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Soraya y el país de las cifras mágicas
Un repaso a las técnicas informativas a nivel económico del gobierno de Rajoy: "la matemática/ficción", “aritmética (de) primaria", “las cifras en el aire o en el desierto", “la erratilla decimal" o “las matemáticas de propaganda o de agitación".
El gobierno de la nación, prosiguiendo con el ambicioso programa de reformas a que se comprometió al llegar al poder y plenamente convencido de que la geoestrategia mundial, demanda herramientas dotadas de la máxima flexibilidad y ductilidad para hacer frente a los enormes desafíos a que nos aboca la globalización, y habiendo constatado fehacientemente que la consideración de la matemática como ciencia exacta se ha convertido en un obstáculo para la consecución de los mejores resultados económicos, se compromete a ensayar nuevos y variados modelos de optimización del cálculo que nos aseguren la consecución de los fines perseguidos y que, sin ánimo de exhaustividad, pasamos ahora a detallar.
En primer lugar, tenemos el sistema teórico que podríamos denominar matemática/ficción (más propiamente lógica/ficción), y que podríamos ejemplificar con los siguientes casos: Fátima Báñez, ministra de empleo, asegurando que “si no hubiéramos hecho la reforma laboral, ahora tendríamos más parados», o Mariano Rajoy que “si no hubiéramos hecho las reformas, la situación sería insoportable, insostenible». Un procedimiento, como se ve, de amplio espectro y cuyo uso se recomienda en combinación con otros más enérgicos y cercanos.
Más eficaz resulta la “aritmética (de) primaria», utilizada por José Ignacio Wert, por ejemplo, durante el debate y presentación de su ley educativa. Partiendo de un coste de 3.500 euros por alumno (alguien, alguna vez, tendrá que revisar a fondo este axioma del que parten todas las estadísticas que se ocupan del asunto) y multiplicándolo por 2 (ya que el ministro estaba hablando de repetidores), y éste por 3 millones y pico, resultaría que estos zánganos (y, además, descreídos), le cuestan al sistema la increíble cantidad de 24.000 millones de euros; y, por consiguiente, la necesidad de “esta» ley para la mejora de la calidad de la enseñanza, deviene diáfana para cualquiera que revise los datos sin anteojeras ideológicas de izquierdas.
Una variante de la demagogia wertiana lo constituyen “las cifras en el aire o en el desierto» (“numbers in the air”), ejemplificadas, una vez más, por Fátima Báñez quien, en una reciente reunión con sus homólogos europeos, alardeaba de los buenos resultados cosechados por la reforma laboral en España, especialmente en lo relativo al empleo juvenil, porque, según sus estadísticas, la increíble cantidad de 96.000 jóvenes españoles habían encontrado trabajo desde enero. Pero, como no tenemos términos de comparación, y la cifra se ofrece así, en bruto, pues lo mismo hubiera sido que la ministra alardeara de que España va muy bien porque en su familia están todos trabajando.
Más elaboración técnica requiere el método que podríamos denominar como “la erratilla decimal», ensayado con notable éxito por Marta Fernández Curras, secretaria de estado de presupuestos, quien, apenas tres días después de la presentación de éstos, reconocía que se había detectado un error, achacable a un fallo informático, y por el cual se rebajaba la previsión de deuda para el 2014 desde el 99,8% al 98,9% del PIB. La señora Fernández, pues, estaba anunciando el que, sin duda alguna es el mayor logro del gobierno y, nos atrevemos a decir, un hecho sin precedentes en la historia económica mundial: ¡la reducción de la deuda pública en 10.000 millones en apenas 72 horas¡. Lástima que fuera únicamente el sueño otoñal de una hoja de Excel y en unas predicciones que, imagino, nadie en su sano juicio tomaría en consideración.
Pero, sin duda, el modelo más exitoso y con un futuro más brillante, lo constituyen las “matemáticas de propaganda o de agitación», fácilmente adaptables a formatos tan diversos como la charla semiacadémica, el discurso o la réplica parlamentarios, el mitin más apasionado…, o la conferencia de prensa, como la protagonizada por Soraya Sáenz de Santamaría el día 11 de octubre de este año, para dar cuenta de los resultados del programa de lucha contra el fraude fiscal y a la seguridad social, “probablemente el más ambicioso de la historia de España», desde el mes de enero de 2012 al de junio de 2013, un intervalo temporal cuanto menos curioso (18 meses), difícilmente homologable y que imposibilita la confrontación de datos, y que remite al épigrafe detallado más arriba como “ numbers in the air “. Pues bien, en este extraño espacio de tiempo, el impacto económico ha ascendido a 22.500 millones de euros, y de ellos unos 16.500 millones corresponderían a la lucha contra el fraude fiscal, un dato que la vicepresidenta despachó rápidamente, quizás porque no supone una actuación especialmente brillante, si tenemos en cuenta que en los 12 meses de 2011 se recaudaron 11.000 millones por este concepto, y, sobre todo, porque, evidentemente no era éste el objetivo de la comparecencia. Como tampoco lo eran los más de 3.000 millones de fraude que se engloban bajo conceptos como la creación de empresas ficticias, cantidades no declaradas a la seguridad social, y otros varios, que la señora Sáenz simplemente ignoró, porque, por supuesto, no es intención de este gobierno ahuyentar al retraído espíritu emprendedor del que estamos tan necesitados. Porque el fraude que interesaba destacar era, “por su volumen» (sic), el perpetrado por los 520.572 parados (“ ¡más de medio millón¡»), que cobraban la prestación por desempleo y que, “sin embargo, trabajaban fraudulentamente, trabajaban en B», y que ha permitido ahorrar 3.161 millones al erario público. Aunque estas cifras se demostraran absolutamente falsas, el mensaje de la portavoz había llegado claro y contundente: seremos inflexibles con los vagos y (por tanto) maleantes.
En fin, una vez afinadas estas y otras herramientas, y cristalizadas en la NUEVA MATEMATICA, auguramos una larga época de excelentes indicadores económicos, esta vez sí, asentados sobre sólidos, a la par que flexibles, pilares. Pues, como reveló Humpty Dumpty a la inquieta Alicia en su visita al país de las maravillas: “Cuando yo empleo una palabra (o una cifra) – insistió en tono desdeñoso – significa lo que yo quiero que signifique (…), ¡ni más ni menos¡ «.