Sociedad
Residencias: las 7.291 historias que Ayuso sigue sin querer escuchar
Un juzgado investiga por primera vez a la presidenta madrileña y dos de sus consejeros por los “protocolos de la vergüenza”.
7.291 personas mayores murieron en las residencias de la Comunidad de Madrid sin ser trasladadas a un hospital como consecuencia de los protocolos del gobierno de Isabel Díaz Ayuso (PP) en la pandemia. Hasta el momento, a pesar de las protestas familiares y la denuncia insistente de los denominados «protocolos de la vergüenza» –desvelados por InfoLibre–, no se había investigado la responsabilidad política. Ahora, por primera vez, por orden de la Audiencia Provincial de Madrid, el juzgado de Instrucción 1 de Collado Villalba ha admitido el recurso presentado por una familia afectada y ha abierto diligencias para determinar si concurren o no indicios de la comisión de un delito de homicidio o lesiones imprudentes u omisión del deber de socorro en el caso de la presidenta Ayuso y sus consejeros Enrique López y Enrique Ruiz Escudero. «Es una investigación que ya se cerró. No tiene más recorrido», ha afirmado Ayuso desde EEUU.
El suegro de Lola Parra fue una de esas 7.291 personas que no fueron derivadas al hospital. Lola iba todos los días a verlo a la residencia pública de Alcorcón hasta que la cerraron días antes de decretarse el confinamiento total, el 14 de marzo de 2020. “En cuanto cerraron, mi marido y yo intentamos sacarlo de la residencia, pero no nos dejaron”, recuerda. Ahí empezó un calvario que se multiplicó por cientos a lo largo y ancho de la Comunidad de Madrid. “Llamábamos para hablar con él y nos decían que o no nos lo podían pasar o que tenían mucho trabajo”, continúa su relato. Gracias a una trabajadora del centro, amiga de la familia, Lola pudo comunicarse con su suegro e intentar explicarle por qué no iban a visitarle todos los días, como habían hecho siempre, pero él no lo entendió.
“A los pocos días me llamó esta trabajadora y me dijo que estaba tosiendo y dando vueltas por la residencia, y le pedí por favor que le metiera en su habitación”, añade. Después, Lola se comunicó con el médico de la residencia no sin esfuerzo. Le dijo que su suegro estaba bien, sin problemas. Era el día 20 de marzo. El día 23, Lola recibió una llamada del centro. Le dijeron que estaba tosiendo y con fiebre y poca saturación. El día 24 la cosa seguía igual y Lola cuenta que intentó que lo derivaran al hospital: “Él tenía un principio de alzhéimer pero se comunicaba bien, comía solo, no iba en silla de ruedas…”.
Le respondieron que no estaba tan grave. Días después, su suegro sufrió una caída. “Era la ocasión perfecta para que le enviaran al hospital, pero tampoco quisieron”, concreta Lola. El día 27, su familia supo con certeza que estaba contagiado de COVID. “El médico me dijo que el autocar de la residencia ya estaba yendo al hospital a por la medicación. Yo le dije que sería más fácil si lo derivaban, pero nada”. Mientras tanto, la sanitaria que conocían en el centro les avisó de que su suegro no había ni desayunado ni comido, algo que la doctora de la residencia les negó en torno a las 14.30 horas. Volvieron a pedir que le enviaran a un hospital. Tampoco.
A las 19.00 horas de ese mismo día, el suegro de Lola falleció. “Por la mañana me decían que todo estaba bien, que no hacía falta derivarle, y unas horas después está muerto. El cuerpo estuvo 24 horas en una habitación hasta que pudieron llegar los servicios funerarios”, explica. Murió solo, asfixiado, sin comprender lo que sucedía. Tampoco les dejaron verlo. La familia denunció por estos hechos al director de la residencia, la propia Isabel Díaz Ayuso y Enrique Escudero, como antiguo consejero de Sanidad, y a Carlos Mur, como alto cargo del Gobierno regional que rubricó estos “protocolos de la muerte”.
El hospital no acepta derivaciones de residencias
Cientos de enfermeras y técnicas auxiliares, en quien recaen mayoritariamente este tipo de cuidados en las residencias, también se convirtieron en protagonistas inesperadas de la historia. “A nosotras no nos llegó ninguna orden en concreto. Simplemente, llamabas a los hospitales para derivar y te decían que no podían enviar una ambulancia, que hiciéramos lo posible pero sin contar con el hospital”, relata una enfermera de la residencia pública Reina Sofía, en Las Rozas.
Es decir, el protocolo les llegó de forma práctica, sin remilgos. A todo ello se sumó la carga laboral desbordante: “Con muchas compañeras de baja, teníamos que hacer turnos dobles. Yo entraba a las 14 horas y salía a las 4 de la madrugada. Era imposible llegar a todo”, comenta esta sanitaria que prefiere mantenerse en el anonimato por temor a represalias laborales. En aquellos momentos, ni siquiera les llegaba la medicación desde el hospital. “Teníamos que ir a por ella en taxi”, dice.
De todas formas, el sufrimiento se cebó con los más mayores: “Yo quizá me jugué una sanción, pero hacía todas las videollamadas que podía entre los usuarios y sus familias”. En cambio, no todos corrieron esa suerte, al menos hasta el final. “No teníamos medios, ni siquiera mórficos para suministrarles y que no sufrieran. No puedo ni describir la imagen que tengo de ellos antes de morir. Era tal angustia, tal ahogo… No quiero ni removerlo”, aduce esta enfermera. Ella terminó recibiendo atención psicológica por esta experiencia traumática y siempre costeada de su bolsillo.
La pandemia desde la política
Alberto Reyero, consejero de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid con Ciudadanos en aquellos momentos, decidió abandonar la política en octubre de 2020. En él recaían las competencias de las residencias cuando estalló la pandemia. “El primer caso que se dio de un positivo por coronavirus en una residencia fue el 4 de marzo, en la residencia de La Paz”, rememora. Ese fue también el primer caso en toda la región madrileña.
Desde aquel momento, afirma, se activaron las alertas preparadas, pero todavía se pensaba que la COVID-19 podría ser algo controlable sin demasiados esfuerzos. Dos días después, la Comunidad de Madrid cerró todos los recursos sociosanitarios. “Pensábamos que el material de protección individual sería suficiente, pero luego vimos que no”, acepta el antiguo responsable político.
Llegó el 17 de marzo y, con él, el primer brote importante. Se dio en la Residencia de Monte Hermoso y dejó un volumen importante de personas contagiadas y fallecidas. Y aquí empieza lo que Reyero denomina como “cosas especiales que hacen de la Comunidad de Madrid una región diferente a las demás” en cuanto a la gestión de la pandemia en las residencias.
Un día después, el 18 de marzo, se publicó el primer protocolo que hablaba de excluir de la derivación hospitalaria a aquellas personas con algún tipo de discapacidad o enfermedad que vivieran en las residencias. “De aquello se enviaron varias versiones pero yo todavía no lo conocía. El día 21 de marzo vi el protocolo más grave de todos, confeccionado un día antes, y advertí al consejero de Sanidad [Enrique Ruiz Escudero] de que, en el caso de hacerse firme, todas esas personas excluidas morirían de forma indigna”, prosigue. De hecho, ese es el título del libro en el que Reyero plasmó su experiencia al frente de la crisis sanitaria vivida en las residencias: Morirán de forma indigna, (Libros del K.O., 2022).
Él mismo resume lo ocurrido: “Como tampoco se medicalizaron las residencias como se dijo que se iba a hacer, no solo se evitó el intento de salvar esas vidas en los hospitales, sino que se condenó a las personas que no trasladaron a no recibir la atención de paliativos que necesitaban”. Además, el hospital de campaña levantado en Ifema excluyó a personas procedentes de una residencia, a tenor de lo explicitado por Reyero. “De las cinco semanas que estuvo abierto, ingresaron 3.000 personas. De ellas, sólo 23 venían de una residencia”, subraya.
Derivaciones por seguros privados
Desde su punto de vista, el hospital de campaña de Ifema, en teoría levantado para atender a quien más lo necesita y que se llevó a todos los sanitarios de los centros de salud cerrados en lugar de ser enviados a las residencias, fue un plató de televisión, una estrategia de marketing, en palabras de Reyero. Más tarde se enteraron de que tampoco se derivó directamente a un hospital privado a ningún usuario de una residencia. Mientras los hospitales públicos estaban atestados y languidecían, en los privados sobraban camas. “Los únicos derivados fueron aquellos que tenían un seguro privado, lo que permitía que superaran esa barrera que había creado el protocolo de exclusión”, añade el antiguo militante de Ciudadanos. En definitiva, tan sólo el 23% de los usuarios de residencias, de un total de 9.468, fallecieron en un hospital durante aquel periodo.
Entonces, ¿por qué Reyero aguantó tanto en el cargo? Según explica, pronto se dio cuenta de que no tendría los medios sanitarios para luchar contra tal emergencia sanitaria, y asegura que en marzo de 2020 ya se planteó dimitir. “Tampoco el Gobierno central responde a mis peticiones, pero decido continuar al frente de la consejería hasta el final del estado de alarma porque considero que no es momento de dimitir”, añade. Una vez finalizado este periodo, desde el partido, Ciudadanos, le pidieron que continuara algo más. Lo hizo hasta que el 2 de octubre de 2020 oficializó su salida del gobierno liderado por Isabel Díaz Ayuso. Desde entonces, Reyero no ha desempeñado ningún otro cargo político.
Cada pueblo tiene lo que merece.
Si les gusta Ayuso a lxs madrileños, allá éllos; pero por favor, lo más lejos posible de todo lo que sea dignidad, justicia social, progreso bien entendido, librepensamiento, sabiduría…
Samaritanas, católicas, visibles y concertadas · por Antonio Martínez Lara.
Todas esas características del título son las que esperan lucir en sus escuelas quienes acudieron a la asamblea que aparece el 22-9-23 en El Confidencial Digital. Empiezan escuchando el ruego de don Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid, los casi 400 directivos de Escuelas Católicas de Madrid en su asamblea inicial de curso. Aunque yo no vivo en dicha Comunidad Autónoma, me preocupo por el seguimiento que de la señora Ayuso, la ilustre y llamativa presidenta de la misma, hace don Juanma en esta Andalucía de María Santísima. Y es que, en esta España tan preocupada por el separatismo periférico, a lo mejor son estas dos CCAA las que más autonomía y o separación reclaman. Y es que el partido “constitucionalista” a que pertenece la dirigencia de ambas comunidades es casi el que más se decanta por esta catolicidad, y ambas la aplican con destacado fervor. Cabe señalar que ambas administraciones acogen negociado específico para la escuela concertada, en detrimento de otras de prioritaria y legal atención. Dejando de lado el poco cumplido art. 27-4 de la C.E. sobre la obligatoria y gratuita enseñanza básica, así como los no pocos inconvenientes de los idearios para una formación neutra, pasemos a los deseos de la citada reunión.
Durante la asamblea Cecilia Manrique, la directora de Escuelas Católicas de Madrid, ha pedido el entendimiento y ha situado a la escuela católica como eje para vertebrar una sociedad unida. Añadió textualmente: “Tenemos muy presente nuestra identidad cristiana y, con ella, nuestra vocación social y de escuela samaritana”. Releyendo con atención estas palabras, el maestro de escuela pública que sigue en este jubilado se solivianta, y manifiesta su desacuerdo. Tras lamentar una vez más aquello de la LOE sobre la enseñanza que imparten los centros financiados con dinero público, y las inexactitudes, cuando no falacias, que une a sus palabras la señora Manrique. Mal puede hablar de sociedad unida quien procura una educación obviando a los desiguales más cercanos, para unirse a los de su propio ideario. Mal puede llamarse samaritanos a quienes, por lo mismo, se apartan del camino común, en el que probablemente encontrarían más a quien mostrar su caridad, ya que no su solidaridad. Mal podrán igualmente “empastar” las diferencias a que aluden. Está claro también qué entienden por identidad y cómo la quieren imponer, si encuentran o logran ocasión. No queda ninguna duda de lo que pretenden: hacerse más visibles desde lo que creen, a ser posible, mejorando los caminos y el concierto educativo.
Relacionando una nueva legislatura de la Comunidad de Madrid, el mencionado obispo subraya la labor esencial de la escuela católica haciéndose presente en la sociedad y en cada barrio. Siguió: “Vosotros los maestros sois parte nuclear de la vida de la iglesia, cuya acción educativa es parte esencial de su identidad” “Los alumnos necesitan y buscan referentes y testigos como vosotros”. Acaba relacionando todo con el V Congreso para 23-24 de Noviembre.
Atentos a un tema que se abre camino con más ruido que compromiso, dicha Asamblea habla de “Escuelas que cuidan la salud mental”. Para ello prevén una jornada en octubre para conocer, detectar y acompañar al alumnado. Muy estupendo el ánimo para solucionar ese problema en un día. El abajo firmante se vuelve a estremecer recordando lo que viene ocurriendo con aspectos como este de la salud: un día o una comisión y si no, echar balones fuera. Me estoy refiriendo a la atención que en general se viene prestando al alumnado con necesidades educativas especiales. Cantidad de veces se resuelve el problema de entrada: aquí no tenemos profesorado especialista al respecto, váyase a la pública. Si en algún caso hay un remedo de atención, difícilmente se llega a la modulación adecuada entre aulas específicas y la deseable aceptación en las aulas de alumnado común en el que se supone que se debe ir integrando a quien se encuentre en esa situación. En general la virtud de acogimiento que se le supone al samaritano desaparece aun más. Todo eso de la socialización real de la persona para una sociedad en la que sí hay situaciones realmente desiguales. Si eso ocurriera, es que no se esfuerza suficiente. Es que… En esta sociedad des educadora, por neo liberal, la escuela cada vez es menos, si alguna vez lo fue, lugar de humanización para el diferente, para el que no se asimila a lo que sea, o simplemente es pobre. ¡Menuda salud mental nos está propiciando también don Juanma!
Antonio Martínez Lara – Europa Laica.