Internacional
Más de 1.000 trabajadores de ‘The New York Times’ protagonizan una huelga histórica
Los empleados del emblemático periódico exigen subidas salariales acordes a la inflación, mejores planes de pensiones y flexibilidad para teletrabajar. El paro ha durado 24 horas después de veinte meses de negociaciones estériles.
Los gritos de unos 1.100 empleados del periódico The New York Times podían escucharse este pasado jueves a las puertas de su mítica sede, en la Octava Avenida de la Gran Manzana. “¡Nosotros hacemos el periódico, nosotros generamos el beneficio económico!” o “¡Cuando luchamos, ganamos!”, coreaban en grupo junto a la rata Scabby, el roedor inflable que se ha convertido en símbolo de la lucha sindical.
A pocos días de que el Congreso de Estados Unidos bloquease un parón masivo de trabajadores ferroviarios, y en un momento de plenitud sindicalista como no se había visto en décadas, los trabajadores del rotativo protagonizaron una huelga de 24 horas auspiciados por la organización sindical NYTimesGuild, que cuenta con 1.300 afiliados. La huelga, secundada por un quinto de la plantilla y la mayor de estas características en 40 años, es el resultado de casi dos años de negociaciones infructuosas con la empresa, con la que ha sido imposible llegar a un acuerdo desde que en marzo de 2021 caducara el convenio que tenía firmado con sus empleados. ¿Las consecuencias? Un día de protestas, a las que se han sumado multitud de redactores y personal en puestos más vulnerables, como guardias de seguridad o técnicos informáticos, así como extranjeros que necesitan el visado de trabajo. Muchos periodistas freelance que colaboran con The New York Times han expresado asimismo solidaridad con sus compañeros.
Las exigencias del colectivo se han centrado principalmente en el salario, pero también han pedido mejores planes de pensiones, una política más benevolente con el teletrabajo, y sistemas de evaluación –utilizados para medir la productividad y justificar ascensos– libres de sesgos racistas. En cuanto al sueldo, en lugar del 2,8% que el periódico les había ofrecido, los trabajadores han reivindicado una subida de un 5,25% de media en un período de cuatro años, aludiendo a la pérdida de poder adquisitivo provocada por la inflación, que actualmente se sitúa en el 7,7%. Además, han reclamado que el salario base sea de 65.000 dólares anuales, en vez de los 45.000 de ahora, lo que permitiría a los empleados vivir en una de las ciudades más caras del país, Nueva York.
En una carta publicada en Twitter, el sindicato convocante de la huelga manifestaba que The New York Times va camino de obtener en 2022 unas ganancias de 320 millones de dólares, y ha aprobado un gasto de 150 millones en la recompra de sus acciones, favoreciendo así a los inversores, que han visto cómo la corporación subía en bolsa un 50% desde 2019. Como han argumentado varios líderes de la organización, los trabajadores comparten la austeridad cuando al medio de comunicación no le va bien, así que deberían también compartir los beneficios en momentos de lucro al alza. Por su parte, los ejecutivos del rotativo han señalado que es “decepcionante que [los trabajadores] lleven a cabo una acción tan drástica” dado su compromiso para negociar las prestaciones, y han denunciado que se nieguen a debatir en persona –ya que las últimas reuniones se han celebrado en Zoom, plataforma que permite la presencia de cientos de miembros de NYTimesGuild en calidad de observadores.
Un momento crítico
Buena parte de los mensajes vertidos por los periodistas involucrados en la protesta tenían que ver con el deseo de producir información de calidad en un momento político caracterizado por la inestabilidad. Unas condiciones laborales justas repercuten sobremanera en la mejoría de los contenidos, y unos sueldos decentes aseguran que para dedicarse a la profesión no sea necesario haber nacido en una familia acaudalada o, por el contrario, sumar varios contratos alternativos para llegar a fin de mes. Estas quejas se han hecho públicas a algunas semanas de que el conglomerado CNN despidiera a cientos de sus trabajadores, BuzzFeed recortase un 12% del personal, otros medios como el Washington Post anunciasen distintas estrategias para reducir costes, y algunos regionales como Post Gazette cuenten con paros ya marcados en el calendario.
Por otra parte, la huelga se encuadra en un contexto más amplio de cuestionamiento de la sumisión laboral en el que destacan los esfuerzos por sindicalizarse de numerosos colectivos en multinacionales como Amazon o Starbucks, las protestas de docentes en centros públicos, y fenómenos como la “Gran Dimisión”, por el cual miles de empleados de distintos sectores decidieron abandonar voluntariamente sus trabajos a raíz de la pandemia, así como la denominada “renuncia silenciosa”, que consiste en preservar el empleo pero realizando labores mínimas, sin regalar tiempo ni energías extra a la empresa. En un país donde la tasa de paro es casi insignificante (un 3,7%), la fuerza de este nuevo malestar social parece haberse canalizado hacia la ampliación de derechos, una mejora de la calidad de vida, y una identidad no limitada a las tareas asalariadas.
Europeos y españoles podemos sentirnos orgullosos de servir a la gran democracia USA.
EE.UU. registra en 2022 más de 43.000 personas muertas por armas de fuego.
¡Y aún tienen la desfachatez de erigirse como valedores de la democracia y los derechos humanos! ¡Cuánto cinismo!
La cifra revelada por la Asociación Gun Violence Archive es de 43.600 personas las que perdieron la vida en incidentes de tiroteos acaecidos durante el 2022, el año que ya está llegando a su fin.
La mencionada asociación ha publicado un informe en el que indica, además, 37.900 personas resultaron heridas en el mismo período de tiempo y por las mismas razones. Esta cifra incluye a 4.400 niños, de los que más de 1.600 resultaron muertos.
Esto sucede en un país en el que, desde su nacimiento, quienes lo han dirigido no han hecho otra cosa que provocar muerte y destrucción en todo el mundo y en su propio territorio, siempre con el perverso motivo de facilitar las ingentes e insultantes ganancias a un puñado de inhumanos individuos. ¡Y aún tienen la desfachatez de erigirse como valedores de la democracia y los derechos humanos! ¡Cuánto cinismo!
CARCEL DE BELMASH: lugar donde hoy se encierra a Assange y a la libertad de expresión.
Al otro lado del Atlántico le espera otra cárcel que se convertirá, sencillamente, en su tumba: si los planes de los tribunales estadounidenses prosperan, el fundador de Wikileaks podría sumar hasta 175 años de condena. «La extradición significa la muerte para Julian».
Criminalización, cárcel y acoso judicial: 12 años de persecución contra Assange y la libertad de expresión
El periodista aguarda la decisión sobre su posible extradición a EEUU encerrado en la cárcel de Belmash, conocida como «el Guantánamo británico». Una ola de solidaridad llega desde varios puntos del mundo para exigir su libertad.
Hace 12 años, el periodista Julian Assange pagaba caro su compromiso profesional con la información: el 7 de diciembre de 2010, el responsable de Wikileaks era detenido por primera vez en Londres. El calvario aún no ha acabado: en los próximos días o semanas se sabrá si su siguiente destino será una cárcel de Estados Unidos, donde quieren encerrarle de por vida.
Blanca Hernández, portavoz de Amnistía Internacional: «la extradición pondría en riesgo los derechos humanos de Julian Assange, pero además tendría unas repercusiones mucho más amplias». En tal sentido, destacó que la extradición y posterior condena en ese país «sería devastadora para la libertad de prensa y para los derechos de la ciudadanía». «No debemos olvidar que Assange publicó información de interés general, lo cual es uno de los cimientos de la libertad de prensa», remarcó.
Michelle Stanistreet, secretaria general de la Unión Nacional de Periodistas del Reino Unido (NUJ, por sus siglas en inglés) advierte que la extradición de Assange «implicaría graves consecuencias para cualquier periodista que denuncie irregularidades cometidas por el gobierno de Estados Unidos», lo que constituiría «un precedente peligroso y un ataque a la libertad de expresión».
«Todo periodista tiene derecho a proteger sus fuentes y las autoridades deben poner fin ahora a esta persecución por el bien de la libertad de los medios de comunicación».
Grandes medios de comunicación se alinean y piden a EEUU poner fin a la persecución de Julian Assange.
Lula da Silva, Gustavo Petro, AMLO, han alzado su voz contra esta injusticia y han implorado el cese del hostigamiento. (Público)