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¡Bienvenidos al zoológico!

"Como en su día les tocara a los gobiernos del Sur, hoy son los gobiernos del Norte los que se ven obligados a decir ¡¡¡sí bwana!!!", asegura este lector

Jorge Zazzari // Ahora que la gran depresión que nos asiste, ha hecho llaga, finalmente, en la propia carne de una gran mayoría de las sociedades que conforman el hemisferio Norte del mundo. Ahora que buena parte de los ciudadanos de éstos países, a los que hace pocos días atrás llamábamos ricos han sido arrojados abruptamente y sin contemplaciones al oscuro abismo de la desesperanza, de la pobreza, y de la necesidad. Ahora, quizás sea un buen momento para reflexionar y comprender la sistemática inercia de las fuerzas letales que nos gobiernan a todos, y lo equivocado que estaban algunas de las ideas y posturas de éstos, en relación a sus vecinos de Sur.

Durante toda la historia, a partir de la época de la conquista hasta nuestros días, los gobiernos, y los propios ciudadanos que conforman las sociedades del Norte de nuestro mundo, han mirado y tratado a los gobernantes y las sociedades del Sur con un equivocado e infundado aire de superioridad, basado en la errónea suposición de que los tan dispares niveles de vida y desarrollo alcanzados en uno y otro sector de nuestro planeta, se deben exclusivamente a que los gobiernos y los ciudadanos del Norte han tenido siempre una mayor capacidad que los del Sur para trabajar, organizarse y desarrollar proyectos de estados serios y creíbles. Los ciudadanos del Norte rico y desarrollado, históricamente han estigmatizado a sus iguales del Sur, tachándolos de pusilánimes, desorganizados, vagos, y con poca inclinación hacia los esfuerzos que requiere el desarrollo de cualquier proyecto de nación seria, desarrollada y socialmente equilibrada. Acéptese o no, el Norte siempre ha mirado por encima del hombro a sus parientes del Sur, adoptando una actitud paternalista ante ellos y sobre todo, culpándoles de sus propias desgracias y de no tener la capacidad suficiente para llevar a cabo las reformas necesarias para salir de su pobreza crónica y alcanzar definitivamente los stándares de vida digna que disfrutan las naciones del Norte. Para una importante mayoría de ciudadanos que viven en el Norte, los países del Sur, y principalmente quienes les gobiernan, continúan siendo sinónimo de corrupción, desorganización, improvisación, intereses espurios, poco serios y faltos de credibilidad. Como me dijo una vez un ciudadano alemán al que conocí en una reunión y no he vuelto a ver nunca más: «El Sur es un zoológico gobernado por monos, que comen y dan de comer bananas a sus pueblos y solo saben decir. . . ¡¡¡sí bwana!!!».

Siempre he pensado que su alusión a las bananas era debido a esa famosa y popularizada expresión, por demás peyorativa, de «república bananera» que también se le suele atribuir a los países y sociedades del Sur, y la cual sigue teniendo plena vigencia entre una buena parte de la opinión pública norteña.

Pero este tipo de aseveraciones, con esta percepción de la realidad tan fragmentadamente pobre y banal, en su rotunda y perniciosa vacuedad, sólo nos hablan de forma superficial y pasan por alto, olvidan, y muchas veces hasta esconden de forma interesada la verdadera dimensión del drama que subyace en la realidad de las sociedades del Sur y los verdaderos motivos de los males que les aquejan.

¡Los ciudadanos sureños no han elegido ser pobres! Las dificultades y estrecheces con las que llevan a cabo sus vidas no han sido una opción asumida por voluntad propia, entre otras cosas, porque muchos de esos pueblos ni siquiera tienen opción. Los nefastos estragos que durante décadas vienen ejerciendo los agentes desestructurantes sociales en aquellos países, a través de medidas impuestas por los gobiernos de turno, empujando a millones de personas al abismo de la marginalidad, la necesidad, el hambre y toda clase de penurias, no han sido producto de la falta de capacidad de su gente ni de una hipotética ausencia de voluntad o de entrega. Los corrosivos y dolorosísimos senderos que han llevado a millones de personas en el Sur a transitar resignadas por las fronteras movedizas entre el amargo pan y la esclavitud, no han sido diseñados ni elaborados por ellas mismas, ni son el producto de sus propias equivocaciones, sino que les han venido impuestas de fuera.

Desde instituciones como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, que desde tiempos inmemoriales vienen imponiendo sus nefastas y asfixiantes condiciones a los gobiernos de la región, que sistemáticamente acuden a ellos buscando aquellos préstamos y créditos que les permitan sanear, aunque sea de forma parcial, los desaguisados sociales que padecen, y que en su mayoría son provocados por adoptar a pies juntillas las condiciones suicidas que les imponen los mismos que les prestan el dinero. Como una pescadilla que se muerde la cola, las instituciones prestatarias le otorgan el dinero a los gobiernos a condición de que éstos, impongan a sus pueblos leyes y regímenes sociales basados en la austeridad, cuando no, en la abiertamente declarada destrucción de todo el tejido social de un país, que terminan empobreciendo cada vez más a las sociedades que los padecen, obligando a sus gobiernos a pedir nuevos préstamos a los mismos que les han exigido adoptar las medidas que les ha llevado al empobrecimiento y su consecuente dependencia, y que les exigirán más ajustes, restricciones y destrucción institucional y social a cambio de su dinero. De modo que como vemos aquí, la infravalorada imagen que puedan tener los gobiernos y sociedades del Norte sobre sus homólogos del Sur, nada tiene que ver con la capacidad o voluntad de éstos para formar estados desarrollados y justos. Contrariamente a lo que siguen pensando muchos políticos y ciudadanos del Norte, la imposibilidad de tener unos estados y sociedades mas desarrolladas y justas en el hemisferio Sur, se debe básicamente a las corrosivas medidas de desmantelamiento estatal y social que durante décadas vienen imponiendo en la región organismos como los ya mencionados arriba, entre otros, y que solo promueven más subdesarrollo, mas pobreza, más necesidad y sobre todo, más dependencia. ¡La culpa no es de los monos sino de la ciega dictadura que le imponen a éstos los dueños del zoológico!

Pero ahora, los vientos han cambiado y el zoológico abre su sucursal en el Norte imponiéndole a sus gobiernos y a sus ciudadanos, las mismas durísimas y nefastas medidas de destrucción y desmantelamiento estatal y social que viene aplicando desde hace años en los países del Sur. Ahora, una buena parte de los ciudadanos del norte del mundo son los que padecen en primera persona la dolorosa y paralizante experiencia de descubrirse de un día para el otro, flotando a la deriva en el angustioso mar de los desposeídos y con pocas o ninguna esperanza de recuperar, en el futuro, algo de lo perdido. Ahora que el dolor, la angustia, la zozobra y la impotencia se han hecho carne en la carne de millones de ciudadanos del Norte, quizás sea el momento oportuno para que se comprenda de una vez y para siempre, el tortuoso y sangrante camino que han debido atravesar las sociedades y naciones del Sur para sobrevivir al mortífero golpe del Capital y sus secuaces. A pesar de su extrema crudeza, quizás sea este presente que hoy vivimos, el marco necesario para comprender que el subdesarrollo, la pobreza, el hambre y la necesidad, no se eligen, sino que se imponen; y que la voluntad, la capacidad y la exelencia, son las víctimas de este proceso y no sus gestores.

Ahora que los gobiernos del Norte, al igual que en su momento los del Sur, han pasado a ser el blanco prioritario del Capital y sus sicarios; ahora que éstos se ven obligados a aplicar en contra de sus pueblos las mismas medidas desestructurantes que llevaron en su momento a los estados del Sur a su actual estado de necesidad, pobreza y subdesarrollo; ahora que la manta ya no da para todos y deja al descubierto las vergonzosas prácticas de la política Norteña, encaramada en un pestilente y ficticio pedestal, forjado a base de una abominable y despreciable corrupción como nunca antes se había conocido en tiempos modernos, quizás sea éste el momento de reconocer que al fin y al cabo, el Norte no es tan diferente al Sur como se nos quiere hacer creer, y que todas las críticas, los desplantes y acusaciones, que sobre todo en la última década vienen esgrimiendo los políticos del Norte en contra de sus colegas del Sur, no solamente quedan suprimidos antes las vergonzosas evidencias, sino que además, se vuelven como un boomerang en contra de los primeros, a los que cada vez menos ciudadanos les brindan credibilidad.

Porque al fin y al cabo,¿ qué nos puede hacer ya creer, que un gobierno que es capaz de falsear absolutamente todas sus cuentas públicas pueda ser mejor que uno que decide convertir su territorio en paraíso fiscal, con leyes internacionalmente reconocidas, para escapar del hambre y la pobreza? ¿Qué nos puede hacer pensar que un señor capaz de crearse leyes a la carta para su propia conveniencia, que utiliza los medios de comunicación de su propiedad para defenderse públicamente de actuaciones como violación, chantaje, falsedad de documentos, entre otros, mientras la nación que gobierna se hunde paulatinamente en la pobreza, la desesperanza y el inmovilismo suicida, pueda ser mejor que un pintoresco señor que utiliza la televisión pública de su país para comunicarle a su pueblo, entre cantos, anécdotas y misivas, que nacionalizará toda la industria petrolera de su país para que la riqueza que ella produzca se reparta equitativamente en programas sociales para rescatar a los excluidos y mejorar, entre otras muchas cosas, el nivel de analfabetismo en su sociedad hasta alcanzar guarismos de éxito hasta el presente desconocidos? ¿Por qué tenemos que pensar que un humilde campesino, que ha tenido la decencia y la integridad de pararse firme ante los poderosos de mundo, para evitar que éstos continúen expoliando su tierra y esclavizando y empobreciendo cada vez más a su gente, sea menos capaz o menos creíble que un señor rodeado de tiburones sedientos de carnaza, que se ha burlado descaradamente de su pueblo?

Los mismos argumentos que hasta ayer hacían incompetentes a las naciones y gobiernos del Sur, hoy se repiten en sus iguales del Norte con inusitada y pavorosa exactitud, y dan por tierra con todo resquicio de superioridad que aún pueda albergar algún incauto corazón de algún desprevenido admirador de la maltrecha hegemonía del Norte sobre el Sur. Como en su día les tocara a los gobiernos del Sur, hoy son los gobiernos del Norte los que se ven obligados a decir ¡¡¡sí bwana!!!, y descubrimos con espasmosa incredulidad que el hábitat de los monos no es exclusivo del Sur y que en el Norte también crecen los bananos.

Ante tamaño espectáculo y parafraseando la sentencia de mi desconocido amigo alemán, sólo podemos decir: ¡¡¡Bienvenidos al zoológico!!! ¡Al fin, todos puestos a comer de la misma banana!

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