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“Hay un desprecio histórico del deporte por parte de los intelectuales y de la izquierda”

Jacobo Rivero y Claudio Tamburrini publican 'Del juego al estadio', una reflexión sobre la ética en el deporte que aborda desde los valores presentes en el plano amateur y profesional hasta el papel de los medios

MADRID// ¿Debería legalizarse el dopaje? Un deportista que se haya sometido a una operación de cambio de sexo, ¿tiene ventaja si juega en la categoría femenina? ¿Deberían trasladarse los valores del deporte amateur al profesional o está bien que el deporte comercial se base en el “ganar como sea”? Estas son algunas de las cuestiones que Jacobo Rivero y Claudio Tamburrini plantean en Del juego al estadio (Clave Intelectual). Este nuevo libro, escrito a dos voces que a veces coinciden y a veces discrepan, termina siendo una plataforma de discusión, de debate y de polémica del lector consigo mismo y con los autores.

La sola lectura de esta obra constituye en sí una herramienta para ayudar a los aficionados al deporte a descubrir y repensar distintas realidades en torno a esta actividad. Y también puede contribuir a que se abandone la preocupación de algunos medios de comunicación y parte de la sociedad por el peinado, la marca de ropa interior o la vida amorosa de los deportistas para centrarse en aspectos más interesantes, como si es legítimo cargar a un niño de ocho años que se inicia en el fútbol con la misma responsabilidad que tienen los jugadores profesionales.

La capacidad de generar en el lector ciertas reflexiones sobre aspectos poco habituales en torno al deporte, ¿fue algo buscado o surgió así?

Jacobo Rivero. En parte esa era la idea. Hay muy poca reflexión sobre el deporte y nuestra intención, desde el primer momento, fue hablar sobre él desde un punto de vista poco habitual. Más específicamente sobre ética, pero también sobre otras cuestiones que rara vez se mencionan, como es el elitismo relacionado con la hiper-profesionalización, el espectáculo que se genera en torno al deporte, el sexismo o el dopaje. Creo que lo primero en lo que estuvimos de acuerdo Claudio y yo es en la voluntad de que el libro provocara una reflexión.

Claudio Tamburrini. Cuando escribo sobre cualquier cuestión, trato de fijarme en cuál es la visión establecida e intento escribir en contra para ver si puedo fundamentarlo. Si puedo hacerlo, escribo; si no, no me interesa tratar aún más una opinión ya establecida. Y, en este sentido, el libro presenta un montón de opiniones controvertidas. Después tendrá uno razón o no y será el lector el que tenga que demostrar que uno está equivocado mediante argumentos.

Una de las cuestiones que se abordan pasa por la exigencia que recae sobre los niños que comienzan a relacionarse con el deporte. ¿Es algo que genera la propia estructura deportiva o tiene más que ver con los padres de esos niños?

C.T. Objetivamente, existe un proceso de mercantilización del deporte al que se le impone un objetivo económico ya desde las propias las canteras. Pero hay también un fenómeno meramente psicológico: el infantilismo de la gente. En el libro hablo de la tendencia que tienen los padres a desligarse de su responsabilidad de formar a sus hijos. La mayoría de los progenitores no hacen su tarea de educación, de transmisión de ciertos valores, sino que lo delegan en los ídolos deportivos. Y lo que es peor aún, les trasmiten a sus hijos sus propios proyectos frustrados, a veces incluso sin ser conscientes de ello. Y eso cuaja muy bien con el proceso objetivo de mercantilización del fútbol.

J.R. Creo que este fenómeno que comenta Claudio está alimentado por un entorno alrededor del deporte que genera esos comportamientos sociales. Los entrenadores de formación o los medios de comunicación también son responsables de la creación de un espacio cultural. Sin embargo, ¿cuántos artículos hay sobre un chico de ocho años al que definen como el nuevo Messi o el nuevo Kobe Bryant? Además, los formadores muy pocas veces tienen un bagaje adecuado para sensibilizar al entorno de un chaval de la cantera. Si un padre quiere que su hijo sea Messi pero el entrenador le dice que no es así, que a los ocho años lo que tiene que hacer es divertirse, disfrutar, o si los medios intervienen en estas historias, y destacan el valor que tiene que un niño juegue en su barrio, se podría generar una cultura sana, pero no ocurre.

Uno de los puntos en los que disienten es el relacionado con los principios. Tamburrini defiende que el deporte profesional tenga valores diferentes a los del amateur y para Rivero los principios del amateurismo deberían trasladarse al ámbito profesionalizado.

C.T. Bueno, hay una diferencia como de una generación y media entre Jacobo y yo. Con esa diferencia de más, uno desarrolla una actitud algo más cínica, que Jacobo no ha desarrollado todavía y que deseo que no llegue a hacerlo. Es una realidad que el deporte profesionalizado presenta unos determinados vicios, es algo que está ahí. No se puede pretender volver a incorporar a este fenómeno, que ya es económico, los valores del deporte de aficionado. Es imposible. Lo que hay que hacer es tratar de salvaguardar los valores que aún tiene el deporte recreativo, el infantil, y tratar de sujetar o encauzar al profesionalizado.

J.R. Esto es un poco como el partido verde en Alemania de los años 80, que tenía dos tendencias, los realistas y los utópicos, aunque los dos estaban en el mismo partido. El análisis que hace Claudio es correcto. Vivimos en un mundo donde el deporte está hiper-profesionalizado, tanto que es muy difícil que se revierta. Pero la única salida para el aficionado, para el que realmente le guste el deporte, es recuperar los valores del deporte amateur. Lo bueno que tiene el libro, precisamente, es que en el encuentro de esas dos posturas es donde el lector puede llegar a su propia conclusión.

Una de las afirmaciones que hace Tamburrini es la de que el deporte es el ultimo bastión del machismo, aunque en realidad, al menos en España, este machismo forma parte de la sociedad. ¿Es que en Suecia, donde vive, no es así, solamente existe en el deporte?

C.T. No, para nada. En Suecia también hay cierto machismo, no tan marcado como en España, pero existe. Las mujeres ganan menos que los hombres en los mismos puestos, es sobre ellas sobre quienes recae la carga hogareña y educativa de los hijos. Pero cuando digo que el deporte es el último bastión del machismo, significa que es el único ámbito en el que ni siquiera se cuestiona, donde ni siquiera las mujeres, las propias deportistas, cuestionan la supremacía del varón.

J.R. Yo creo que también desde los medios de comunicación se tolera este machismo. De hecho, su lenguaje y su cobertura es básicamente machista, está centrada en el deporte masculino. No ocupa el mismo espacio un medallista que gana los 400 metros valla de Pekín que una medallista que hace lo mismo. En España, por ejemplo, el deporte de equipo con más fichas federativas es el baloncesto femenino y no hay ninguna noticia sobre ellas. Son 142.000 niñas que juegan a este deporte, por lo que, proporcionalmente, deberían ocupar espacio en los medios. Y esto sí que me parece que es muy propio del mundo del deporte. En otras disciplinas, como la literatura o el teatro, está más equilibrado y no se concibe que no se hable de escritoras, actrices o directoras de cine.

El fútbol, como deporte que ocupa más tiempo y espacio en los medios, ¿se ha vuelto estúpido porque lo ha generado el periodismo deportivo o, como se ha transformado en un negocio, los medios han visto un filón para convertirlo en un circo rentable?

J.R. Creo que están apareciendo nuevas narrativas alrededor del deporte y espero que este libro sea una de ellas. Han surgido publicaciones que se acercan al deporte desde otra perspectiva y empieza a haber un público interesado en esas nuevas narrativas. Lo que pasa es que vivimos en una crisis global de legitimidad; en España ocurre con la política y también con los medios. Cada vez son menos creíbles, menos interesantes, menos apegados a las narrativas de la gente a pie de calle. Eso sí que no creo que sea responsabilidad del deporte, sino de los medios de comunicación. Es más fácil encontrar una literatura deportiva de los años 60 o 70, que a partir de la década de los 90. Que eso se haya perdido es increíble. El Tour de Francia era una carrera muy bien narrada hasta hace 20 años, cuando se transformó en algo insoportable, plagado de tópicos. Y cuando se ha globalizado el deporte ha sido cuando ha entrado la estupidez en los medios, que se dedican a hablar sobre si Ronaldo está triste y hasta ocupa portadas.

C.T. Cuando se han incorporado los grandes intereses económicos al deporte, las grandes empresas mediáticas han visto un negocio y lo han adaptado al gusto mayoritario. Y el gusto mayoritario nunca es selecto y crítico. Pero es muy acertada la observación que ha hecho Jacobo. No tengo los datos concretos, pero sí que percibo que el periodismo crítico, el que tenía mayor calidad narrativa, se veía más a menudo en la década de los 70 que actualmente.

En el libro advierten que no tratan de hacer una crítica al deporte en sí, sino a todo lo que se genera en torno a él. Un argumento que choca con esta oleada de neo-intelectuales que lo desprecian, especialmente al fútbol, y cuyo mayor aval para criticarlo y menospreciarlo se basa en reconocer que ni les gusta, ni saben nada al respecto.

J.R. Lo comenta muy bien Claudio cuando señala que el mundo intelectual no se ocupa del deporte y que el deporte tampoco se ha introducido en el espacio cultural. Para mí, una disciplina deportiva tiene tanto valor como cualquier otra expresión cultural. De hecho, el deporte es otra expresión cultural más que junta a miles de personas; despreciarlo no solo genera un elitismo perjudicial, sino que es una forma muy poco sana de relacionarse con las expresiones culturales populares. Otra cosa es que no te guste el deporte, faltaría más. Pero los mismos problemas que tiene Ronaldo los pueden tener Angelina Jolie o Brad Pitt, que son actores de cine; es decir, la misma comercialización, o la misma focalización en la tontería en lugar de en el contenido de su interpretación. Y este desprecio se da especialmente en la izquierda, que siempre ha mostrado esta relación con lo social en la que muchas veces lo analiza desde la distancia o desde el desprecio en lugar de hacerlo desde dentro.

C.T. El desprecio histórico del ámbito intelectual por la actividad física en general y el deporte en particular es un hecho constatado, así como el desprecio ideológico de la izquierda por el deporte. Parafraseando a Marx, consideran que el deporte es el opio del pueblo. Esto yo lo veo también en el ámbito académico. Muchos colegas míos pontifican sobre el deporte pero desde fuera, no se meten y tratan de elaborar una crítica desde dentro. Y esto también es una actitud negativa porque, como decías, reconocen que no entienden de determinado deporte o no les gusta y precisamente por eso hablan. Creo que criticar el deporte desde fuera, con una perspectiva idealista, es una actividad tan infructuosa como snob.

Estos temas tan poco habituales sobre los que trata el libro podrían servir a los periodistas deportivos como un puente para comenzar a abordar el deporte desde otro lugar. ¿Creen que los medios están preparados para hacerlo?

C.T. No, para nada. Aunque, precisamente, uno de los objetivos que nos marcamos fue darle herramientas al que estuviera realmente interesado para comenzar a elaborar un periodismo crítico o de investigación, analizando el deporte. Pero creo que los periodistas deportivos no están preparados para ello. Además, si los medios publicaran un reportaje sobre el problema que tienen los deportistas intersexuales para competir, el 95% de los lectores pasarían la página sin leerlo, así que perderían dinero. A esto hay que sumarle que las escuelas de periodismo ni siquiera plantean este tipo de destrezas periodísticas, por lo que sus alumnos no están entrenados para ello.

J.R. Yo creo que en el mundo que se relaciona con el deporte cada vez están más interesados en este otro tipo de debates, por tanto, a medio plazo, puede llevar a que los medios se vean obligados a reflejarlo de alguna forma. Aunque de forma minoritaria, comienzan a aparecer personas a las que les gusta el deporte que sí quieren abordar este tipo de cuestiones. Incluso en la sociedad se están produciendo estos cambios. Siguiendo con el caso de los jugadores intersexuales, no se pueden negar que ha habido casos de deportistas transexuales o transgénero, en edad escolar. Estas narrativas antes eran ocultadas, pero como ahora son mejor gestionadas por los entornos familiares, sociales, obliga a que el periodismo deportivo tenga que ocuparse de estas cuestiones. Un ejemplo de esta apertura la tenemos en lo que acaba de pasar con el jugador de la NBA que ha reconocido que es gay y que se ha tratado con normalidad. Esto hace ocho años era impensable, aunque también hubiera jugadores homosexuales, porque se ocultaban al no ser bien acogidos ni por sus compañeros ni por la sociedad.

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Comentarios
  1. No es cierto que la izquierda tenga un desprecio histórico por el deporte, ahí están las olimpiadas populares, las olimpiadas obreras o las espartaquiadas. Lo que pasa es que ha tenido un concepto diferente de como desarrollar el deporte. No nos engañemos, la mayoría de deportes tal y como los conocemos nacieron gracias a nobles o aristócratas ociosos que inventaron algo con lo que estar entretenidos; así nacieron el tenis, el futbol, el waterpolo etc. No quiere ello decir que el deporte no sea una actividad fabulosa para el ser humano, pero mucho me temo que actualmente el deporte se ha prostituido, ha perdido su esencia original para estar al servicio de intereses ajenos a lo puramente deportivo, y esa es la desgracia.
    Las olimpiadas por ejemplo, son un escaparate, un negocio y una gran farsa, han perdido por completo su espíritu original desde que el ávido sistema económico imperante metió sus sucias manos en el mundo del deporte. Parece mentira, pero a Jim Thorpe, el mejor deportista de principios del sXX, le fueron retiradas todas sus medallas olímpicas por haber jugado profesionalmente al beisbol, mientras hoy en día el olimpismo está plagado de profesionales multimillonarios ¿espíritu olímpico?

    • Las olimpiadas populares fueron una anomalía. Barcelona pugnaba por la cita olímpica contra Berlín y fue la ciudad alemana la elegida. El gobierno de la República fue el único que boicoteó la cita de la alemania nazi, algo muy honorable evidentemente. El «espíritu olímipico original» era solo para varones. No se ‘normalizó’ la presencia femenina completamente hasta 1984, cuando se incluyó la prueba femenina de maratón.

  2. El deporte no es el opio del pueblo, pero el futbol a menudo da la sensación de que sí lo es.
    Pienso que no es que haya «neointelectuales» que desprecien el futbol, por ejemplo, sino que desprecian en lo que se ha convertido el futbol (u otros deportes, pero particularmente ese)hoy en día. Porque el deporte actual (insisto, particularmente el futbol) creo que está muy alejado de lo que es una «expresión cultural popular», quizás lo fue hace años cuando veíamos anonadados a Paco Gento correr por la banda en la Copa de Europa. Gento (por poner un ejemplo) era uno de los nuestros, nos identificábamos con él, era como nosotros; ahora no, ahora la Copa de Europa se llama «Champions» y se ha convertido en un conglomerado de intereses ajenos al deporte, y es muy difícil identificarse con esas estrellas multimillonarias, sencillamente porque no son de los nuestros ni son como nosotros. Quizás el Athletic Club sea el único equipo donde ese romanticismo aún perviva de alguna manera.
    El futbol ahora no es como el que sintieron y vivieron nuestros abuelos, ha degenerado mucho, como han degenerado otras muchas cosas en esta sociedad. La sociedad está perdiendo muchos valores y el deporte también, y eso es lo criticable.

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