Cultura

La música vuelve a casa

La subida del IVA cultural amenaza con desmantelar el sector musical y paralelamente nacen nuevas iniciativas

Descenso de público, disminución de conciertos, destrucción de empleos directos e indirectos y pérdida de competitividad frente a Europa. Son las cuatro patas sobre las que se asienta el desmantelamiento del sector de la música en vivo, según el último informe de la Asociación de Promotores y Mánager. Un informe publicado en junio y que estudia la evolución del estado de la música desde septiembre de 2012, cuando comenzó a aplicarse el nuevo IVA cultural del 21%, hasta el 31 de marzo de este año.

Durante este período los ingresos en taquilla han caído un 28%, se han recibido 3,5 millones de euros menos por derechos de autor, el 25% de las promotoras ha desaparecido y, las que quedan, han despedido alrededor de 500 empleados. Hay que recordar que Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, alegó que la subida de impuestos estaba orientada a incrementar la recaudación fiscal.

Y es verdad, con la venta de entradas se han llegado a recaudar 9 millones de euros. Pero como hay menos trabajadores, se contratan menos conciertos y acude menos gente a verlos, se han dejado de ingresar 11,8 millones de euros por conceptos como IRPF, impuesto de Sociedades o Seguridad Social. Es decir, la recaudación fiscal ha caído en casi 3 millones de euros después de aplicar la medida orientada a incrementarla.

Precariedad laboral

La consecuencia más directa de este descenso de ingresos es la precariedad laboral. Las salas no tienen una programación estable, los músicos no pueden permitirse salir de gira y las promotoras tampoco pueden apostar por nuevos talentos porque no quieren arriesgarse con la recaudación. Además, según explica Camilo Bosso del grupo musical O Sister, “cada vez hay menos salas en las que tocar porque a muchas no les queda más remedio que cerrar. Y, en muchas de ellas, no te pagan un fijo, sino que tienes que cobrar en función de la taquilla . Últimamente hemos tenido que llegar a pagar por ir a tocar. Algunas salas nos obligan a llevar los equipos y alquilar el local donde queremos actuar. Si la sala no se llena, somos nosotros los que perdemos».

Tanto Bosso como Miguel Dantart, un cantautor que, sobre todo, se mueve en el circuito madrileño, lamentan que España salga perdiendo en comparación con Europa. “Hace poco estuve en Londres cantando“, cuenta Dantart, “me sorprendió mucho descubrir que no solo las licencias para dar un concierto te las conceden de un día para otro, sino que el Gobierno subvenciona este tipo de actividades. Por algo es la capital de la música». En este caso sí se justifica que el IVA aplicado sea del 20%. “Promocionan y protegen la música, fomentan que el público vaya y, después, obtienen grandes ingresos por las ventas en taquilla».

Camilo Bosso habla de las diferencias en las condiciones laborales entre España y Francia, donde Hollande bajó el impuesto sobre la cultura del 7% al 5,5% y está previsto que, para 2014, vuelva a descender medio punto más. “Aquí los músicos somos autónomos. En Francia te dan de alta en la Seguridad Social porque te consideran un trabajador por cuenta ajena. Esto potencia la estabilidad y la seguridad económica y te permite dedicarte a la música de manera más continuada, sin tener que recurrir al pluriempleo».

Conciertos en casa

Miguel Dantart habla ilusionado de un proyecto que nació hace tres años en Valencia, de la mano de Raquel Faubel, llamado Pon un cantautor en tu salón. La iniciativa partió de la intención de su creadora de provocar una interacción más directa entre el artista y el público. Colocar al cantautor en un espacio íntimo, cotidiano, destinado al uso privado, y generar un vínculo entre los espectadores y el artista. El objetivo de esta propuesta no pasa por ser una alternativa a las salas “que son las que están haciendo el esfuerzo más brutal y las que mantienen el circuito de la canción de autor», dice Faubel. Más bien al contrario, tal y como recuerda «se trata de generar  una especie de fidelización de manera que, cuando un músico vaya a tocar a una sala, cuente con un grupo de audiencia fiel que vaya a verlo y recomiende a sus amigos que también lo hagan».

El mecanismo de Pon un cantautor en tu salón es muy sencillo. Una persona contacta con ellos mediante su página web para ofrecer su casa. Ellos consiguen a un cantautor que quiera ir a tocar allí y lanzan 35 o 40 entradas. Una vez que reciben la reserva, se manda la dirección de la casa. “Tenemos que respetar la privacidad del dueño“, recalcan. El precio es voluntario, pero suele rondar los 5 o 6 euros por persona. El anfitrión tiene un número limitado de amigos que puede llevar, el resto son desconocidos. “Es muy importante que sea así“, explica Faubel,  “no solo porque se genera un clima más parecido al de los conciertos, sino porque fomenta que la gente encuentre a otras personas con sus mismas inquietudes».

Además del precio simbólico de estas entradas, el hecho de que nunca se repita ni cantautor ni casa es una prueba más de que el objetivo de esta iniciativa no es presentarse como una alternativa a las salas de música en vivo. “Nos interesa que la mayor cantidad de gente posible conozca al mayor número de cantautores posibles», concluye Faubel.

Esta iniciativa ha viajado a ciudades como Berlín, Oxford o Londres, estas dos últimas ciudades con Miguel Dantart. “Lo hicimos para los españoles que vivían allí. Sentían cierta nostalgia, extrañaban España, y la experiencia de llevarles música en español a su casa resultó muy entrañable». Sin embargo, Valencia es la sede de esta asociación cultural, donde han realizado ya 40 conciertos en 40 casas en las que han estado artistas como Javier Álvarez, Fran Fernández o Diego Ojeda.

Faubel no descarta que, de manera anecdótica, puedan llevar su proyecto a otras ciudades del país aunque no con un objetivo expansionista. “Este proyecto es sostenible porque hay un concierto al mes y es en Valencia. Somos una asociación sin ánimo de lucro, no queremos vivir de esto. Aspiramos, simplemente, a que todo el mundo pueda tener la oportunidad de experimentar la música en un entorno más cercano, sin artificios, y permitir que tanto el público como el cantautor se emocionen con la música desde otro lugar».

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