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De cañas con la nueva política
La autora transita por el barrio madrileño de Lavapiés, "una de las zonas más frecuentadas para tomar cañas y compartir charla por colectivos políticos y sociales cruciales para impulsar un cambio"
Artículo publicado en el número de octubre de La Marea, a la venta en quioscos y en nuestra tienda virtual
Pocas veces una sola manzana de la ciudad es punto de encuentro de tanta gente capaz de organizar un cambio político. La calle Argumosa, desde la que escribo estas líneas, en pleno corazón madrileño de Lavapiés, es una de las zonas más frecuentadas para tomar cañas y compartir charla por colectivos políticos y sociales cruciales para impulsar un cambio en este curso que ahora empieza.
Por aquí es habitual ver a integrantes de movimientos antirracistas, feministas, autónomos y okupas, al profesor Juan Carlos Monedero o a Luis Alegre, ambos de Podemos; a Jorge García Castaño, Tania Sánchez Melero, Javier Couso, Lara Hernández o Alberto Garzón, de Izquierda Unida; o a la savia joven de Podemos, algunos procedentes de la organización Juventud sin Futuro: Eduardo Fernández Rubiño, un filósofo que con sólo 23 años articula un discurso que ya quisieran para sí algunos cuarentones, Miguel Ardanuy, su compañero en la gestión de las redes sociales de la organización, Nagua Alba o Jesús Gil, integrante del gabinete de prensa. También Pablo Iglesias frecuentaba estas calles hasta hace poco.
Este barrio multicultural y activo alberga algunos de los centros sociales okupados, salas de teatro y librerías más simbólicos de la ciudad, con espectáculos y charlas de contenido social y político. Por eso mismo no es extraño que al final del día, después de asambleas, reuniones y debates, políticos y activistas se dejen caer en alguno de los bares de la zona y desemboquen, casi irremediablemente, en la calle Argumosa, a la que muchos han bautizado con el sobrenombre de “paseo marítimo”, un lugar por el que todos pasan y en el que todos se encuentran. Y es que, aunque los grupos políticos estén claramente diferenciados al inicio del atardecer –cada uno en su mesa y con sus compañeros– la noche siempre da rienda suelta y termina juntando a quienes llegan separados.
Cuenta un camarero de Lavapiés que a veces tiene en la misma terraza “una mesa con los de Podemos, otra con los del 15-M, otra con los de Izquierda Unida, y luego la del profesor Carlos Taibo, un clásico”. Y confiesa que “yo oigo lo que comentan unos y otros y lo que dicen los unos de los otros, telita, muy interesante la cosa. Y luego la noche se anima, primero se levanta uno a saludar a la mesa de al lado, luego otro, y ha habido veces en las que han terminado juntos hablando de programas políticos y estrategias electorales”, dice.
Una de esas noches fue la del 25-M de este año. Tras conocerse un resultado electoral histórico que condenaba al bipartidismo a tener menos del 50% de los apoyos, con una espectacular irrupción de Podemos y un aumento de votos para IU, muchos se echaron a la calle, y esa calle no podía ser otra que Lavapiés. El circuito de celebración no está claro porque la noche fue larga e intensa, pero entre los lugares visitados figuran el Achuri, La Huelga y lo que se conoce en estos entornos como “el indio”, un local donde el dueño ha colgado una foto suya con Monedero y
luce sobre la barra el libro Conversación con Pablo Iglesias. Cuentan los asistentes que los teléfonos de algunos integrantes de Podemos echaban humo ante las llamadas y mensajes recibidos.
Otro de los encuentros más sonados fue el de René Pérez, cantante de Calle 13, con algunos integrantes de Juventud sin Futuro el pasado julio. Se expresaron admiración mutua entre caña y caña y la noche terminó, cómo no, en Argumosa. “Estos chamaquitos prometen”, dijo René, en una mesa repleta de botellines de cerveza.
De las terrazas y bares del “paseo marítimo” de Lavapiés salen palabras que llegan hasta los oídos de los transeúntes. Hace unos días, caminando por allí, escuché a unos chavales hablar de Laclau, muy citado últimamente, desde que Íñigo Errejón, jefe de campaña de Podemos, expresara su admiración por él y por su teoría del populismo no como algo peyorativo, sino como una forma de articular identidades populares frente a las élites.
Otros pensadores mencionados por estos lares son Karl Polanyi –siempre en el corazón de Alberto Garzón–, Perry Anderson –muy seguido por algunas caras visibles de Podemos– o David Harvey. Sus nombres se insertan en el pasillo de los viandantes de Argumosa, espacio de tránsito desde el que se van pillando trocitos de conversaciones de aquí y de allá, con expresiones que revolotean por la acera, como “sentido común” o “hegemonía”.
La pasada semana oí una frase procedente de una mesa en la que compartían cervezas algunos jóvenes de Podemos, y que podría ser un karma: “Cuando ganemos…” La pronunció un chaval de 24 años y define bien el estado de ánimo de estos jóvenes pertenecientes al núcleo de un proyecto que tanto da que hablar.
En Lavapiés se comparte el entusiasmo colectivo de un año que promete ser distinto. Las calles que descienden desde Santa Isabel hasta Argumosa ofrecen algunos de los más hermosos atardeceres de la ciudad e invitan a imaginar que allá, al final de su cuesta, aparecerá el mar. Hay algo en la luz y atmósfera de esta zona que así lo sugiere. Obviamente Lavapiés no tiene mar, pero se ha configurado como un mar de gentes, de idiomas, de ideas, de continuo movimiento. Aquí nada está quieto. Eso de por sí ya es un buen inicio para un año que en el escenario político se vivirá con pasión. Y en el plano social Lavapiés dará buena cuenta de ello.
En España hay más política en los bares de Lavapiés que en el Congreso. Muy interesante el artículo.
Lógicamente, el Congreso es la pantomima pre-escenificada de la nada política. Los bares y las tabernas fueron, desde hace siglos, los espacios en los que se preparaban las revueltas.
Me uno a la felicitación del artículo.