Opinión
¡Paremos el genocidio en Palestina!
"Es insoportable ser testigo de esta matanza, ¡qué sentimiento de horror e impotencia!", escribe Fernando Luengo
Hay que ir muy, pero que muy abajo en las páginas de los grandes medios de comunicación para encontrar alguna información sobre la agresión de Israel a Palestina. Ha perdido actualidad, apenas es noticia y mucho menos noticia a destacar en las cabeceras. En las radios y televisiones, siempre a la captura de audiencias -y los consiguientes ingresos procedentes de la publicidad-, lo que está ocurriendo en Gaza y Cisjordania casi no aparece, o lo hace marginalmente.
Y las movilizaciones en la calle -manifestaciones y concentraciones-, han perdido aliento, nunca han sido masivas, sólo reúnen a pequeños grupos de activistas y personas comprometidas. Cunde el desaliento y, reconozcámoslo, el conjunto de la población, poco activa políticamente y fácilmente manipulable, percibe como muy lejos lo que está ocurriendo en Palestina. ¡Cómo si no fuera con nosotros!
¿Y qué decir de la intervención televisiva del Felipe VI? Mucha palabrería en defensa de la Constitución, que es claramente incumplida en lo que concierne a derechos ciudadanos básicos -como el empleo decente, la salud y la vivienda- y que blinda la propia institución monárquica, heredera directa de Franco. Pero ni una palabra, ni un sólo gesto de apoyo o de reconocimiento hacia la población palestina, que está siendo literalmente masacrada por uno de los ejércitos más poderosos del mundo.
Es insoportable ser testigo de esta matanza, ¡qué sentimiento de horror e impotencia! Ya sabemos que Estados Unidos, principal aliado de Israel y corresponsable del genocidio, ha vetado todas las iniciativas de Naciones Unidas, pero, ¿y las instituciones comunitarias? ¿y nuestro gobierno? La Unión Europea, haciendo gala de una hipócrita equidistancia, está otorgando de hecho su apoyo a Israel y a sus políticas de agresión hacia Palestina.
¿Y nuestro gobierno, el «más progresista de la historia»? Declaraciones de Pedro Sánchez a favor del reconocimiento de los derechos históricos de los palestinos, apelando a la formación de dos Estados, condenas a la agresión de Israel, que justifica por la previa de Hamas, y llamadas a un alto el fuego y a que se abran pasillos humanitarios. Menos da una piedra, desde luego, pero en mi opinión son tan sólo palabras y más palabras para ocultar la ausencia de medidas concretas, quizá para justificarse ante la parte de su base electoral que creía que votaba a un Gobierno de izquierdas.
Pero ni una sola actuación efectiva sobre la mesa destinada a frenar la agresión del Gobierno y del ejército israelí. Nada justifica que otros no las adopten, la inacción de la denominada «comunidad internacional» no puede servir de consuelo. Si hubiera existido voluntad política, la que cabría suponer a un Gobierno de izquierdas, se podría haber actuado y todavía se puede actuar; por ejemplo, prohibiendo el comercio de armas, exportaciones e importaciones de material militar, o cerrando nuestra embajada en Israel y rompiendo relaciones diplomáticas con este país.
Sabemos que continuamente se está masacrando a población indefensa. Masivamente. Me parece un sarcasmo escuchar en diferentes medios cifras concretas de muertes, porque lo cierto, lo que añade más dramatismo a la situación, es que nadie sabe cuantas personas están siendo asesinadas, porque muchas de las que han perdido la vida no están en las estadísticas, que claramente infravaloran la situación real, porque los lugares donde se encuentran las víctimas son inaccesibles o porque yacen debajo de los escombros. También porque a los que hasta ahora han sobrevivido, probablemente la muerte les alcanzará en las próximas horas o días, por las continuas y mortíferas incursiones de los aviones, o a manos de los soldados o de los francotiradores, o por las acciones de los colonos israelíes, armados para matar. Pero también perderán la vida por el hambre y las enfermedades, que ya no pueden ser atendidas porque los centros médicos y los hospitales también son objetivos de los invasores y están siendo atacados y destruidos.
El genocidio continúa, ¡por favor, no le llamemos guerra entre Israel y Palestina, porque no lo es! No sólo está siendo asesinada cruelmente la población indefensa. También está pasando a mejor vida cualquier aspiración de justicia, de respeto de los derechos humanos, del derecho a la vida. En Palestina nos lo estamos jugando todo y todo lo estamos perdiendo.
Don’t worry, contamos con políticos europeos, a más orgullo españoles, que están por la labor de pacificar y conciliar el mundo.
Borat award for diplomacy: Winner: Josep Borrell.
El “jardinero europeo” o jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, recibió el antipremio de Político como “El tonto de la diplomacia”. En el texto se puede leer:
“Si hay algo por lo que los europeos pueden contar con Borrell es que nunca pierde la oportunidad de ser estúpido. Sus elogios a las elecciones presidenciales «pacíficas» de Ecuador después de que uno de los candidatos fuera asesinado y su promesa de enviar aviones de combate a Kiev después del ataque a gran escala de Rusia contra Ucrania son materia de leyenda. A medida que su mandato llega lentamente a su fin, Borrell parece empeñado en ofrecer a los europeos recordatorios diarios de su ineptitud diplomática”. (Insurgente.org)
¿Gobierno de izquierdas? ¿Desde cuando el PSOE se ha vuelto de izquierdas? Si ni siquiera Sumar y Podemos lo son, a lo sumo se les podría denominar progres.
Además ¿es que el dueño del «cortijo», el capital, permitirá nunca que sus capataces, los gobiernos, sirvan a los sirvientes del cortijo y no a ellos, los amos?.
Sólo una rebelión en masa de los «sirvientes» del cortijo, o sea del pueblo, podría cambiar las cosas y el pueblo sigue en anestesia profunda.
NO ES GUERRA, ES GENOCIDIO, dices bien Fernándo.
Gracias por llamar a las cosas por su nombre.
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LA COALICIÓN «PROGRESISTA»: ¿ENTRE EL ATLANTISMO Y LA SOLIDARIDAD CON PALESTINA? (Marta Amat – Canarias Semanal)
¿Cómo navega España entre las exigencias de la OTAN y las demandas de paz en Oriente Medio? La difícil tarea de un gobierno tramoyista.
En una época de tensiones geopolíticas crecientes, España se encuentra ubicada en un punto crítico. Con un Ejecutivo que se inclina hacia el Atlantismo y la toma de decisiones que suscitan controversia, ¿Cómo se podrá equilibrar el compromiso con la OTAN y la UE, con la solidaridad hacia Palestina y la ética en la política exterior? Puro malabarismo mágico.
En la esfera geopolítica actual, el papel de España como actor en los conflictos internacionales se ha intensificado, especialmente bajo el gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos.
La política exterior del país, influenciada significativamente por la OTAN y la situación en Ucrania, ha dado un giro notable hacia el atlantismo, tal como se evidencia en varias acciones y decisiones.
La Cumbre de Madrid, liderada por el presidente Sánchez, marcó un punto de inflexión, resaltando el interés en el norte de África y considerando la inmigración como una herramienta híbrida de conflicto. Esta orientación se ha reflejado igualmente en el incremento de los presupuestos de Defensa, que han superado el 20%, una decisión apoyada por todos los partidos del gobierno, incluyendo, naturalmente, la fracción Podemos.
Más allá de las cifras, la política exterior española ha experimentado también cambios significativos, tales como el apoyo a la ocupación marroquí del Sáhara Occidental y la consolidación de acuerdos de armamento con regímenes teocráticos, como el de Arabia Saudí. Estas decisiones han provocado algunas controversias internas, -sin que la sangre haya llegado al río, desde luego-, poniendo de manifiesto las visibles y flagrantes contradicciones entre «principios» y «práctica política».
La complejidad de la situación, en cualquier caso, se agudiza aún más al considerar la posición que mantiene España en relación con el conflicto israelí-palestino. A pesar del rechazo generalizado en España hacia las acciones de Israel en Gaza, la política exterior española continúa manteniendo su curso, con compromisos militares que, de manera indirecta y en los hechos, están respaldando a Israel. Esto se manifiesta en la participación en misiones militares en el Líbano y la presencia de buques españoles en el Mediterráneo.
Recientemente, la implicación de España en el conflicto de Yemen ha cobrado, asimismo, relevancia. La Administración Biden ha insinuado España partícipe en una coalición militar en el Mar Rojo, un movimiento que el Ejecutivo de la Coalición ha condicionado a la aprobación de la OTAN y la UE. Parece evidente, incluso para los más despistados, que la influencia de las grandes potencias en la política exterior española y sus implicaciones militares son totales y están siendo determinantes .
En este contexto, tanto la solidaridad con Palestina, como la crítica a la guerra emprendida por Israel debería ir de la mano con una reflexión profunda sobre el papel que realmente desempeña España en el escenario internacional.
Por ello, en nuestra opinión, hoy exigir la ruptura de relaciones con Israel, así como el cese del comercio de armas y la anulación de compromisos militares, deberían de constituir condiciones «sine qua non» para los miles de activistas que estos días se pronuncian en las calles españolas en contra de la masacre de la que está siendo víctima el pueblo palestino.