Opinión | Política

Política y ciudadanía europea

El autor repasa la deriva política europea de los últimos años y hacia dónde se encamina el futuro

Como consecuencia de múltiples causas, se ha establecido un latente apoliticismo, consecuencia de las incertidumbres y también de la desesperación de una parte de la ciudadanía europea (sobre todo entre los más jóvenes), al mismo tiempo que crecen, de forma muy preocupante, los patrioterismos y la xenofobia. Todo ello es consecuencia, muy directa, de una determinada forma de hacer política ajena a los principios democráticos más elementales y a los Derechos Humanos.

Para no remontarnos a hechos anteriores a la Segunda Guerra Mundial y a las tres décadas posteriores a su finalización, el desarrollismo económico desmedido que surge, sobre todo, a raíz de la caída del “muro de Berlín” a partir de los años noventa -que da paso a que las oligarquías se transformen en un “nuevo capitalismo depredador”, lo que se denomina (erróneamente) como neoliberalismo y cuyos instrumentos son la Trilateral y la Troika-, es abrazado (obviamente) por las posiciones políticas de la derecha y de la ultra-derecha europeas, pero -también- (en parte) por algunos líderes de la social-democracia. Frente a algunos considerables avances “en derechos” y “en justicia social” que los partidos socialdemócratas han proporcionado en algunos territorios, sobre todo del norte y centro europeo -también en España de forma parcial-, con la creación definitiva de la UE y su extensión, unida a la OTAN y al Imperio, esos derechos comienzan a mermarse, generando, poco a poco, una cierta confusión entre una gran parte de la ciudadanía que confiaba en el socialismo democrático.

Desde luego hay unos responsables, aupados a la dirección de estos partidos de la “nueva socialdemocracia”. Por citar sólo algunos casos, ya que la lista sería muy larga, fundamentalmente en los años noventa se visibilizan los primeros casos más graves de corrupción entre gentes de esa “supuesta izquierda”, siendo los más llamativos el de Bettino Craxi en Italia, en España aparecen los Filesa, los Gal, Roldán, negocios inmobiliarios y otros. Incluso, años más tarde, aparecerían condenas internacionales por genocidios, como el caso del laborista Tony Blair, que más allá de sus políticas conservadoras, aparece como un fiel aliado de ultraderechistas como Busch, Aznar, etc. Estos personajes, en complicidad con liberales y conservadores europeos, comenzaron a desmontar -ladrillo a ladrillo- una parte importante de la “res pública” y de los derechos sociales conquistados -con mucho esfuerzo y sacrificio- por la clase trabajadora, desde la “revolución francesa”. Con el perverso objetivo de reconstruir un renovado sistema de división de clases para el siglo XXI.

Para tratar de conseguirlo no han dudado en desmontar a una parte importante del tejido social que luchó contra las dictaduras, contra el capital y a favor de las libertades, de la igualdad, de la justicia social, de la democracia, durante décadas, domesticándolos muy sutilmente, a base de “suculentas viandas”, a veces muy apetecibles para ciertos dirigentes de estos colectivos del tejido social, generando clientelismo y repunte de corrupción. Hoy, algunas de estas organizaciones (sociales y sindicales) que “tragaron” y participaron del “festín” están bastante desprestigiadas, sobre todo entre los más jóvenes… Ya que perdieron la “iniciativa”, la credibilidad y, por ende, el poder de “agitación y movilización social”.

Estas circunstancias, entre otras, han hecho que una gran parte de la ciudadanía europea sufra el síndrome del desapego hacia la cuestión política, hacia la cosa pública, un profundo cansancio e indignación sobre casi todo lo que está pasando. Una profunda desafección hacia las formaciones políticas y sociales clásicas y hacia el “papel real de Europa”. Podríamos decir que este hecho se asemeja mucho a lo que en psicología clínica se denomina como “síndrome Burnout”.

De ahí que una parte importante de la ciudadanía no acuda a las urnas, otra parte lo haga por un cierto compromiso romántico, pero sin saber muy bien por qué y con muy pocas esperanzas de que la situación cambie, otros apoyen a grupos ultra y xenófobos, otros a euro-escépticos… otros al italiano de Grillo… Por fin, otros, que (todavía) no han perdido la esperanza en que se puede construir un mundo mejor, se alinean con nuevas formaciones y grupos surgidos a la sombra de movilizaciones espontáneas de la ciudadanía, como el 15M en España (que, en parte, ha recogido: PODEMOS) o con el apoyo al SYRIZA griego, formado por más de 10 partidos de la izquierda y ecologistas, aunque llevan más de una década formándose, con una compleja cohabitación interna. También se detecta una la subida apreciable de formaciones de la izquierda como IU en España…

Pero hay que ser realistas: no toda la ciudadanía europea está indignada. Hay una parte importante: la que sido cómplice, partícipe o tolerante con la pérdida sistemática de derechos laborales, sociales, individuales, la que -por diversas circunstancias- se ha “subido al carro” de las “ganancias sin límite”, los que viven en la “cultura” de la codicia, los que se han “aprovechado” de la privatización de los servicios, los que participan, en mayor o menor grado, del fraude fiscal, a costa de restringir servicios y obra pública, los que imponen una determinada moral religiosa, algunos de los que creen tener un empleo estable o un negocio que hoy les va (todavía) bien, etc. Suman un buen porcentaje de ciudadanas y ciudadanos, liderados por una parte de la alta y media renovada burguesía y de sus palmeros… Esa parte de la ciudadanía vota a la derecha y a las formaciones políticas cómplices y están ahí, para cuando sus votos o sus “alegatos” sean necesarios.

Un ejemplo muy cercano lo estamos padeciendo estos días: El monarca católico ha abdicado (dimitido, jubilado…) en la figura de su hijo (evidentemente, varón) que será alzado a un “trono” (ancestral) con un “enorme” apoyo del actual Parlamento, donde ultras, conservadores, nuevos socialdemócratas (PSOE), nacionalistas, junto a los “lobbys” empresariales, mediáticos y católicos (sentados en las bancadas, muy repartidos en diversos grupos) van a apoyar, sin fisuras, semejante desatino. Incluso aplicando un procedimiento a-legal ¿qué les importa?. Además, sin plantearse, ni permitir que la ciudadanía avale un saludable, necesario y democrático proceso constituyente (reforma de la Constitución en éste y en otros temas pendientes), que nos alejara, definitivamente, del franquismo que designó la actual jefatura del Estado y que actualizara situaciones en las que hoy la Constitución de 1978 se ha quedado obsoleta. Aun con los riesgos que ello comportara.

Y en el ámbito que nos ocupa: ¿Veremos cambios en la UE, con este renovado Parlamento? Por supuesto: para mejorar el papel de los “mercados” y del capital; para que las grandes corporaciones empresariales no encuentren trabas jurídicas de los Estados para seguir acumulando riquezas a costa del desmantelamiento del sector público; para consolidar la pérdida de derechos laborales y sociales y para que la precarización del empleo aumente a cambio (¡qué paradoja!) de bajar aunque sea un “poquito” las cifras oficiales del paro; para que el dinero negro fluya aun más por los sumideros de la corrupción; para que los gobiernos y los parlamentos sigan al servicio del capital y de la Trilateral; para que el mundo pobre siga siendo aun más pobre; para que en Europa se abra, aun más, la brecha entre ricos y pobres y los jóvenes tengan que (obligadamente) desarraigarse de su medio familiar y natural; para que se frene la investigación controlada públicamente y se ponga solo en manos de corporaciones privadas; para que los sistemas educativos se privaticen, se confesionalicen y sirvan (más) para las élites dominantes…

Cuando a primeros de julio se constituya el Parlamento de los más de setecientos diputados, éstos o, más bien, los jefes de gobierno (escuchadas la Trilateral, la Troika y el Imperio) designen a los nuevos responsables, y al presidente de la Comisión, casi dará igual: ¿ Juncker? (candidato de la derecha) o ¿Schulzt? (de la “renovada y liberal” socialdemocracia). Los objetivos (reales) de los dos primeros son muy similares, por lo que se ha desprendido de sus declaraciones.

Pero lo más preocupante es que los que tomarán las decisiones políticas más importantes en los próximos años serán la derecha de los Rajoy, Merkel y la multiplicidad variopinta conservadora del este y norte europeos, con el apoyo inestimable de los ultra conservadores y, por supuesto, de algunos líderes de la ¿socialdemocracia?, como el francés-catalán Valls y el “raro” político liberal de la izquierda convulsa italiana: Renzi. El PSOE, en plena crisis y por algún tiempo, poco podrá aportar, por ahora, los laboristas ingleses están en “otras cosas” más domésticas y regionales, los alemanes del SPD aliados de la “dama alemana” harán lo ésta decida, con muy pequeños matices… Y poco más.

El resto del Parlamento estará formado por multicolores minorías, como: nacionalistas de diverso signo, euroescépticos de diversa configuración, xenófobos y fascistas, diputados varios de los nuevos movimientos eco-y de izquierdas.

Tengo la esperanza de que esta nueva savia de la izquierda haga “una piña”, y se configure como un pequeño lobby, que sirva de pedagogía, movilización y altavoz, para que la ciudadanía europea no pierda aun más la fe en la política y se consiga frenar el avance de la derecha y del fascismo.

En fin, habrá que seguir, con lupa, los acontecimientos, mientras que se desangran unas generaciones de jóvenes (muy preparadas profesional y académicamente) pero con un presente y futuro con menos derechos que sus padres y unos pensionistas (por edad o enfermedad) que pueden ver mermada su capacidad económica y su seguridad. Ya no digamos los grupos en riesgo como emigrantes, etnias, parados de larga duración…

Y mientras, así como de “puntillas”, (sin que apenas se note), las grandes corporaciones religiosas mayoritarias en Europa, sobre todo las cristianas ortodoxas, la católica, las diversas protestantes luteranas y evangélicas y, en menor medida, otras, hacen su particular “agosto” colocando, cada vez más, a sus “peones” en la política, en los Parlamentos nacionales y en el europeo, en el Consejo de Europa (que debería de velar por los Derechos Humanos Universales y no por morales religiosas particulares), con la finalidad de tratar de influir en leyes y acciones políticas, para que se adapten a sus diversas morales, para mantener sus privilegios, y, en estos tiempos, de creciente empobrecimiento y exclusión social y de achicamiento de los servicios sociales públicos, crecer con el mega-negocio de la caridad y de la beneficencia. Claro y, por supuesto, con la promesa del “cielo” en especial para los más desfavorecidos, que “siempre, al menos, es un consuelo”, pues -además- conocen (como nadie) el doble juego de: “iglesias ricas y de boato” (de los poderosos) e “iglesias caritativas” (de los pobres).

*Francisco Delgado fue diputado en 1977. En la actualidad, es presidente de Europa Laica

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