La Uni en la Calle
América Latina: neoliberalismo y resistencias contra-hegemónicas
Los autores ponen en contexto la toma de la vía reformista por parte de la izquierda latinoamericana, después de que el continente se convirtiese en el más desigual del mundo
La secesión de pagos de México, en 1982, el rescate estatal a más del 80% de la banca privada en Chile o el colapso de la economía venezolana en 1983 por su excesivo endeudamiento abrieron un periodo nefasto para la región: aquella conocida como la década perdida de América Latina. Estancamiento económico, sobreendeudamiento exterior, inflación y desempleo trazaron un panorama desolador.
Las estrategias para salir de la profunda crisis fueron variadas. Sin embargo, el triunfo norteamericano en la Guerra Fría consolidó el consenso ideológico –o pensamiento único- en casi todo el continente; siguiendo las recomendaciones de los organismos internacionales en el Consenso de Washington, se implementaron una serie de políticas que afectaron rotundamente el devenir de la economía y la sociedad. América Latina vio cómo se liberalizaba el mercado al capital exterior; se privatizaban áreas estratégicas de la economía –sanidad, educación, entre otras- y se desmontaban la protección social y la organización de los trabajadores. De igual forma, se llevó adelante la desregulación financiera, con el objetivo de hacer más flexibles a economías históricamente estáticas. Se impuso un duro ajuste fiscal y una inflexible disciplina presupuestaria, entre otras medidas que apuntaban a limitar el papel –social- del Estado, convirtiéndolo en simple gestor subsidiario del mercado. El fracaso del experimento previo en el Chile de Pinochet no impidió, sin embargo, que el modelo neoliberal se extendiese por casi toda la región; México en 1988; Argentina y Venezuela en 1989 o Perú en 1990.
Es efectivo que estas medidas corrigieron hábitos de cierta indisciplina fiscal. También que, en algunos casos, las exportaciones consolidaron un crecimiento macroeconómico que aceleró y resituó a las economías de estos países. Sin embargo, sus efectos fueron nefastos para el conjunto de la sociedad, fundamentalmente para los sectores más pobres, que perdieron cualquier opción de competir en un sistema intrínsecamente desigual, al tiempo que perdían el respaldo social del Estado. Igualmente, las industrias nacionales fueron devastadas por la competencia exterior. Estas políticas agudizaron vertiginosamente la miseria y la exclusión social, mientras las riquezas producidas se concentraron en pocas manos. El continente se convirtió en el más desigual del mundo.
Los efectos del neoliberalismo abrieron un nuevo ciclo de protestas sociales, impulsando una reflexión acerca de los métodos por los cuales acceder y ejecutar el poder. En efecto, a la vez que la caída del Muro de Berlín desataba la algarabía de apologistas neoliberales, la derrota –electoral- vivida por la guerrilla nicaragüense, representó el fin de la vía armada como mecanismo de acceso al poder. Los ‘90 comenzaron con un cambio en los paradigmas que resituaban la vía reformista –democrática y electoralista- en desmedro de la revolución armada. Este cambio vino acompañado de nuevas formas de aproximarse a la realidad latinoamericana, reelaborando las bases del propio saber. También contó con la inclusión de nuevos actores sociales, de distinto cuño, orientación y procedencia, dotando de diversidad y complejidad a los nuevos movimientos sociales emergentes en la región. En este contexto surgió el Foro Social Mundial.
El desarrollo de proyectos alternativos a la dinámica neoliberal configuró una realidad compleja y sumamente heterogénea, con movimientos como el Ejército Zapatista en México, los indígenas bolivianos o el MST brasileño. Todos ellos han aumentado la concienciación social, a la vez que han producido fuertes tensiones con el sistema político, poniendo en entredicho la efectiva representatividad partidista y facilitando, a su vez, el fortalecimiento de redes autónomas de organización social. Por otro lado, se han articulado propuestas más reformistas, con el Estado, la democracia y el mercado como pilares de su acción. Ha sido el Estado, desde esta perspectiva, el único capaz de regular y limitar la acción del mercado. Son los casos –con matices- del Brasil de Lula o el Uruguay de Tabaré Vázquez.
En definitiva, la transformación de la izquierda latinoamericana ha permitido ir reforzando proyectos alternativos, contra-hegemónicos, que han contado con un inmenso respaldo a nivel social en casi todos los países, teniendo como elemento común los liderazgos que emergen con renovada fuerza ante la ausencia de otros elementos constructores de la identidad impuesta por la hegemonía neoliberal.
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Pedro A. Martínez Lillo es Profesor Titular del Dpto de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), donde fue Vicerrector (2002-2009) y Secretario General de la CRUMA (2004-2006). Director de la Cátedra de Estudios Iberoamericanos Jesús de Polanco y Director del Máster en Gobernanza y Derechos Humanos (UAM). Experto en Historia de las Relaciones Internacionales, dedicado en el último tiempo al estudio de la historia reciente de América Latina. Profesor invitado en el Colegio de México, el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, el Colegio de Veracruz o la Pontificia Universidad Católica de Chile, entre otras.
Juan Ignacio Radic Vega es Investigador de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Licenciado en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile, Máster en Historia Contemporánea, Máster en Gobernanza y Derechos Humanos y Candidato a Doctor en Historia Contemporánea de la UAM. Se ha especializado en Historia del Tiempo Presente en América Latina, en temas relacionados con los movimientos sociales contra las dictaduras militares y los actuales movimientos que están caracterizando al continente.
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