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‘Cuando las aguas se juntan’: la resiliencia era esto
Margarita Martínez Escallón firma un documental impresionante sobre las mujeres que sobrevivieron a la guerra de Colombia y que hoy reconstruyen el país.
“La verdad es que no sé de dónde sacan la fuerza estas mujeres”, dice Alejandra Miller, de la Comisión de la Verdad de Colombia, en el documental Cuando las aguas se juntan. La película, que se presentó esta semana en Madrid, es el homenaje de Margarita Martínez Escallón a las mujeres de su país. En ella reúne más de 40 testimonios sobre los estragos de una guerra que se alargó durante seis décadas y que desangró su tierra. Funciona, pues, como alegato pacifista, pero no sólo. También es, de alguna manera, un informe oficial sobre lo sucedido en unas comunidades golpeadas por las fuerzas paramilitares y por las FARC. No en vano es una producción amparada por ONU Mujeres. Y, por añadidura, es un manual de buenas prácticas en la resolución de conflictos.
“Como en todas las guerras, las mujeres son las que las cargan sobre sus espaldas. Las que las sufren, las que sobreviven a ellas y las que deben quedarse al cargo de sus familias. Pero no están en las mesas de negociación, en los procesos de reconstrucción ni en las entidades que promueven la reconciliación”, explicaba Martínez Escallón en la presentación de su documental en la sede de la Academia de Cine, en Madrid, en un acto auspiciado por CIMA, la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales. “Ahora empieza a haber más”, añadía la directora en referencia al trabajo realizado por las mujeres colombianas en el proceso de paz, una labor pionera en el mundo.
La Resolución 1325 de Naciones Unidas data del año 2000 y transformaba el papel de las mujeres en los conflictos armados: pasaban, oficialmente, de ser víctimas a ser participantes activas en el establecimiento y la consolidación de la paz y en las negociaciones. Tuvieron que pasar 12 años para que aquella resolución dejara de ser teoría y se convirtiera en práctica. Y tuvo que ser Colombia la primera que lo hiciera.
Martínez Escallón, que como periodista de Associated Press cubrió el conflicto colombiano durante años, presenta en su documental a mujeres que fueron víctimas de él y, aun así, sacaron fuerzas para reconstruir el país y reconstruirse a sí mismas. Lo hicieron tejiendo redes de apoyo mutuo, creando asociaciones, fomentando reuniones en las que narraban, a corazón abierto, los horrores sufridos. Mataron a sus maridos, mataron a sus hijos, los hicieron desaparecer en fosas comunes, violaron a sus hijas y a ellas mismas, y aún hoy viven bajo la amenaza constante de las represalias. ¿De qué pasta hay que estar hecha para no sólo no derrumbarse sino ayudar a las demás a superar su aflicción? ¿Y para, por si fuera poco, colaborar de forma fundamental en la pacificación general del país?
La violación como arma de guerra
El documental recorre territorios afectados por la guerra civil como Chocó, Montes de María u Oriente Antioqueño, donde las mujeres que han sufrido el conflicto se han organizado para pedir justicia, verdad y reparación. La fortaleza que demostraron en sus reivindicaciones consiguió, por ejemplo, que se condenara al comandante de las fuerzas paramilitares Marco Tulio Pérez, El Oso, no sólo por los asesinatos cometidos sino por violar a mujeres sistemáticamente. Para conseguirlo tuvieron que enfrentarse con él cara a cara en los tribunales, reviviendo unos traumas que las han marcado de por vida.
“Sin desestimar ninguna otra situación terrible, lo que más me dolió [en el transcurso del rodaje] fueron los casos de violencia sexual”, confesaba Martínez Escallón. “Todas esas mujeres jóvenes a merced de los paramilitares que ejercían el control sobre el pueblo… ¿Y dónde estaba la policía? ¿Dónde estaba el alcalde? ¿Dónde estaba el gobernador? Todos estaban de acuerdo. Había una situación de guerra y, entonces, todo valía”.
Las consecuencias emocionales que ha dejado todo aquello son terriblemente difíciles de gestionar. “Hay mujeres que tienen hijas que han intentado suicidarse. Otras tienen hijos que son fruto de una violación. Supe de un niño que decía ‘yo no soy hijo de ese’, y la madre le decía que sí. Y luego confesaba que no quería a ese hijo. Son cosas que suceden en un momento y que siguen repercutiendo durante generaciones. Hablamos de violaciones sistemáticas de niñas de 12 o 13 años, en pueblos pequeños y apartados. Yo no conocía la dimensión de ese drama y me marcó profundamente”, aseguraba la directora.
Martínez Escallón pone el foco en decenas de organizaciones que las mujeres colombianas han creado para superar estas vicisitudes: Narrar para Vivir, Madres de Falsos Positivos, Iniciativa Mujeres por la Paz, Red Departamental de Mujeres Chocoanas, Exintegrantes de las FARC, Alianza de Mujeres Tejedoras de Vida del Putumayo… Cada una de ellas ofrece un enfoque particular del conflicto (por género, raza, origen geográfico), además de herramientas para seguir luchando y seguir viviendo. Lo que no es fácil, porque la violencia, aun después de la firma de los Acuerdos de Paz, no ha cesado en Colombia.
Las mujeres que aún buscan a sus hijos desaparecidos son incómodas. Las mujeres que denuncian las violaciones son incómodas. Las mujeres que apuestan por cambiar las estructuras de poder en Colombia son incómodas. Yuli, por ejemplo, una de las mujeres entrevistadas en el documental, ha sustituido sus plantaciones de coca por las de caña de azúcar y promueve activamente este cambio entre su comunidad. “En una zona como Putumayo, donde hay tantas hectáreas dedicadas a la coca, hablar de la sustitución de este cultivo es realmente un acto de heroísmo”, explica la directora del documental, una película que ha planteado como un homenaje feminista a estas mujeres. “Siento que ellas lo han recibido como un espaldarazo, porque las suyas son labores que se hacen en silencio, de forma invisible. Esto es un reconocimiento a su trabajo y al trabajo de miles de mujeres”.
“Juliana, una de ellas, dice la frase que es el lema de la película: somos como las aguas cuando se juntan. Como el Amazonas, al que le llegan una cantidad de afluentes chiquitos y se convierte en el gran río que es. Creo que eso es lo que está pasando en el movimiento de las mujeres y de la paz”, concluye Martínez Escallón.
‘Cuando las aguas se juntan’ es una producción de ONU Mujeres, la Embajada de Suecia en Colombia y el Legado de la Comisión de la Verdad.
Los Acuerdos de Paz, una pantomima. Una traición por parte del gobierno y de las clases dominantes que siguieron y siguen asesinando impunemente a los guerrilleros y sindicalistas que firmaron esos acuerdos.
Incautos, ¿cómo confiasteis en la palabra de semejantes Judas?