La Uni en la Calle
Maquiavelo: República o Principado
Profesor titular de Filología Italiana en la UAM y Director del Máster en Estudios Italianos-UAM/IULCE.
Hace 500 años, el 10 de diciembre de 1513, en una carta enviada a su amigo Francesco Vettori, Nicolás Maquiavelo
anunciaba desde su exilio del Albergaccio la escritura del opúsculo De principatibus, más conocido como El Príncipe, que se convertiría en un clásico de las ciencias políticas y en manual de referencia para muchos de los grandes dictadores de la historia de Occidente.
En este libro, Maquiavelo defendía el principio de que el fin justificaba los medios adoptados por el príncipe (“procure pues el príncipe ganar y conservar el estado: los medios serán siempre juzgados honorables y alabados por todos”), abriendo así el camino a un uso abusivo y distorsionado del poder, que la tradición político-lógica, en nombre del realismo –la veritá effetuale delle cose antes que la imaginazione d’esse– ha extendido al propio espacio del poder político en general, distorsionando así el discurso de Maquiavelo, tanto respecto a la letra, como en cuanto al cuadro histórico-político en el que su tratado fue redactado y finalmente publicado.
El Príncipe es un libro militante, escrito en un momento de profunda crisis político-institucional para la República de
Florencia y de extrema preocupación existencial para el exsecretario de dicha República; y es un libro que, en esa situación política, interviene a favor de la instauración de un régimen principesco en Florencia, y se publica póstumo, en 1532, cuando Florencia, gracias a la presión de las tropas imperiales de Carlos V, se convirtió finalmente en un principado.
Sus tesis no abarcan el poder político en términos generales, sino específicamente en términos del poder del príncipe, como alternativa dilemática a los gobiernos republicanos. Esto queda explicitado desde el propio comienzo del libro: “Todos los estados, todos los dominios que han tenido y tienen soberanía sobre los hombres, han sido y son o repúblicas o principados”, y nuevamente, poco después: “Los dominios así adquiridos o están acostumbrados a vivir sometidos a un príncipe o acostumbrados a ser libres”. Así, el cinismo que llamamos maquiavélico no describe la política de por sí, sino específicamente la política del príncipe, que es el contenido exclusivo del libro de Maquiavelo; y el camino hacia el rescate de esa política, de ese cinismo, no es el simple control de los limites de los abusos del poder, sino la alternativa radical, la otra política, que diría Gramsci, que es, textualmente, la política de las repúblicas como alternativa a la política del príncipe y, más amplia y radicalmente, la posibilidad intrínseca de oponerse al discurso abusivo del dominio a través de la construcción de otro espacio de convivencia, de libertad.
Lo que tiene de grande El Príncipe de Maquiavelo, pues, no es tanto su celebrado realismo político, esa idea, tan
difundida en los círculos académicos, según la cual las críticas a Maquiavelo serían injustas en cuanto su cinismo no
sería otra cosa que el fiel reflejo del cinismo inherente a todo ejercicio del poder político; sino el espacio abierto por la
construcción dilemática, eso que une y separa las repúblicas de los principados; la sumisión, de la libertad; los
súbditos, de los ciudadanos. La afirmación, rotunda y fundamentada textualmente, de que otro mundo es posible.
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