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Gol en el campo, paz en la Tierra

"Equiparar a grupos fascistas como el Frente Atlético con peñas de orientación popular como Bukaneros es igual de despreciable que equiparar a Mussolini con la resistencia Partizana", sostiene el autor

Rubén Cervantes (*) // Tras el asesinato de Francisco José Romero Taboada «Jimmy», seguidor del Deportivo de la Coruña y miembro de la peña Riazor Blues, por parte de la banda de fascistas que se refugian en el fondo sur del estadio Vicente Calderón, muchos son los comentarios de sesudos analistas políticos y rasgadas de vestimenta del entorno mediático futbolero. Pero, ¿cuál es la realidad y la composición de los grupos Ultras? ¿Qué intereses esconden o defienden?

Fuera fascistas de los campos de fútbol

Uno de los mantras repetidos por el coro mediático fútbolero y los tertulianos de actualidad, que se les unen para la ocasión, es asegurar que todos los grupos denominados Ultras son iguales. Equiparar a grupos fascistas como el Frente Atlético o Ultra Sur con peñas de orientación popular y de izquierda como Bukaneros, que recientemente apoyaron y visualizaron la lucha antidesahucios del barrio de Vallecas, es un acto igual de despreciable que equiparar a Mussolini y sus camisas negras con la resistencia Partizana que derrotó al fascismo en Italia y Europa.

Y es que en España, donde el fascismo derrotó al pueblo, la ciudadanía actual no cuenta con la conciencia antifascista imperante en el resto de Europa, en la que se considera a los antifascistas héroes y no una tribu urbana como sucede en suelo patrio. Si a esta derrota histórica le sumamos el proceso de restauración de la oligarquía franquista a traves del Régimen del 78, los intereses económicos que hay detrás del balompié y la orientación estratégica del fascismo hacia las gradas jóvenes, tenemos una combinación explosiva para llenar de violencia cada fin de semana los estadios de fútbol.

¿Todos son iguales?

Las y los activistas sociales sabemos que no todas las peñas que se agrupan alrededor del fútbol son iguales. No son iguales los fascistas, racistas y xenofobos que persiguen, amedrentan y apalean inmigrantes, activistas o personas con identidades culturales o nacionales distintas, que jóvenes y aficionados al fútbol comprometidos con sus barrios y comunidades que en muchas ocasiones tienen que enfrentarse a los ataques directos de las bandas fascistas como ocurrió en el Manzanares el domingo pasado. Una sociedad que no discrimina entre fascismo y antifascismo es una sociedad que puede albergar monstruos autoritarios en su seno y desarrollar tendencias políticas neonazis como Amanecer Dorado en Grecia.

Yo mismo guardo la lamentable experiencia de una agresión fascista por defender una educación pública y de calidad en contra de la reforma universitaria del presidente Aznar en el año 2001.

El fútbol como espacio sociopolítico

Una de las cuentas pendientes que desde la izquierda y los movimientos sociales tenemos con el fútbol es la de no saber o entender que las nuevas estructuras económicas nacidas de la globalización del Capitalismo Neoliberal transforman los espacios urbanos, en los que se dan encuentro una gran acumulación de gente, en espacios productivos desde el punto de vista capitalista: espacios de extracción y acumulación de beneficios y plusvalía.

El fútbol es una gran fábrica que transforma el derecho en mercancía por distintos mecanismos. El fútbol no extrae la plusvalía mediante el impago de una parte de la fuerza de trabajo como se hacía en la fábricas del Capitalismo keyneisiano o fordista, sino mediante la mercantilización del ocio y deporte. Para ver o practicar fútbol necesitas pagar, y siguiendo las practicas depredadoras del capitalismo neoliberal los beneficios se privatizan y las deudas se socializan. La deuda de los principales clubes de fútbol español con Hacienda son una muestra de esa socialización de pérdidas millonarias.

Tenemos un espacio en el que se concentran semanalmente cientos de miles de personas, en el que se genera actividad económica, explotación de clase, es decir, el fermento para organizar peñas que defiendan un ocio y deporte desmercantilizado, la redistribución de las ganancias millonarias del fútbol en la sociedad y reclamar el pago de las deudas contraídas con el Estado. Obviamente este tipo de agrupaciones son perseguidas por los medios de comunicación que defienden su trozo del pastel, equiparándolas a las bandas fascistas que pueblan y guardan las gradas a las élites económicas.

Es imprescindible la organización de nuevas peñas populares y el refuerzo de las ya existentes como Bukaneros, Alkor Hooligans, Riazor Blues, Celtarras, Brigadas Amarillas, etc. El fútbol puede ser utilizado por las élites como anestesia social o puede ser fuente de ruptura con el Régimen del 78. Debemos crear un sujeto popular que dispute, partido a partido, la hegemonía económica y cultural del fútbol a las élites y oligarquías que lo explotan.

(*) Hincha del Atlético de Madrid.

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Comentarios
  1. Unos hablan de la solidaridad de un barrio obrero con los desahucios y que Carmen se queda en su barrio y los otros de acuchillar a los que son distintos o no piensan igual. ¿Donde esta la objetividad del periodismo y de las autoridades? ¿Quienes crean confusión en la ciudadanía, ¿quienes son los verdaderos culpables y quienes son sus encubridores? ¿Que fines se persiguen?

  2. Todo el razonamiento me parece estupendo… hasta que pierde totalmente la legitimidad al ejercer esa defensa antifascista con la violencia.

  3. Cuando empiece a haber clubs de fútbol autogestionarios y cooperativos, donde no se genere plusvalía y con el consumo de cuyos productos (un partido de fútbol, una camiseta…) no generemos plusvalía a sujetos en muchos casos deleznables más allá de su condición de capitalistas no dejaré de ver el fútbol profesional como un elemento de alienación y poco compatible con la transformación social.
    Ahora bien, a todos un poquito de alienación de vez en cuando nos va bien.

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