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El malestar y la insumisión entre la ciudadanía crecen en Cataluña
El anuario de la Sociedad Catalana de Sociología refleja el aumento de los movimientos sociales de protesta en el 2013
La indignación, el descontento, la insumisión y el desafecto hacia la política siguieron creciendo en Cataluña durante el año 2013. Así lo constata el Anuario de la Sociedad Catalana de Sociología elaborado por el Institut d’Estudis Catalans, que refleja también el crecimiento y la expansión de los movimientos sociales. “Todo el mundo tiene un conocido, un familiar, un amigo que no tiene trabajo. También el empobrecimiento se hace más visible y todos los estudios y las estadísticas muestran la desigualdad creciente”, señala en la introducción el sociólogo Jordi Estivill, coordinador del estudio.
El sociólogo distingue, a modo general, entre cuatro tipologías de actitudes a la hora de afrontar esta situación. El primero, aquellas personas que “abrumadas, se auto-culpan, se refugian en el mundo de la resignación y la culpabilidad internas o en el de la agresividad con el entorno familiar y vecinal”. En este sentido, señala que “muy probablemente el número de suicidios, de enfermedades mentales, de agresiones a los más débiles han aumentado considerablemente en los últimos tiempos”.
En otra categoría estarían las personas que “oscilan entre la queja, el escepticismo y la socarronería, que los llevan a la pasividad, a creer que por mucho que hagan no saldrán adelante, y se dejan ir, si tienen un cojín para hacerlo”. En tercer lugar aparecen los que “tratan de encontrar salidas individuales”, y, por último, aquellos que “no aceptan lo que les sucede, pierden el miedo, comparten necesidades y problemas, se organizan y cada vez más, se rebelan”.
Acción y organización ciudadana
Estivill señala que desde 2012 no sólo nos encontramos en una época de cambios, sino muy probablemente en un “cambio de época”. Las distintas formas de afrontar la situación a nivel individual generan también respuestas diversas en el plano colectivo. El sociólogo distingue entre dos tipos de movimientos de respuesta a la situación de crisis. El primero, “de respuesta directa, de causa-efecto”, donde sitúa las protestas por los recortes y la degradación de las condiciones de vida y de trabajo de colectivos como el de los profesores, estudiantes, trabajadores sanitarios, funcionarios, empleados de fábricas y asalariados.
En el segundo, de carácter más constructivo, incluye aquellas iniciativas y empresas puestas en marcha bajo parámetros alternativos a los dominantes. “Una parte considerable de ciudadanos, especialmente los jóvenes, reaccionan, protestan, hierven con nuevas ideas e intentan aplicarlas a pesar de que el contexto les sea hostil o muy hostil”, afirma. En este sentido, señala la creación en 2012 de 214 cooperativas en Cataluña, la mayoría de trabajo asociado, y la existencia de un centenar de mercados no monetarios y del tiempo –de intercambio de bienes y servicios-, y unos 130 grupos de consumo responsable.
“La gran mayoría de los ciudadanos que tenían bastantes dificultades para entender qué les estaba pasando, van abriendo los ojos, discuten sobre las causas y perfilan a los responsables. No acaban de creerse el argumento de que estiraron más el brazo que la manga y reaccionan ante una situación que, a menudo, les supera”, concluye.
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