Internacional
Joris Luyendijk: “Occidente no está apoyando la Primavera Árabe”
Tras pasar cinco años en El Cairo, Beirut y Jerusalén Oriental, este reportero ha escrito un polémico libro en el que desmonta las estructuras periodísticas que impiden informar con objetividad sobre los países árabes.
Imaginen que un banquero escribe un libro contra los banqueros -o un juez contra los jueces- denunciando desde la autocrítica todo lo que se hace mal, desmontando desde dentro mitos y rompiendo la burbuja de autocomplacencia y corporativismo de toda una profesión. Eso es precisamente lo que con los periodistas hizo en 2006 el periodista holandés Joris Luyendijk en su libro Hello Everybody. Imágenes de Oriente Medio. Un libro que ahora ve la luz en castellano (Ed. Península) tras vender cientos de miles de ejemplares todo el mundo.
Luyendijk (Ámsterdam, 1971) ahora trabaja para The Guardian y ha pasado cinco años informando para medios holandeses desde El Cairo, Beirut y Jerusalén Oriental. Allí se dio cuenta de que la objetividad es un mito, que las herramientas periodísticas forjadas en Occidente no valen para explicar las dictaduras de los países árabes y que, en la guerra de medios, las potencias occidentales, Israel, la OTAN o el Ejército de Estados Unidos, juegan con una enorme ventaja sobre los demás. Hello Everybody es un libro fundamental, además, para entender por qué el estallido de la llamada Primavera Árabe sorprendió tanto a las sociedades europeas, convencidas tras el 11-S de que en los países árabes solo había islamistas violentos sedientos de sangre. El fin de semana pasado Luyendijk participó en un coloquio organizado por el Hay Festival de Segovia, pero antes, en un hotel de Madrid, contestó a las preguntas de La Marea.
Usted afirma que la objetividad no existe. ¿Sabremos por ejemplo alguna vez qué está ocurriendo realmente en Siria?
Lo que sé es que casi nunca conseguimos la perspectiva de Assad. La historia siempre va de ‘estos son los rebeldes, los buenos, y Assad es el obstáculo ¿cómo nos libramos de Assad?’ Yo creo que Assad lo ve de otra manera, no se considera a sí mismo el obstáculo. Esto refleja lo que hemos visto muchas veces, con los talibán, con el régimen iraní, con Hamás… Y los medios siempre se centran en ‘estos son los tipos buenos, queremos saber cómo se sienten, queremos saber todos los movimientos que hacen; y estos son los tipos malos y no nos importan. Simplemente tienen que irse’. Pero el periodismo ha dado un gran paso respecto por ejemplo a la guerra en Afganistán, en los ochenta. Al menos ahora se lee en bastantes comentarios «no sabemos quiénes son los buenos o los malos».
En Siria desde luego operan los filtros clásicos: uno no puede acceder a muchas zonas del país y si quieres preguntar a los sirios de la calle sobre lo que sienten, no puedes hacer una encuesta de opinión. Tampoco puedes llamar por teléfono a un sirio y preguntarle. Aun así, mientras no escondamos el problema y reconozcamos que «no sabemos nada y nadie lo sabe» es un gran paso adelante. En los ochenta estaba la Guerra Fría y todo era más simple. Ahora el mundo es multipolar y puede que sea más fácil admitir que ‘quizá no hay tipos buenos’, aunque es muy difícil mantener la atención de la audiencia si no hay ‘tipos buenos’.
Después de tantos meses de guerra en Siria, y después de tantos muertos, ¿el ataque con armas químicas ha sido utilizado por Occidente para identificar a ‘los malos’?
En efecto, ¿pero qué piensa Assad? Porque, o bien alguien usó las armas químicas sin que él lo supiera, dejándole en una situación difícil, o bien él lo ordenó y sabe exactamente lo que está haciendo. La mayor parte de la cobertura muestra a Assad como si fuera un chico travieso que ha cogido sin permiso galletas del bote y ahora hay que castigarlo. Assad está rodeado de gente inteligente. Si ha sobrevivido tantos años en Siria es que sabe lo que está haciendo. Así que debe de haberse sentado con sus asesores y haber dicho «¿qué hacemos, las utilizamos [las armas químicas] o no? Si las usamos, ¿cuáles son los escenarios? ¿Nos bombardeará Estados Unidos o no?» Así que él debe de haber hecho todos esos cálculos. ¡Me encantaría leer acerca de esos cálculos! Y no he encontrado a nadie preguntándose «¿qué estaba pensando Assad?».
Assad ha conseguido transmitir una imagen distinta a la de Gadafi o Sadam…
Está rodeado de un buen equipo de comunicación, pero no puede contratar a todos los mejores, porque los mejores ya trabajan para Israel. Antes de que todo esto comenzara había contratado a una empresa de relaciones públicas para convertir a su esposa en una mujer de mente abierta, occidental. Cuando la gente todavía pensaba que Assad era aceptable, siempre se decía ‘está educado en Occidente, no es un alienígena’.
Creo que si Assad concede tantas entrevistas en televisión, con la bandera y toda esa escenografía, es para que su propia gente vea que tiene el control. No es como otros líderes que cayeron: Gadafi, Sadam Hussein. Con ellos uno podía sentir que eran regímenes que no iban a sobrevivir. En tanto los sirios piensen que Assad es «lo malo conocido» y que los rebeldes son «lo malo por conocer», preferirán seguir con lo malo conocido. Aquí uno ve cómo el periodismo no se limita a elaborar una historia acerca del mundo, sino también en el mundo. Si de alguna manera un entrevistador consiguiera mostrar a Assad como alguien malo y que pierde el control, eso tendría consecuencias en el mundo real.
¿Qué le conviene más a Occidente, que Assad siga en el poder o que caiga?
Creo que los países occidentales están divididos respecto a Siria. Los intereses de Europa y de Estados Unidos no son los mismos. El Congreso estadounidense es proisraelí y creo que Israel quiere un Assad debilitado, que no ayude más a Hezbolá, pero que mantenga el país unido. Los israelíes temen la anarquía y el caos tanto como una invasión. Para ellos esta situación es buena, porque por ejemplo ya nadie habla de la devolución de los Altos del Golán. La preocupación de Europa en cambio son los refugiados. Los políticos europeos no quieren cinco millones de refugiados, como pasó en la guerra de los Balcanes.
Si los dictadores árabes antes estaban siendo apoyados por los países occidentales, ¿por qué ahora Occidente apoya los movimientos democráticos que eclosionaron con la Primavera Árabe?
Bueno, es que en realidad no está apoyándolos. Si uno se fija en lo que están haciendo los líderes europeos -y no en lo que dicen- verá que siguen dando armas a Arabia Saudí, Catar, Emiratos Árabes… Y es Arabia Saudí la que está financiando a los rebeldes en Siria y al Ejército en Egipto. Arabia Saudí es el aliado más importante de Occidente y está haciendo todo lo posible para detener la democratización de la región.
Occidente todavía no ha razonado por qué quiere democracia en esa zona. Si uno se fija en la manera en que hablaban de democracia cuando invadieron Irak lo que querían decir es: «Queremos políticas buenas para Occidente y que esas políticas tengan una legitimación democrática». Esto es algo muy distinto que decir ‘queremos que esa gente decida por sí misma lo que quiera’. Tan pronto como esa gente haga uso de la democracia y elija a personas que a Occidente no le gusten vamos a ver cómo [para Occidente] la democracia pierde buena parte de su glamour. Lo hemos visto en Palestina, en Irán y en Egipto.
¿Tan distinta es la forma de abordar el problema en Europa y en Estados Unidos?
En esencia, Europa es peor que Estados Unidos. Porque Estados Unidos les dice «podéis hacer lo que queráis con los gays, con la pena de muerte, con los derechos de las mujeres, siempre que con Israel y con el petróleo, hagáis lo que os decimos nosotros». Europa sin embargo lo que dice es «no sólo se trata de Israel y el petróleo, también queremos que cambiéis las leyes sobre pena de muerte, sobre los gays». Somos realmente colonialistas, porque queremos cambiar la manera en que piensa la gente. Está claro que yo quiero que desaparezca la pena de muerte, porque soy progresista. Y quiero que los gays tengan los mismos derechos. Y es muy duro, si uno está en una situación de poder, decirle a los gays del mundo árabe: «Lo siento, no puedo ayudaros porque eso sería colonialismo». Existen dilemas increíblemente complicados.
¿Es posible la democracia en los países árabes?
El corazón de una democracia es el imperio de la ley. El núcleo es tener jueces independientes, no influidos por los políticos. Por eso la democracia no es culturalmente neutral, porque el imperio de la ley implica individualismo. Muchos árabes piensan que el individualismo está sobrevalorado, que la familia o el colectivo es más importante. Los árabes han sufrido abusos de dictaduras durante cientos de años, primero por los turcos, luego por las potencias occidentales, luego por sus propios dictadores. Durante un año, en 1995, entrevisté en Egipto a estudiantes de Políticas y Económicas: no tenían ni idea de qué es la democracia.
Respecto al trabajo de los periodistas y de los medios de comunicación, usted dice que la mayoría va a rebufo de dos o tres grandes agencias, Reuters, AP… y de grandes cadenas como la CNN. ¿Quién orienta a esas agencias y medios que, a su vez, orientan la información del resto de medios? ¿Hay alguna ‘mano’ negra controlando el sentido de la información que recibimos?
Ojalá hubiera una mano negra, pero eso sería demasiado optimista. Entonces sólo habría que encontrar a la gente que dirige la conspiración y meterla en la cárcel y el sistema quedaría limpio. Pero no es así, los problemas emergen del sistema, son parte de ese sistema. He visto a jefes de esas agencias de noticias internacionales trabajando en Egipto y son gente decente. Ellos llegan al puesto y se encuentran una lista de personas, fuentes e informadores, con los que se ha trabajado durante años; personas que se han demostrado fiables, que no han dicho nada ridículo ni que haya socavado su reputación y si los llamas cogen el teléfono y no se enrollan con una historia de media hora: te dan una cita breve. Reuters siempre está compitiendo con Associated Press, AFP…. Todo es cuestión de velocidad y creo que las agencias probablemente se han repartido estas fuentes: ‘Estos expertos son para Reuters, éstos otros para AP’. Creo que es un tren en marcha, no una conspiración.
¿Por qué decidió escribir un libro que sabía que iba a ser tan controvertido?
Una de las razones por las que lo he hecho es que a pesar de haber estudiado árabe, de haber leído a Edward W. Said y de pasar tres años escribiendo sobre eurocentrismo, etnocentrismo, etcétera, me di cuenta de que cinco años después de estar allí, creyendo que podía informar de otra manera, hice lo mismo que el resto. Así que pensé que yo no era el problema, sino que el problema eran las estructuras. Muchos académicos de izquierdas culpan a los periodistas y creen que el problema es que no hacemos bien nuestro trabajo. Pero necesitamos mirar a las estructuras, por ejemplo con los teletipos. Los teletipos no son simplemente una herramienta que el periodista tiene para explicar una situación. Los teletipos son el núcleo del problema del periodista, porque en el momento que uno se mete en harina ya está todo decidido: asunto, elección de palabras, contexto, interlocutores. Admitir esto es muy difícil para un periodista, porque se pierde mucho del glamour del reportero ‘molón’.
Usted introduce el concepto de ‘asimetría semántica’, de cómo en las redacciones occidentales los periodistas prolongan el uso de términos parciales, aun siendo conscientes de que lo están haciendo.
Si se trata de palabras y de semántica, entonces sí hay que culpar a los periodistas. Cuando los iraníes se lanzan a la calle y gritan eslóganes, decimos que son eslóganes ‘antiamericanos’, pero cuando los estadounidenses protestan contra Irán, no decimos que gritan eslóganes ‘antiiraníes’. Nunca hay un presidente ‘antiárabe’ en la Casa Blanca, pero sí hay presidentes ‘antiamericanos’ en otros países. Podríamos hacer las cosas mejor con estas palabras. Otro ejemplo: no hay término preciso para llamar a los ‘territorios ocupados’. ¿Qué decimos, ‘territorios ocupados’, ‘territorios en disputa’? La solución para eso es la web. En un periódico de papel no puedes poner un día sí y otro también una columna explicando por qué se utilizan determinados términos. Sería un gran trabajo para un Defensor del Lector. Hasta ahora no he visto ningún medio que reconozca esta asimetría semántica. Si eso ocurriera los medios se sentirían mucho más responsables con lo que hacen. La gente tiende a evitar la responsabilidad moral, pero una vez que un medio admite que también de alguna manera es una entidad política, porque lo que publica influencia la percepción de la gente y la gente vota basándose en esas percepciones, entonces el medio deja de verse a sí mismo como una especie de ‘héroe neutral’. Los periodistas, y especialmente los directivos, son increíblemente ingenuos. Y es raro que los periodistas critiquen a otros periodistas. Deberías haber visto la rabia en Holanda y en Reino Unido que desencadenó mi libro entre los colegas. También he entrevistado a grandes banqueros y viven en la misma burbuja. Toda la gente que les rodea sólo les dice «lo estás haciendo genial», «no eres culpable de nada», «el mundo debería estarte agradecido».
Internet ofrece más perspectivas, es verdad, pero también permite que la gente personalice demasiado la información y que llegue un momento en que sólo lea acerca de aquello que, de antemano, les interesa. ¿No corremos el riesgo de que los lectores ya no tengan nunca una visión global de la situación?
Es verdad que hay un problema de ultrasegmentación de la información y es muy pronto todavía para saber qué va a pasar. El periodismo va a ser a la vez mucho mejor y mucho peor. Va a ser peor porque la gente puede encerrarse en contenidos muy segmentados. Pero también va a ser mejor, porque hace 30 años los periódicos asumían que los lectores ya sabían ciertas cosas. Imagínate por aquel entonces a un lector de 16 años que quiere saber más sobre algo y sus padres no pudieran explicárselo, tendría que ir a la biblioteca y buscar en una enciclopedia… Ahora eso ya no hace falta. Ahora podemos ofrecer información a medida: información para gente que sabe menos que un periodista, gente que sabe lo mismo que un periodista y aquéllos que saben más que los periodistas. La gran pregunta es si lo bueno del periodismo que viene va a compensar lo malo que sin duda también nos va a traer.
Antonio Fraguas es el autor del blog La Fragua.
Muchas gracias a La Marea por esta entrevista. Es un gustazo leeros, encima con la ilusión del papel cada mes.