Sociedad
Día del Desempleo: en España hay más parados e inactivos que ocupados
De los 38,2 millones de personas en edad de trabajar, el número de desempleados (6,2 millones) e inactivos (15,4 millones) supera ampliamente el de ocupados(16,6 millones)
ALEJANDRO INURRIETA // España ya no puede celebrar el Día del Trabajo, pues, de los 38,2 millones de personas en edad de trabajar, el número de desempleados (6,2 millones) e inactivos (15,4 millones) supera ampliamente el de ocupados(16,6 millones). Por tanto, el primero de mayo se puede decir que es el Día del Desempleo, o de la Inactividad.
La acción política, fruto de la fiebre desregulatoria que inician los seguidores de la escuela económica de oferta a principios de los 80, ha propiciado que el peso del factor trabajo en las economías occidentales, y en la española en particular, haya disminuido de forma dramática. Esta reducción del peso del empleo, además, ha venido acompañada por la apropiación de rentas y derechos laborales logrados, en muchos casos, con grandes sufrimientos por los trabajadores en una larga historia de lucha sindical. El mundo laboral en España encara, probablemente, una nueva derrota económica y, sobre todo, política tras la aprobación de la reforma laboral en 2012.
Los aspectos cualitativos nos revelan que las condiciones laborales han empeorado de forma significativa en los últimos años como consecuencia de la codicia del factor capital, que ha mostrado su rostro más duro en el transcurso de la crisis económica. Ello está llevando a que no se respeten los convenios y acuerdos ya firmados, y lo que es peor, la tendencia es a que prácticamente desaparezca la negociación colectiva, salvo en el sector público y los grandes grupos industriales, que sí aprecian las bondades de los acuerdos laborales.
El nuevo paradigma del factor trabajo es claro. Trabajar más horas, plena disposición a trabajar en cualquier lugar y condición, y reducción continua de salarios, sin ningún poder de negociación por parte de los trabajadores. En este viaje se está utilizando la crisis y la reforma laboral para limpiar plantillas enteras de aquellos colectivos que más perturban a muchas empresas. Entre ellos, destaca la fuerte salida del mercado laboral de los mayores de 45 años y, especialmente, los mayores de 50. Hay entidades financieras, por ejemplo, en cuya plantilla ya no hay ningún trabajador mayor de 52 años y que anuncian nuevos EREs, dada la facilidad que ofrece ahora la salida de los trabajadores más antiguos. La excusa de la baja productividad no se sostiene, ya que está demostrado que la experiencia y el valor añadido de buena parte de esta fuerza laboral diferencia a muchas empresas, pero aquí se choca contra este tipo de dogmas que caracteriza a una buena parte de la empresa en España.
Otro aspecto que se ha impuesto es que la precariedad y temporalidad ya no son solo factores que pueden facilitar el acceso al mercado laboral, sino que se han convertido en la norma y se extienden ya a cualquier tipo de sector, sin causalidad, hasta el punto de que han pasado a formar parte del ideario colectivo. Más vale un empleo precario que el desempleo, se repite como un estribillo, lo cual va minando los escasos puentes que defendían la dignidad del empleo, tal como la hemos conocido en las últimas décadas. La potente maquinaria mediática, empresarial y política lanza el mensaje, y la gran mayoría de ciudadanos va entrando en esta dinámica, reduciendo sus reivindicaciones salariales y de cualquier tipo y perdiendo en cada episodio una parte de lo que tanto esfuerzo costó conseguir.
Con todo, y gracias en parte a malas praxis sindicales y políticas, la defensa del factor trabajo se ha atomizado o desaparecido, y con ello el futuro se presenta sombrío. Nadie duda de que ya será imposible volver a cobrar por trabajar en festivos -como ha logrado El Corte Inglés para todo el convenio del comercio-, así como tener salarios que permitan algo más que la subsistencia o jornadas laborales acordes con la dignidad humana. Los resultados son muy nítidos. Lo que viene es una fuerza laboral segmentada, con colectivos (mujeres y hombres de más de 50 años) condenados al desempleo permanente, y una masa de trabajadores jóvenes, hasta los 34 años, cuyas condiciones laborales y expectativas vitales serán infinitamente peores que las de sus padres. Todo ello conducirá a una sociedad envejecida, con un crecimiento potencial muy bajo y siempre expuesta a gran variabilidad. Salarios bajos y contenidos, jornada laboral más largas, negociación colectiva inexistente son las características que nos acompañarán a futuro. Por ello, hoy más que nunca, es imprescindible una fuerza sindical y política que pilote un cambio drástico en las relaciones laborales en España y nos acerque a las mejores prácticas nórdicas.
[Artículo publicado en El Mono Político]
En realidad hay que entender que trabajadores somos los de clase trabajadora, que con la ficción esta de la clase media se nos olvida. Esto es, los que para vivir no contamos con el trabajo ajeno en nuestras tierras (o en nuestras fábricas, empresas…), ni con la especulación en los mercados financieros mediante nuestro capital.
Estemos empleados, en paro o jubilados, o aunque seamos estudiantes, es bastante fácil darte cuenta de si eres de la clase de los que tienen o de la clase de los que trabajan. Si eres de los segundos, el primero de mayo es tu día.