De Aigues Mortes a Villacarrillo: El fascismo que nace del odio entre obreros

MADRID// “Da mucho que pensar esta caza de trabajadores extranjeros; pero nosotros tan solo diremos que: obreros proletarios de todo el país han de considerarse hermanos, es decir, todos igualmente desafortunados, todos dispuestos, todos solidarios contra los explotadores”. Frederic Froben (Sastre), Peter Wartens (Ebanista) y Philip Reppner (Curtidor) en L´Atelier en 1848.

En la región francesa de Aigues Mortes en agosto 1893 hubo un suceso sin aparente importancia. Un obrero italiano que trabajaba en las salinas mojó su camiseta por el intenso calor en una reserva de agua que estaba destinada al consumo, lo que motivó una pelea entre trabajadores franceses e italianos. La reyerta se venía incubando desde hacía mucho tiempo debido a que los obreros italianos, emigrantes en Francia, trabajaban por un jornal más exiguo que el de los trabajadores franceses autóctonos. La pelea entre trabajadores se extendió entre las regiones cercanas y empezaron a acudir trabajadores franceses furibundos que se dedicaron a dar caza a los trabajadores italianos.

Los sucesos acabaron con la muerte de un mínimo de 8 trabajadores, los reconocidos por las autoridades francesas, aunque otras fuentes elevaron el número a 62 muertos y 500 heridos. La masacre de los italianos de Aigues Mortes es lo que el filósofo francés Grégoire Chamayou llama “caza xenófoba de exclusión”. Son sucesos xenófobos en los que se puede llegar a matar pero no tiene como fin el asesinato ni la violencia, sino la expulsión. Es un suceso de odio hacia el obrero que se encuentra un escalón debajo. Chamayou explica que este odio se debe a una competencia salarial, se produce una inter-depredación en la que se producen enfrentamientos de explotados contra explotados, pobres contra pobres, una especie de canibalismo obrero. En realidad la dinámica capitalista no crea la xenofobia sino el odio del pobre al más pobre que lucha por sus mismos recursos, son los flujos de migración los que acaban situando el problema en un punto geográfico determinado.

Ese odio es del que se nutren los fascismos. Los lemas de los partidos de extrema derecha contra los inmigrantes en nuestra época culpando a los inmigrantes de robarles el trabajo, o los que se sucedían contra los inmigrantes españoles en los años 70 cuando emigraban a Suiza es el que se daba en 1893 contra los trabajadores de la sal en Aigues Mortes. “Esos obreros de precio reducido que vienen a nuestras obras para disputarse el pan francés”.

En Villacarrillo (Jaén), el pasado 17 de diciembre desapareció un inmigrante de Mali, Tidiny Coulibaly, que estaba trabajando en la campaña de la aceituna, no se sabe nada del joven desde que protagonizó una discusión con el empresario que lo tenía contratado a cuenta del supuesto incumplimiento en el convenio colectivo del campo. Algunas investigaciones apuntan a que la desaparición fue voluntaria debido a la presión racista que sufría en el municipio y a ese enfrentamiento con el empleador. Sin embargo, los inmigrantes lo atribuyen a un acto violento. El 6 de enero hubo una manifestación en el municipio con unos 500 inmigrantes que protestaban ante lo que consideraban una dejadez en las investigaciones sobre la desaparición de su compañero. La manifestación, que pedía respeto para los inmigrantes, transcurrió con relativa calma pero acabó con graves incidentes y disturbios por parte de algunos manifestantes, a pesar de los esfuerzos por los organizadores de calmar la situación.

Los sucesos del día 6 provocaron una reacción en los ciudadanos de Villacarrillo convocando una manifestación a través de las redes sociales para el día 8 por parte de un colectivo anónimo que se llamaba «Manos Blancas» y que hizo llegar un comunicado a una radio local. La concentración que no había sido comunicada se efectuó finalmente.

La manifestación acabó siendo una concentración contra los inmigrantes, que sufrieron abucheos y gritos: “Villacarrillo, el rincón sin negros”, la calificó una de los manifestantes. Cientos de trabajadores del pueblo de Villacarrillo manifestándose contra otros obreros en peor situación que ellos. Dos manifestaciones de iguales diferenciadas por el color: el día 6 de negros, y el día 8 de blancos, la mayoría trabajadores. Muchos de los habitantes de Villacarrillo decían ante las cámaras que no eran racistas, y seguramente sea verdad. Como en Aigues Mortes no es un problema puramente de racismo, es una cuestión de odio hacia el trabajador de categoría más baja. El fin último es la expulsión de los trabajadores inmigrantes de la región. Decía Mefistófeles en Fausto que “toda la muchedumbre se esfuerza por subir ladera arriba: Se cree uno que empuja y le están empujando contra su voluntad”. A tenor de lo ocurrido es probable que muchos de los manifestantes no tengan nada contra el color de los inmigrantes. El clima social les lleva a salir a la calle con los suyos y contra los otros. Es el germen del fascismo, encontrar un enemigo en el que proyectar el odio y la mala situación que se vive.

Proteger tu espacio, proteger tu trabajo. Esa es la base teórica del fascismo y de las políticas xenófobas de los partidos de extrema derecha. Aplicar el proteccionismo de las aduanas y las mercancías a los trabajadores. Una idea plenamente desarrollada por las bases ideológicas capitalistas ya que presenta como enemigo del obrero y su precaria situación no al empleador, sino al propio trabajador de categoría baja que competía por su salario. En este caso, el inmigrante. El pensamiento de extrema derecha establece una demarcación entre trabajadores que deben ser protegidos y los que no merecen tal protección, lo que implica un sentimiento de aceptación por parte de aquellos que sí son protegidos frente al que compite por tu salario. El fascismo acabó surgiendo del odio entre obreros por este mecanismo perverso capitalista. El mismo sistema que crea el flujo migratorio con regiones sin trabajo y otras con él acaba dando la solución al problema con una protección basada en el origen. Éste crea al obrero autóctono un enemigo diferente al que crea la explotación.

Bernard Lazaré criticaba ya en el siglo XIX estas maniobras comprendiendo cuál era su verdadero sentido:

“Desconfía de ese egoísmo patriótico, de ese proteccionismo nacional, pues lo pagarás caro algún día. Con eso sacarán lo mejor de tu sangre. Desconfía de los pseudos-socialistas que te dicen que si los salarios son bajos es por culpa de los extranjeros y de los judíos, y que serás más feliz cuando se enfrenten los unos a los otros. Cómo se reiría el burgués si pudiese enemistarse con tus hermanos de miseria, con tus compañeros de galera y así salvarse el pellejo”.

Para Lazare, las manifestaciones de Villacarrillo son un perfecto ejemplo de esta situación, una manifestación de blancos y negros exigiendo lo mismo es lo que ayudaría a mejorar la situación de cualquier trabajador de ese pueblo de Jaén. Lo ocurrido forma parte de los procesos de conformación del fascismo. Un proceso que no se implementa en un día, paulatino, del que no se es consciente hasta que ya es presente. Michael Burleigh recoge en su libro sobre el Tercer Reich una metáfora que intenta explicar cómo se instauró el nazismo en Alemania:

“Los ingenieros no podían limitarse a demoler una estructura ya existente, debido a las repercusiones en el tráfico ferroviario. Lo que hacían en su lugar era ir renovando lentamente cada tornillo, viga y raíl, un trabajo que apenas si hacía levantar la vista de los periódicos de los pasajeros. Sin embargo, un día, se darían cuenta que el viejo puente había desaparecido y que ocupaba su sitio una nueva estructura deslumbrante”.

La mayoría de los manifestantes que salieron en Villacarrillo el 8 de enero, para protestar contra los inmigrantes, no lo hubieran hecho de ser conscientes de las repercusiones que tiene el odio del obrero hacia el que vive un poco peor que él. Esos actos a lo largo de la historia han llevado a un sistema político en el que, algún día, el que odiaba puede llegar a ser el odiado.