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La izquierda alemana supera sus divisiones
25 años después de la caida del Muro de Berlín, los poscomunistas de Die Linke se disponen por primera vez a liderar un gobierno en un Estado federado de Alemania.
[Este artículo es una actualización del reportaje que se puede ver en el número de noviembre de la revista La Marea, a la venta en quioscos y aquí]
El 9 de noviembre de 1989 las autoridades de la República Democrática de Alemania (RDA) cedieron a la presión popular y abrieron los pasos fronterizos en el muro que dividía Berlín. Aquel día histórico, Bodo Ramelow era un dirigente sindical en Hesse, un Estado federado de la otra Alemania, al otro lado del telón de acero. Tras la caída del muro, que auguraba el fin del Estado comunista, decenas de miles de alemanes del Este se marcharon a la parte occidental para probar suerte. A sus 33 años, el sindicalista Ramelow emprendió el camino contrario y se instaló en Turingia, en la RDA. Ante la inminente conversión de una economía de planificación socialista al mercado libre, quería contribuir con su experiencia para montar un sindicato en Alemania del Este. Había que proteger a los trabajadores de los abusos laborales que ocurren bajo el sistema capitalista.
Hoy, 25 años después de la noche histórica del 9 de noviembre, Ramelow está a punto de convertirse en el primer presidente regional de Die Linke (La Izquierda), la formación heredera del Partido Socialista Unificado (SED) que mandó en la RDA durante cuatro décadas. Tras cerrar un pacto de coalición, el Parlamento regional votará el próximo 1 de diciembre sobre la investidura de Ramelow.
En las elecciones regionales en Turingia de septiembre pasado, Die Linke fue la segunda fuerza, con el 28% del voto, detrás de la Unión Democristiana (CDU) de la canciller Angela Merkel. En un giro radical, el Partido Socialdemócrata (SPD) decidió romper la gran coalición que tenía con los conservadores y, por primera vez después de la unificación, aceptó formar gobierno como socio menor de Die Linke y junto a Los Verdes. Los militantes del SPD aún deben aprobar el pacto en noviembre, pero en Alemania se habla ya de un momento histórico, que podría cambiar el panorama político en todo el país a medio plazo. “La decisión del SPD en Erfurt, la capital de Turingia, 25 años después de la caída del muro, significa el triunfo del presente sobre la historia paralizante, el comienzo en el que la izquierda en Alemania se autolibera de sus ataduras”, explica el jefe de Política del diario TAZ, Stefan Reinecke.
Superar la historia, sin embargo, no resulta nada fácil, y menos en pleno período de conmemoraciones del fin del Muro. Durante la campaña electoral, Merkel había advertido del supuesto peligro de “llevar a Karl Marx al Gobierno”. Pero la invocación del filósofo alemán no asusta demasiado al electorado de centroizquierda, y menos en el Este. Die Linke tiene más problemas con el legado del SED, aunque la mayoría de sus dirigentes actuales, por edad, no habían ocupado puestos relevantes en la RDA, por no hablar de los militantes que provienen del Oeste, como Ramelow. Aún hoy, los demás partidos siguen exigiendo a Die Linke una condena contundente de la RDA como un “Estado injusto” o un “país sin derechos” (“Unrechtsstaat”). El debate se ha reavivado estos días tras las elecciones de Turingia y los aniversarios –en octubre se cumplieron los 65 años de la fundación de la RDA–.
Lecciones del pasado
Los dirigentes de Die Linke han reconocido en múltiples ocasiones que hubo violaciones de derechos humanos bajo el régimen comunista y el partido incluso pidió disculpas por ello en una declaración institucional. “La RDA no fracasó por la supremacía de sus rivales, sino por sus propios errores y deficiencias, por la injusticia en el sistema y en las políticas, por la desconfianza sistemática de sus dirigentes políticos hacia la ciudadanía”, explica un documento de Die Linke, que se llamaba Partido del Socialismo Democrático (PDS) antes de fusionarse con una formación de izquierdas del Oeste. “El PDS, que ha salido del antiguo partido oficial del Estado SED, no ha sobrevivido y ganado fuerza porque negara la historia, sino porque, desde el principio, se ha enfrentado a ella para sacar lecciones”, continúa.
Dicho esto, el partido no está de acuerdo con una condena universal de la RDA y discrepa de la concepción de que el sistema en sí mismo fuera injusto. Simplemente admite que hubo injusticias en la ejecución práctica de muchas políticas, como la orden de disparar a las personas que intentaban huir del país. De ahí que en el pacto de coalición entre Die Linke, SPD y Los Verdes en Turingia se hable de que la RDA era un “Unrechtsstaat en las consecuencias”, un matiz importante. Este reconocimiento del pasado ha sido uno de los requisitos básicos de socialdemócratas y verdes en las negociaciones con Ramelow. Hace cinco años, las conversaciones entre estos tres partidos fracasaron, dando lugar a la gran coalición entre CDU y SPD.
Die Linke reconoce los errores que se habían producido en la RDA, pero también destaca los logros del sistema socialista, sobre todo en comparación con algunas de las consecuencias desoladoras que ha traído el capitalismo, en primer lugar el paro y la exclusión social. Esto explica, en buena parte, por qué Alemania del Este sigue siendo el bastión de Die Linke, mientras que sus avances en la parte occidental del país han sido más bien moderados. A pesar de que la situación económica en los Estados federados que nacieron de la RDA ha mejorado mucho en los últimos tiempos –gracias en parte a las continuas y masivas ayudas públicas–, la región sigue por detrás del Oeste. La tasa de paro es superior y los salarios son mucho más bajos. En los convenios sectoriales y en la retribución de los empleados públicos todavía se discrimina a los alemanes del Este. También los jubilados perciben menos dinero que los pensionistas occidentales.
Los efectos de la desindustrialización radical que siguió a la reunificación del país en 1990 aún es visible hoy, ya que hay pocas regiones con empresas potentes y competitivas. En temas sociales, la comparación es más favorable para el Este. Hay más mujeres en puestos de dirección (46% frente al 31% en el lado occidental). La mitad de los niños en edad preescolar va a una guardería, mientras en el Oeste es sólo una cuarta parte. La mayor igualdad entre hombres y mujeres en la vida económica era uno de los avances más importantes de la RDA.
Hace tiempo que Die Linke ya no vive de los votos de los nostálgicos del pasado comunista. Tiene un discurso claramente a la izquierda del SPD y Los Verdes, muy crítico con los desmanes del sistema capitalista que ha provocado la crisis económica. Al igual que otros partidos de izquierda en Europa, considera que la unión monetaria está mal construida y que los rescates multimillonarios de la banca han sido una estafa. Además, la actual política del Banco Central Europeo de inyectar miles de millones de euros en el sector financiero va en la misma línea. “Esto beneficia a los bancos pero no a la gente trabajadora”, opina Sahra Wagenknecht, la viceportavoz parlamentaria de Die Linke.
Últimamente, a Die Linke le ha salido un competidor insospechado. En las elecciones regionales de Turingia y Brandeburgo, también en el Este, la recién creada Alternativa por Alemania (Alternative für Deutschland, AfD) cosechó más del 10% de los votos. Muchos de estos votantes vinieron de Die Linke –sólo la CDU sufrió una fuga de votos mayor hacia la AfD–. La nueva formación, que aglutina liberales anti-euro con elementos de extrema derecha, ha tocado la fibra sensible de muchos alemanes del Este que se ven como víctimas de la globalización.
Y pisa otro terreno de los herederos del SED. “Todo hay que decirlo, en la RDA había más seguridad que en el Oeste”, declaró el líder de AfD, Bernd Lucke en un mitin en Frankfurt an der Oder, en la frontera con Polonia. En Die Linke son conscientes de que la ultraderecha está pescando entre su electorado con el discurso contra el euro y la evocación de un pasado supuestamente mejor. “Se benefician del rechazo profundo que hay en la población contra el establishment”, comentaba la copresidenta del partido, Katja Kipping. En su opinión, Die Linke debe preocuparse aún más de los intereses de la gente marginada por la sociedad, que atiende a los cantos de sirena de la AfD.
De las palabras a los hechos. En Turingia, los tres socios que quieren formar el nuevo gobierno han acordado una serie de medidas para avanzar más en la cobertura social. En el pacto se propone aumentar el número de plazas gratuitas de guarderías, invertir más en educación y la formación de parados y reforzar las políticas de igualdad de género. Asimismo, Die Linke, SPD y Los Verdes buscan formas para frenar la subida de los alquileres y prevén acelerar el cambio del modelo energético con más ayudas a la renovación de edificios. Todos estos planes, sin embargo, están supeditados a la situación financiera. “Die Linke también se compromete a mantener un presupuesto equilibrado”, anunció Ramelow. El antiguo sindicalista se ha trabajado un perfil de pragmático que transciende el apoyo popular tradicional de la formación. “Muchos en el SPD se preguntan por qué no es uno de ellos”, comenta Christoph Seils, columnista en la revista Cicero.
Efectivamente, Ramelow es un elemento clave en la reconciliación definitiva entre Die Linke y el SPD. La división tiene su origen en la transición. Cuando se constituyó el partido socialdemócrata en el Este en 1989 –el SPD había sido disuelto cuando se creó la RDA– no se admitía a personas vinculadas al SED. Fue un error histórico, como reconocen hoy varios dirigentes socialdemócratas. Más tarde se produjo una escisión en el SPD por las reformas liberales del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder. Muchos militantes salieron del partido y formaron una agrupación (WASG) bajo el liderato del expresidente del SPD, exministro de Finanzas y gran rival de Schröder, Oskar Lafontaine. En 2005, la WASG se fusionó con el PDS para crear lo que hoy es Die Linke. Uno de los arquitectos de aquella operación fue Ramelow. Muchos socialdemócratas todavía no han perdonado el cambio de bando de su exlíder Lafontaine, que no ha parado de criticar el giro al centro de Schröder.
Hasta hoy, el SPD ha aplicado un doble rasero en su relación con Die Linke. Han gobernado juntos en varias ocasiones en Estados del Este, pero los socialdemócratas en el Oeste se han negado a pactar con los postcomunistas. También en las elecciones federales de 2013, el SPD descartó cualquier alianza con Die Linke. De hecho, matemáticamente una coalición entre SPD, Los Verdes y Die Linke tendría mayoría a nivel nacional, pero los socialdemócratas optaron por una gran coalición con Merkel –a consecuencia de esto, Die Linke es ahora el primer partido de la oposición, por delante de Los Verdes–. Pero esa intransigencia parece haber tocado su fin. Cada vez más militantes y dirigentes del SPD consideran que su partido no tiene una perspectiva realista de gobernar si se cierra a pactos con Die Linke. Y en este contexto, Turingia podría ser “un campo de experimentación interesante”, escribe el politólogo Torsten Oppelland, de la Universidad de Jena (Turingia). Es un experimento ciertamente muy frágil, ya que el tripartito tendría una mayoría de sólo un diputado.
AfD es Alternative für Deutschland, no alianza. Estos raros, los liberales bajo mínimos y el SPD algo esquizofrénico se pone interesante el panorama político. Turingia será una buena en prueba para las federales… Saludos
Cierto. Se me fue la olla. Ya está corregido. Gracias. Efectivamente Turingia es un punto de inflexión.
Si, y una esperanza. sobre todo para que los verdes no acaben en una coalición federal negro-verde, el mayor miedo de los «fundis» ecologistas, y para que estas rot-rot-gruen también se den en alemania occidental. Muchas gracias por el artículo