Según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la inmigración es percibida por la población encuestada como el principal problema del país. No la desigualdad, ni el desempleo, ni el precio de las viviendas, ni los bajos salarios, ni el desastre climático, ni los asesinatos de mujeres, ni el genocidio en Gaza, ni las guerras, ni el inmenso poder de las grandes corporaciones… Algunos de estos asuntos ni siquiera aparecen en el cuestionario, y, claro, si no preguntas, ¿cómo se van pronunciar los encuestados?
Las inmigraciones son el problema número 1 según el CIS. Un gran triunfo de las derechas y en particular de los partidos fascistas; cada vez más difíciles de diferenciar en aspectos fundamentales. Con esa bandera, y poco más, están ganando influencia y elecciones, han conquistado posiciones clave en los gobiernos, y, lo más importante, están consiguiendo que este sea el centro del debate social y político.
Pero no carguemos el peso de la culpa sólo sobre las derechas. Los medios de ¿comunicación? también tienen una importante cuota de responsabilidad; mandan las audiencias y estas piden morbo, un discurso simplón que culpe a los de fuera. Un día sí y otro también los informativos y l@s tertulian@s enredan con este tema, presentando las inmigraciones, por activa o por pasiva, como el gran problema, relacionándolas con la inseguridad, el deterioro del mercado laboral…
Los partidos que se reclaman de izquierdas no sólo han aceptado que este sea el «debate» sino que, en paralelo, han dado por buenas sin pestañear las políticas restrictivas en materia de inmigración; en nombre de una Europa fuerte y unida; el Pacto sobre Migración y Asilo muy bien podríamos denominarlo como el pacto de la vergüenza, del que presume nuestro Gobierno.
Las políticas defendidas por estos partidos, al situar en este punto la reflexión, se han convertido de hecho en el caldo de cultivo necesario para que las derechas extremas no dejen de aumentar su influencia entre amplios segmentos de la población. Unas «izquierdas» cobardes e irresponsables, que han extraviado la brújula y que se mueven sobre todo en clave electoral… y, como consecuencia de ello, cada vez más débiles.
Políticas para mejorar las condiciones de vida
En todo caso, si de verdad se quisiera abordar la problemática de fondo de las migraciones habría que poner en marcha políticas destinadas a mejorar de manera sustancial las condiciones de vida de la población de eso que se ha denominado, de manera un tanto imprecisa, el Sur Global. Políticas encaminadas a reducir de manera sustancial la deuda externa, movilizar suficientes recursos para enfrentar los devastadores efectos del cambio climático (del cual los países pobres son las víctimas principales), detener las estrategias depredadoras de recursos practicadas por los gobiernos occidentales y las grandes corporaciones, aumentar de manera sustancial la ayuda externa (estancada en niveles irrisorios) y liberalizar las patentes de medicamentos de las grandes empresas farmacéuticas que son imprescindibles para la salud de la población.
Si no se actúa en esta dirección –y, francamente, no veo en la «izquierda realmente existente» un actor político capaz de revertir la dinámica actual– no habrá muros que rindan a las personas que huyen de la pobreza y las guerras.