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Que el honor no se lleve a más ‘Aminas’
La joven marroquí Amina Filali se suicidó tras verse casada con su violador. La legislación, reformada esta semana, permitía al criminal lavar su culpa si accedía a contraer matrimonio con su víctima.
Alhamdulilah, no todo son malas noticias. Esta semana, mientras escuchaba la canción Yo respiro libertad, de la genial Julia Botros, me encontré con este titular: «En Marruecos, un violador no podrá escapar de la cárcel al casarse con su víctima». De pronto, volvió a mi mente aquel 10 de marzo de 2012, cuando Amina Filali se tragó veneno para ratas al verse casada con el hombre que la secuestró, encerró y violó durante cinco días. Esto fue posible porque, según el artículo 475 del Código Penal marroquí, al fin suprimido, el violador quedaba libre de todo castigo si accedía a casarse con su víctima.
La mayoría de los medios de comunicación siempre hablaron de suicidio pero la madre de Amina, Zehra Belmuallem, insiste en que fue un asesinato. Yo, en este artículo, también hablo de asesinato porque considero que cuando el Estado protege al violador sólo quedan dos vías: volver a aquellas épocas en las que uno se tomaba la justicia por su propia mano o resignarse ante una situación que te puede llegar a consumir, como le ocurrió a Amina. Cuestión de vida o muerte. Si no, vean la lista de suicidios relacionados con la crisis española.
Muchas familias que se encuentran en la misma situación que la de Amina insisten en la celebración del matrimonio para proteger el honor de la familia. ¿De qué hablan algunos cuando dicen honor, ese que lapida, avergüenza, condena y mata? En algunos círculos, no es raro escuchar a chicas jóvenes hablar de cuándo irán a reconstruirse el himen para aparentar, ante el marido, la familia y la sociedad que son vírgenes. Que su vagina se mantiene intacta para el hombre. No importa si él ha mantenido relaciones sexuales con quien le haya dado la gana: a él nadie le condena.
Eso sí, muchos de los que tienen sexo con unas y otras luego rechazan que «sus» mujeres -esposa, hermana…- hagan lo mismo. El honor está ligado a sus miserables vaginas hasta que, en casos extremos como el de Amina, alguna de ellas acabe por tragarse un veneno de ratas como única salida a la maldita tradición que la ahoga. A pesar de esta y otras reformas que se están llevando a cabo en Marruecos, las mujeres marroquíes seguimos aguantando discursos moralistas y paternalistas sobre el honor, hasta el punto de poner nuestra dignidad e integridad física en peligro. Además, las reformas no son luego palpables, ya que en muchas zonas no se aplican, como es el caso de las rurales.
En definitiva, somos muchos los que a pesar de considerar importante este paso no lo creemos suficiente. Nos gustaría ver más bien una revisión completa de toda la legislación penal que afecta a los derechos de la mujer, así como un control para que se lleve a la práctica de manera fiel y que el soborno -extendido en Marruecos- no pueda pervertirla. De nada sirven las leyes justas que no se aplican.
Al menos hay algo positivo: tras los escándalos del asesinato de Amina y del indulto real al pederasta español Daniel Galván, el pasado agosto, se ha abierto un intenso debate en la sociedad marroquí sobre cómo acabar con la impunidad de estos abusos y no cargar la responsabilidad en la víctima. Un paso muy importante que, espero, sirva para que no haya más Aminas.