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Despotismo en el Ayuntamiento de Madrid
Un agente de movilidad del Ayuntamiento de Madrid denuncia que el consistorio les obliga a realizar la mudanza del edificio en el que se encuentran y recargar el material informático en sus domicilios particulares
Carlos* // Soy un empleado público que pertenece al cuerpo de agentes de movilidad del Ayuntamiento de Madrid. A finales del mes de enero, recibimos una orden interna en la unidad a la que pertenezco, en la que, ante el cambio físico de edificio y la inminente mudanza, nos instaban a que seamos los propios agentes los que realicemos la misma. Mudanza que incluye el material informático y de comunicaciones, para su custodia y… para su recarga en nuestros domicilios particulares, a cuenta de nuestra factura eléctrica. Además, hasta que el traslado sea efectivo, en días no determinados -es decir, no se sabe cuánto tiempo es el estimado-, debemos ir todos los días de casa al trabajo y viceversa, cargados con guantes, espalderas, uniformes, casco de moto y el referido material informático y de comunicaciones. ¿Es de recibo?
El Ayuntamiento de Madrid atropella constantemente a sus trabajadores, con total impunidad, en un ambiente de caciquismo férreo, donde los buenos puestos son dados a dedo. Tráfico de influencias constantes y por decreto mandato todo, a diario. Adjunto el escrito recibido, firmado por Don Miguel Ángel Albajara Velasco, Jefe del departamento de vigilancia de la circulación y, se supone, con el visto bueno de su superior, Don Mario Elipe Elipe, Subdirector General de Agentes de Movilidad de Madrid.
*Nombre ficticio, empleado público
Yo no soy funcionario (si lo fuera, al menos participaría de algún modo en el reparto de beneficios de ese negocio llamado Ayuntamiento de Madrid), pero sí padezco las consecuencias de su codicia, pues he sido víctima de uno de los millones de abusos que ese organismo realiza a diario y precisamente por su departamento de movilidad que se apropia indebidamente de los bienes ajenos (dinero) por un sistema abusivo de multas repartidas a troche y moche con la más absoluta desconsideración y arbitrariedad sin más fin evidente que el de recaudar proceda o no.