Análisis
Todos seremos terroristas
Comienzan las vistas judiciales contra los activistas climáticos que se manifestaron en el Congreso el pasado abril. Más allá de la España de la Ley Mordaza, se extiende globalmente la criminalización de las protestas ecologistas no violentas.
Esta Semana Santa bajaré al pueblo a ver las procesiones que tanto disfruté cuando niña de la mano de mi abuela. Ella, que no era beata pero compartía un fervor religioso inculcado por el franquismo, me enseñó a apreciar la sentida disciplina de los pasos a ritmo de banda, el cante seco de una saeta y el olor a incienso y, aunque nunca comprendí su llanto, por mis dedos entreverados a los suyos corría la energía del ritual y se fortalecía el amor.
Mi primera Semana Santa sin la abuela va a suponer un golpe duro, marcado fuertemente por su ausencia y una temperatura atípica, casi treinta grados, que derrochará sudor en los costaleros; y a la Virgen, si fuese la diosa viva que muchos creen, la obligará a quitarse el manto bordado y apagar cada cirio que la rodea, quizá suplicando justicia climática de la misma forma que la rogaron los miembros de la Iglesia católica alemana que, el pasado noviembre, se unieron a una protesta de Rebelión Científica. “¡Salvemos la creación!”, gritaron, porque ya no hay reino terrenal o espiritual donde negar la evidencia: la crisis ecológica, existencial, avanza a pasos agigantados.
Qué belleza invocar a Dios para proteger la biosfera, de la que somos parte 8.000 millones de personas. Qué pena que nos hallemos en otro paradigma, el que propugnaba el filósofo Giorgio Agamben cuando hablaba del homo sacer, una vida que podía ser aniquilada impunemente sin encontrar justicia terrenal ni divina, justo lo que está ocurriendo por todo el globo. El cielo no responde aunque alcemos la vista, y más abajo, en los suelos sociopolíticos que nos enfangan, la ley humana ha pasado a convertirse en una herramienta arbitraria de represión que se utiliza, cada vez con más frecuencia, contra quienes alertan, enérgica pero pacíficamente, de la catástrofe en marcha aun en países que se autodenominan democráticos.
Si bien esto ha acontecido innumerables veces a lo largo de la historia, quizá sea la primera vez que se criminaliza a colectivos cuyo mensaje cuenta con el consenso de varias generaciones de científicos –50 años avisando–, y hasta es corroborado y celebrado en cumbres, conferencias, despachos gubernamentales. El delirio está servido cuando esa verdad incuestionable es motivo de arrestos y posibles penas de prisión.
El pasado 30 de marzo dieron comienzo las vistas judiciales contra 15 activistas y científicos que se manifestaron en abril de 2022 en las escalinatas del Congreso para demandar una acción urgente frente a la emergencia climática por parte de las instituciones. Arrojaron agua tintada de remolacha que simulaba sangre, líquido biodegradable que ellos mismos se encargaron cuidadosamente de limpiar antes de abandonar el lugar. El resultado de esa protesta no violenta podría materializarse en el encierro entre rejas de estos manifestantes asociados a Rebelión Científica, pues la Fiscalía pide varios años de cárcel para ellos. Esa misma Fiscalía incluyó al colectivo dentro del apartado dedicado al terrorismo internacional en su última memoria, calificándolos de “extremismo” de izquierda, y equiparándolos a grupúsculos de derecha situados en la “órbita nazi”. Cuando las palabras sirven más para confundir que para clarificar, se puede argüir que habitamos un paradigma de posverdad muy peligroso.
Por desgracia, la España de la Ley Mordaza no es el único país que ha adoptado estrategias de asalto y derribo contra el conocimiento y quienes se atreven a explicitarlo. En Reino Unido, la llamada Ley de “orden público” incluye múltiples provisiones para criminalizar la protesta pacífica, hasta el punto de silenciar a sus protagonistas en los tribunales, como ha denunciado el escritor y zoólogo George Monbiot. En una ocasión, no les dejaron explicar las razones que azuzan sus actividades, extirpando así toda moral del juicio. “Es como si le hubieses pegado a alguien en defensa propia pero no se te permitiese decir que te han agredido”, expresó una de las imputadas. El derecho a la legítima defensa violado, sugiere Monbiot, como también el de socorro al prójimo, pues la crisis climática nos afecta a todos, y ello barnizado de argucias discursivas que emplean el término “terrorismo”, jamás consensuado por el derecho internacional, como sostén de intereses espurios.
Terrorista, de hecho, es el nuevo significante vacío con que eliminar voces incómodas que revelan lo obvio: que sufrimos incendios de magnitud estival en marzo, que la Antártica se derrite aceleradamente, que la veloz pérdida de biodiversidad es inaudita. Terrorista sale de la boca del Gobierno francés para referirse a los ecologistas; o de las autoridades polacas, ecuatorianas o estadounidenses, según analizó la ONG Human Rights Watch.
En este último país, Estados Unidos, buena parte de la sociedad tembló hace dos meses, conmocionada ante lo que podría ser el primer asesinato de un activista medioambiental por parte de la policía. Se llamaba Manuel Esteban Paez Terán y se encontraba resguardando un bosque cuando, de repente, una bala procedente de las fuerzas del orden lo atravesó. La versión oficial afirma que Manuel disparó primero, pero ni los agentes portaban cámaras –como establece el reglamento– ni se han podido recabar pruebas por otras vías. La investigación de este caso continúa abierta, pero lo que sí se sabe es que veinte Estados han aprobado leyes que sirven para metamorfosear las manifestaciones ecologistas en crimen bajo el paraguas del “terrorismo doméstico”, o bien con el fin de salvaguardar la “infraestructura crítica” o los monumentos de posibles intervenciones consideradas “ataques”, ya seanéstos un grafiti o la defensa de un arbolado en mitad del terreno que se quiere oleoducto.
Tantos terroristas seremos cuando comamos rebanadas de cemento, como decía Rafael Chirbes, que no habrá quien vigile las penitenciarías. Por ahora, se expande cual espuma una noción del cambio climático (el resto de límites ni se contempla: carencia de agua dulce, proliferación de plásticos, etc.) como amenaza para la seguridad nacional, que el Ejército de Estados Unidos ha estudiado en profundidad.
Significativas son las declaraciones de Nancy Pelosi, entonces portavoz de la cámara de representantes, cuando, en plena COP 26, una periodista le preguntó por qué su aparato militar, contaminando lo mismo que 140 países juntos, estaba exento de cualquier restricción medioambiental. Ante eso, Pelosi aludió, entre otros motivos, a las oleadas migratorias que llegarían. Gentes desplazadas, gentes que reivindican el derecho a la no extinción, gentes cuyo delito es abrazar un árbol o derramar zumo de remolacha, como si el riesgo pudiese contenerse con esposas y fusiles y no estuviese causando ya estragos. Hacer del mundo un centro de detención o un muro coronado de concertinas para que, si queda alguien, escape a Marte parece ser el plan sin fisuras de nuestras élites.
Cuando esta Semana Santa baje al pueblo a rezarle a la Virgen, quedamente y a través de esos labios finos, siempre pintados, de mi abuela, me acercaré al cementerio. Subiré la colina que culmina en un jardín de cipreses y lápidas, y allí recordaré cómo, al abrir la tumba para enterrarla junto a mi abuelo, muerto varios años antes, sus hijos descubrieron que el antiguo cadáver estaba intacto. ¿Será un milagro?, clamaron, frente al cuerpo incorrupto. Será, tal vez, que ya exterminaron hasta a los insectos necrófagos encargados de su descomposición y, como estatuas de sal, yacerán los dos, y yo con ellos, privados de cielo.
Nuestros vecinos franceses en la calle, defendiendo los derechos y las libertades del pueblo.
España, que sigue siendo socialmente católica y franquista, también en la calle; pero de cofrades, devotos, o fervorosos espectadores.
Los que no están en las procesiones los encontrareis consumiendo fútbol, angustiados e inquietos por la suerte de su equipo mientras los directivos y jugadores se forran con la inmadurez del rebaño.
Cada país tiene lo que merece, verdad indiscutible.
Mientras tanto la mayoría de los pueblos indígenas ya no tiene nada que perder por lo que se ven obligados a luchar a vida o muerte por sus derechos:
—Cada vez más, los territorios indígenas están en el punto de mira de los planes de compensación de carbono. Las Áreas Protegidas, que suelen provocar expulsiones y violencia contra la población local, se justifican ahora alegando su potencial para «almacenar» carbono. Los «créditos» de carbono resultantes pueden venderse a quienes contaminan, como empresas petroleras, para que puedan afirmar que son «neutros en emisiones de carbono».
Estos proyectos son greenwashing o lavados ecológicos de imagen y son peligrosos para las personas y el clima. Estos son proyectos de Carbono de Sangre.
Decenas de miles de pastores indígenas samburus, boranas y rendilles en Kenia dependen de las casi dos millones de hectáreas que ahora abarca el proyecto de compensación de carbono de Northern Rangeland Trust (NRT), donde llevan su ganado a pastar desde hace mucho tiempo. Sus tierras ancestrales, sus modos de vida y su capacidad para alimentar a sus familias se ven amenazados por el proyecto de NRT, que pretende incrementar la cantidad de carbono almacenado en el suelo modificando las pautas de pastoreo y la forma sostenible de los pastores de usar sus tierras.
Las comunidades indígenas ni siquiera han sido debidamente consultadas sobre el proyecto.
Los menos responsables del cambio climático están pagando el precio de una destrucción que no han provocado.
—Los cazadores-recolectores nukak de Colombia, que solo mantienen contacto regular con personas ajenas a su pueblo desde finales de la década de 1980, han sido violentamente expulsados de su hogar en la selva y quieren regresar a ella.
Su territorio ha sido invadido por cultivos de coca y haciendas agroganaderas que lo deforestan, así como por grupos armados y otros invasores. Por si fuera poco, parte de su tierra ancestral está sembrada de minas antipersona.
Esta invasión de su territorio ha forzado a la mayoría de los nukak a marcharse, y desde hace décadas malviven en las afueras de localidades próximas en condiciones terribles: la suma de cuadros severos de desnutrición y enfermedades como la malaria han matado a casi la mitad de su población, la infancia es víctima de la explotación sexual y la drogadicción cada vez está más extendida.
—Un sector del Congreso peruano, vinculado a la industria extractiva de gas y petróleo, ha presentado un proyecto de ley que si se aprueba llevaría a los pueblos indígenas en aislamiento del país a un exterminio seguro.
Las consecuencias de este proyecto de ley serían tan graves que las organizaciones indígenas lo han bautizado como el Proyecto de Ley Genocida.
Quienes quieren aprobar esta ley hablan en nombre del desarrollo, pero esto es la destrucción de los bosques en los que vivimos”, explica el líder matsés Daniel Vela.
https://www.survival.es/campanas/carbono-de-sangre
Te has debido confundir de chat. Aquí no estamos hablando de leyes contra violadores ni medios de comunicación.
Magnífico artículo. ¡Lástima las pinceladas religiosas! Las religiones han sido y son las mayores aliadas de la represión en todas sus formas. Por favor, no mezcles. Gracias.
A no preocuparse, dentro de, a lo más, 30 o 40 años, nadie será tildado de » terrorista» por protestar contra los qué producen cambio climatico. Pero, éso sí, todos ( hasta los del PSOE) viviremos aterrorizados por los desastres qué producirá el cambio climático. A esto se sumará otro desastre de iguales consecuencias, pero, muchísimo menos comentado: la toxificacion del medio ambiente.
Volviendo el Cambio Climático Global. Todo el mundo (es decir toda la prensa alienada, osea, la mayoría) atribuye el Cambio sólo al CO2 – anhídrido carbónico – emitido por los automóviles. Cómo como consecuencia hasta se ha legislado para eliminarlos y reemplazarlos por los autos eléctricos de Musk. Infelizmente, la vuelta a la quema de carbon mineral por Alemania, Polonia y, sobre todo, China, anularan en meses los » ahorros» en CO2 producidos por Musk y sus autitos electricos.
En todo caso, el producto qué, drasticamente, hará qué el Cambio Global nos explote en el hocico y sucumbamos irremediablemente, no es el CO2, sino otro gas llamado Metano: CH4. Casi no se le conoce, porqué está bien oculto, y por suerte hasta ahora, atrapado en las profundidades oceanicas y en el llamado : «Permafrost», o sea en los suelos » permantently frozen» ; es decir, permanentemente congelados, de Siberia, del norte de Escandinavia, del Canadá y Alaska.
El metano es 20 veces más efectivo qué el CO2 cómo gas de invernadero y, lo qué es muchísimo peor, su cantidad es billones de veces mayor que la del CO2. Cómo resultado del incremento actual de las temperaturas del mundo, el gas metano ya ha empezado a salir. Cómo este aumento continuará, en cierto momento ( no muy lejano: 30 o 40 años) saldrá todo el metano a la superficie; se producirá un » pulso» del gas. Cuando esto ocurra, la temperatura media de la Tierra aumentará unos 6 u 10 grados. En esas condiciones, todos los hielos articos y antarticos y tambien los de los glaciales se derretiran. Cómo consecuencia, el nivel de los mares subirá unos 6 metros, mínimo, y todas las ciudades portuarias desaparecerán del mapa. La fusión de los hielos glaciales producirá, primero grandes inundaciones y luego grandes sequías. Éso producirá gigantescas migraciones de asiáticos e indúes, con las guerras consiguientes.
Luego, irónicamente, se establecerá , en el hemisferio norte, una nueva era glacial, qué será la sexta en la historia de la Tierra y durará unos miles de años. ¿ Qué harán entonces alemanes, rusos y otros? Emigrar en masa al Sur.
Esto, qué parece un cuento de terror, no tiene nada de imaginario, todo lo dicho es consecuencia de leyes físicas bien conocidas por los cientificos naturales, pero, ignoradas y rechazadas por los políticos de todos los pelajes.
Hola,La virgen no puede intervenir en la tierra, solo nos puede dar fuerza para que todos nosotros los habitantes hagamos un esfuerzo para no consumir petroleo, plasticos, viajes, la solucion esta en cada uno de los ciudadnos del mundo, ningun gobernante lo hara , mientras consumamos contaminantes, tiremos plasticos al mar, en una palabra contaminemos, seguira igual, por otra parte esta la Naturaleza, tenemos sequia cada 7 años, 7 años de abundancia,, ahora mas sequia, ya solo hay invierno y verano, pronto todo sera verano, es lo normal la natura tiene sus ciclos, terremotos, maremotos, etc
Al margen de que lo del clima sea un timo, podríais investigar cuánto aumentan las emisiones de CO² cuando se saca una ley que rebaja las penas a los violadores y acompañarla con un informe de cuánto contaminan los medios de comunicación cada vez que defienden esa ley o la atacan, fingiendo creer que a la «oposición» le preocupa que haya violadores sueltos por la calle. A los Estados no les gustará, pero quizás la gente comprenda lo necesario de que las acciones dejen de ser pacíficas.