Economía
El empleo avanza y los salarios retroceden: ¿Un balance laboral positivo?
"Este y otros asuntos fundamentales deberían estar presentes en el debate político de las izquierdas… y no lo están", sostiene el economista Fernando Luengo
En los dos últimos años el nivel de empleo ha mejorado y lo ha hecho de manera sustancial. Los datos al respecto proporcionados por la Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat) son inequívocos y contundentes.
Si se comparan el cuarto trimestre de 2022 y el primero de 2021, vemos que se han creado 960 mil nuevos puestos de trabajo. La tasa de desempleo, como consecuencia de esa evolución, aunque continúa siendo la más elevada de la Unión Europea (UE), ha pasado del 15,4% (primer trimestre de 2021) hasta el 12,2% (en el cuarto de 2022), lo que supone que 565 mil trabajadores han salido del desempleo. Si a todo ello le añadimos la notable reducción de los contratos temporales y, en paralelo, el asimismo sustancial aumento de la contratación indefinida, el balance en estos asuntos resulta claramente positivo.
El Gobierno, tanto el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) como Unidas podemos (UP), y las grandes centrales sindicales, Comisiones Obreras (CCOO) y Unión General de Trabajadores (UGT), han sacado pecho de estos datos lanzando el mensaje de que se ha conseguido revertir la desfavorable, casi crónica, evolución del mercado laboral y que ello pone de manifiesto el acierto de la política económica seguida.
No entraré en estas líneas en el análisis de los datos que, en términos agregados, acabo de presentar -como por ejemplo, ¿qué hay detrás de la progresión de la contratación indefinida o cuáles son las cifras de desempleo real?-. Sin embargo, me asombra que se sostenga una valoración tan optimista ignorando la trayectoria seguida por los salarios, factor que, a pesar de su evidente importancia, solo se menciona de pasada, como si formara parte de otro debate, ocupara en el mismo un lugar periférico o, peor aún, como si la degradación salarial fuese el precio a pagar por la creación de empleo.
Opino, por el contrario, que, si se pretende ofrecer una valoración de las relaciones laborales (término más adecuado que el de “mercado de trabajo”, pues la esfera laboral ni se ajusta ni de debe ajustar a la lógica mercantil), entonces hay que hablar necesariamente de la evolución de los salarios. Pues debería ser evidente para un Gobierno de perfil progresista que no se trata solo de crear empleo y de reducir la tasa de paro. Como señala la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cuando levanta la bandera del empleo decente, hay que aplicar políticas destinadas a mejorar los salarios, que, en las últimas décadas, con austeridad y sin ella, pero siempre con políticas de perfil neoliberal, apenas han aumentado o incluso han retrocedido.
Los salarios durante la pandemia
Si ponemos aquí el foco nos encontramos con una importante dificultad: la información estadística está menos actualizada que la referida al empleo y, además, presenta importantes lagunas. Siendo consciente de esta restricción, ¿qué podemos decir del comportamiento de los salarios en el último bienio, 2021/2022?
Siguiendo con los datos aportados por Eurostat, los costes laborales, medidos en términos nominales, se mantuvieron prácticamente estables en 2021 (retrocedieron un 0,1%) y aumentaron el año siguiente un 2,6%. La tasa de inflación, medida por el índice armonizado de precios al consumo, creció en el primero de esos años un 3% y en el siguiente un 8,9%. Como se puede apreciar, en ambos casos en porcentajes muy superiores a los registros salariales. En consecuencia, en términos agregados, los trabajadores han sufrido una enorme pérdida de capacidad adquisitiva, realidad de la que deberían tomar nota quienes, de manera obsesiva, hablan de la amenaza de un “efecto de segunda ronda” salarios/precios.
En paralelo a esta evolución, las ganancias empresariales han aumentado, especialmente en algunos sectores y en aquellas empresas que disponen de poder de mercado para fijar precios y que, fruto de ello, han operado con elevados márgenes de beneficio. De este modo, las cuatro principales empresas energéticas -Iberdrola, Repsol, Endesa y Naturgy- ganaron 12.800 millones de euros en 2022, lo que supone un 41% más que el año anterior, mientras que los grandes bancos -Santander, Banco Bilbao Vizcaya Argentaria, CaixaBank, Sabadell, Bankinter y Unicaja- obtuvieron un beneficio conjunto récord de 20.850 millones en ese mismo año, equivalente a un crecimiento interanual del 28%.
El resultado de la dispar evolución de los salarios y los beneficios ha dado como resultado que el peso de los primeros en la renta nacional se ha reducido en 2022 en relación a 2021 en 1,1 puntos porcentuales, aumentando en consecuencia el de las rentas del capital. Resulta a este respecto esclarecedor contemplar la enorme distancia que existe entre las remuneraciones de los altos cargos de las empresas del IBEX y las recibidas por los trabajadores que se encuentran en el decil de ingresos más modestos. Un ejemplo resume la magnitud de esta brecha: las retribuciones de los principales ejecutivos de Iberdrola, Inditex, Banco de Sabadell, CIE Automotive, Telefónica y Acciona superan en más de 1.000 veces las de los trabajadores de bajos salarios.
Eurostat también señala que en 2021 (todavía no ofrece información de 2022) la proporción de trabajadores pobres -esto es, personas que a pesar de disponer de un empleo se encuentran en situación de pobreza- suponía el 12,7% del conjunto de la población trabajadora: en 2020 este porcentaje era del 11,8%, lo que se ha traducido en 239.000 personas que se han incorporado al nutrido grupo de personas pobres o en situación de exclusión social.
Un dato importante, que complementa los anteriores, es el de las horas extraordinarias no remuneradas. Una práctica bastante frecuente entre nuestras empresas que permite intensificar la explotación de los trabajadores sin necesidad de cambiar las condiciones del contrato y obtener unos ingresos por los que, evidentemente, no se cotiza a la seguridad social. Esta información la proporciona el Instituto Nacional de estadística y, muy posiblemente, infravalora la importancia de esta actividad. En el cuarto trimestre de 2022 contabiliza unos 2,9 millones de horas semanales -una cifra muy similar a la registrada en el último trimestre de 2021-, que representa el 42,7% de las 6,7 millones de horas extraordinarias realizadas y que equivale a 72.000 puestos de trabajo a tiempo completo.
Condiciones de trabajo
En un ámbito más cualitativo cabe mencionar la información aportada en los informes que el Eurofound elabora cada cuatro años: European Working Conditions Survey. El último es de 2021 y se realizó en las excepcionales condiciones de la pandemia. A pesar de utilizar una metodología diferente de los anteriores, por lo que los datos no son comparables, y no referirse al bienio que estamos analizando, la información recabada resulta de gran interés para lo que nos ocupa: la trayectoria seguida por los salarios reales.
Una de las preguntas recogidas en el cuestionario hace referencia a si el puesto de trabajo implica trabajar siempre con ritmos elevados; el 24% de los trabajadores encuestados en España responden positivamente (en el conjunto de la Unión Europea ese porcentaje es del 18%). Otra de las preguntas es si el trabajo se lleva a cabo de manera permanente en plazos muy estrictos; en este caso, los porcentajes son, respectivamente, del 25% y 19%. Esta información, fragmentaria y que debe ser actualizada y completada con otros indicadores (las organizaciones sindicales tienen en este ámbito un enorme y muy necesario trabajo), nos habla de la intensificación de la explotación sin alterar un ápice las condiciones formales del contrato laboral.
Estos datos nos devuelven una realidad muy distinta de la que conforma el relato oficial, que presenta lo acontecido en el mundo laboral como una “historia de éxito”. No solo estamos ante un importante error de percepción, constituye un sesgo inaceptable en un gobierno que se reclama progresista. Esta realidad laboral, de la que tan sólo apunto aquí algunos trazos gruesos, que es necesario ampliar y precisar, cuestiona la idea, defendida por un buen número de economistas, de que la creación de empleo empuja al alza los salarios; por el contrario, ambas variables están claramente desconectadas.
Pero hay más. Estos datos ponen de manifiesto, asimismo, la incapacidad de las organizaciones sindicales a la hora de defender los intereses tanto de sus afiliados como de los que no lo son (la mayoría de los trabajadores); de la cultura empresarial depredadora imperante en nuestro país practicada por un buen número de empresas, que, en un contexto de escaso dinamismo económico pretenden (y consiguen) mejorar sus márgenes intensificando la explotación de los trabajadores; de la ineficacia de las políticas públicas llevadas a cabo a la hora de actuar sobre los salarios -reconociendo el mérito de haber subido de manera sustancial el salario mínimo-, incluida la reforma laboral, que ha dejado intacta buena parte de la legislación aprobada por el Partido Popular en materia de despido; y en definitiva nos habla de una correlación de fuerzas claramente favorable a los intereses del capital frente a los del trabajo, que, lejos de atenuarse, se ha intensificado.
Este y otros asuntos fundamentales deberían estar presentes en el debate político de las izquierdas… y no lo están. Ni en Sumar, la plataforma política que lidera Yolanda Díaz, ni en Podemos. Ambos espacios se encuentran enredados en una abierta pugna por la configuración de las listas electorales y la posición en ellas, en un desesperante rifirrafe (a menudo incomprensible para los que no estén en la “pomada”) y la utilización ad nauseam de los medios de comunicación y las redes sociales, donde, sin ningún rubor, se escenifica con un continuo cruce de acusaciones ese desencuentro.
En ese contexto tan desalentador, las preguntas sencillas que yo me hago son estas: ¿dónde está el debate político? ¿Dónde la reflexión de lo realizado por el Gobierno y de la participación de UP en el mismo? Y también me pregunto, ¿dónde está la discusión sobre las políticas a llevar a cabo en los próximos años, los diversos intereses en liza, las resistencias a vencer, los recursos disponibles, los plazos…? Ni Podemos ni Sumar parecen interesados en abrir estos debates, imprescindibles para empezar a poner los cimientos de una izquierda verdaderamente transformadora.
«Las ganancias empresariales han aumentado» especialmente para los de siempre, banqueros y eléctricas. Y bien que hacen, si se lo permitimos.
Los salarios a la baja, los bwanas se frotan las manos.
La mano de obra cada vez más barata. Si tú no aceptas la oferta del bwana hay 1.000 ó 5.000 esperándola.
Más noticias, por si alguien no tiene claro a quienes estamos sometidos los
¡Beee, beeee!,¡Beee, beeee! ¡Beee, beeee! del mundo capitalista:
EL OLIGOPOLIO QUE CONTROLA LA INDUSTRIA ALIMENTARIA MUNDIAL
Cuatro grandes corporaciones controlan la cadena alimentaria.
La concentración en el mercado de semillas no ha dejado de crecer en las últimas décadas, según el informe «Barones de la Alimentación» del Grupo ETC.
Hace 25 años, diez empresas controlaban el mercado de semillas, mientras que hoy en día solo cuatro corporaciones – Bayer, Syngenta, Basf y Corteva – tienen el control.
El estudio analiza once sectores agroalimentarios, incluyendo semillas, agroquímicos, genética ganadera, fertilizantes sintéticos, maquinaria agrícola, farmacéutica animal, comercialización de materias primas, procesadores, industria cárnica, venta minorista de comestibles y entrega de alimentos mediante plataformas. La investigación muestra que hay una concentración extrema en los mercados globales de agroquímicos, semillas comerciales, maquinaria agrícola, farmacéutica animal y genética ganadera.
Las grandes empresas están explotando las crisis sanitarias, ambientales y climáticas para fortalecer su control sobre cada eslabón de la cadena alimentaria industrial. Además, están eliminando a los rivales, aumentando los precios, monopolizando tecnologías y maximizando las ganancias. Las corporaciones explotan a los trabajadores, envenenan el suelo y el agua, disminuyen la biodiversidad e impiden la justicia climática. En lugar de tratar los alimentos como un derecho, los consideran como una mercancía.
Los gobiernos del sur global deberían participar activamente en la creación de un instrumento multilateral para proteger los sistemas alimentarios locales en lugar de las normas comerciales de la Organización Mundial del Comercio que funcionan en la dirección opuesta.
https://canarias-semanal.org/art/34258/el-oligopolio-que-controla-la-industria-alimentaria-mundial
Ya no hablemos del descomunal y creciente gasto bélico del «culto» reino de España.