Internacional | OTRAS NOTICIAS
Los musulmanes de la República Centroafricana se ven forzados al éxodo
Médicos sin Fronteras alerta de la "extrema vulnerabilidad" que sufre esta comunidad // Muchos de sus miembros han huido a Chad y otros países vecinos
MADRID // En República Centroafricana (RCA), la violencia camina ahora de la mano de la venganza. Con una nueva víctima de elección: la comunidad musulmana, minoritaria en el país, cuya vulnerabilidad es “extrema”, alerta Lali Cambra, de Médicos sin Fronteras (MSF). Cambra explica que muchos centroafricanos de esta confesión se han visto obligados a abandonar su país por temor a represalias al ser asimilados con los miembros de las milicias mayoritariamente musulmanas de la disuelta coalición golpista Séléka.
“Parte de la población musulmana del país se ha visto forzada a escapar hacia Chad, Camerún e incluso Mauritania y Senegal. Estas personas llegan a esos países sin nada”, deplora la portavoz para RCA de la organización médico-humanitaria.
Para quienes no han salido del país pero sí se han desplazado internamente, la situación no es mucho más halagüeña. Los musulmanes no son los únicos que están siendo presa del terror; el miedo no entiende de religión y uno de cada cinco ciudadanos de este país -900.000 de una población de 4,5 millones de habitantes-, ha huido de su casa para guarecerse en campos de refugiados, misiones cristianas, e incluso en los bosques del país, sin apenas comida ni agua, por temor a las masacres.
Sin embargo, aunque la inseguridad afecta a toda la población, en las últimas semanas, el foco de la violencia se está dirigiendo fundamentalmente hacia la comunidad musulmana, como corrobora otra organización humanitaria, Human Rights Watch (HRW). Su director de Emergencias, Peter Bouckaert, ha informado, a través de su cuenta en la red social Twitter, de que en localidades como Bossangoa, al norte de la capital, Bangui, los musulmanes han desaparecido prácticamente después de verse forzados al éxilio por los ataques dirigidos contra ellos por parte de las milicias de autodefensa antibalaka (antimachete), antagonistas de la alianza Séléka.
“Sólo queda un centenar escaso de musulmanes en Bossangoa. Cuando ellos se vayan, no habrá ya musulmanes en la región después de siglos de coexistencia pacífica”, deploraba este jueves Bouckaert.
La oleada de violencia que vive este país se desencadenó en marzo de 2013 cuando Séléka y su líder, Michel Djotodia, derrocaron al presidente François Bozizé mediante un golpe de Estado. Los enfrentamientos entre los Séléka y los antibalaka alcanzaron su culmen en diciembre cuando Bangui fue escenario de gravísimos enfrentamientos.
Aunque a menudo se ha presentado la crisis en República Centroafricana como un conflicto entre musulmanes y cristianos, la realidad es mucho más compleja y se enmarca en el contexto de un Estado paupérrimo y prácticamente fallido, con un trasfondo regional y de intereses económicos y militares extremadamente complejo. Lali Cambra explica que en las milicias de la ahora disuelta Séléka se contaban también cristianos «enrolados en ellas porque pertenecer a un grupo armado da poder y permite comer». Tampoco los antibalaka pueden definirse como milicias «cristianas», pues muchos de sus miembros son animistas.
Matanzas y saqueos
Las masacres de musulmanes han sido a su vez denunciadas por Amnistía Internacional. El pasado 24 de enero, esta organización de derechos humanos confirmó la matanza de más de medio centenar de personas en dos ataques cometidos en Boyali y Bossembele, al noroeste de la capital, por los antibalaka. Una delegación de Amnistía que visitó el país a mediados de enero presenció saqueos masivos, la destrucción de mezquitas y el incendio de los bienes de civiles musulmanes.
Ni la llegada de las tropas francesas al país -1.600 soldados- en diciembre ni la elección de un gobierno de consenso, formado tanto por exmiembros de Séléka como por representantes de las milicias antibalaka y presidido por Catherine Samba-Panza, ha conseguido poner coto a la violencia. Tampoco el despliegue de la MISCA, la misión africana de mantenimiento de paz, ha logrado conjurar el riesgo de nuevas muertes.
De hecho, tanto Amnistía como HRW se han mostrado sumamente críticas hacia la actuación de estas fuerzas de pacificación. Joanne Mariner, de AI, señaló recientemente en Bangui: «Las fuerzas internacionales de paz están fallando a la comunidad musulmana y decenas de personas han quedado sin protección frente a las feroces represalias antibalaka en un momento en el que estos ataques eran totalmente previsibles».
La violencia se extiende al interior
La violencia, que no cesa, sigue traduciéndose en personas que llegan a los hospitales y centros de salud de Médicos sin Fronteras, con heridas de bala y machete. En Bangui, explica, Sylvain Groulx, coordinador general de MSF en RCA, el número de casos que reciben a diario “es elevado«. «Nuestros equipos son testigos del uso de una violencia extrema: los heridos por bala, las mutilaciones por arma blanca o los linchamientos son ahora realidades cotidianas”.
La inseguridad no desaparece en Bangui pero también se está desplazando al interior de RCA. El agravamiento de la violencia fuera de la capital ha forzado a esta ONG, que asiste a 400.000 personas en todo el país, a multiplicar sus centros de atención en el interior de este país cuya extensión duplica a la de Francia.
En un comunicado, la organización precisa que “ante el aumento de la violencia”, MSF ha iniciado actividades en diversas localidades, donde además de colaborar con los hospitales, se han organizado clínicas móviles para atender a los numerosos desplazados.
Los equipos de emergencia de la organización han comprobado sobre el terreno el grado de destrucción y despoblamiento: “Bocaranga es un pueblo fantasma, vacío, saqueado, destruido”, recalca Sylvain Groulx. “La población nos traslada testimonios de violencia brutal y de muchas personas desplazadas. Están aterrorizados”, recalca este responsable, que recuerda luego que “la magnitud de las necesidades” hace preciso responder con “urgencia y operaciones de envergadura”.