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De Salvem a Guanyem

Para el autor "ahora ya se percibe que el sistema se cae" y que los ciudadanos se han dado cuenta de que el abuso de poder "no puede contrarrestarse siguiendo sus reglas"

Las señales de agotamiento del régimen de la Transición son múltiples y de diferente índole, y aunque su manifestación más evidente fue el terremoto político del 25M, cuando por primera vez los dos partidos mayoritarios no sumaron más de la mitad de los votos, quien haga un análisis en términos de estricta aritmética parlamentaria se equivoca. No obstante, así parece que lo están haciendo el Gobierno y el PP que, ante el próximo ciclo electoral (municipales y autonómicas), en el reciente Campus FAES resucitaron un antiguo globo sonda”: la elección directa de los alcaldes por mayoría simple. Esta medida, de la que está en cuestión su constitucionalidad, se suma a las acometidas en distintos parlamentos autonómicos como el de Castilla-La Mancha en el que, bajo la excusa del ahorro en tiempos de recortes, se ha reducido el numero de parlamentarios… dos años después de que el mismo gobierno, el de María Dolores de Cospedal, lo aumentase. El ahorro producido se estima en el 5% del presupuesto a costa de una drástica reducción de las posibilidades de los partidos no mayoritarios de obtener representación.

Es evidente que la razón ultima (el programa oculto al que tanto nos ha acostumbrado el PP) es apuntalar el poder por cualquier medio, reduciendo el respaldo popular necesario para gobernar y disfrazando los métodos de elección de democráticos. No es un mecanismo muy distinto del sistema electoral para las legislativas que, siendo supuestamente proporcional, ha llegado a arrojar resultados más mayoritarios que el del Reino Unido. Sin embargo, el “truco” (multitud de circunscripciones pequeñas y, en segunda instancia, la aplicación de la Ley d´Hondt, lo que sobrerrepresenta a la población rural) del sistema instituido en el preconstitucional Decreto-ley electoral de marzo de 1977, y perpetuado después en la LOREG, era mas sutil. Sus artífices eran habilidosos juristas que convencieron a una ciudadanía ansiosa tanto de libertad como de paz, y con una escasa cultura democrática después de cuatro décadas de dictadura. Una democracia, casi cualquier democracia, valía. Y sobre ese anhelo, junto con ruido de sables de fondo, los ingenieros legales de la UCD montaron su sistema que casi les garantizaba la victoria: “Todavía no sé quiénes, pero ganaremos”, sentenciaba Pio Cabanillas (padre), una frase que sirvió a José Ramón Montero e Ignacio Lago para titular un articulo sobre manipulación electoral. En cambio, al PP actual le falta talento y le sobra prisa. Han tirado de recurso ya que saben que, como decía Sartori, el sistema electoral es “el instrumento más específicamente manipulable” del sistema político. Sin embargo la coyuntura social es radicalmente distinta. Ya no nos vale cualquier democracia.

Pero volvamos de nuevo a la visión general. El PP se consuela en los desastrosos resultados del PSOE, soslayando su enorme caída y fiándolo todo a la recuperación económica. No parece dispuesto a renunciar a su programa de “reformas”. Tal vez, aunque lo hiciera, llegaría tarde. La critica de la ciudadanía a los partidos mayoritarios ha dejado de ser coyuntural y ha pasado a ser estructural. Se quiere más democracia. Y quizás el escenario en el que eso se manifieste con mayor nitidez sea el local, y en concreto, el ámbito urbano, donde los movimientos sociales están mas activos que nunca y se ha producido el mayor empoderamiento de la población. La condición urbana puede conformar una identidad colectiva y un sujeto revolucionario tan fuerte como el proletariado tal como planteó Lefevbre.

El marco general no es muy distinto de lo que sucedió en la Transición, cuyo destino se libró en las ciudades (de ahí su infrarrepresentación en el Congreso) y, en particular, en los barrios de Madrid. La UCD tuvo la habilidad, de nuevo, de desactivar parcialmente el empuje liderado por las asociaciones de vecinos, que clamaban por el déficit histórico que sufrían las periferias. La Operación Barrios en Remodelación, una de las actuaciones más vastas en materia de remodelación urbana y vivienda llevada a cabo por una administración pública en la Europa occidental con la construcción, en una treintena de barrios de la periferia sureste de Madrid de unas 40.000 viviendas para alojar dignamente a alrededor de 150.000 personas y la remodelación integral de tejidos de vivienda marginal (chabolismo, autoconstrucción) y de polígonos de vivienda de promoción pública construidos en las décadas de los 50 y 60, unida a la nada casual decisión de postergar las elecciones municipales (los comicios fueron el 3 de abril de 1979, un mes después de las generales del 1 de marzo de 1979) lo consiguieron de forma parcial. La UCD logró la victoria global con mas de dos puntos de ventaja sobre el PSOE. A pesar de ello, la izquierda consiguió las principales alcaldías, Madrid y Barcelona incluidas, lo que fue el inicio del desmoronamiento de la coalición de Suarez. Sin embargo, esa intervención mantuvo el pacto constitucional: al sistema democrático mínimo se sumó un Estado del Bienestar imperfecto en el que avanzó el PSOE en la década de los 80.

Durante mucho tiempo la sociedad española no cuestionó este régimen y se limitó a tratar de defender ese bienestar precario y el patrimonio social de los progresivos embates neoliberales a partir de los 90. En el terreno urbanístico esa actitud se manifestaba en las distintas plataformas para “salvar” diversos ámbitos urbanos, ya fuera espacios libres (como la Casa de Campo), edificios (el Teatro Albéniz o el Frontón BetiJai) o incluso actividades (los cines de la Gran Vía), todos ellos ejemplos e la ciudad de Madrid.

Y, por supuesto, también en los barrios. Quizás el ejemplo paradigmático haya sido el de “Salvem el Cabanyal” en Valencia, donde un antiguo barrio de pescadores se movilizó para paralizar los planes de apertura de una avenida hasta el mar, una agresiva intervención de “urban renewal” como las que se desterraron de la practica urbanística estadounidense en los 60. Sin embargo no es ni de lejos un caso aislado en Valencia (la autonomía probablemente más castigada desde el punto de vista urbanístico junto con Madrid), como ha estudiado, entre otros, Josepa Cucó: Salvem el Botànic en 1995; Salvem El Pouet, 1996; Salvem La Punta, 1997; Salvem Russafa, 1998; Salvem el barri de Velluters, 1999; Salvem l’horta de Benimaclet, 1999; Salvem Benicalap, 2000; Salvem El Carmen, 2001; Salvem l’Horta Vera-Alboraia, 2006; Salvem Tabacalera, 2006. En todos estos movimientos subyace la idea de combatir los abusos del sistema con las herramientas del sistema. Y es esto lo que ha cambiado, principalmente a raíz del 15M. Ahora ya se percibe que el sistema se cae, que la exposición de la ciudadanía a los abusos del poder, de los distintos poderes, es insoportable y no puede contrarrestarse siguiendo sus reglas.

En el ámbito de El Cabanyal también se ha ejemplificado este proceso. “Salvem” se ha transmutado parcialmente en “Viu al Cabanyal”, una nueva red que precisamente hace del empoderamiento vecinal su lema: “Si no lo hacen ellos, lo haremos nosotros: Viu al Cabanyal! Unidos para construir barrio”. A nivel estatal probablemente sea la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) la que mejor ha ejemplificado este cambio de actitud. Sin renunciar a la vía judicial o a la parlamentaria (con la presentación de una ILP cuyo rechazo ha evidenciado la futilidad de los métodos institucionales), ha utilizado todos los medios a su alcance, desde los escraches a las movilizaciones de #sequeda para paralizar desahucios, pasando por nuevas formas de ocupación (la “obra social”). El ultimo paso de esta dinámica es la presentación de “Guanyem Barcelona”, el proyecto de confluencia electoral para ganar la alcaldía barcelonesa precisamente liderado por la portavoz de la PAH, Ada Colau. Como un terremoto, han surgido réplicas por todas partes, como Municipalia en Madrid al que mucha gente se refiere como “Guanyem Madrid”. El cambio de actitud es evidente. De tratar de salvar los muebles dentro del sistema, a ganar y cambiarlo de arriba abajo.

En este contexto, la reforma para la “regeneración democrática” de Rajoy, lejos de perpetuar el poder municipal del PP, en el que se basa buena parte de su red clientelar, puede ejercer de potente aglutinador de los movimientos rupturistas. Tampoco es previsible una actuación como la Remodelación de Barrios para contrarrestar las demandas de los movimientos sociales y con ellas su empuje. El deseo de echarles, unido a un mecanismo electoral perverso, puede ser el mejor pegamento para esa diversa amalgama siempre difícil de poner de acuerdo. Y si se conforman listas como la que pretende aglutinar “Guanyem Barcelona”, nada garantiza al PP ser la lista mas votada. Su nuevo truco para garantizar 40 alcaldías de capitales de provincia en las que con los resultados del 25M no tendrían mayoría absoluta, como recogía el diario El Mundo en un articulo del 2 de julio, puede volverse en su contra y hacer saltar por los aires su castillo de naipes. La confluencia de las fuerzas rupturistas, de aprobarse la reforma (¿por qué no lo van a hacer?), se convertiría en ese caso en un imperativo, a la vez que en una oportunidad, que no se puede dejar pasar para, esta vez si, ganar las ciudades para los ciudadanos.

Alvaro Ardura Urquiaga es arquitecto urbanista, y miembro del Club de Debates Urbanos

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