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Sociedades poco recomendables: la machista

En respuesta a un artículo publicado en un blog de noticias sobre el feminismo

Aya M. H. // No sé qué me llevó a leer aquel desafortunado artículo, por llamarlo de alguna manera.

Mi fugaz intento por hacer una contraposición de términos es, ni más ni menos, que eso, fugaz. Muy fugaz. Tan fugaz que ni en tus mejores sueños me verás comparando feminismo con machismo.

Hasta el moño de la gente ignorante que no tiene ni idea de lo que significa la palabra feminismo.

Hasta el moño, guapo, que para falocéntrico ya estás tú.

Y no voy a dirigirme a vosotros y vosotras en plural, porque paso y mucho de generalizar, y de pensar que hay más gente que piensa como este individuo y, peor aun, hay medios que le dan voz a semejantes patrañas.

¿Libertad de expresión? No, perdóneme usted, la libertad de expresión termina cuando cosificas a otro ser humano (porque las mujeres, además de ser escotes y pintalabios, también somos seres humanos). Termina cuando me menosprecias por haber nacido fémina. Termina cuando te crees superior.

Pues, mira, no, por ahí no paso. Antes de ir de sobrado, te informas y te requeteinformas sobre lo que significa ser feminista. Porque los y las feministas de este país y de este planeta no buscamos nada más que justicia, igualdad y que se cumplan los Derechos Humanos. Buscamos cobrar lo mismo al realizar el mismo trabajo que un hombre.

Buscamos no sufrir, no ser mutiladas, no ser violadas, no tener miedo de salir a la calle, no morir.

No morir. No morir. Ni más ni menos.

De todos modos, no voy a explayarme más en la definición. A quien le interese el tema, seguro que no le faltarán medios para conseguir mucha más información.

Nada más lejos de mis ideales es hacerle publicidad gratuita a la sarta de mamarracheces que escribiste, pero me puede el orgullo.

Vayamos a analizar por partes.

«El mensaje, queridas lectoras…», y nos enlaza al foro de la revista Vogue. Porque todas las mujeres somos así. Pues oye, no, ¡que yo prefiero la Elle!

Y continúa haciendo una descripción de mi ciudad natal que hace referencia a que no tiene ni idea de cómo es este lugar, además de llevar a sus espaldas una educación bastante deficiente.

Pero, oiga, que no voy yo a meterme con cómo le educaron sus padres, que ya lo hace usted solito unos párrafos más abajo.

No sé por qué, de repente, te llamo de usted. Prefiero no saber tu edad, sinceramente. Prosigamos.

Total, que el mocito se vistió para mojar el churro. Y me da lastimita que eso de que llevases un foulard me recuerde inevitablemente a Joaquin Torres.

Y al llegar, se encontró un séquito de mujeres sumidas en el «autoengaño». Oh, yeah. Ésa es la palabra, baby.

Cariño, siento muchísimo que se te rompa el ideal, pero esas mujeres que proclaman que «los hombres no tienen la sensibilidad necesaria para según qué cosas» tienen de feministas lo que tú de Blancanieves.

Sin ser yo la que reparte los carnets de feminista, vuelvo a la simple definición de este movimiento para asegurarte que el feminismo promueve la igualdad entre mujeres y hombres, negras y negros, chinas y chinos, lesbianas y gays, hombres y gays, negras y chinas, transexuales y melómanos, intersexuales y cinéfilas… y, ya te haces a la idea: sumilleres con y sin pene.

Pena me da, también, que te planteases el suicidio desde ese noveno piso, al ver que no te hallabas rodeado de 32 mujeres bailándote las aguas y abanicándote con hojas de palmera.

Esa actitud muestra muy poco savoir faire, cielo. Y tu idea de que «la culpa no es tuya, la culpa es de la sociedad, de tu madre y del mundo, que te ha hecho así» está tan y tan y tan alejada de la realidad… Ay, mira, que sí que es tuya la culpa. Que ya he dicho por ahí arriba que no pienso rebajarme a tu nivel y menospreciar la educación que recibiste e insultar a tu madre, que ya tenía suficiente ella con lo que tenía. Porque mi educación, sin ir más lejos, estuvo basada en mil y un cuentos de princesas (pero de las de verdad, de las de Disney, no como las tuyas de tu intento de Tumblr hipster). Me crié entre vestidos y flores, y no me avergüenzo, me siento orgullosa de ello. De mi madre y de mi padre, y de la educación que me dieron. Y jamás la pondría a ella por debajo de nadie por el «simple» (según tú) hecho de que me tuvo 9 meses en sus entrañas. Me avergonzaría de dejarla en la posición en la que dejas tú a la tuya con tus desagradables palabras hacia la mujer, su cuerpo y su ser.

Me avergonzaría de usar expresiones tan horriblemente horribles como «cuando otros ojos le atracan». Porque no le deseo un atraco ni al peor de mis enemigos, y menos si es con violencia.

No me avergüenzo de tener un par de bolsos caros, o un par de tacones de infarto.

Ni me avergüenzo de llorar con las comedias románticas y las canciones, porque tengo buenos amigos, hombres y mujeres, que también lloran con esas cosas. Y también tengo amigos, hombres y mujeres, que llevan el desayuno a sus parejas los domingos por la mañana. Y los lunes y los martes. Y no son menos hombres o menos mujeres por hacerlo. Son personas, que eso es lo que reivindica el feminismo. Que todos y todas somos personas. Ni un poco ni un mucho.

Y esas personas, con mucho más derecho a que las llame personas que a que te lo llame a ti, esas personas que me han ayudado a crecer dentro del feminismo, esas personas que han estado a mi lado en los momentos duros y en los momentos de reflexión. Esas personas que se levantan cada mañana sin saber si será su último despertar, pero aún así salen de casa (si es que tienen casa) y luchan por sus vidas.

Esas personas hacen que -casi- olvide tus palabras.

Pero también hacen que tenga la fortaleza necesaria para no rendirme por el «simple» hecho de ser mujer.

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