Opinión
La víctima número 39
Los protagonistas no son las víctimas en los departamentos de comunicación políticos, son el instrumento necesario para que la política de clase muestre lo que les ha afectado tan tremendo accidente.
El 21 de enero de 1944, el juez de instrucción del juzgado de Ponferrada hacía un listado con las víctimas del accidente ferroviario en Torre del Bierzo. Así describía a la víctima número 39:
“Cadáver de un hombre con abrigo gris. Dibujo inglés, camisa rayada de aspecto ordinario y jersey azul. Y varios restos, al parecer, de cinco cadáveres más”.
La víctima número 39 del terrible accidente de Torre del Bierzo eran en realidad 6 muertos, que solo contabilizaron como una persona. Una manera cruel e inhumana de reducir la importancia de la mayor tragedia ferroviaria de la historia de España. Una víctima con camisa ordinaria, de baja estofa.
El 3 de enero de 1944, el tren correo que se dirigía a A Coruña chocó con un mercancías en el túnel número 20 situado en Torre del Bierzo. Un tren plagado de soldados que se dirigían a sus bases navales en Galicia, tras la Navidad, y de ciudadanos pobres que con sus exiguas pertenencias en un hatillo masticaban el humo de la locomotora como único alimento de ese día.
El gobierno franquista de la posguerra solo reconoció 57 víctimas, a pesar de que estudios posteriores reconocieron más de 500. Víctimas incómodas, de esas que no convenía reconocer al régimen de Franco. En España no pasaban esas cosas. Por eso, la prensa afín ocultó convenientemente la tragedia. La censura actuó e hizo que aquellas víctimas jamás existieran.
El diario ABC, en su edición del día siguiente al accidente con más de 500 muertos, dedicó una breve reseña en su página 31 de las 40 que tenía. En la columna, el diario hablaba de 26 muertos. No volvió a informar del accidente, causas y víctimas, exceptuando la información del 7 de enero de 1944, donde en su página de deportes cuenta del fallecimiento en el accidente de varios jugadores del Club de Fútbol Betanzos.
“En el reciente accidente ferroviario, un modesto equipo de fútbol, el españolísimo Betanzos, viajaba con su conjunto completo para cumplir uno de los compromisos obligados del campeonato de Tercera División. El suceso del que oportunamente dimos cuenta en estas columnas ha tenido para el equipo galaico muy graves consecuencias: dos jugadores muertos y varios heridos”.
Torcuato Luca de Tena y posteriores siempre estuvieron solícitos al rescate de los suyos. Era el fin del año Santo Compostelano y una tragedia de este tipo resultaba muy inconveniente: no les dejaba festejar el día como era debido.
La Vanguardia también publicó el 4 de enero la misma nota que fue impresa en el diario ABC ese mismo día. Algo nada extraño al tratarse de una nota firmada por CIFRA, el nombre dado por la agencia EFE a las noticias referidas al ámbito nacional y controladas completamente por el régimen franquista. Cabe recordar que la agencia EFE fue fundada en 1939 por Ramón Serrano Suñer, el creador de la censura previa a través de la Ley de Prensa e Imprenta.
La invisibilidad de las víctimas incómodas
La ocultación de víctimas incómodas no es exclusivo de 1944 y la época franquista. Las víctimas que no pueden resultar instrumentalizadas y puedan perjudicar en modo alguno la pervivencia del mandatario político del momento son siempre convenientemente ocultadas. Las víctimas del metro de Valencia del año 2006 fueron, quizás, el paradigma de víctimas silenciadas e invisibilizadas por cuestiones políticas.
Estos días, tras el terrible accidente de tren en Santiago, ocurrió un hecho que ha vuelto a poner de manifiesto esta circunstancia. Familiares de los fallecidos en el accidente que, molestas por la instrumentalización de su dolor han levantado la voz, no han ocupado el espacio en la agenda pública que por su condición merecían. El dolor de las víctimas sólo es respetado si con él se puede favorecer una determinada causa política.
Marta Besada es una adolescente de 16 años que perdió en el accidente de Santiago a su hermana mayor, de tan sólo 18 años. Estos días, a través de las redes sociales, ha dado una lección de dignidad a todos aquellos que no hemos tenido la fortuna de conocerla.
Una lección convenientemente ocultada
El pecado de juventud que ha cometido Marta ha sido muy simple, no ha dejado que la gente de traje y corbata –como los ha definido en otra emotiva carta un vecino de Angrois– utilice su dolor. El funeral oficial acaecido en Santiago para ornamento y boato de Casa Real y los políticos de clase no puede ser perturbado por lo que de verdad piensan las familias de las víctimas.
La primera línea del funeral católico tiene que ser ocupada por el príncipe y su princesa, ya que el protocolo es muy partidario de la segregación oportuna, no deben juntarse con la plebe hasta el impactante y efectista paseíllo de besos y condolencias. La impostada ceremonia consiguió que Marta se cansara. La vehemencia de sus 16 años le hizo saltar y expresar de manera natural su parecer. ¿Por qué debían esperar al Príncipe como si fuese el protagonista del duelo que solo les pertenece a ellos?
La respuesta es obvia, esos funerales no son para las familias de las víctimas, no son para las víctimas. Son necesarios para que las altas instituciones expresen un dolor fingido, son necesarias para que la política de clase muestre esa cercanía con la ciudadanía que sólo vuelve a aparecer en periodo electoral. Es tan sólo marketing político que se empeñan en no ocultar con el decoro y la elegancia exigida. La alergia institucional al segundo plano.
Por eso las fotografías del funeral que los políticos asistentes y Casa Real compartieron con la población no incluían a las familias de las víctimas. Los protagonistas no son las víctimas en los departamentos de comunicación políticos, son el instrumento necesario para que la política de clase muestre lo que les ha afectado tan tremendo accidente.
El nombre de Marta Besada no aparece en la extensa cobertura que el diario ABC, La Razón, o resto de medios afines han otorgado a la tragedia de Santiago. Con las víctimas, pero con las que lleven el duelo en silencio.
Recien llegado de Santiago, un comentario que me llegó hablaba de cómo habían tenido que retirarse los trabajadores que trataban de arreglar el caos del accidente para que los polìticos de visita pudiesen retratarse adecuadamente.
santaklaus , Se ve que les conoces bien , les defines tal como son.
con no ir se da un mensaje más que claro
Lo realmente triste de la noticia, la foto. Esa foto que acompaña las palabras «emoción y dolor por las victimas» en twiter, no solo falsas palabras, sino que como el viejo dicho dice «vale mas una imagen que mil palabras», y en este caso la imagen muestra caras serias, aburridas y de circunstancias, pero ningún dolor, ni emoción real. Pura manipulación y demagogia.
De acuerdo, pero es que además los que salen en la foto no son los familiares de las víctimas, que son los que tienen el dolor adentro. Son los aprovechados de turno, los de siempre, los que mejor se quedan en su casa con sus mangurrerías.
Santaklaus creo qe no se puede definir mejor. Es perfecto
Santaklaus, cuenta con mi ayuda!
Estos polñiticos que pionen cara de pena son los mismos que permiten que los bancos estafen a los clientes. Los mismos que gritan «que se jodan» cuando la subvención de 400 euros le es retirada a los parados. Los mismos a los que no les importa deshauciar a unos padres con dos hijos pero se molestan porque un escrache molesta a los niños de un polñitico. Los mismos que suben los impuestos y bajan los salarios para que cuatro malnacidos puedan llenarse los bolsillos.
¿No os dan ganas de quitarles todo lo que tienen y arrojarles de una patada a la calle, desnudos, sin dinero, sin trabajo? ¿No os dan ganas de arruinar la vida de estos impresentables?
Yo lo haría con gran gusto. Y me sentiría satisfecho.
Y yo también, y yo también…
Son estas situaciones de luto y dolor donde el estado intenta mostrar su legitimidad, piensan que juegan en casa y la crítica en forma de chiflada no va a surgir .Quienes emiten jucios de valor por encima del bien y del mal, el estado que son ellos, dicen que » no es el momento de hacer política», pero ellos/as son los primeros en romper su edicto.