Opinión
El terrorismo y las líneas rojas del régimen del 78
"Los límites y dobles raseros democráticos del régimen del 78 son evidente", escribe la politóloga Arantxa Tirado
El rescate del fantasma del terrorismo con fines electorales que se está dando en esta campaña por parte del Partido Popular (PP), como si la situación política en el País Vasco o en España no hubiera cambiado desde que ETA cesara su actividad en 2011, está provocando divisiones en el propio PP y malestar incluso entre familiares de las víctimas de ETA que ven con estupor la última provocación comunicativa de Isabel Díaz Ayuso: “ETA está viva y en el poder”. Estas declaraciones han sido el punto culminante de una estrategia que este partido lleva años explotando cada vez que quiere eludir el debate sobre políticas concretas: el comodín de ETA. Una estrategia que ha sido retomada en estos días, pero cuyo uso no responde solamente a la voluntad de obtener réditos en las urnas sino, sobre todo, a dejar claros cuáles son los límites de lo políticamente posible en el régimen del 78.
La inclusión en las listas electorales de Bildu de varias personas relacionadas con la banda armada en el pasado, denunciada en los últimos días por las mismas víctimas que ahora critican las hipérboles de Díaz Ayuso, ha desatado la tormenta política. La reacción del resto de partidos ha sido unánime, condenando la posibilidad de que algunos exterroristas o personas del “entorno de ETA” puedan ser electas. Una cuestión ética, más que legal, argumentaban, pues estos candidatos tienen plenos derechos políticos, incluido el de sufragio pasivo. Como resultado de la presión política y mediática, Bildu ha dado un paso atrás y anunció que los siete candidatos condenados por delitos de sangre no asumirán el cargo si son electos en aras de favorecer “la convivencia y la paz”.
Este señalamiento a los candidatos de Bildu y la respuesta del partido cediendo al chantaje de la derecha abre un precedente preocupante que nos confronta de nuevo con las líneas rojas existentes para defender determinadas ideas en la democracia española, incluso cuando se hace por la vía electoral. De hecho, tanto el sector ayusista del PP como Vox están aprovechando para plantear la ilegalización de la izquierda abertzale, posicionando en la sociedad un peligroso debate que abriría la puerta a la futura ilegalización de las ideas que el poder hegemónico considerara fuera de la ley como, por ejemplo, el comunismo. Algo que ya sucede de facto si se considera cómo los medios hegemónicos representan -cuando no silencian- a esta ideología, desproveyéndola de toda legitimidad democrática. El artículo 16 de la Constitución española, que garantiza la libertad ideológica, se vulnera en la práctica demostrando, una vez más, que no todos somos iguales ante la ley.
Los límites y dobles raseros democráticos del régimen del 78 son evidentes. Resulta altamente paradójico, cuando no directamente insultante, que un partido fundado por varios ministros de una dictadura que aplicó la pena de muerte hasta sus últimos estertores, como la franquista, plantee vetos a otros candidatos políticos por sus pasados delitos de sangre. Sólo la Ley de amnistía convertida en amnesia colectiva puede permitir la desfachatez ética de amparar unos asesinatos políticos mientras se condena a otros, dando lecciones de moral, además. El cinismo de la derecha se torna especialmente grave si se considera que, a diferencia de los ex terroristas de ETA, juzgados y condenados a distintas penas de prisión por su uso de la violencia como herramienta política, ninguno de los muchos responsables de los crímenes del franquismo ha sido juzgado por tribunal alguno en el Estado español. Y tampoco por tribunales extranjeros pues España ha boicoteado activamente la conocida como Querella Argentina, impulsada ante la justicia de ese país por un grupo de activistas por la memoria, la justicia y la reparación de las víctimas del franquismo, apelando a los principios de la justicia universal. Una España que, por el contrario, ha aceptado este mismo principio cuando se ha tratado de llevar ante los tribunales españoles a responsables de crímenes de lesa humanidad, eso sí, realizados a kilómetros de distancia de su territorio, por ejemplo, en Guatemala.
Para acabar de mostrarnos las costuras e hipocresías de una Transición a la democracia que surgió de un pacto gatopardista de élites, esta semana también entró en escena el excomisario y ex agente de la inteligencia española José Manuel Villarejo. En su comparecencia en la Comisión de Investigación que investiga la presunta trama parapolicial creada desde el Ministerio del Interior bajo la presidencia de Mariano Rajoy, celebrada el 10 de mayo en el Congreso de los Diputados, Villarejo dejó algunas frases célebres. Por ejemplo: “Los servicios de inteligencia de todos los países en ocasiones entienden que hay que tomar unas decisiones drásticas respecto a determinadas personas y actúan” y esto se aplica a “la gente incómoda” pues “todos los países, todos los Estados (…) entienden que en un momento determinado la eliminación física es la mejor solución a una crisis y lo ejecutan”. Villarejo se refería al terrorismo de Estado, esos crímenes que en el caso de España se siguieron produciendo también en democracia, como los del terrorismo de ETA, que les sirvió de justificación.
Las palabras de Villarejo ilustran a la perfección la razón de Estado, esa guerra soterrada de aquellos que consideran que el Estado es suyo y que utilizan todos los medios a su alcance para mantener su dominio frente a quienes cuestionan el orden existente. Quienes quieren democratizar el Estado se convierten en ese enemigo interno, real o imaginario, que ha servido a lo largo de la historia para justificar los peores crímenes estatales en nombre de la supuesta democracia. Con la demonización de determinadas ideas, incluso cuando se defienden con métodos pacíficos, la derecha permite visualizar las auténticas líneas rojas de un régimen que expulsa de la legitimidad política a todos aquellos que quieren transformarlo desde otros postulados ideológicos. Una apuesta arriesgada que puede revertirse en contra del propio statu quo que la derecha pretende defender.
«La guerra es el terrorismo de los ricos y el terrorismo la guerra de los pobres del planeta».
ETA fue la respuesta de un grupo de valientes a unos golpistas aupados por una oligarquía que no aceptó la victoria republicana, e impusieron la ley del terror y de la barbarie sobre los derechos y las libertades del pueblo, las guerras casi siempre las ganan los que más recursos y menos escrúpulos tienen.
A la muerte del jefe de la dictadura ellos mismos fueron los que se cocinaron la «ejemplar» transición y se erigieron en demócratas.
La oposición española que formó parte de esta pantomima defiende que no se podía hacer otra cosa….
Aquella «modélica» Transición no para de dar frutos.
Se dice que «Un país que no conoce su historia está condenado a repetirla».
Y la historia se está repitiendo.
Me temo que hay demasiada inconsciencia, desconocimiento y manipulación de masas, mala intención por los que siempre han detentado el poder y sólo una minoría de personas conscientes.
¿Transición a la democracia? ¿y que pasó en el camino que aún no ha llegado?
Le llaman el estado; pero es el capital, la dictadura del capital, la más genocida y sanguinaria de todas las dictaduras.
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NO HEMOS DE CAER EN LA MENTIRA DE LOS DOS BANDOS, DE GUERRA CIVIL, DE GUERRA ENTRE HERMANOS…
Sí, esos mismos que salen con la bandera de España, cuando se manifiestan contra el matrimonio homosexual, contra los derechos y libertades de las mujeres a decidir, son los que dan a entender que España es Una, es Grande y es Libre, sí, esos xenófobos y machistas a los que nunca veo defendiendo con la bandera, ni a la cultura ni a la sanidad.
Son los mismos ideológicamente que hace 80 años dieron un golpe de Estado, que metieron en la cárcel, reprimieron, fusilaron y asesinaron, consiguiendo que España sea el segundo país del mundo con mayor número de desaparecidos y de muertos por el genocidio que supuso aquel golpe de estado a la democracia durante la II República.
No hemos de olvidar a las miles de mujeres represaliadas, a los más de 30.000 bebés desaparecidos, a los más de 190.000 fusilados acabada la guerra, a los más de 114.000 desaparecidos que hay que sacar de las cunetas.
Ellos han conseguido crear un relato para engañarnos y hasta han conseguido que hablemos de guerra civil, de bandos, de guerra entre hermanos y no es cierto.
No hubo una contienda, lo que hubo fue un golpe de Estado antesala de una feroz represión y de 40 años de dictadura, no hemos de caer en la mentira de los dos bandos, pues ningún Estado democrático puede igualar a los asesinos con sus víctimas, pues no es lo mismo el torturador que el torturado, no es lo mismo la cultura y la educación que la violencia y el terror, no es lo mismo un dictador golpista que aquellos que fueron los legítimos defensores de la democracia y del orden constitucional.
Es una vergüenza que un país pueda llamarse democrático con tantos miles de muertos en las cunetas, y que no haya sido capaz de anular los juicios sumarísimos durante la dictadura, sin garantías ni respeto a los derechos humanos.
Por ello hemos de denunciar a esa prensa que es correa de transmisión de propaganda confundiendo a la población, creando un relato del odio y del miedo…
-Andrés Barés Calama- «Levántate Brava» – Salamanca al día-
Lahaine.org de nuevo en el punto de mira de la represión.
Acusan a una compañera de La Haine de «enaltecimiento del terrorismo».
Por la libertad de expresión e información.
Basta de ataques al periodismo crítico.
Entendemos este nuevo proceso judicial contra nuestro medio como un flagrante ataque a la libertad de expresión e información. Denunciamos así mismo la persecución por parte de la judicatura y la Guardia Civil de un medio antifascista como el nuestro. Exigimos la derogación de los delitos de opinión y concretamente de los artículos 578 y 579 del Código Penal, que regulan los llamados delitos por “enaltecimiento del terrorismo”, una herramienta con la que el Estado se dota para perseguir opiniones y para perseguir a la disidencia política. Por supuesto este ataque a La Haine y a la libertad de información no deja de ser una pieza más en el ataque a los movimientos de apoyo a lxs presxs políticxs y hacia cualquier muestra de solidaridad con lxs mismxs.
El único fin del proceso emprendido por la Audiencia Nacional es castigar las ideas políticas contrarias al régimen, castigar las ideas antifascistas, en definitiva, poner en marcha un proceso que sirva de escarmiento y aviso a navegantes para que bajemos las orejas y mantengamos la cabeza agachada. El tribunal de orden publico hace décadas que paso a ser la Audiencia Nacional, pero sigue manteniendo vigente el papel que le confirió el franquismo, siendo fiel a su herencia. Es por ello que resulta innegable el carácter y la motivación política que se esconden detrás de este nuevo proceso.
Desde La Haine llamamos a denunciar públicamente este nuevo ataque a la libertad de expresión e información, nos reafirmamos en nuestro trabajo en las calles, con los movimientos sociales e informando desde una perspectiva antifascista.
Colectivo Editorial de La Haine
https://insurgente.org/acusan-a-una-companera-de-la-haine-de-enaltecimiento-del-terrorismo/