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Proceso soberanista (7): ¿Qué quieren las élites económicas?
El gran empresariado catalán, que se mostró favorable al concierto económico, opta por no romper con España, donde desarrolla gran parte de sus negocios
El número de septiembre de La Marea apuesta por analizar el proceso que vive Cataluña sin caer en la guerra de trincheras desde la cual suele abordarse. En los próximos días iremos publicando los distintos bloques que forman parte del dossier, que aborda el proceso soberanista catalán desde diversos ángulos con el objetivo de ofrecer las máximas herramientas posibles al lector para comprenderlo.
“Si Cataluña se independiza, me llevaré Planeta a Sevilla”. Así de tajante se mostraba el presidente del grupo editorial y vicepresidente del Banc de Sabadell José Manuel Lara en mayo de 2013 en un programa de Canal Sur. Entre los grandes empresarios catalanes, Lara es el que se ha pronunciado más claramente en contra de la secesión. Sus colegas en otras multinacionales, pese a no haber tomado partido de forma expresa, mantienen sus reservas ante una hipotética independencia.
El papel histórico de la burguesía catalana se ha decantado por la cultura de la negociación con el Estado. Y en algunas ocasiones, ha sido la primera en renunciar a elementos identitarios catalanes como la lengua. “Buena parte de alta la burguesía, después de la Guerra Civil, comenzó a hablar en castellano a sus hijos. La burguesía es la que muchas veces ha renunciado a la lengua”, asegura el filólogo Xavier Dilla. La opción pactista adoptada por CiU durante la presidencia de Jordi Pujol ejemplifica lo que se ha conocido como la política de peix al cove, una especie de «más vale pájaro en mano», que consistió en apoyar a gobiernos estatales –desde Felipe González hasta Aznar– a cambio de prebendas para Cataluña. La postura hoy del gran empresariado catalán se enmarca precisamente en no romper con España, donde desarrolla gran parte de sus negocios.
Varios miembros del Consejo Empresarial por la Competitividad –donde se encuentran algunos de los más influyentes directivos de España, como el presidente de La Caixa, Isidre Fainé; el presidente de Gas Natural, Salvador Gavarró; o Isak Andic, máximo dirigente de Mango– han mostrado su apoyo a un concierto económico similar al del País Vasco. Sin embargo, ven con temor la idea de la independencia y una posible confrontación con el Estado español. No en vano sus empresas tienen un importante volumen de negocio en el resto de España (La Caixa es la primera entidad en todo el Estado).
«Contexto de certidumbre»
El presidente de la patronal catalana Foment del Treball, Joaquim Gay de Montellà, ha expresado en más de una ocasión que “no queremos un choque de trenes”. La patronal Cecot, que representa a 8.000 empresarios catalanes, ha asegurado que “el 97% de sus miembros quiere que cambie la relación con España, pero eso no implica necesariamente la independencia”. En una línea similar, el presidente de Abertis, Salvador Alemany (hombre próximo a Mas), declaró al New York Times que “en cualquier sociedad diversa hay distintos puntos de vista, pero está claro que los emprendedores prefieren trabajar en un contexto de certidumbre”.
El Cercle Català de Negocis es una de las pocas organizaciones abiertamente favorables a la secesión. Nacida en 2008 con el objetivo de aglutinar a pequeñas y medianas empresas en un movimiento que trabaje por la autodeterminación de Cataluña, en julio de este año publicó un estudio que asegura que la independencia beneficiaría tanto a la economía catalana como a la española.
Las empresas cobardes que se mantienen anónimas tras el escudo de la ccn para evitar los perjuicios de su apuesta secesionista. Lo que no se dan cuenta es que, de conseguir sus propósitos, ya no servirá ocultarse y esos perjuicios pasaran a afectar a todas las empresas catalanas, no solo las del ccn