Sociedad
Las personas sin hogar: tópicos y luchas diarias
Con el lenguaje los despersonalizamos, los negamos como seres individuales con nombre propio para difuminarlos dentro de un colectivo también mal definido
“Condenados dos policías por agredir a un indigente“. “El mendigo apaleado no se identifica como un indigente. Según explicó, estaba atravesando una “mala época“ tras haber trabajado como masajista durante un tiempo“. Es habitual leer en los medios titulares o frases como estas aunque, según RAIS Fundación, cuando llamamos “indigente“ a una persona sólo nos referimos a sus carencias físicas, materiales, y no representa a todos los ´sin techo´. Por otro lado, un mendigo es una persona que practica la mendicidad, algo que solo se corresponde con el 15% de los que no tienen hogar según datos del INE de diciembre de 2005.
La vida de una persona sin hogar presenta, además, carencias emocionales. “El hogar es el lugar en el que te espera la gente que te quiere cuando vuelves a casa, ya sea una vivienda habitual o un albergue“, explica Luis Perea, director de Movilización de la Fundación. Éste, junto con la falta de bienes materiales, es el drama de las personas que no solo han perdido un techo en el que cobijarse, sino el afecto de quienes las rodeaban.
La diferenciación es importante ya que -recuerdan los expertos- con el lenguaje los despersonalizamos, los negamos como seres individuales con nombre propio para difuminarlos dentro de un colectivo también mal definido. Así contribuimos a estigmatizar a las personas que viven en la calle. Y esto, a su vez, complica su reinserción social. La opinión generalizada sobre las personas sin hogar es que son responsables de su situación, que suele ser gente desaseada, adicta a las drogas, el juego o el alcohol y que prefiere permanecer en la calle que acudir a un albergue.
Desmontando tópicos
Es cierto que puede haber personas que no tengan hogar debido a una adicción o que se hayan acostumbrado a vivir en la calle. Como explica Perea, “la mayoría de la gente vivió una infancia en un hogar, con su familia. A consecuencia encontrarte en una situación en la que no tienes nada ni a nadie se genera la ruptura de la propia identidad y unos niveles de autoestima mínimos. Por eso, algunos se acostumbran a esta situación, porque no pueden estar en permanente conflicto consigo mismos“.
Pero no es lo habitual. Los factores que llevan a una persona a perder su hogar hay que abordarlos desde dos perspectivas. Por un lado, la personal. Suelen encadenar entre cinco y siete situaciones traumáticas en unos dos años, cuando la mayoría de la población nos enfrentamos a ellas a lo largo de nuestra vida. “Pierden el trabajo, rompen con la pareja, tienen que ocuparse de algún miembro de la familia con discapacidad y se quedan sin prestaciones sociales, sin casa y sin amigos casi al mismo tiempo“, relata Perea. Esto los lleva a la calle y, a partir de encontrarse desamparados, pueden desarrollar enfermedades mentales o volverse adictos a la bebida.
Aunque tampoco es lo más común. Según refleja el INE, una de cada tres personas sin hogar es abstemia y nunca ha probado las drogas. El 11,8% trabaja y la mitad de este colectivo busca empleo activamente. Dos de cada tres han alcanzado un nivel enseñanza secundaria y el 13% es universitario. Por eso, imaginarlos como personas sucias, con barba y borrachas es un error. “Muchos se duchan a diario y van con ropa limpia. También mantienen las cuentas corrientes que tenían antes de vivir en la calle o sus teléfonos“, señala Perea.
Por otro lado, encontramos factores como la desigualdad de oportunidades, insuficientes sistemas de protección social o barreras para acceder a recursos materiales que son endémicos del sistema en el que vivimos. Luis Perea lo ilustra con el ejemplo de la Sanidad. Cuando a una persona la operan, suelen internarla unos días y después la mandan a recuperarse a casa. Si vives en la calle, no puedes recuperarte. Y ni los centros sanitarios ni los servicios sociales se hacen cargo de ellos porque cada área considera que es la otra la que debe ocuparse de estas personas.
“El hecho de que una persona esté sin hogar parece que eclipsa cualquier otra circunstancia. Se presupone que, aunque tengan una enfermedad mental o sean adictos a las drogas, son los servicios sociales los que deben atenderlos“, lamenta Perea. RAIS Fundación tiene un centro de acogida, el Carmen Sacristán, donde tratan los problemas de las personas sin hogar como los del resto de seres humanos, no los reducen a “indigentes”. “Pero un solo centro gestionado por una ONG ni es suficiente, ni soluciona el problema de la exclusión social”, recalcan desde RAIS.
Un futuro aún peor
Debido a la crisis, la situación de las personas sin hogar se ha agravado. Por un lado, la precaria situación económica en la que se encuentra España provoca que se desvíe el foco de atención, que se atienda a otro tipo de colectivos y se entierren los problemas de los ´sin hogar´. Además, los innumerables recortes en servicios sociales han generado un descenso de entre el 15% y el 20% de las ayudas a las ONG. Esto a su vez provoca una merma significativa en su personal y el cierre de muchos albergues, por lo que desde el Tercer Sector tampoco pueden ocuparse de ellos.
Pero Luis Perea advierte de que, unos cuatro o cinco años después de acabar la crisis, vamos a notar cómo el número de personas obligadas a vivir en la calle va a crecer. Algo no muy descabellado si atendemos a las cifras reflejadas por la Fundación MAMBRE. España es el tercer país más pobre de la Unión Europea, el 22% de su población vive por debajo del umbral de la pobreza, un millón y medio de personas está en riesgo de pobreza o exclusión social y otro millón y medio más en riesgo de exclusión residencial.
Para Perea, resulta prioritario resolver los problemas sociales que llevan a una persona a vivir en la calle para evitar superar la cifra actual, que ronda las 30.000. Pero también desmitificar la idea que se tiene de este colectivo, dejar de responsabilizarlo por vivir en las deplorables condiciones en las que lo hace. “Para mí son artistas, personas que se reinventan a diario para poder salir adelante. Son un ejemplo de dignidad y de lucha“, recalca. Hay que humanizar a quienes viven en la calle, expuestos a la humillación o a la violencia (según el INE, el 51% ha sido víctima de alguna agresión). El primer paso para lograrlo es entender que no son indigentes, son personas.
totalmente de acuerdo con el contenido del escrito.
desde hace algunos años cada vez mas personas van perdiendo casi todo lo material, pero peor aun pierden también los afectos y la dignidad. y muchos de nosotros somos testigos pasivos de su situación. Ya es hora de dar un primer paso para acercarnos a su realidad
Yo no creo que la palabra «indigente» sea incorrecta ni deba dejar de usarse en los medios de comunicación. Una persona que duerme en la calle ejerce la indigencia y puede tener, además, problemas emocionales. O no tenerlos. No entiendo por qué hay que dulcificar la realidad.
Aunque no creamos en ese dios los que no creemos porque creemos que es una estúpida creación humana destinada a someter a las manadas de borregos de pobre mentalidad pepera, recemos un padre nuestro para finiquitar de la forma que sea a Maricomplejines, personaje que ya es mas innecesario que una marhuenda de perro gordo soltada en el alcorque de la acera.
tenian qe estar en la puta calle los politicos y todos los capitalistas qe an creado esta crisis de mierda. robandonos todos los derechos el trabajo y la dignidad la sanidad , la educacion el trabajo y la vivienda, y dejandonos a todos en la estacada mientras ellos se echan la pelota unos a otros. pero nosotros los españoles sigamos asin no nos movilecemos ni agamos nada.nos qitan asta el derecho a manifestarnos nos pisan como ratas