ¿No cabe la posibilidad de que Podemos esté empleando ese discurso por puro pragmatismo y obtener la mayoría suficiente para, después, acudir a la anhelada unidad popular?

  13. Brillante análisis, sólo la convergencia de las organizaciones «revolucionarias» (los afectados por la casta), puede propiciar un cambio radical que confluya en un nuevo marco constituyente a favor de los desfavorecidos. Sólo falta que las élites que la dirijan (las cosas no cambian Pér se), se pongan de acuerdo despojándose de toda carga partidaria que dificulte el avance y se sume el pueblo, sin el cual, fracasará toda iniciativa de confrontación al actual sistema. Es decir converger en las elecciones y ganarlas.

  14. Creo que el esquema de diferenciación que planeta Alberto respecto de Podemos es relativamente artificial. El término casta es asimilable al de elites políticas y económicas del régimen que empleamos la izquierda. Respecto de la dicotomía izquierda/derecha, la tesis de Podemos es similar a la idea que propuso Anguita cuando lanzó el Frente Cívico, a saber, que el conflicto principal que cruza a la sociedad no es el de izquierdas derecha, sino el que enfrentaría a los poderes del régimen con la gran mayoría de la sociedad, de manera que se produciría una transversalidad o conjunción de intereses entre ciudadanos que se sienten de izquierdas y aquellos otros que se sienten de derechas, pero que comparten el rechazo a un sistema corrupto y oligárquico. La perspectiva respecto de Podemos la ofrece el análisis del Programa: es ahí donde hay que hacer el análisis y situar su posición respecto del régimen del 78.

    • No creo que Anguita plantee recoger medianas sociales, sino cambiarlas, hay se centra la transversalidad social que no política, provocada por la nueva fractura socioeconómica y relatos en crisis. No se construye sobre significantes flotantes Laclaunianos, que permiten hacer suyo elementos centrales del discurso de Podemos por Ciudadanos.
      Saludos

  15. Amigo Alberto. Atinada reflexión. Pero el proceso constituyente que algunos anhelamos se aleja, día a día, como consecuencia del viaje al centro de algunas de las corrientes políticas y sociales emergentes, con el desmantelamiento del tejido social progresista y el crecimiento de un tejido social conservador y corporativo, con el deslizamiento al centro-derecha político del voto (ejemplo muy claro en Andalucía y quizá se repita algo similar el 24 de mayo, aunque de diferente forma) y con las corrientes neoliberales y religiosas emergentes que invaden la política y la sociedad europea. Mejor no mencionar otros continentes, aunque en un mundo global todo nos afecta.
    Los más jóvenes insistís, con razón, en no pensar políticamente en clave s.XX, sino que debemos situarnos en el XXI. Evidentemente. De acuerdo, pero es en esa clave (la actual) en la que algunos nos situamos para ver algo lejano un proceso constituyente que rompa -realmente- con ataviamos políticos, sociales y religiosos que nos persiguen desde el s.VIII, como mínimo.

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