Sociedad
El eterno debate sobre los embalses
La alarmante sequía y el cambio climático plantean nuevos interrogantes sobre cómo afrontar la escasez de agua en el futuro.
España llegó al siglo XX con apenas 60 presas construidas. Casi 125 años después, se han desplegado por todo el territorio nacional más de 1.200. En los años 50 se inició un febril proceso edificatorio de infraestructuras hidráulicas, que se ha prolongado a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XX. Y hoy nuestro país es el primero de la Unión Europea y quinto del mundo en número de embalses por habitante. Disponemos, por lo tanto, de una capacidad de almacenamiento de agua cifrada en 56.000 hectómetros cúbicos. Y eso es mucha agua, si tenemos en cuenta que un solo hectómetro cúbico equivale a 1.000 millones de litros.
Esta red de reserva permite regular el caudal hídrico de un país sometido a un clima particularmente irregular y azotado por recurrentes sequías y fuertes avenidas de agua; es decir, proporciona garantías de abastecimiento de un elemento esencial para la vida. Pero, ¿es suficiente? 2024 arrancó con una preocupante sequía. El año se inició con 25.000 hectómetros cúbicos de agua embalsada en todo el país, lo que representa el 45% de su capacidad de almacenamiento. El dato, sin embargo, es engañoso porque oculta una situación crítica en la mitad sur de España: Andalucía, a principios de enero, apenas superaba el 19% de sus 80 embalses y decenas de miles de personas eran sometidas a restricciones.
Las lluvias del primer trimestre han corregido parcialmente la realidad hasta el punto de que el agua acumulada superaba el 66% de la capacidad total de almacenamiento a principios de mayo. Dieciséis puntos por encima del pasado año y dos más que la media de la última década. El país, con todo, sigue estando fracturado en dos mitades. Los embalses andaluces están hoy al 43% de su capacidad, 12 puntos menos que en los últimos diez años y 23 por debajo de la media estatal. Por su parte, Murcia (23%) y la Comunidad Valenciana (43%) también registran menos de la mitad de agua embalsada. El norte, por contra, presenta guarismos normales en las reservas de agua. Desde Madrid hacia arriba, con la excepción de Cataluña y Cantabria, registra cifras superiores al 75% en sus depósitos hidráulicos.
La batalla política por los embalses
Todos los indicadores anuncian un deterioro de las reservas hídricas en los próximos años. El cambio climático certifica un preocupante aumento de la temperatura y una disminución de las precipitaciones. Pero, ¿hacen falta más embalses?
Leandro del Moral, catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla y miembro de la Fundación Nueva Cultura del Agua, sostiene que existe “un déficit hídrico estructural que la sequía intensifica” y explica en conversación telefónica: “Hay quien piensa que la solución viene por la vía de las infraestructuras, mientras que otros consideramos que existe un déficit de gestión y un exceso de demanda, que está por encima de los recursos disponibles”.
La demanda de agua anual en España se sitúa, en términos generales, en torno a los 30.000 hectómetros cúbicos. A día de hoy, el líquido embalsado asciende a 37.325 hectómetros, aunque hace justo un año era de 28.400 hectómetros, por lo que habría sido imposible satisfacer toda la demanda de no haber sido por el aumento de las precipitaciones en los últimos meses. La agricultura de regadío es el mayor consumidor de agua con mucha diferencia sobre el resto, y supone en torno al 80% del consumo de los recursos hídricos. El sector urbano acapara el 15%, mientras que la industria, el ocio y la energía se distribuye el sobrante. Hace 25 años los datos presentaban una realidad bien distinta: en 1998, el regadío consumía, en términos relativos, el 68%, según cifras extraídas del Libro Blanco.
“La infraestructura de regulación del país está prácticamente agotada”, asegura el catedrático en relación al inventario de presas. “Pueden quedar algunas posibilidades de aumento de la capacidad de regulación pero con costes económicos, sociales y ambientales muy grandes”. Para evitarlo, Del Moral propone ajustar la demanda. De hecho, asegura, en las últimas décadas se han dado pasos significativos en esa dirección: “El sector doméstico ha ajustado mucho sus demandas. Sevilla, desde 1991, consume el 24% menos de agua con un 15% más de población. Eso ha pasado también en Barcelona, en Madrid, en Cádiz y en París”.
Reducir la demanda
Sin embargo, el problema no procede del consumo humano; el verdadero reto es la agricultura de regadío. “Ese es el gran tema de este debate, el necesario ajuste de las demandas del sector del regadío ”, admite Leandro del Moral. Para sostener su argumento, aporta un dato: el consumo doméstico retorna al ciclo del agua hasta el 80% gracias a los sistemas de depuración; sin embargo, el retorno del regadío es sensiblemente inferior: “Históricamente devolvía al ciclo hasta el 20% del agua, pero hoy, a consecuencia de la modernización, llega a no devolver nada. Es decir, hay un consumo neto muy superior, y eso agrava todavía más la situación”.
El catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla considera que el ajuste del regadío es un grave problema político y económico pendiente en España, aunque sostiene que debe abordarse “con justicia”, “con equidad” y “defendiendo el regadío social, profesional y arraigado en el territorio“: “La denominada agricultura familiar, que genera tejido social, alimentos de proximidad y valor añadido” frente a la creciente “financiarización” del sector: “Se está produciendo en los últimos años una concentración de la explotación muy rápida promovida por los fondos de inversión, que están invirtiendo en el sector agrario de la misma manera que lo hacen en el sector inmobiliario”.
Aquí es donde pone el foco el experto en gestión hídrica. “Este fenómeno se ve de manera muy clara en la intensificación del olivar, que nada tiene que ver con la producción tradicional. Donde antes había 200 o 300 pies de olivo en una hectárea ahora puede haber 6.000. Son setos de olivar donde todo está mecanizado, incluida la recolección de aceituna, que es lo que daba más puestos de trabajo”, denuncia.
Los regantes quieren más agua
Juan Valero de Palma, presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes (Fenacore), defiende la necesidad de “quitar ideología a estos temas” y acudir a los datos. Las casi 1.300 presas de España suman, en efecto, 56.000 hectómetros cúbicos de almacenaje. Sin embargo, explica Valero de Palma, la capacidad real es inferior, si tenemos en cuenta la “acumulación de lodos y la colmatación” de muchos embalses. Asimismo, aunque el consumo anual de agua es variable, las necesidades del regadío se fijan en 25.000 hectómetros cúbicos para toda España, aunque puntualiza: “Estamos usando actualmente 15.000 hectómetros, porque un 40% de la demanda no se puede ver atendida por falta de agua, la sequía o las infraestructuras en mal estado”.
El presidente de Fenacore, que representa a 700.000 regantes y dos millones de hectáreas gestionadas por comunidades de todo el país, rebaja, por tanto, la cuota de consumo de agua del regadío al 70%, diez puntos menos de la cifra comúnmente aceptada. Asimismo, es tajante sobre el debate sobre los embalses: “Son absolutamente imprescindibles”. Aunque admite que las presas tienen consecuencias directas sobre el régimen natural de los ríos y, por tanto, provocan serias perturbaciones ambientales, Valero de Palma sostiene que “en un país extremadamente seco donde llueve mucho unos días y otros hay sequía, si no tuviéramos embalses solo se podría atender a 5 millones de personas”, cuantifica.
En su opinión, la controversia sobre las infraestructuras hidráulicas se presta en España a la “demagogia” y los “prejuicios” sin fundamento: “No hay que hacer un juego de derechas, izquierdas, buenos y malos”, insiste una y otra vez. Sin embargo, la planificación de equipamientos hídricos se diseña como resultado de un laborioso proceso de estudio y consultas a todas las partes implicadas, reconoce Valero. “Y la decisión se toma valorando los temas ambientales, económicos y sociales”, detalla. Por eso, decenas de embalses han sido descartados en los últimos años y solo se han previsto una quincena en todo el territorio peninsular. “Y esas presas se deben de hacer”, remarca, “después de haberse acreditado su necesidad”.
Valero cree que España está preparada para los desafíos del cambio climático. Cuenta con un sistema de regadío muy avanzado, que es un “ejemplo exportado a todo el mundo”. Aun así, argumenta, hay que seguir avanzando en eficiencia y ahorro, economía circular y reutilización de recursos. En los últimos años se ha modernizado el 80% de las redes de regadío y se ha logrado, según los datos aportados por Valero, una reducción del 15% del consumo de agua. “Somos los campeones de la modernización”, proclama.
La «falacia» de la eficiencia del regadío
Para la Fundación Nueva Cultura del Agua, sin embargo, el relato de la modernización y la eficiencia del regadío es una “falacia” que no implica necesariamente un menor consumo de agua: “El ahorro de agua consiste en gastar menos agua. El incremento de la eficiencia en el uso del agua consiste en obtener el mismo producto con menos agua o en producir más con la misma cantidad de agua. Aunque sea redundante, conviene recordarlo: solo gastar menos agua supone un ahorro de agua”, explican en su web. En resumen: producir más alimentos con la misma cantidad de agua no implica un menor consumo de agua.
Con todo, los planes hidrológicos ya han puesto tope al regadío “con algunas excepciones”, matiza Valero. Y hay que tener en cuenta, explica el presidente de Fenacore, que el regadío ofrece una productividad seis veces mayor que el secano. “Los regantes son los más sacrificados” en los ajustes hidráulicos previstos y todavía hay quien pide “quitar un millón de hectáreas de regadío”, lamenta el representante de la mayor organización sectorial de España.
Nuria Jiménez es directora técnica de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, el organismo que gestiona casi 50 presas y más de 8.000 hectómetros cúbicos de agua para miles de regantes y millones de consumidores. Mantiene una posición cauta en relación a la puesta en funcionamiento de nuevos embalses. “Hay que analizar cuenca a cuenca y demanda a demanda”, precisa. En el año 2005 se tomó la decisión de no ampliar la superficie de regadío salvo aquellas fincas que ya estaban planificadas.
Las 880.000 hectáreas que dependen de la Cuenca del Guadalquivir consumen en torno a 6.000 hectómetros cúbicos de agua al año. El gasto no solo no puede crecer sino que debe ser reducido y así lo establece el plan hidrológico de la cuenca, según recuerda la responsable de la Confederación. “Hay que optimizar la demanda. La previsión para toda España es que en 2027 se disminuya en 2.000 hectómetros cúbicos, incluido regadío y consumo humano”.
Con todo, están planificados tres nuevos embalses en la Cuenca del Guadalquivir. “Todo indica que disminuirán las precipitaciones y hay que dar garantía a los usuarios”, sostiene Jiménez. El embalse de Cerrada de la Puerta, en el Guadiana Menor, al límite de la provincia de Jaén, aportará 260 hectómetros adicionales de almacenamiento. El de San Calixto, sobre el río Genil a la altura de Écija, será notablemente más pequeño. El tercero es el recrecido de la presa del Agrio, en el río Guadiamar, que vendrá a sustituir las aguas subterráneas para mejorar la situación del acuífero.
Las presas se diseñan en España con carácter híperanual para prevenir los largos periodos de sequía. “En estos cuatro años con escasas precipitaciones nos hubiéramos quedado sin agua desde el primero. Por eso es muy difícil que nuestras presas estén al cien por cien”, aclara. La última vez que los embalses se llenaron en Andalucía fue en 2009-2011. Con todo ese remanente, se atendieron las demandas hasta 2017. Y desde las intensas lluvias de marzo de 2018 se han cubierto las necesidades hasta ahora. “Si sacas la media de los últimos 25 años, nunca te puede salir una cifra alta”, explica Jiménez.
La Cuenca del Guadalquivir es la tercera de España en capacidad de reserva de agua, solo superada por la del Tajo (11.000 hectómetros) y el Guadiana (9.500). Aquí, el regadío consume un porcentaje superior a la media (86%). Desde la sequía de los noventa, se ha avanzado sustancialmente en infraestructuras y modernización. “Estamos más preparados para un escenario crítico desde el punto de las reservas hídricas”, sostiene la directora técnica de la Confederación: “Tenemos más presas, planes especiales de sequía y un control de consumo que antes no se tenía”.
Y dices bien, Tomeu.
En el Pirineo aragonés entre los embalses que han anegado los valles con su rica biodiversidad, han obligado a la gente a emigrar y a buscarse la vida, ahora los embalses como cada vez llueve menos están medio vacíos o casi vacíos, ¿la solución?: hacer más embalses o ampliarlos. Pero cazurricos: si la capacidad de éstos no se va a llenar nunca ¿para que quereis hacerlos más grandes o construir más?.
Ya apenas queda nieve en las altas cumbres pirenaicas pues cada vez nieva menos; pero los cuatro caciques dueños de Aragón, (claro, cada país tiene lo que merece) quieren ampliar las estaciones e incluso unirlas entre sí destruyendo para ello incluso el valle virgen de Canal Roya con su pico Anayet.
Lxs integrantes de la Plataforma en Defensa de las Montañas de Aragón han hecho una marcha a pié de una semana que finalizó ayer en el Valle de Canal Roya.
https://twitter.com/PDMAAragon/status/1789674256814489976?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1789674256814489976%7Ctwgr%5E5e03a3d04cf737c21a7d49ff50ea1eda4cb72957
Si no producimos nosotros los alimentos, los tendremos que traer de otras partes del mundo o dejar de comer.
Dejar de comer creo que es una opción que se descarta.
Traerlos de Brasil, Kenia y similares sabemos que genera una presión enorme (y descontrolada, dados sus sistemas políticos) sobre la naturaleza. El transporte tiene un impacto que no hace falta citar. La experiencia de las fresas de Marruecos nos dice que en estos países las medidas sanitarias se cumplen “de aquella manera” y sobre abonos y pesticidas mejor no hablar,
Mejor para el medio ambiente global y para la seguridad de lo que comemos que produzcamos más en Europa en lugar de traer las naranjas de Malawi o las lechugas de Brasil, digo yo.
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Pues si el 80 % del consumo de agua va al regadío para producir alimentos y este está en manos de multinacionales y fondos de inversión, que construyan ellos los pantanos, porque al fin y al cabo, son los únicos que se benefician, quitando agua para consumo de la población, que se supone somos los dueños del agua. ¿ O es que también la van a privatizar señores políticos? Porque su gestión ya está lo suficientemente privatizada, cuando es un bien común y básico. Hasta hace pocos años, la gestionaban los ayuntamientos, no empresas privadas.