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María Kanellopoulou y su ‘experimento político’ en contra de la privatización del agua de Atenas

"Pensaron que el agua podía ser un tema que uniera a la gente aunque no tuviera ninguna inquietud política", recoge la autora.

María Kanellopoulou. D. G.

MADRID// Conocí a María en el encuentro de agua de Florencia 10+10 o en un encuentro de activistas en Luxemburgo, ahora no lo recuerdo. Desde siempre me pareció una mujer extraordinariamente poderosa, comprometida con su activismo hasta el punto de renunciar a un viaje a Palestina al que las dos fuimos invitadas: ‘Tenemos mucho trabajo que hacer’, dijo entonces. María habla, ahora lo sé, como hablan las personas griegas, con determinación. Hasta cuando dudan, parecen estar seguras de lo que dudan. Y confieso: me encanta ver esto en una mujer.

Llego a casa de María, un apartamento en la tercera planta de una calle pequeñísima que ni entre 4 hombres podían localizar en el mapa. Un apartamento de unos 75 metros cuadrados con suelo de parquet, abuardillado con vigas de madera, con una terraza acristalada. Las mesas soportan el peso de unos cuantos libros y una alacena, botellas de whisky de malta y vino tinto de distintas marcas. María vive con su hermana Ioana, que acaba de volver de París y con un gatito blanquinegro de nombre Esra que juega con los tubitos de filtros que se encuentra y que se quiere comer el trozo de pastel de naranja que llevo.

Habíamos quedado en que voy a ir a su casa cuando termine el mitin de Tsipras.

Lo cierto es que me voy antes de que termine, justo cuando me doy cuenta de que no estoy entendiendo ni una sola palabra de lo que allí se está diciendo. Les comento que esperaba algo más de entusiasmo, no sé. La gente estaba allí, sin más, escuchando, de vez en cuando coreando algo, muy poco. María y su hermana me dicen que la gente está harta, que los momentos de euforia en las calles pasaron después del segundo rescate.

María es como yo. Aunque sí que tenía cierto interés por lo común, no militaba en ningún sindicato, ni partido, ni organización política antes de bajar a la plaza Syntagma. Después de darse cuenta de que estar en las calles no iba a cambiar nada, después de perder la inocencia, María y un grupo de gente, empezaron a pensar en qué más podrían hacer.

Suena el timbre y llegan Katerina Karabela y Vangels Gasparis, me presenta a sus compañeros de lucha. Ellos toman asiento y escuchan atentos a lo que dice María, que continua exactamente donde había dejado la conversación: aquel grupo de personas, después de conocerse en la plaza, se plantearon una pregunta: ¿puede la ciudadanía influir en una sola de las políticas si trabaja duro? ¿Podemos poner nuestras cabezas a pensar y evitar que algo suceda o hacer que algo ocurra, sin recursos económicos? ‘Si tienes dinero, eres un lobby, y ese trabajo es más fácil’ – puntualiza María.

Pensaron que el agua podía ser un tema que uniera a la gente aunque no tuviera ninguna inquietud política. También pensaron que el agua simbolizaba suficientemente la idea de los bienes comunes y su idea de democracia como para trabajar en ello. Empezaron a trabajar en contra de la privatización del agua con una recogida de firmas online que, en la primera semana, consiguió 10.000 firmas, lo suficiente como para que ese grupo de personas decidiera organizarse y trabajar duro en ello. Para comenzar un ‘experimento político’, como lo denomina María.

Pusieron en marcha una campaña en dos ámbitos: el local y el europeo, hicieron una investigación y empezaron a difundir sus mensajes en contra de la privatización del agua a través de las redes sociales y en los medios alternativos tradicionales, con los que, aseguran, tejieron buenas alianzas. Sin más recursos que sus capacidades personales, su predisposición a aprender y su altruismo empezaron a ganar credibilidad en Grecia y también en el movimiento europeo, donde yo la conocí. María era cantante lírica antes de la crisis, ahora es negra, esto es, escribe para otra gente sin firmar los textos. Katerina, una de sus compañeras, es profesora de inglés. Recalcan mucho eso, que no son profesionales del sector del agua, ni hidrólogas, que ‘no tienen nada que ver’ con el agua.

Según los estudios que consultaron, un 70% de la población griega estaba en contra de la privatización del agua. ‘Nuestro objetivo era que la mayoría de la población oyera nuestra voz y no la suya’- dice María. Diseminaron artículos, noticias, argumentos en contra de la privatización del agua de Atenas y de otras partes del mundo, para ello. Y poco a poco, con mucho trabajo, terminaron por convertirse en una referencia y a ganar credibilidad a nivel local y europeo. ‘Allí donde se hablaba de agua, se nos invitaba. Pasamos a ser las personas expertas en agua’- explica María, con el asentimiento de sus compañeras y su hermana.

Suena el timbre de nuevo y llega Diego, un periodista de la Rai, la televisión pública italiana. Estos días Atenas está llena de periodistas y es difícil ir a un sitio y no compartir la entrevista. La casa de María tampoco se libra. Nos presentamos todas. Diego pide un vaso de agua pública y se le sirve otro de vino, como a mí. Seguimos con la conversación.

El trabajo de este grupo de personas convertidas en activistas desde Syntagma vino a complementar el trabajo de otras personas, sigue explicando María. Desde Syriza, por ejemplo, se habían lanzado una serie de acciones jurídicas en defensa de los servicios públicos. Y, de todas ellas, la única que triunfó fue la del agua. La comunicación de la sentencia favorable llegó dos días antes de que se celebrara el referéndum del agua en Tesalonika, organizado por los alcaldes de las localidades y los movimientos sociales el 18 de Mayo de 2014. Y esa comunicación, junto a la exclusión del agua de la directiva de concesiones de la unión europea, junto con el reconocimiento del agua como un derecho humano por la Comisión Europea (otra victoria ciudadana) llevaron a suspender la privatización del agua de Atenas y Tesalonika, cuando la segunda estaba a punto de llevarse a cabo. Aunque la sentencia, recalca María, es lo que más peso tuvo en ese triunfo.

Le pregunto si no ha pensado en entrar a formar parte de algún partido político para dar un paso adelante en la lucha por la defensa del agua pública. María repite que para ellos el agua fue un ‘experimento político’. ‘Y creo que tuvimos suerte y tuvimos cierto éxito’- dice mientras se sonríe.

Le pregunto si el experimento ha concluido y se ríe. Dice que no, que ahora tienen otro experimento más grande y ambicioso entre manos. No quiere avanzar nada más (ni aunque apague la grabadora). Dice que tiene que ser una sorpresa para todo el mundo. Que se han ganado cierta credibilidad y no quieren perderla. Apunta que lo que les une es la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones, así que puede que por ahí vaya la cosa.

O puede que vaya relacionado con lo que sigue diciendo: con que el agua no puede ser tratado como un servicio más, sino como un bien común que debe ser gestionado sin ánimo de lucro y dando la posibilidad a la ciudadanía de llevar un control sobre ello. Y con que ese trabajo es algo que la ciudadanía tiene que defender, antes, durante y después de las elecciones. O puede que eso que se traen entre manos tenga que ver con su creencia de que si la mayoría de la población dice que el agua debe ser un bien público entonces habrá que hacer por conseguirlo, porque, plantea: ‘¿Cómo vamos a hablar de democracia cuando nos imponen políticas que van en contra del deseo de la mayoría de la población?’ Puede que eso que se traen entre manos tenga que ver con todas esas cosas, porque puede que todas esas cosas no se puedan separar. El movimiento en defensa del agua pública italiano dice ‘se escribe agua, se lee democracia’ y puede que María esté hablando justo de eso.

En cualquier caso, aún queda mucho trabajo por hacer en Atenas, donde la compañía de aguas a día de hoy, EYDAP, es una Sociedad Anónima y, aunque la privatización haya parado, la ciudadanía no tiene ningún control sobre las subcontratas, que no son más que otra forma de privatización encubierta. En el futuro inmediato, Syriza tiene muchas posibilidades de poder gobernar y, aunque está en contra de la privatización del agua, aún no se sabe qué idea tiene a cerca de cómo debe ser la gestión del agua.

En cualquier caso, aunque María piensa que hay que seguir en la calle, hoy ha quedado con 4 amigos para seguir las elecciones, como harán muchas personas griegas. Si votará a Syriza o no, es algo que se reserva. No me lo dice a mi, ni tampoco a Diego que, ya grabándose con una videocámara la está entrevistando para la televisión italiana.

Aunque María sabe de sobra que yo lo sé, no puede evitar recordarme que pertenece a un movimiento horizontal y que, por tanto, ella no representa a nadie y que todos los logros obtenidos son colectivos. Lo transcribo porque, confieso: me encanta que cuatro años después sigamos conservando las buenas costumbres. Para que no se nos olvide.

Más información en: «Contar Grecia: un proyecto de crónica híbrida, personal, colectiva»

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