Cultura
Nicolás Alcalá Schächter: “Todo el mundo se ha enamorado de El Cosmonauta”
Entrevista con el director de la primera película española financiada por crowdfunding gracias a la aportación de mas de 5.000 personas
Después de cuatro años de intenso trabajo, radiado al minuto a través de las redes sociales, se ha estrenado en “todas las pantallas” El cosmonauta, la primera película española financiada por crowdfunding (aportación colectiva), con la contribución o inversión de más de 5.000 personas que, por un motivo u otro, decidieron que esta película se tenía que ver. Su peculiar forma de hacerse y de estrenarse –simultáneamente en cine, DVD, Internet y televisión– supone un hito en la historia del cine; pero estas cuestiones, ajenas a la película propiamente dicha, no deben hacernos perder de vista –no deben eclipsar– lo que en realidad es El cosmonauta: una gran película.
Al hablar de la película no podemos evitar empezar haciendo referencia al crowdfunding. ¿Os perjudica este hecho?
Creo que cualquier película va unida a su proceso de producción, y no existe sin él. El que quiera la película virgen, podrá apreciarla, como dices, como película y ya está, pero creo que si se conoce la historia que hay detrás, como ocurre con Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), cobra más valor como película por las circunstancias que rodearon su producción y rodaje. Porque, al final, como en cualquier obra de arte, las circunstancias influyen en la propia obra. En Apocalypse Now, su lado oscuro, denso y desgarrador se debe, principalmente, a que Coppola se vio encerrado en una celda, y su experiencia pudo trasladarla a Kurtz, su protagonista. El cosmonauta tiene en su narrativa mucho de lo que ha sido la historia en paralelo.
Como director de la película, ¿no te molesta que se hable más del proceso de producción que de tu obra?
Es que me siento igual de orgulloso del proceso que de la película. El cosmonauta está gustando a unos, pero otros la están odiando; pero la historia de El cosmonauta como proyecto es un éxito rotundo: todo el mundo se ha enamorado de El cosmonauta, todo el mundo se ha enganchado con nuestra historia, con la narrativa que hemos ido construyendo sobre el proceso, que la hemos serializado durante cuatro años. Y esto es genial.
De lo que has dicho me gustaría subrayar el concepto de cambiar las reglas. ¿Habéis tenido que sortear muchos obstáculos en el camino?
La relación con la industria ha sido extraña. Nosotros esperábamos –honestamente– a los matones de la SGAE el mismo día que empezábamos el proyecto. Creíamos que iban a venir a explicarnos que no, que lo que nosotros teníamos en la cabeza no se podía hacer. La realidad es que una semana después de empezar yo me voy a Valencia a dar una conferencia pagado por la SGAE. Y no es la primera ni la segunda ni la tercera vez que la SGAE me paga un viaje y una conferencia. También nos ha apoyado, pagándome un viaje a Los Ángeles, por ejemplo, la Academia del Cine. La realidad es que hemos sentido apoyados por la industria mucho más de lo que esperábamos. Pero también he de decir que no ha venido ningún productor que se la haya jugado y haya invertido en el proyecto. Por otro lado, los distribuidores nos han bloqueado por completo. Pero hay gente que nos ve como una ventana que abre nuevas posibilidades, que nos ve como el puente entre lo viejo y lo nuevo que está por venir y que todavía no sabemos qué será. Esta película debe servir para aprender. Por eso, la semana del estreno tuvimos varios encuentros con la industria, tuvimos debates públicos, y la respuesta por su parte ha sido sorprendentemente buena.
Hablas del bloqueo por parte de las distribuidoras. ¿A qué se debe este bloqueo?
Prácticamente, porque las distribuidoras de cine están muy polarizadas por lobbies de poder. El problema es que, hasta ahora, habían hecho negocio con la escasez, como en cualquier mercado: menos hay, mayor es su precio. Ellos controlaban la escasez, porque así controlaban el precio. La aparición de internet termina con la escasez. Y el producto se distribuye gratuitamente y el espectador lo ve cuándo y dónde quiera. El problema de las distribuidoras es que ellos siguen vendiendo escasez y te están vendiendo que esa película solo se puede ver en el cine. Pero esto es falso: a los dos días e incluso antes –en ocasiones, incluso antes del estreno– la película ya la puedes encontrar en internet. Lo que pasa es que las distribuidoras siguen creyendo –o no han entendido– que si la gente paga por ir al cine es porque creen que la película solo se puede ver en el cine y no porque el cine tenga un gran valor añadido, que es el poder disfrutar de una experiencia distinta, en una sala y en una gran pantalla. Es normal que estén muy asustados y que no sepan qué hacer para seguir llevando gente a las salas. Creo que van a tener que repensar por qué va la gente a las salas. Hasta que esto no suceda, seguirá habiendo mucha presión, por parte de las distribuidoras, para no cambiar el sistema de ventanas. Y hacen todo lo posible para que este sistema no desaparezca. De hecho, las leyes que el gobierno promulga están encaminadas a proteger este sistema, dando la subvención solo a aquellas películas que se comprometan a no sacar el DVD de la misma hasta pasados tres meses del estreno.
Es verdad que El cosmonauta se puede ver gratuitamente en internet, pero también estáis invitando al espectador a que compre el DVD, porque este viene acompañado de un poemario que, de otra forma, no van a poder tener.
Estamos generando valor añadido alrededor de la película, respetando las normas: precios razonables, calidad, etc. Pero no hace falta el libro para crear valor añadido. De hecho, antes de saber, incluso nosotros mismos, que al DVD se le iba a adjuntar un libro, ya habíamos pre-vendido una cantidad importante de DVDs. Porque la gente que compra DVDs lo compra porque lo quiere tener en la estantería, aunque pueda ver la película de forma gratuita online.
El cosmonauta desafía a la industria del cine, además, publicando la obra con licencia Creative Commons.
Creo en el mundo como un ecosistema, como un lugar en el que vas a recibir todo lo que hayas dado. Creo también que ninguna obra de arte es original, todos copiamos, todos nos apropiamos del talento de los demás, con mayor o menor nivel. Necesito que exista algo que me empuje a crear algo nuevo. Y creo que esto es muy sano. Hay dos razones por las cuales El cosmonauta tiene licencia Creative Commons. La primera tiene que ver con la producción: si la gente la va a compartir, porque el impulso natural del ser humano es compartir, ¿por qué no aprovecharlo como forma de promoción? Lo importante es que la gente la vea; luego, ya nos buscaremos otra forma de ganar dinero. Eso sí, si va a obtener beneficio, tiene que ser justo y compartir las ganancias con el autor. Y después está la cuestión artística que consiste en permitir a futuros creadores que modifiquen El cosmonauta, que creen un Cosmonauta nuevo; no me importa, porque yo sé que aunque a la gente le guste más otra versión de El cosmonauta que no sea mi versión, al final la curiosidad conducirá al espectador a descubrir El cosmonauta original, para saber de dónde surge la idea. Me parece sano; si hay alguien que lo hace mejor, genial; para la siguiente quizá podemos trabajar juntos y, trabajando conjuntamente, seguro que podremos hacer algo bueno. Se trata de eso: de compartir y de no tener miedo a compartir, y asumiendo que compartiendo se generan cosas nuevas y mejores.
Pero más allá de la forma en que El cosmonauta se ha financiado y estrenado habéis hecho una gran película. Hay dos elementos, que yo llamaría subversivos, el primero tiene que ver con cómo juega con las expectativas del espectador. Si vemos el tráiler de El cosmonauta y leemos su sinopsis, uno no puede sino pensar que se trata de una película de ciencia-ficción en el sentido clásico, una película apocalíptica sobre el fin de la humanidad o una película más sobre el espacio exterior. Sin embargo, es una película muy poética, que comparte muy pocos clichés con las películas del espacio.
No me siento culpable en ese aspecto, porque aun sabiendo que estábamos jugando con un tema delicado siempre hemos sido muy honestos, aunque hayamos hemos utilizado las estrategias de promoción de Hollywood para vender una película de autor. Nosotros preguntamos en Internet qué esperaba la gente de El cosmonauta; incluso, les preguntamos si esperaban una película de acción o una película poética como la que finalmente ha sido. Y la gente contestaba que esperaba una película poética.
Adoptando la forma de película de ciencia-ficción espacial, El cosmonauta tenía el éxito asegurado, porque este género tiene un público no solo muy potente sino también, y sobre todo, muy fiel. Me imagino al vendedor de cómics de Los Simpson, invirtiendo sus ahorros en el crowdfunding para que se rodara tu película, asistir luego al estreno en los Cines Callao y en mitad de la película, una vez terminadas las palomitas, largarse indignado, porque El cosmonauta no responde a sus expectativas.
Creo que es justo que haya gente decepcionada, los entiendo, comparto su decepción. Pero creo que además es maravilloso y hay que saber poner en valor que, independientemente de si les ha gustado o no la película, han apoyado a un artista, han apostado no por un proyecto comercial, sino por una persona, Nicolás Alcalá, que tenía clara su visión y que la ha llevado hasta las últimas consecuencias. Gracias a ellos he podido trabajar con total libertad en una película, algo que ni siquiera Spielberg se puede permitir. Porque un director necesita dinero para realizar su proyecto y quien pone el dinero siempre intercede. El crowdfunding me ha permitido trabajar con total libertad, aunque después el resultado no fuera el esperado por quien invirtió su dinero. Pero no me siento culpable en absoluto.
El segundo elemento que más me ha interesado tiene que ver con sus personajes. La película está protagonizada por tres miembros del equipo espacial de la URSS ¡que tienen sentimientos e incluso sueñan! Tan acostumbrados como estamos a que los soviéticos que aparecen en cine y literatura estén caracterizados como personajes planos, fríos, que carecen de emociones y con una individualidad mermada, con El cosmonauta asistimos a un triángulo amoroso. Creo que es la primera vez que veo una humanización de un soviético en cine o literatura producida en el bloque capitalista…
Creo que los rusos funcionan de otra manera, porque conciben la realidad de otra manera. Y esto lo he podido comprobar porque ha trabajado con nosotros una chica rusa que, aunque habla español, al ver cómo construye las frases puedes ver cómo funciona su cerebro. ¡Y es tan diferente al nuestro! He vivido todo un proceso para entender al pueblo ruso, ver la realidad cómo ellos la ven. Y cómo tienen una cultura muy emotiva, cómo establecen vínculos con lo que les rodea, con sus tradiciones…
Hay dos formas de ver la película: una, que sería el visionado normal, ver la hora y media que dura la película; y otra, ver, además de la película, estas piezas transmedia que, lejos de ser accesorios, de alguna forma u otra completan la película, rellenando los huecos de sentido que habéis dejado a propósito. ¿A qué se debe la presencia de estos episodios transmedia?
El transmedia nace en ese momento en que uno se da cuenta de que todas esas notas que tiene en la pared de repente cobran sentido y todas tienen una conexión y todas forman parte del mismo universo. Y ves que puedes unir esas partes, pero que no crees que deban insertarse en la película, porque tienen un ritmo o un lenguaje distinto. Concebí El cosmonauta como un universo muy complejo en el que podía tener cabida una narración épica, otra más poética, otra documental sobre la historia de esos años… Pero son registros distintos que no pueden mezclarse en una película. Pero sí pueden orbitar alrededor de la película en forma de transmedia. Y a quien le interese, allí está. Por ejemplo, hay un episodio transmedia donde los protagonistas aparecen tomando vodka de forma muy desenfadada. Creo que eso sirve para completar el perfil de estos personajes, pero esa escena no encajaría en la poética de la película. Pero, en vez de suprimirlo, se ofrece un episodio transmedia para que, quien quiera, pueda también disfrutar de esa escena. Son distintas capas de un universo complejo y cada cual puede verlas cómo quiera, en el orden que quiera, decidir cuáles quiere ver y cuáles no. Pero son muy necesarios porque solamente con los episodios transmedia lograremos ver el mapa entero; quien elija ver solamente la película se va a sentir desorientado e inmediatamente querrá acudir a los transmedia para encontrar respuestas.
¿Mereció la pena dedicar estos cuatro años de tu vida exclusivamente a El cosmonauta, perdiendo, seguramente, la posibilidad de hacer y de vivir otras cosas?
Respuesta corta: sí, mereció la pena. Sin ningún tipo de duda.
¿En que termino este escándalo?…
El parado humillado por la empresa ‘progre’
Un joven envía su currículum y le responden tratándole de ‘tonto de baba’
Aquí:
http://blogs.lainformacion.com/con-noticias-de-facebook/2012/09/21/riot-cinema-de-la-financiacion-colectiva-al-odio-colectivo/
y aquí:
http://www.periodistadigital.com/economia/empleo/2012/09/21/riot-cinema-collective-joven-alcala-curriculum-mail-responden-tonto-baba-progre.shtml
Ojalá hayan aprendido que de las calenturas(*) nacen bebés no deseados y famas imborrables…
(*) A cualquier edad…
¿Pero es que este tío no se entera de nada?
La película es un auténtico despropósito. Sin pies ni cabeza. Está claro que no hay más sordo que el que no quiere oír. Venga Nicolás, deja el cine, No es lo tuyo. Eso sí, el crowdfunding lo has bordado. No sé si te funcionará otra vez, visto lo visto.
Y que nadie me venga que es una película difícil y gilipolleces de ese calibre. Es simple. Más simple que el mecanismo del chupete. Poesía es otra cosa. Y de eso sé algo.