Internacional

Los refugiados se rebelan por sus derechos en Alemania

Las inhumanas condiciones de vida y los largos tiempos de espera en un limbo jurídico que padecen los solicitantes de asilo lleva a varias decenas de ellos a iniciar una huelga de hambre en Berlín

BERLÍN // Refugiados en huelga de hambre. Este es el leitmotiv de la pancarta que cubre el suelo de la plaza de París, ante la simbólica Puerta de Brandeburgo de Berlín, donde, desde la tarde de miércoles 24 de octubre, 20 personas están en huelga de hambre.

Aprovechando la  presencia de las máximas autoridades del país a unos metros de la Puerta, en la inauguración del memorial en homenaje a las víctimas de la comunidad cíngara durante el Tercer Reich, la campaña, iniciada hace un mes, de denuncia y visualización de las difíciles y miserables condiciones en que está sometido el colectivo de refugiados y personas solicitantes de asilo en Alemania -ignorado por la clase política, por los grandes medios de comunicación y también por la mayoría de la sociedad alemana, ha entrado en una nueva fase.

El sábado 13 de octubre cerca de 5.000 personas salieron a la calle para participar en una ruidosa manifestación que recorrió el centro de Berlín. La marcha, empezó en Oranienplatz (en el barrio de Kreuzberg) y acabó ante el Reichstag con lo entrega de una compilación de demandas a las autoridades.

El suicidio, este año, de dos jóvenes refugiados iraníes, Mohammad Rahsepar en el campo de internamiento de refugiados de Würzburg y Samir Hashemi en el de Kirchheim unter Teck, ha sido la chispa de una inédita protesta que empezó a principios de septiembre en la ciudad bávara de Würzburg con varias huelgas de hambre, cosidas de boca y una caminata de protesta que ha culminado, después de más de 600km y 28 días, en Berlín, con una acampada indefinida en Oraninenplatz de 200 personas procedentes de centros de todo Alemania. Las personas solicitantes de asilo que acampan, entre iglús y carpas de circo, provienen de multitud de lugares, todos ellos asolados por conflictos o por el autoritarismo: Afganistán, Túnez, Siria, Iraq, Bosnia, Sudán, Burundi, Benin y Camerún. Aun así, el mayor número de personas proviene de Irán.

Ferdinand es licenciado en Derecho y participa en la acampada. Tiene 25 años y es de Camerún. Su padre fue asesinado por orden del presidente camerunés Paul Biya. “Estando dentro del gobierno se opuso y lo pagó con la vida” explica Ferdinand. “Entonces es cuando huí del país cruzando el fortificado estrechado de Gibraltar. Las represalias a mi familia no cesaban”.

Este joven lleva años viviendo en Alemania y todavía no ha conseguido el estatuto de refugiado. La incertidumbre de su situación le angustia. Todavía no sabe si podrá permanecer legalmente en Alemania o si será deportado en su país de origen. Piensa que la acampada no es la finalidad de las movilizaciones sino un medio de protesta, una acción más.

Desalojo brutal en una embajada

“Hasta se está mejor, porque en los albergues gubernamentales las condiciones son lumpen e inhumanas” atestigua. “La naturaleza del sistema europeo es la deportación de inmigrantes sin papeles y refugiados. Por mucha reforma que se haga, el sistema se tiene que cambiar”. De acuerdo con esta idea, cerca de 50 activistas ocuparon durante unas horas la embajada de Nigeria en Berlín, hasta que fueron desalojadas brutalmente por la policía, contra la colaboración de los Estados africanos en las deportaciones que llevan a cabo los países de la UE.

Abdullah (nombre ficticio) tiene 28 años y es originario del Kurdistán iraní. Activo en los movimientos estudiantiles de izquierda y activista por el derecho de autodeterminación del pueblo kurdo, tuvo que huir del país cuando, debido a su militancia política, empezó a temer por su vida.

A través de Turquía llegó a Grecia en 2010 y allá, según explica, aparte de haber recibido más de una paliza por parte de miembros del partido neonazi Alba Dorada por su condición de inmigrante, ha estado encarcelado unos meses para no tener papeles. Hace 9 meses que Abdullah llegó a Alemania y ya ha pasado por los campos de internamiento de Würzburg, Regensburg y Bamberg.

«Me han cerrado, aislado de la sociedad y con la prohibición de trabajar. Sin dinero, volviéndome loco y con el miedo de la deportación en el cuerpo. Ahora lucho para cambiarlo. Sé que legalmente no puedo salir del término municipal de Würzburg y estar en Berlín, pero no nos queda alternativa y queremos conseguir la libertad”, sentencia.

“Con nuestra huelga de hambre queremos poner al gobierno federal bajo presión”, explica Mehrad (nombre ficticio), un iraní de 36 años que se escapó del campo de Würzburg y que ha empezado la huelga de hambre ante la turística y emblemática Puerta de Brandeburgo.

“Tenemos miedo que la policía nos desaloje violentamente de aquí. Nos han requisado sacos de dormir y mantas y nos han desmontado la tienda. Han detenido a 3 huelguistas. Si las autoridades no cumplen nuestras demandas cometerán un asesinato político”, dice.

Mehrad también informa de que en Polonia hay 78 personas detenidas -la mayoría de Georgia y Chechenia- esperando su deportación, y repartidas en los centros de internamiento de extranjeros (CIE) de Bialystok, Przemysl, Biala Podlaska y Leszowola que desde 17 de octubre están en huelga de hambre contra las pésimas condiciones en que se encuentran retenidas y encarceladas, el aislamiento, los abusos policiales y la criminalización”. En Helsinki 2 afganos también están en huelga de alimentos contra su deportación y el Tratado de Dublin.

Así pues con la acampada y la huelga de hambre, el colectivo de personas solicitantes de asilo reclama acabar con el Residenzpflicht, la ley que les confina a vivir en centros de internamiento -la mayoría de ellos en condiciones pésimas y situados a las afueras de las poblaciones o en antiguos cuarteles militares- y les prohíbe abandonar el lugar de residencia asignada y viajar a otras ciudades.

También piden la abolición de la prohibición a la que están sujetos, tanto de buscar trabajo de manera autónoma cómo de acceder a cursos oficiales de lengua alemana, además del fin de las deportaciones, del racismo policial y de las tarjetas de racionamiento, que las obliga a comprar un tipo de comida concreta y en establecimientos designados -como por ejemplo los supermercados de la cadena REWE.

Como último punto, la asamblea de Oranienplatz pide a las autoridades que se otorguen permisos de residencia a los refugiados y que se agilice el procedimiento de asilo, puesto que el proceso acostumbra a tardar varios años y representa un desgaste psicológico elevadísimo.

A pesar de que la acampada ha tenido un eco mediático positivo, esta coincide con el afloramiento del racismo institucional y el atrincheramiento del gobierno central democristiano y su referente bávaro en contra de cambiar las leyes de asilo y atisfacer las demandas del colectivo acampado.

La ultraderecha irrumpe en el debate

Para la ministra de Asuntos Sociales de Baviera, Christine Haderthauer, “más de dos tercios de los solicitantes de asilo abusan de la hospitalidad alemana y por lo tanto, tienen que volver allá de donde vienen”. Por su parte, el ministro del Interior, Hans-Peter Friedrich, ha anunciado que el gobierno central “adoptará medidas urgentes para evitar el abuso del derecho al asilo” y el ministro del Interior de Baja Sajonia Uwe Schünemann, ha afirmado que “el 100% de los solicitantes de asilo de Serbia, Macedonia y Kosovo, [en particular las comunidades cíngaras] abusan del trato alemán y de las ayudas sociales”. La ultraderecha también ha tomado cartas en este debate.

Durante la caminata de protesta, el partido neonazi NPD intentó atacar a los manifestantes en Erfurt y se contramanifestó en Potsdam. La formación nacional-chovinista y anti-inmigración Pro Alemania se concentró ante el Reichstag en contra de la acampada y los campos de internamiento de Wolgast y Waßmannsdorf, fueron apedreados y pintados con esvásticas y lemas en recuerdo al pogromo de Rostock-Lichtenhagen, ocurrido en 1992. Aún así y a pesar de todo, tanto Ferdinand, Abdullah, Mehrad como la asamblea lo tienen claro: piensan seguir protestando con determinación, hasta que se satisfagan sus demandas.

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