Cultura
Jorge Dioni: “En el modelo neoliberal, las administraciones son empresarios de la ciudad”
Tras la 'España de las piscinas', Dioni publica 'El malestar de las ciudades' (Arpa, 2023), un libro que nos muestra el "movimiento" que no solemos ver del mundo urbano.
¿Por qué la gente deja las ciudades? Esta es la pregunta de la que parte el nuevo libro de Jorge Dioni, El malestar de las ciudades (Arpa, 2023). Pero es también la pregunta que, según cuenta el autor, le hicieron con frecuencia en la presentación del anterior, La España de las piscinas, de la misma editorial (2021).
Podríamos decir, por tanto, que estamos ante la segunda parte de una obra centrada en mirar lo que no solemos ver cuando vamos por la calle, aunque esté por todos lados: por una parte, esa marcha de generaciones de entre 40 y 50 años con hijos a las afueras; y, por otra, el turismo y su masificación, que, como sostiene Dioni, impide que seamos conscientes de que las ciudades –y no solo la España vaciada– están en un proceso de despoblación y envejecimiento. En este libro, además, incide en un término muy significativo: el movimiento.
La tesis que defiende en el libro es que la ciudad ha dejado de ser un lugar para vivir. Es decir, se ha convertido en un espacio económico que necesita “movimiento constante, propio y ajeno”. ¿Por qué la clave es el movimiento?
Como soy profesor de escritura, una de las cosas que más me interesan es el uso de las palabras porque son la base de cómo vemos el mundo. Somos una cultura basada en el movimiento y la mayoría de palabras de ese campo semántico tiene connotaciones positivas. Por el contrario, si nos fijamos en los titulares de prensa, las palabras vinculadas a la ausencia de movimiento, como frenazo, parón, ralentización, tienen connotaciones negativas. De hecho, llamamos paro a la situación de desempleo.
El movimiento también es la clave porque se convirtió en el principal sector económico de las ciudades industriales tras la crisis de la producción. Las ciudades globales son grandes nodos de capitales, información, personas y productos que se hacen en otros sitios. Esto hace que la logística sea cada vez más importante o que los viajeros tengan más importancia que los residentes. Se hacen campañas para atraer visitantes de alto poder adquisitivo mientras se descuida al ciudadano habitual.
¿Cuáles son las principales causas del malestar?
Lo produce el propio movimiento. La industria de los flujos provoca problemas en las ciudades y cambia su fisonomía social. Si hay barrios donde desciende drásticamente la población residente, se produce un cambio. Puede ser más o menos lento, pero un cambio.
Un ejemplo muy claro es el turismo masivo y se ve muy bien en La residencia de los dioses, un cómic de Astérix. Los romanos construyen un hotel de lujo en el bosque de la aldea gala y los visitantes deciden ir a comprar allí. Les gusta el pescado, que les parece muy barato, y las armas del herrero. En unos días, en la aldea sólo hay pescaderías y herrerías, y ambas a unos precios inasumibles para los galos. La prevalencia del flujo hace que el visitante con alto poder adquisitivo sea un mejor cliente del producto ciudad que el residente. El entorno se modela hacia el primero. Por ejemplo, se pueden ver campañas para atraer turismo sanitario o de reproducción mientras que el sistema público de salud se degrada.
Otro ejemplo es el vehículo privado. Si no se controla el precio de un bien básico como la vivienda y se promueve la llegada de inversores internacionales, los residentes se ven desplazados a la periferia, donde tienen que usar el coche para desplazarse. Esto provoca enfrentamientos con la ciudad, que no quiere recibir todos los problemas que produce el vehículo privado.
Estamos a las puertas de unas elecciones municipales. ¿Cree que los partidos políticos, en general, están dando respuestas o darán respuestas en su campaña para frenar ese malestar?
Uf, no sé qué decir. Creo que la vivienda es uno de los temas centrales de esta campaña y, en algunas ciudades donde el peso de los flujos es muy importante, creo que el debate se centra en reducirlos o no. Es decir, el modelo de ciudad. Pienso en Barcelona, Palma o Málaga. Han tenido subidas espectaculares de la vivienda hasta provocar desplazamientos internos o incluso la merma de servicios por la falta de trabajadores. Si tienes que dejarte tres cuartas partes del sueldo en la vivienda, puedes renunciar a tu plaza.
Respecto a las elecciones, creo que hay una cuestión relevante y que tiene que ver con ese conflicto entre ciudad y área urbana. En Francia, las principales ciudades tienen alcaldes socialistas, republicanos o ecologistas, partidos intrascendentes en las presidenciales. En Italia, el centro-izquierda ganó las cinco ciudades más importantes en 2021 y, en 2022, la ultraderecha, sin poder urbano relevante, ganó las generales. Deberíamos pensar que quizá las ciudades no son el anticipo de los resultados posteriores ni son garantía de nada.
Hay mucha gente que se va, pero hay otra que, aun queriéndose ir, no lo consigue. ¿Es todavía un privilegio poderte ir, poder huir?
En general, es un privilegio poder estar donde quieres estar porque eso significa tener tiempo y recursos económicos. Cuando, en 2020, se planteó que habría un éxodo al urbano más desconcentrado, la España vaciada, tenía poca base. Las oportunidades laborales, formativas o sociales están concentradas porque el modelo tiende a la acumulación.
Ojo, irse de las ciudades no quiere decir irse muy lejos. El gran espacio del siglo XXI es el área urbana, la periferia de las ciudades, la España de las piscinas. Creo que no nos hacemos aún una idea de la importancia que ha tenido este movimiento migratorio que tiene un importante carácter generacional. Es decir, han sido las personas en torno a los 40-50 y sus hijos. Es decir, las ciudades también sufren un problema de envejecimiento.
En el libro reflexiona sobre cómo el neoliberalismo nos enfrenta entre nosotros y el problema sigue existiendo. Es decir, los vecinos de Santiago se enfadan con los peregrinos por el ruido, se pelean entre ellos y todo sigue igual. ¿Qué salida hay para cambiar ese modelo en este momento de desesperanza?
El modelo es que todo debe convertirse en un producto que se ofrezca en un mercado desregulado, donde la principal fuente de información es el precio. Así que todo tiene que valorizarse y monetizarse. De hecho, el modelo ofrece herramientas para que todo pueda convertirse en un producto cuyo objetivo acaba siendo la comercialización. La competición es el formato más extendido y se promueve la competición entre iguales por los recursos. En este caso, el vecino y el turista son la misma persona porque todos tenemos estos dos papeles en algún momento. La clave es que, mientras nos enfrentamos entre nosotros, no cuestionamos el modelo. Ni hablamos de él. Nos parece algo natural.
La salida es tratar de sacar elementos del mercado. Por ejemplo, el espacio urbano no se consideraba algo que tuviera obligatoriamente que monetizarse, lo mismo que la vida privada de las personas no famosas. Creo que cualquier iniciativa es positiva porque, aunque sea pequeña, puede provocar un cambio en la visión. En este momento de campaña electoral, creo que es importante valorar el esfuerzo de la gente que quiere mejorar la vida del mayor número de personas.
¿Qué tiene que ocurrir para que nos demos cuenta de que todos somos turistas? Porque vemos a los turistas como algo horrible. ¿Por qué censuramos en otros lo que hacemos también?
Vemos a los turistas como algo horrible porque no somos ellos y, además, porque nos han enseñado a despreciarnos. El historiador Michael Parenti habla de la historia de los caballeros. El relato histórico se ha contado desde la perspectiva del varón occidental y rico. La oligarquía presenta sus intereses como equivalente al interés general, la estabilidad, el sentido de estado o la defensa de las instituciones. Cualquier movimiento a favor de la redistribución se considera peligroso o inasumible. Es un discurso que aún vemos. En Roma, se decía que la distribución de tierras o grano provocaría la pérdida del sentido del sacrificio, lo mismo que se dice hoy de las medidas sociales.
Habla, ahora que llega también el verano, de las playas y de cómo unos lugares que consideramos públicos han sido también colonizados. ¿De verdad cree que en corto tiempo nos cobrarán por la entrada?
No lo sé, pero debemos pensar que cada vez tenemos menos playa o menos acera. También debe ser un espacio monetizado. En algunos lugares, como Sitges, hay que levantarse pronto o pagar porque hay una gran cantidad de servicios que ocupan el espacio que antes era público. Algo que sí podríamos ver es cómo los establecimientos privados próximos crean accesos particulares, lo que es una forma de privatización.
Pone el ejemplo de Bogotá y sus barrios residenciales de alto nivel, que restringen el paso a particulares, incluso a los parques públicos. ¿Pasaremos a hablar algún día de vallas dentro de las propias ciudades?
Me cuesta pensarlo porque tenemos otros sistemas de segregación y, de momento, no tenemos la obsesión securitaria de América. Probablemente, porque tampoco tenemos su nivel de violencia. Tiendo a no descartar casi nada. En Barcelona, una comunidad trató hace poco de vallar un espacio público.
Estamos, dice, entre el Monopoly y la aldea de Astérix. Nos están obligando a “aceptar la civilización».
En el cómic de La residencia de los dioses, César dice: ya que no los podemos derrotar, vamos a asimilarlos. Con la creación del complejo de lujo, dice, la aldea quedará reducida a un chabolarum. Esto es algo que todas las personas que reciben directamente los efectos de la industria del movimiento han experimentado. Las administraciones quieren atraer a personas con rentas altas, pero su llegada te hace descubrir que tus ingresos, que estaban en la media, pasan a ser bajos. Más que la civilización, hemos aceptado un modelo cuya base moral es la propiedad privada individual o el mercado. En ocasiones, de forma entusiasta.
¿Qué responsabilidad tiene el Estado o qué mecanismos principales puede articular para evitar esta deriva de las ciudades?
En el modelo neoliberal de ciudad, la función de las administraciones cambia. Dejan de ser gestores de servicios enfocados en los residentes y pasan a ser empresarios de la ciudad. Tienen que crear valor, vender la ciudad a esa industria del movimiento para no quedarse fuera. Y, ojo, cuando se pone una ciudad en el mercado, corres el riesgo de que te la compren. Aunque se ha desarrollado un enorme entramado legislativo internacional que supera a los Estados, las administraciones siguen teniendo mecanismos para poner límites. La cuestión es que, probablemente, necesitamos que trabajen conjuntamente en ese cambio de modelo y el formato es la competición. Cuanto más compiten las ciudades o los países, más fuerte es el sector privado.
Otro modelo es posible. Ejemplos, haylos.
Continuidad en Marinaleda: Los sucesores de Sánchez Gordillo gobernarán con mayoría absoluta
Con Andalucía, formación ganadora, obtuvo 1.071 votos (seis concejales de once). Avanza Marinaleda-Matarredonda (AMA), con el 42,04 por ciento de los votos, obtuvo 795 votos (cinco concejales)
Gobernada por el histórico líder jornalero del Colectivo Unidad de los Trabajadores (CUT) Juan Manuel Sánchez Gordillo desde 1979, la localidad sevillana de Marinaleda continuará siendo dirigida de la misma manera que de ese tiempo a esta parte.
El sucesor de Sánchez Gordillo y su formación ganaron las elecciones municipales del pasado 28 de mayo con mayoría absoluta. Se trata de Sergio Gómez, que ya venía desempeñando la labor de alcalde, dados los problemas de salud de Sánchez Gordillo.
Cabe subrayar que la candidatura de Vox, que, como recordarán, pasó en campaña por Marinaleda para provocar, sólo obtuvo cinco votos (en las generales de 2018 obtuvo 44 votos). Añadir que ninguno de los que componían la lista es de Marinaleda.
(Insurgente.org)
Estamos a las puertas de unas elecciones municipales. ¿Cree que los partidos políticos, en general, están dando respuestas o darán respuestas en su campaña para frenar ese malestar?
Encuestas, frases hechas, eslóganes y candidatos buscando un sueldo, pero… ¿y si la política fuera otra cosa?
https://insurgente.org/encuestas-frases-hechas-esloganes-y-candidatos-buscando-un-sueldo-pero-y-si-la-politica-fuera-otra-cosa/
«Lo llaman democracia y no lo es», ¿se acuerdan de la frase que conmovió a los prebostes del sistema y sus medios? La amnesia, cuando no el definitivo olvido de la consigna, tiene mucho que ver con cómo entiende (y transmite) el régimen la política. Un mercadillo, un zoco donde todo se vende, y donde se compra con la nariz tapada. Una mecánica-negocio donde las agencias de publicidad, imprentas, empresas de logística, medios de comunicación…, hacen negocio de un modo descarnado.
En los pueblos y ciudades donde los alcaldes/sas y los concejales «liberados» cobran un sueldo es peor aún. En esos casos las campañas electorales se asemejan a unas oposiciones donde por cuatro años se garantiza el salario (algunos más que generosos) y el tema laboral y las retribuciones fuera del ayuntamiento están más que complejo para desaprovechar que se pueda pagar la hipoteca durante cuatro años. Estamos ante una carrera donde nadie osa cuestionar el sistema, los pactos y contra-pactos ocupan las preocupaciones ciertas de los que practican el cuánto me va a tocar del botín público. En este contexto el desinterés de la mayoría es tan evidente que a los actos públicos hay que acarrear liberados (sindicales, cargos públicos, gente favorecida en tal o cual circunstancia) y tirar de teléfono de personas de otras localidades para que las fotos no se vea un paisaje desértico.
Para los más desconfiados se nos presenta el consabido menosmalismo, el votar para que el PP/ Vox no gobierne. Y hacerlo sin preguntar por el curriculum de los candidatos progres, por aquello de que podamos encontrarnos un olor pestilente que nos disuada. Aquella idea felipista de «votarnos e iros a vuestras casas», fue/es una forma de decirnos que la pelota está exclusivamente en las instituciones y para que funcionen es necesario su voto y la «paz social». Las risas de Amancio Ortega y cia llegan hasta el palco del Bernabéu. Ellos ya votaron, y ganaron.