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Todo va a salir bien, Monago

"Lo único que libra a José Antonio Monago de que concluyamos que, lógicamente, está como una cabra es su condición de político", apunta el autor

Imaginemos la siguiente escena. Estamos caminando por un centro comercial y al pasar a la altura de, por ejemplo, una relojería, somos testigos de la discusión entre un trabajador de la tienda y un cliente. El trabajador asegura haber visto cómo el cliente cogía un reloj de la vitrina y lo introducía disimuladamente en la bolsa de compras que lleva en la mano. Agitando con vehemencia la bolsa, el cliente responde que eso es falso y que lo va a denunciar por mentir, ya que en la bolsa no hay ningún reloj y que, de haberlo, también habría dentro de la misma bolsa un ticket que permitiría certificar sin problemas la compra del reloj. Ante este argumento, el trabajador de la tienda que insiste en haber visto cómo introducía el reloj en la bolsa, le pide que le muestre el ticket. El acusado responde que no piensa enseñar el ticket porque él es de Puertollano y ese es el motivo principal por el que está siendo atacado. Si me atacas a mí estás atacando a Puertollano, grita ante la mirada de cada vez más paseantes que, como tú y como yo, intrigados por la peculiar escena, se han parado a observar desde la entrada de la tienda.

“Se me está acusando de haber robado el reloj que tengo (o que no tengo) en la bolsa para quitarme de en medio y evitar que vaya a otras tiendas a impedir robos. Deberías pedirme perdón de rodillas, relojero manipulador”, grita cada vez más descontrolado el cliente acusado. “Soy una persona muy legal, soy, con diferencia, el que menos cobra de mi calle allí en Puertollano”. Llegada la argumentación a tal nivel de surrealismo, y quizá sintiéndose el supuesto ladrón acosado por las cotillas miradas que, como la tuya o la mía, observan la escena desde la puerta, el acusado clava su mirada en los curiosos paseantes, desde hace rato ya parados, para lanzar su último alegato de defensa. “Yo en casa no tengo parabólica para ver el Canal Plus, así que en esta bolsa no hay reloj. Y si hubiera reloj, habría ticket de compra”.

En este preciso momento en el que el acusado alude a su condición de no socio de Canal Plus para defenderse de la acusación de robo del reloj, alguna voz dentro del grupo de cotillas miradas paradas ante la puerta, diría: “el pobre hombre está como una cabra”, rebajando la presión de las miradas, pasando el nivel de acusatorias a compasivas. Y el grupo de cotillas, como tú y como yo, rompería filas sin más. Sin reproches ni juicios morales hacia el acusado. Nadie tendría nada contra él. “A ver si viene algún familiar y lo recoge, no vaya a lastimarse él solo por la calle”. “Pobre hombre, esperemos que no tenga que volver él solo hasta Puertollano”, se escucha decir a alguien. Siempre hay alguna buena persona que se acercaría al hombre cabra y hablándole con mucho cariño, quizá acariciándole la espalda para rebajar la tensión, lo convencería para sacar el reloj de la bolsa y devolverlo a su sitio. También convencería al trabajador de la relojería para que no tuviera en cuenta el incidente y dejara ir en paz al pobre hombre.

Lo único que libra a José Antonio Monago de que concluyamos que, lógicamente, está como una puñetera cabra es su condición de político. Si Monago fuera electricista, albañil, ingeniero, fontanero, médico o cliente de una relojería, hace ya más de una semana alguien le habría acariciado la espalda. Alguna buena persona le habría susurrado al oído, “tranquilo, José Antonio, no pasa nada, todo va a salir bien, nadie va a hacerte daño, sabemos que no lo haces con maldad, devuelve eso que tienes en la bolsa y vámonos”. Agarrándolo con mucho cariño del brazo lo acompañaríamos a casa y durante el camino le repetiríamos una y otra vez, todo va a salir bien, José Antonio.

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