Internacional
De voluntarios para luchar en el frente a no querer ser “carne de reemplazo”
Al inicio de la invasión, Alexey Bulava y Kirill Davido querían ser reclutados para combatir contra las tropas rusas. Un año después, Bulava se dedica a imprimir piezas para que los drones civiles puedan lanzar granadas y Alexey a promover la lengua ucraniana. Los dos temen ser llamados a filas y caer en los combates del Donbás en unos pocos días.
“Ya no me siento preparado para combatir. Lo que he visto y escuchado durante este año me ha hecho cambiar de idea. En el Donbás está habiendo tantas bajas que los nuevos reclutas apenas si reciben una o dos semanas de formación antes de ser enviados al frente. Mis amigos que están allí me cuentan que les faltan balas, chalecos, armas. Dependemos de otros países y estamos cansados de pedir ayuda. No tenemos capacidad de contraatacar ni de recuperar territorio. Rusia cada vez envía a más gente para convertirla en carne fresca. Ahora sé que tenemos muchas probabilidades de morir en unos pocos días”.
Hace un año, Alexey Bulava veía desde su casa cómo la Torre de Telecomunicaciones de Kiev era bombardeada. Estaba a apenas unos 300 metros. Cogió el móvil, grabó las llamas, llamó a su mejor amigo desde la infancia, Kirill Davido, y fueron juntos a registrarse para luchar en las Fuerzas de Defensa Territorial, conformadas por voluntarios civiles y reservistas destinada a combatir a las tropas rusas. Era el 1 de marzo, cuatro días después de que Putin diera la orden de iniciar una nueva guerra. Los treintañeros fueron rechazados porque no tenían conocimientos militares y en aquel momento había voluntarios de sobra.
Un año después, los dos hombres temen recibir en cualquier momento el aviso para que se personen en el cuartel más cercano. “Cuando llamaron a uno de mis mejores amigos para ingresar el 22 de diciembre, lo primero que hizo fue comprarse un rifle. Lo modificó para convertirlo en automático y tener más posibilidades de sobrevivir. Están entregando armas antiguas”, explica Alexey sentado junto a Kyrill en una popular cadena de croissants, en el centro de Kiev. Sonríen más que cuando La Marea les entrevistó hace un año. Su presencia desprende una gravedad de la que carecían entonces. El descreimiento ha sustituido a la crispación que les corroía cuando pensaban que ellos y sus seres más queridos podían ser exterminados de inmediato.
Lo único de sus vidas que no ha cambiado es que siguen siendo los mejores amigos. Kyrill fue despedido de su trabajo como arquitecto en septiembre. Y decidió que, ahora que sabía que en cualquier momento podía morir, no pospondría más dedicarse a su pasión: el cine y la actuación. Y que hasta que pueda vivir de ello, se volcaría en su prioridad en estos momentos: promover el ucraniano y arrinconar su lengua materna, el ruso. Para ello, ha abierto un canal en YouTube en el que difunde crítica de cine en una lengua en la que aún no piensa ni sueña, pero con la que considera que está combatiendo al Ejército invasor.
No es el único. A raíz de las protestas de Maidan y del inicio de la guerra en el Donbás, han sido muchos los ucranianos rusoparlantes que han ido abandonando esa lengua. Por el contrario, cuando en 2017 el Ejecutivo prohibió el uso del ruso en el sistema educativo, una parte de la población rusoparlante, especialmente en la región del Donbás, lo vivió como una afrenta contra su identidad. Pero a raíz de la invasión de 2022, se ha extendido el fenómeno de renunciar a la lengua rusa, especialmente en la zona central y oriental del país. Según una encuesta citada por The Guardian, durante el último año, un 33% de los habitantes de Kiev ha adoptado el ucraniano, un 46% sostiene que llevaba mucho tiempo hablándolo y un 13% sigue siendo rusoparlante.
“La URSS nos educó en la creencia de que las personas más inteligentes hablaban ruso. El ucraniano era la lengua del campo, de los ignorantes. Tanto es así que, cuando nosotros fuimos al colegio, oficialmente, las clases eran en ucraniano, pero todo el profesorado empleaba el ruso. Y fue así hasta la universidad. En la zona de Kiev, siempre se ha hablado al 50%, porque en los pueblos de alrededor se empleaba el ucraniano y en la ciudad, sobre todo, el ruso. Ahora, si alguien habla ruso en la calle, está mal visto”, afirma Alexey, quien con sus padres sigue comunicándose en ruso porque no conocen otra lengua. “Y, a veces, con Kyrill también se me escapan algunas palabras porque siempre hemos hablado en ruso. De todas formas, hay quien considera que si nadie en el país lo hablásemos, Putin retiraría sus tropas porque ya no tendría una lengua que defender. Es absurdo. Se buscaría otra excusa”, apunta.
En este año de guerra, Alexey se ha dejado la barba más larga y ya no se mueve con la funda del chaleco antibalas con la que en marzo de 2022 intentaba sentirse menos vulnerable ante el sonido de los bombardeos. Era muy difícil conseguir unas placas protectoras, por lo que aquella funda de nylon no era más que un trampantojo mental. En aquellos días, parecía que Kiev podía caer en cualquier momento en manos del Kremlin.
“Hasta la revolución de Maidan, si te escuchaban hablar ucraniano en la calle, era normal que te pegasen. Ahora, si una librería vende libros en ruso sabe que no le va a ir bien”, opina Alexey, profesor de diseño gráfico que, tras un año de aulas cerradas, ha vuelto a dar clases presenciales en el centro de estudios en el que trabaja.
En el caso de Kyrill, la conversión lingüística ha sido aún más compleja. Él y su mujer, la publicista Maryna Matvieieva, participaron activamente en las protestas de 2014 que terminaron derrocando al presidente Víktor Yanukóvich, líder de la formación política prorrusa Partido de las Regiones.
Para 2017 ella ya solo hablaba ucraniano y le recriminaba a él que le contestara en ruso. Así pasó el matrimonio cinco años, comunicándose en dos idiomas. Hasta el año pasado, cuando Kyrill se desesperaba con sus familiares que viven en Rusia. «Les contaba lo que estábamos viviendo y decían que era mentira, que las columnas de humo que veía desde mi ventana eran mentira, que estábamos siendo manipulados por nuestros gobierno y medios fascistas», recuerda aún estupefacto. Ahora Kyrill siente rechazo cuando escucha el ruso. “Se están creando muchos canales en YouTube en ucraniano, los más populares son los militares. Pero lo importante es que haya sobre todos los asuntos, para que nadie tenga que recurrir a los rusos”, explica con vehemencia quien también ansiaba ir al frente en los primeros meses de la guerra y quien, también ahora, preferiría no tener que hacerlo. «Si me llaman, no tendré otra opción», espeta, pidiendo casi disculpas por verbalizar lo que él percibe como una obviedad y que, por el contrario, encierra una compleja realidad.
Conocimientos profesionales al servicio de la guerra
Kirill y Alexey defienden que ambos aportan más al bando ucraniano lejos de las trincheras. El primero, creando contenidos en ucraniano y, en el caso de Alexey, produciendo complementos para que drones civiles –como los populares Dji Mini que muchos periodistas empleamos para grabar–, puedan lanzar granadas contra los tanques. Como muchos de sus compatriotas, Alexey se preguntó cómo podía apoyar a su Ejército con sus conocimientos profesionales. Entonces, compró tres impresoras 3D y comenzó a diseñar complementos para las armas. “Ves, con esta empuñadura pueden sostenerla mejor y en esta pieza pueden colocar mirillas milimétricas”, explica con orgullo, señalando las fotos en el móvil. Poco después, dio un nuevo paso y produjo una especie de canastillas para lanzar proyectiles con drones. Para el mecanismo de apertura de las pinzas, utiliza las baterías de los cigarrillos eléctricos.
“Rusia tiene 140 millones de habitantes y a Putin no le importa sacrificar todas esas vidas. Wagner ni siquiera entierra o repatría a sus soldados muertos. ¿Qué podemos hacer contra todo esto? Solo tendríamos opciones de ganar si Estados Unidos y la Unión Europea nos dan armas, artillería y defensas antiaéreas para recuperar ciudades perdidas, como Mariupol”, defiende Alexey desapasionadamente. No hay rastro del furor militar que incendiaba su discurso hace un año. Ahora arrastra un agotamiento que solo se esfuma cuando, entusiasta, diserta sobre sus ingenios.
Tras ser entrevistados hace un año por esta periodista, terminaron trabajando con ella durante las primeras semanas de la invasión. Desde entonces, Alexis y Kyrill han colaborado con numerosos periodistas internacionales traduciendo y llevándoles a los lugares más afectados por el conflicto. “Hemos entendido lo importante que es que se cuente lo que nos está pasando para que el mundo no se olvide de nosotros y para seguir recibiendo ayuda”, explica Kyrill en un inglés con acento japonés, la nacionalidad del reportero con el que más ha colaborado en los últimos meses. “Lo más difícil es entrevistar a los supervivientes de masacres como las de Bucha o Izum. Hay quienes no quieren volver a contarlo porque les duele revivirlo. Pero lo hacen por hospitalidad, por agradecimiento a quienes siguen viniendo para denunciarlo. Y, al mismo tiempo, hemos tenido que aprender a que sus historias no nos afecten. Al principio nos quedábamos devastados. Ahora sabemos que si dejas que cada historia te llegue, te rompes”, continúa Alexey apuntando a una cuestión poco abordada aún: el impacto psicológico que tienen las coberturas de las guerras para los llamados fixers.
Estos profesionales locales que realizan labores de producción, traducción e interpretación para los enviados y corresponsales internacionales no solo se exponen también al impacto mental del dolor ajeno, sino que en su caso, además, es propio dado que el conflicto se desarrolla en su tierra, contra sus seres queridos, sus vecinos y contra ellos mismos. A su sufrimiento como víctima de la invasión, se añade el de documentar exhaustivamente durante meses –en conflictos como el sirio, incluso años– el de su propio pueblo. Y sin que, por el momento, desde las asociaciones y federaciones de prensa se contemple, por ejemplo, su derecho a recibir atención psicológica para prevenir o tratar el síndrome postraumático que pueden desarrollar por garantizar el derecho a la información de la comunidad internacional.
“Hasta el año pasado, creía que algún día viviría fuera de Ucrania. Ahora sé que no quiero marcharme nunca. Si algo aprendí el día que vi volar por los aires la Torre de telecomunicaciones hace un año es que si estás vivo, estás bien. No hay más”, concluye Alexey, más taciturno y amable que hace un año. “No queremos ser carne de reemplazo», le complementa Kyrill. Y así es como, en dos frases, sustancian a lo que termina reduciendo la vida una guerra.
Es muy curioso Armand que sólo te preocupe los futuros problemas medioambientales que causarán los proyectiles de uranio empobrecido que utilizarán los ucranianos pero obvies los problemas graves ya existentes por los masivos bombardeos rusos. Dado que parece que utilizan entre 20.000 y 30.000 diarios y los obuses llevan metales pesados creo que la contaminación del territorio ucraniano por parte rusa ya está más que asegurado para varias generaciones. Eso sin contar la destrucción de plantas químicas y demás fabricas por los misiles rusos, los bombardeos y batallas por los alrededores de Chernóbil con sus tierras contaminadas… pero el problema son sólo los proyectiles que van a utilizar los ucranianos. También me es muy curioso que te refieras al Zelenski y sus «nazis» pero obvies a Putin y su fascismo pero en fin.
¿Zelenski es nazi o pronazi y quiere traer a los judios a su país? Pues no lo entiendo, la verdad.
Zelenski y su banda de neonazis ucranianos, no se cansan de mostrar el absoluto desprecio qué tienen por el pueblo ucraniano no nazi y por los europeos también, aunque la mayoría de éstos se hacen los tontos al respecto. En efecto- ya es oficial- qué Zelenski, con la ayuda de Biden y los banqueros sionistas de la Reserva Federal, los Rotshild de Inglaterra entre ellos, ha conseguido que el gobierno inglés le regale miles de proyectiles de cañón fabricados con uranio empobrecido. Esto se hace para aumentar el poder de penetracion de los proyectiles.
Pero, estas balas radioactivas hacen otra cosa más: al impactar y explotar, dispersan hacia la atmosfera, los suelos y las aguas, millones de partículas de uranio, qué es radioactivo y por tanto altamente peligroso. Estas particulas son arrastradas por los vientos y por las corrientes de agua y en poco tiempo cubran áreas muy grandes de territorio, ucraniano en este caso. Pero, claro, éso no le importa una mi….da a Zelenski, ni a la UE. En efecto, cómo la guerra es, y estará, en territorio ucraniano, practicamente los unicos qué sufrirán todo tipo de daños con el uranio radioactivo qué les manda Zelenski serán los civiles ucranianos: esencialmente niños y población que ha quedado en Ucraina. ¿ Qué ocurrirá?: un aumento explosivo en canceres de todo tipo, abortos prematuros, fetos con malformaciones y otro montón de enfermedades derivadas.
Pero, eso no es todo, las tierras y las aguas se impregnaran de material radioactivo, que pasará tambien a los animales de granja.
Como consecuencia, tierras, aguas y animales de granja no se podrán utilizar más. Todo esto qué estoy relatando ya está demostrado qué ocurre. En realidad, ya ha ocurrido en Yugoslavia, Irak y Siria. En Yugoslavia despues qué Solanas, del PSOE ( cuando no), dio ordenes a la OTAN a que bombardeara Yugoslavia, Serbia, con material radioactivo. Ése Solanas ocupaba el cargo qué ahora tiene Borrell en la UE. Borrell es también del PSOE, no olvidarlo. Los mismos daños sufrieron los pueblos de Irak y Siria tras los ataques yanquis a sus paises.
Cuando ésta guerra acabe, una de las primeras cosas qué debería hacer Europa, si le queda algo de dignidad, es enjuiciar a Zelenski cómo criminal de guerra y cómo genocida, por las muertes y daños a la salud de la población civil ucraniana causados por sus proyectiles con uranio enriquecido. Por otra parte, y cómo muestra de que tienen dignidad, son serias y justas, las universidades qué les regalaron los títulos de doctores en Física a Solanas y a Borrell deberían anularles dichos titulos y expulsarles de su plantilla docente. Entre otras cosas porqué los tipos han demostrado qué de Física no saben nada .
Yo soy cubano y vivo en los Estados Unidos y estoy muy orgulloso de los ucranianos y estoy de acuerdo que el gobierno de Biden siga ayudando a Ucrania con todo lo que pueda.
Putin es un asesino y un violador sistemático de los derechos humanos incluyendo en su propio país.
Tiene al grupo fascista Warnerd que tienen un ejército de mercenarios de gente de todo tipo de mala clase social incluyendo presos que tienen todo tipo de condenas incluyendo asesinatos y terroristas
Yo digo que si eres ucraniano lucha por tu país no te vayas pues un día te arrepentirás de no haber luchado por tu tierra y tu gente
Viva Ucrania y su gente tengan mucha Fe que van a ganar
Debido a qué en una ocasion unos ucranianos me salvaron de una situación
muy seria, tengo una especial simpatia por Ucraina y por su gente. Por éso me apena mucho el drama qué está sufriendo el pueblo bueno ucraniano. Es terrible qué tengan qué soportar la invasión de su país por tropas rusas. Pero, igualmente terrible será ver, cuando acabe la guerra, (desatada a partes iguales, por Putin y por los nazis ucranianos que hoy arropan a Zelenski) qué ya no tienen pais. En efecto, uno de los bichos más inmorales de todos los tiempos: Zelenski y sus nazis del Batallon Azov, ya han vendido una parte de Ucraina a precio vil a grandes compañías y a banqueros extranjeros. La otra parte de Ucraina Zelenski la regalará a los sionistas israelís. Éso lo dijo él mismo, y en publico, no lo estoy inventando yo. Se trata, según lo dijo Zelenski, de instalar en Ucrania el » Gran Israel», pues, según inventaron unos historiadores judíos, el pueblo judío nació en Ucraina, no en Palestina.
Enhorabuena por exponer el lado humano del horror normalizado que se llama GUERRA. Ojalá que la UE no abandone a los ucranianos, para que los engañados rusos entiendan que la PAZ es la pesadilla de los poderosos.