¿Dónde están hoy? ¿Dónde estarán mañana?

No se me ha olvidado la expresión de rabia de un compañero de trabajo cuando puse en duda la conveniencia de la invasión de Irak por Estados Unidos y sus aliados, entre ellos España. Me lanzó las explicaciones habituales: las armas de destrucción masiva, el sangriento dictador Saddam Hussein, el exterminio de los kurdos… Yo me referí a cómo se nos había mentido para justificar la Guerra del Golfo, las noticias falsas con las que nos alimentaron durante la de la ex Yugoslavia, el hecho de que Occidente nunca se había embarcado en una guerra por razones humanitarias, sino por intereses geopolíticos o económicos, que son lo mismo y, de hecho, había apoyado a dictaduras igualmente sangrientas cuando le ha convenido. Quise que entendiese que aquello que le parecía justo y moral podría ser, o al menos había que contemplar la posibilidad, profundamente inmoral, y que quizá no pensábamos lo suficiente en la población que sufriría las consecuencias de nuestra «causa justa».

No había posibilidad de diálogo. Era tremendo el enfado de aquel hombre. No solo estaba convencido de tener razón, también de que la guerra era lo único correcto que podíamos hacer, la única manera de tener la conciencia limpia.

Me he acordado de él estos días. ¿Dónde estará ahora? ¿Qué pensará? ¿Será de los que dicen que Israel tiene derecho a defenderse y rechace de plano cualquier objeción a los crímenes de guerra que ya anuncian sus dirigentes sin el menor escrúpulo?

¿Qué habrá pensado cuando se descubrió que lo de las armas de destrucción masiva era mentira? O cuando Occidente abandonó a los kurdos a su suerte. O cuando se empezó a saber que la intervención occidental, el desequilibrio provocado en la región y los enfrentamientos subsiguientes causaron muchos más muertos que el régimen de Saddam. ¿Será hoy más prudente a la hora de justificar muertes, bombardeos, crímenes de guerra, expulsiones masivas? ¿Habrá dudado cuando nos contaron lo de los terroristas de Hamás decapitando niños?

Quiero imaginar que, antes de emitir una opinión, habrá leído algo sobre la historia del conflicto palestino israelí. Quizá haya encontrado el dato de que, cuando el gobierno de Hamás y Fatah ofreció el reconocimiento del Estado de Israel y aceptó negociar con el hasta entonces enemigo mortal, fue Netanyahu el que torpedeó las conversaciones. ¿Habrá leído que Netanyahu defendía que se financiase a Hamás para desestabilizar a Palestina? ¿Se habrá informado sobre los niños, adolescentes y adultos muertos en los territorios ocupados a manos de soldados y colonos, sobre los encarcelamientos, las torturas, las destrucciones de casas que son el pan nuestro de cada día desde hace muchos años? ¿Habrá tenido dudas?

Veo ahora a políticos, no sólo conservadores, también socialistas, veo a Ursula von der Leyen expresar su apoyo absoluto a Israel, el «Estado amigo», el «Estado democrático en Oriente Medio» y me pregunto dónde estarán dentro de quince, veinte años, si les remorderá la conciencia, en el caso de que, como es probable, Israel se lance a la destrucción de Hamás sin ningún tipo de consideración hacia las víctimas civiles. 

Estoy seguro de que mi ex compañero de trabajo creía en lo que decía. No tenía nada que ganar ni que perder con aquella guerra: expresaba una convicción. Es imposible saber si esos políticos a los que me refiero están siendo también honestos o defendiendo o aceptando una masacre por intereses estratégicos. Sólo sé que dentro de diez o quince años sabremos más sobre lo que está en juego, que nunca es aquello que se dice –eso sí lo hemos aprendido de la Historia–. Conoceremos mejor las razones por las que el Gobierno israelí se ha lanzado a esa operación masiva de venganza que no se justifica sólo por el ataque sangriento de Hamás. También conoceremos mejor las razones de este ataque, el porqué de que países europeos vayan tan lejos como para abolir la libertad de expresión prohibiendo manifestaciones a favor de Palestina –no de Hamás, de Palestina–.

¿Dónde estarán en unos años, qué pensarán los que hoy cierran los ojos ante posibles crímenes de guerra? ¿Qué pensará, por ejemplo, Javier Lambán, secretario general del PSOE de Aragón, sobre su tuit en el que declaraba legítima la respuesta del Estado de Israel, así, sin ningún tipo de límites ni de consideración por los miles de inocentes que están muriendo ya en Gaza? ¿Se avergonzará? ¿Lo lamentará en público?

No sé dónde estaré yo dentro de unos años; cuántas informaciones falsas habré aceptado porque concordaban con mis ideas, de qué actos y opiniones tendré que arrepentirme. Pero no quisiera que uno de ellos fuese el de haber aceptado la masacre y la expulsión de miles de personas, desde la comodidad de mi casa, por motivos que no son tales, sino coartadas.