Opinión
Las enseñanzas de la ardilla ártica (una parábola)
"El peligro de despertar a un mundo invivible si no salimos del cómodo letargo y reactivamos nuestro cerebro es real", reflexiona Ovejero.
Un estudio publicado en Science ha convertido en noticia a este animal de aspecto despierto que es, en realidad, un gran dormilón. Enterrada en su madriguera para esconderse del frío más extremo, la ardilla ártica pasa alrededor de ocho meses hibernando. Aparte de que quizá ostente el récord mundial de resistencia a las bajas temperaturas, también es conocida por la rapidez de recuperación de su cerebro tras las fases de hibernación, por lo que ha sido estudiada en investigaciones sobre el Alzhéimer.
Para sobrevivir durante la hibernación, cada pocos días se pone a temblar, reactiva su metabolismo, y así consigue la temperatura corporal necesaria para que no se le congele el cerebro, que, además, se mantiene algo más caliente que el resto del cuerpo. Una de las conclusiones del estudio es que la ardilla ártica necesita con menos frecuencia que antes esta reactivación del cerebro porque las temperaturas no bajan tanto.
Pero si el estudio de Science ha despertado el interés de la prensa internacional no es debido a las habilidades de esta especie para sobrevivir al frío sino porque el calentamiento global está afectando a su vida sexual. El aumento de temperaturas provoca que las hembras despierten de la hibernación unos diez días antes de lo que era habitual hace pocos años. Por motivos que se desconocen, las hembras tienen mayor sensibilidad al calentamiento global. Pero sus parejas potenciales continúan durmiendo con placidez como si nada hubiera cambiado. Resultado: como el periodo de disponibilidad sexual de las hembras es bastante breve, muchas no consiguen aparearse, lo que puede amenazar a la supervivencia de la especie. O también es posible que se dé una selección natural por la que se apareen los machos más –literal y metafóricamente– despiertos.
Al leer artículos sobre este animal en varios periódicos no he podido evitar asociarlo con cierto tipo de votantes de izquierda y centro izquierda, que, enterrados plácidamente en sus madrigueras, se agitan regularmente, despiertan de su sueño de series y champions leagues, ponen un rato su cerebro en funcionamiento para que no se les congele, envían un par de tweets furibundos, y vuelven a cerrar los ojos hasta que sea imprescindible volver a abrirlos.
El problema es que el mundo está cambiando; si hace poco quizá parecía menos acuciante despertar a tiempo, en este entorno en el que la derecha se ha vuelto casi indistinguible de una ultraderecha feroz, y en el que los medios bien pagados con dinero público y privado nos arrullan para que no veamos el peligro, despertar a tiempo es cuestión de supervivencia. Y, cuando digo despertar a tiempo, me refiero obviamente a hacerlo para evitar la catástrofe mediante el voto.
Las hembras de nuestra especie, más amenazadas por los cambios que pueden aumentar el poder de antiabortistas, misóginos y negacionistas de la violencia de género, parecen más sensibles al peligro, más despiertas. Pero es necesario que tanto ellas como ellos salgan de su modorra, abran los ojos a lo que se avecina y abandonen la madriguera, aunque les dé pereza, o aunque prefiriesen darse la vuelta y seguir durmiendo hasta que la izquierda haya dejado de irritarles con sus peleas y aspavientos. El peligro de despertar a un mundo invivible si no salimos del cómodo letargo y reactivamos nuestro cerebro es real.
Ardillas árticas del mundo, uníos.
«cierto tipo de votantes de izquierda y centro izquierda, que, enterrados plácidamente en sus madrigueras, se agitan regularmente, despiertan de su sueño de series y champions leagues, ponen un rato su cerebro en funcionamiento para que no se les congele, envían un par de tweets furibundos, y vuelven a cerrar los ojos hasta que sea imprescindible volver a abrirlos».
¡Pero que acertado estás José!, que nos han hecho algo, que ésto no es normal, que de la tarde a la mañana es inexplicable una parálisis cerebral general.
Las redes sociales han adormecido mucho, y el fútbol lo hace igual que lo hizo en plena dictadura, la ley mordaza ha acojonado a muchxs que iban de valientes, pero también hay ataques sutiles, con energías tóxicas, soporíferas, ect. No es tan difícil de creer ni de hacer.
Lo bueno que tienen las redes sociales no sólo es que son muy democráticas, sino que, además, no te obligan a la fastidiosa tarea de pensar: ¡te lo dan todo hecho!
(Castino23)