Economía
Qué nombramos cuando decimos “campo español”
La agricultura en España es diversa, pero está atravesada por realidades compartidas como la falta de relevo, la subida de los insumos, el mercado internacional y la emergencia climática.
Del olivar cordobés a la huerta de patata gallega; de los melocotones de Lleida al cereal de la meseta o a los almendros baleares. El campo español, representado en las protestas de estas semanas por rotundos tractores y hombres de mediana edad con chalecos reflectantes, es tan diverso como el país que lo delimita. Campo español son las pequeñas explotaciones familiares en peligro de extinción si nada cambia y también las grandes empresas agrarias con capacidad para mutar con el mercado. Campo español es también, cada vez más, quien lo devora: los fondos de inversión a los que no les duele la tierra y la compran para el destino más rentable, aunque sea una lucrativa mansión turística sin frutos.
La pagesia es más relevante en las Islas Baleares de lo que la imagen de destino hiperturístico puede sugerir. El archipiélago es una de las cuatro comunidades con mayor superficie dedicada a tierras de cultivo, por detrás de Andalucía, Castilla-La Mancha y Castilla y León. Esa superficie agraria está amenazada. “Se han vendido muchas propiedades de uso agrario a fondos de inversión y capital extranjero (alemán e inglés, sobre todo) para construir grandes mansiones, y esto ha provocado una disminución muy sustancial e irreversible de la superficie agraria”, explica a La Marea José Mariano Escalona Lorenzo, director del Instituto de Investigaciones Agroambientales y de Economía del Agua de la Universitat de les Illes Balears.
El turismo es a la vez peligro y oportunidad en la agricultura de ses illes. “La presión turística dificulta la incorporación de jóvenes agricultores, pero también genera una ventana de oportunidad: vincular el turismo a la actividad agraria”, indica el experto. Algunos agricultores combinan su producción primaria con actividades turísticas, como el enoturismo (vinculado al vino), para incrementar su renta. Ligar el producto local a la oferta turística es uno de los caminos que propone Escalona para que la agricultura de las islas sobreviva con dignidad. “Los agricultores aquí son sobre todo propietarios de pequeñas fincas, es necesario transitar hacia una mayor profesionalización del sector y reforzar el cooperativismo”, receta.
Una de las preguntas que surgieron en las primeras semanas de las protestas del campo español fue ¿dónde están los tractores gallegos? Los agricultores de esa comunidad esperaron hasta después de las elecciones autonómicas del 18-F para movilizarse. Querían desvincular sus reivindicaciones de la campaña y también de las propuestas negacionistas de la ultraderecha que sí se han infiltrado en las marchas del resto del país.
“Lo que pide el campo es perfectamente justo, es un malestar que tiene décadas, por eso me parece tan triste que se instrumentalice para reclamar elementos negacionistas que, al ser transmitidos en los medios, hacen un daño irreparable al sector”, considera Mar Pérez Fra, profesora de Economía agraria del campus de la Universidade de Santiago de Compostela en Lugo. Y añade, con alivio: “Aquí no han calado esas reivindicaciones, ha espantado la ultraderecha”. Galicia resiste como la única comunidad autónoma donde Vox no tiene representación en el Parlamento.
La barrera del acceso a la tierra
Una realidad común en el campo español es que ahora para que el negocio sea rentable se necesita mayor concentración de tierras. “Si en los años 50 un agricultor con 40 hectáreas vivía sin problema, ahora requiere de 200 para arriba”, indica, en referencia al campo cerealista de la meseta, Luis Miguel Cárcel, director de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de la Universidad de Valladolid en Palencia. En Galicia, una de las dificultades es que los agricultores, históricamente con menos superficie por explotación, no pueden ampliar. “No se ha protegido el suelo agrario y se ha reducido. Con el cierre de explotaciones, los titulares de las tierras han cambiado a uso forestal, sobre todo plantando eucalipto: la inversión es mínima, apenas pierden aunque no hagan silvicultura, y la madera tiene demanda”, explica Pérez Fra. Y advierte: “Así, tenemos masas forestales enormes sin gestionar, que están provocando un problema ambiental con los incendios”.
La profesora, que vive en un municipio de menos de 5.000 habitantes y se dedica a estudiar las políticas de desarrollo rural, tiene en marcha una investigación con su equipo sobre el relevo en el campo por personas sin vinculación directa con la agricultura. Ya hace dos generaciones que la herencia casi automática del oficio se ha roto en España: la mayoría de los hijos y nietos de agricultores no ha seguido el negocio familiar y ni siquiera vive ya en el medio rural. Se necesita gente ajena al campo que desee un futuro en él.
“Hay muchos más ‘entrantes’ de los que pensábamos, pero hacen falta políticas que les faciliten el acceso a la tierra, con arrendamiento o cesión temporal, condiciones de trabajo dignas, y áreas rurales atractivas bajo parámetros del siglo XXI”, señala Pérez Fra. Ese relevo es más factible en la huerta y la viticultura a pequeña escala que en el potente sector lácteo gallego, que requiere de grandes inversiones si no se hereda una explotación.
Agricultores más formados y un campo tecnificado
El acceso a la tierra y el coste de montar una explotación no son las únicas barreras para el relevo en el campo. El campo es un trabajo duro, muy distinto a la mayoría de los empleos y, también, un oficio que, en contra de ciertas ideas preconcebidas, requiere conocimientos y experiencia.
“Es complicado que entre alguien que no viene de una familia de agricultores, el campo hay que mamarlo. Siempre hay gente que descubre su vocación, pero la mayoría de nuestros estudiantes proceden de familias agrarias y conocen el medio. Los escucho hablar de sus tierras y máquinas, de lo que quieren hacer para mejorar las explotaciones de sus familias”, cuenta Cárcel sobre sus alumnos de Agrarias en Palencia. El profesor está convencido de que, si se garantiza que la agricultura sea rentable, habrá relevo, aunque no sea en el mismo número. El futuro del campo español pasa por que sea más eficiente, más rentable y más sostenible. El 76% de los jefes de explotación en España sólo tienen formación basada en la experiencia práctica pero, entre los menores de 40 años, ese porcentaje ya baja al 54%.
El número de explotaciones y de agricultores disminuye con el abandono progresivo del campo, pero la demanda de ingenieros agrónomos aumenta. “Los servicios para el sector agrario se han tecnificado y modernizado: hay asesoría de fertilizantes, de comunidades de riego, de documentación de cooperativas”, explica Jordi Graell, director de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agroalimentaria y Forestal y de Veterinaria de Lleida. Sus estudiantes, por la generación a la que pertenecen y la formación que reciben, “tienen interiorizado que hay que producir alimentos de manera sostenible, aprendiendo a economizar el agua, a no usar tanto tratamiento fitosanitario, a apostar por la producción ecológica”. Algunos optan por una agricultura a tiempo parcial: un sueldo del sector terciario y el trabajo de la tierra.
El sector se transforma. Más concentración de tierras, menos agricultores y la vista puesta en la tecnología. El latifundio andaluz, con grandes extensiones, es más atractivo para los fondos de inversión que la explotación pequeña de otras zonas de España. También para la agricultura industrial. “El agricultor estaba pegado a la tierra, mientras que las grandes empresas industriales invertirán sólo mientras sea productiva”, advierte María del Carmen Del Campillo, catedrática de Producción vegetal en la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad de Córdoba, una de las primeras de España en este ámbito, impulsada por agricultores hace más de medio siglo.
“El campo español se está tecnificando muchísimo, precisamente por la falta de mano de obra. Antes había muchos trabajadores en el olivar, y ahora ya se puede recoger la aceituna y podar con máquinas”, señala. En Córdoba se están introduciendo con mucha fuerza el almendro y el pistacho, más rentables que el campo de cereal al que reemplazan. Los mismos cultivos por los que apuestan las empresas agrarias en Lleida. La realidad del campo español es diversa, pero comparte una urgencia: hallar fórmulas para que dedicarse al sector siga siendo viable.
Las movilizaciones en el campo entre intentos de la extrema derecha de apropiarse de las luchas y descafeinar las denuncias de unas cadenas de distribución que empobrecen a los productores y unos tratados comerciales pensados para enriquecer a las élites y relegar a la población que vive de la agricultura y la ganadería.
Acompañamiento, el factor clave que la UE olvida en la transición que exige al campo hacia la agroecología.
A la vez que disminuye el presupuesto de la PAC, la UE se ha lanzado en una carrera de firma de tratados de libre comercio que hunden las producciones locales.
– El Salto, Gessamí Forner-
Denunciamos que partidos que se auto arrogan el monopolio de la constitucionalidad, aprueben normas inconstitucionales, con pleno conocimiento de causa.
Ecologistas en Acción de Andalucía muestra públicamente su satisfacción por la anulación por parte del Tribunal Constitucional de aspectos fundamentales de la Ley 7/2021, de 1 de diciembre, de impulso para la sostenibilidad del territorio de Andalucía, que demuestra la inconstitucionalidad de las normas del “Todo urbanizable”, que permitiría, en la práctica, urbanizar el medio rural.
Así mismo, felicitamos a los parlamentarios que presentaron el recurso de inconstitucionalidad, a instancia de Ecologistas en Acción, pertenecientes al grupo Parlamentario Confederal de Unidas Podemos, Grupo Parlamentario Republicano, Grupo Parlamentario Plural y al Grupo Mixto, por lo que consideramos un éxito de la iniciativa, que resalta aún más, dadas las dificultades: la diversidad de los parlamentarios, la renuncia del Estado a interponer recurso pese al informe de la abogacía del estado.
Muy necesarios artículos sobre la realidad del campo y muy acertado el resumen que hace Cristina.
140 entidades piden al Gobierno de Navarra una política agrícola basada en la Soberanía Alimentaria.
Ante la alarmante desaparición del sector agrario en Navarra, especialmente el más pequeño y sostenible, su concentración en menos manos, la falta de rentabilidad, el incremento de la intensificación agrícola y ganadera, etc. diversas asociaciones de productores/as navarros/as como Belardi, Habelarte, Plazara!, Etxalde, Bizilur Nafarroa, Hazialdeko o Ekoalde, sindicatos como ELA o LAB, asociaciones de consumidores/as como Landare, organizaciones ambientales, ecologistas, de defensa del territorio, varios ayuntamientos y concejos, etc., han suscrito este Manifiesto por la Soberanía Alimentaria en Navarra.
https://mugarikgabenafarroa.org/manifiesto-soberania-alimentaria/
El objetivo del Manifiesto es hacer propuestas para incentivar la desintensificación de la agricultura y de la ganadería en Navarra. Para ello, se plantea promover la transición a un modelo a pequeña / mediana escala, sostenible, diversificado, agroecológico y destinado prioritariamente a la comercialización y consumo local, con precios justos tanto para las personas productoras como consumidoras, que reduzca la contaminación y los plaguicidas, que ayude a mitigar la crisis climática, que apoye a los pequeños/as productores/as, y que disminuya la burocracia y frene la desaparición del sector agrario familiar y del mundo rural.
Entre las más de 60 propuestas/reivindicaciones para transformar el actual sistema alimentario recogidas en el manifiesto destacan algunas como:
Establecer una moratoria a la ganadería industrial, Disminución del 50% en el uso de plaguicidas, fertilizantes químicos y antibióticos de aquí a 2030, Asesoramiento, formación, acompañamiento y apoyo para la desintensificación de las explotaciones industriales hacia una agricultura y ganadería agroecológica ,Apoyar y fomentar modelos de agricultura y ganadería con baja huella hídrica, como el secano tradicional o la ganadería extensiva, frenando la expansión irracional del regadío, Adaptar la normativa higiénico sanitaria a las producciones a pequeña escala, Compra Pública (escuelas, hospitales…) de producciones locales, prioritariamente pequeñas, familiares, realizada con criterios ecológicos y sociales.
Ante las movilizaciones que se están produciendo en el sector agrario por la falta de rentabilidad, como denominador común en todos los países, denunciamos desde hace años que esta situación es fruto de las políticas neoliberales, de libre comercio y globalización económica aplicada durante las últimas décadas en todo el mundo. También éstas son las responsables de que se hayan dejado de producir alimentos para las poblaciones locales, por mercancías destinadas a un mercado global especulativo controlado por el agro-negocio, provocando la continua desaparición del campesinado en todo el mundo y la destrucción de los recursos naturales que hacen posible la vida (y la agricultura vinculada a la tierra), tanto aquí como en otras partes del planeta.
Ahora, más que nunca, es necesario cambiar el rumbo de las políticas agrarias y alimentarias, y apostar por un modelo basado en la soberanía alimentaria y en la creación de sistemas agroalimentarios justos, sostenibles y locales que frenen la crisis agrícola, rural, social, ambiental y climática que vivimos y pongan la vida en el centro. Estas políticas deben estar acompañadas por políticas comerciales coherentes, paralizando todos los acuerdos de libre comercio (Mercosur, con Nueva Zelanda, etc…) y regulando los mercados con el objeto de que las personas productoras puedan cobrar unos precios justos y se prohíba vender por debajo de los costes de producción.
Ahora, más que nunca, es necesario construir alianzas campo-ciudad, entre el sector productor que cuida la tierra, las personas consumidoras y toda la sociedad para hacer la transición agroecológica que necesitamos, porque estamos hablando de alimentación y esto nos interpela a todas.
Movimiento por la Soberanía Alimentaria de Navarra.