Sociedad
Grandes éxitos y fracasos del ‘crowdfunding’
Extremoduro grabó 'Tú en tu casa, nosotros en la hoguera' vendiendo vales de 1.000 pesetas. Otros que también lograron completar sus campañas de micromecenazgo vieron cómo el éxito les complicaba la vida.
Coja usted un concepto antiguo y simple, trasládelo al mundo digital y tradúzcalo al inglés. Voilá! Aquí tiene su crowdfunding. Este concepto, que literalmente significa financiación en masa pero que habitualmente se traduce como micromezenazgo o financiación colectiva, consiste, básicamente, en conseguir donaciones de particulares para llevar a cabo tu proyecto a través de internet.
¿Pero es lo mismo? No exactamente.
Entre los antecedentes del crowdfunding se suele citar el caso de la célebre Estatua de la Libertad o, más exactamente, de su no menos famoso pedestal. En 1884, con el regalo de Francia navegando rumbo al nuevo mundo, el comité encargado de reunir los fondos necesarios para gestionar (y construir) su emplazamiento había obtenido poco más de un tercio de los 250.000 dólares necesarios. Joseph Pulitzer, a través de su periódico The World, inició una campaña en la que pedía a la población neoyorquina que contribuyese a financiar el pedestal con la cantidad que cada cual pudiese aportar, sin importar lo exigua que fuese. La campaña fue un éxito y en poco más de cinco meses se lograron reunir los 100.000 dólares necesarios que para terminar de construir el pedestal.
Pero lo más destacado de esta curiosa anécdota histórica estriba, precisamente, en su carácter masivo: cerca de 160.000 de las donaciones eran de menos de un dólar y procedían de gente humilde, con trabajos mal pagados.
La campaña para financiar colectivamente el pedestal, en la portada del periódico The World.
La historia reciente del crowdfunding se escribe, principalmente, en hojas de partitura de rock. En 1997, el grupo británico de rock progresivo Marillion acababa de cambiar de compañía discográfica y sus nuevos promotores no parecían confiar plenamente en las virtudes del fichaje. Cuando Marillion anunció que la gira del album This Strange Engine se reduciría al continente europeo, su base de fans americanos, apoyándose de lo que entonces sí eran nuevas tecnologías, logró reunir 60.000 dólares con los que financiarla.
Pero si nos alejamos del glamour de los grandes escenarios repletos de luces y virtuosismo milimetrado, descubrimos que, como siempre, la historia no la escriben los perdedores. Y es que parece bastante probable que el primer grupo de música que utilizó la estrategia de lo que hoy llamamos crowdfunding sean ni más ni menos que Extremoduro. En 1987 el difunto Luis von Fanta, primer batería del grupo, inspirado sin duda por la venta de papeletas para el sorteo con el que financiar el viaje escolar de fin de curso, se le ocurrió la idea de vender vales de 1.000 pesetas para financiar la grabación de su primera maqueta. La promesa de recompensa era doble: recibir el disco una vez publicado y, además, aparecer en los agradecimientos del mismo. Así, lograron reunir 250.000 pesetas (1.500 euros) con las que grabaron en Madrid el disco Rock Transgresivo, más conocido como Tú en tu casa, nosotros en la hoguera.
Contraportada de Rock Transgresivo, en donde aparecen los nombre de todas las personas que, gracias a la pre-compra, financiaron su grabación.
La primera plataforma creada específicamente para buscar microfinanciación para proyectos artísticos, principalmente audiovisuales, fue Indiegogo, cuya presentación oficial tuvo lugar en el festival de cine de Sundance en 2008. Mucho más conocida por estos lares es la también estadounidense Kickstarter que, desde su lanzamiento hasta el día de hoy, ha contribuido a financiar con éxito más de 47.000 proyectos aportando a sus creadores más de 750 millones de dólares y cerca de 4.600.000 donantes o “micromecenas”.
Sin entrar en otras polémicas, como el uso de este tipo de financiación colectiva por parte de artistas ya consagrados que disponen de extensas fortunas personales e indudable capacidad de influencia, son bastante frecuentes los casos en que, al recurrir al crowdfunding, se muere de éxito. Incluso literalmente.
En 2011, el programador ruso-americano Ilya Zhitomirskiy, de 22 años, era ya muy conocido en el mundo del emprendizaje tecnológico como uno de los desarrolladores de Diaspora. Junto a otros compañeros, Zhitomirskiy inició en 2010 una campaña en Kickstarter que buscaba conseguir los 10.000 dólares que estimaban necesarios para poner en marcha su proyecto de red social distribuida y de código abierto. Con Diaspora querían contrarrestar el poderoso monopolio de Facebook y permitir al usuariado conservar su privacidad. Lograron el objetivo de financiación en sólo 12 días. Y, cuando finalizaron los 39 días de campaña, los cuatro todavía estudiantes de informática se encontraron con una financiación de 200.000 dólares aportados por más de 6.000 personas, entre los que se encontraba el propio CEO de Facebook, Mark Zuckerberg.
Un año después, Zhitomirsky se suicidó. Aunque no se llegaron a aclarar los motivos de su acción, y sus compañeros de Diaspora insistieron en que no fue la presión de satisfacer las expectativas puestas en el proyecto, lo cierto es que Zhitomirskiy se quejaba de que apenas podía escribir ni una línea de código, dedicado como estaba a mandar mails de agradecimiento a cada uno de los miles de donantes.
Sin duda, el caso más sonado y no tan trágico de medio éxito, medio fracaso de un proyecto gracias (o por culpa) del crowdfunding es el de los relojes de pulsera Pebble, que funcionan como una interfaz que se sincroniza con tu smartphone y sus diferentes aplicaciones. Para la fabricación de 1.000 unidades, sus creadores pedían 100.000 dólares pero, de forma totalmente inesperada e imprevista, se encontraron con 10 millones de dólares y el encargo, en formato de precompra, de más de 85.000 pedidos.
Los responsables del proyecto no sólo no fueron capaces de cumplir los plazos fijados para la entrega de recompensas sino que las quejas por las enormes diferencias entre el estilizado diseño que se mostraba en Kickstarter y el acabado un tanto burdo y descuidado del producto final, han motivado un cambio en las políticas de la plataforma, que ya no admite diseños sino prototipos reales de los objetos que se van a producir.
* ‘Grandes éxitos y fracasos’ es el título de un disco recopilatorio de Extremoduro, editado en 2004.
* La Marea se halla en plena campaña de microfinanciación en Verkami para editar el libro «La Uni en la calle».