Política

Villalar, una pieza de caza mayor en la batalla ideológica de Vox

Castilla y León elimina el festivo del día de la comunidad –que pasaría al lunes por ser domingo– para celebrar el día de Santiago Apóstol.

Representación de la ejecución de los comuneros Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, en la obra de Antonio Gisbert.

Una de las últimas escaramuzas de la batalla cultural de VOX en Castilla y León se ha saldado cobrándose, al menos simbólicamente, uno de los emblemas de la región: la fiesta de Villalar. En los últimos meses, el partido de ultraderecha ha hecho encajar el calendario con sus propias causas ideológicas. Esta semana se aprobó la última propuesta de días festivos para el próximo año, con la incorporación del 25 de julio, Santiago Apóstol, como día inhábil, en lugar del lunes 24 de abril, que traslada el festivo del domingo previo, Día de Castilla y León y de Villalar.

Tras la aprobación por unanimidad en julio del calendario laboral de 2023, a finales de agosto el Consejo Regional de Trabajo recondujo su propia ruta y buscó celebrar un nuevo festivo el 25 de julio, Día de Santiago Apóstol. El argumento de Vox es que ese día también es fiesta en La Rioja, Navarra y País Vasco. Para ello, había que sacrificar un festivo previo. Se miró primero al 2 de enero, lunes, tras el año Año Nuevo. Pero aquello suponía cambiar un inhábil de índole nacional y no prosperó. Y VOX, además, volvió a su utilizarlo para su causa: el día 2 se mantendría como festivo en conmemoración de la toma de Granada de 1492.

«La primera propuesta ya era rozar el ridículo; quitar la fiesta de la Comunidad por la del patrón de España no tiene otro sentido que el ideológico«, señala el secretario de organización de la Federación de Servicios de UGT Castilla y León, Javier del Río. El dirigente sindicalista argumenta que se trata de una decisión que no beneficia en nada a los trabajadores y que contenta a la patronal porque, al caer en martes y en periodo vacacional, no va a ser un festivo que se vaya a disfrutar. «Es una ocurrencia del socio minoritario para tapar la nula gestión que está haciendo el partido en la región, permitido por quien ya sabemos [Alfonso Fernández Mañueco] para seguir siendo presidente de la Junta», añade.

En un comunicado conjunto, UGT y CCOO se han dirigido a Mañueco para que retire esta propuesta de calendario laboral y la sustituya por la aprobada por consenso en julio. De lo contrario, aseguran que trasladarán el asunto al Tribunal Superior de Castilla y León. El artículo 6.2 del Estatuto de Autonomía reconoce como fiesta de la comunidad el 23 de abril y, por lo tanto, entienden que este tampoco podría anularse. El vacío legal que supone que no se está anulando el 23 per se, sino el 24 por traslado del festivo en domingo, será al que presumiblemente se aferre la formación ultraderechista para anotarse este tanto como victoria particular y seguir adelante con sus pretensiones identitarias.

«El tema de la fiesta de Villalar creo que nos debe poner en alerta, por si está empezando a sobrevolar la posibilidad de que quieran modificar el Estatuto para esta u otras cosas», afirma Virginia Hernández, alcaldesa de San Pelayo y una de las voces de la región más visibles en política institucional, activismo social y en la defensa misma de Villalar. Hernández ve claro cómo, con este golpe ideologico, el partido dibuja sus políticas contra las autonomías en el plano simbólico-cultural: «No pudieron arrancarnos el festivo del 2 de enero porque es una fecha fundamental en las conciliaciones familiares, y han rectificado argumentando la estupidez de celebrar la conquista de Granada; algo que atenta contra los postulados historiográficos actuales». 

Para la alcaldesa de San Pelayo, resulta evidente que Vox, a pesar de su papel en una institución como la Junta de Castilla y León, reniega de la realidad autonómica del Estado: «Cualquier conato identitario que no va unido al nacionalismo español les repele, incluso aunque sea un día al año«. Respaldando su visión está la sonada ausencia del actual presidente de las Cortes, Carlos Pollán, en la última celebración del Día de Castilla y León en Villalar. Los medios regionales afirman que es un leonesista convencido, y que su estrategia a lo caballo de Troya pasa por cambiar el modelo desde dentro. Ya en abril auguró recortes para la Fundación Castilla y León, una institución anteriormente conocida como Fundación Villalar. «Su agenda es clara: España como elemento de culto, más que como país», asevera Hernández.

Villalar, ¿una fiesta de izquierdas?

Dos asistentes se aproximan a la campa de Villalar en una imagen de archivo. Foto: Valladolid Toma La Palabra

La relación de Castilla y León con el Día de Villalar es difícil de definir con palabras. Ya sea como mito, como hecho histórico o como festividad tradicional y regional, es capaz de entusiasmar e ilusionar a un amplio (no un completo) espectro ideológico de la región. Y ello a pesar de que (o precisamente porque) su relación con las instituciones autonómicas, en manos de la derecha desde hace décadas, no siempre haya sido de particular armonía; sin ir más lejos, durante su periodo como presidente de Castilla y León, José María Aznar decidió que el Día de la comunidad fuera de carácter rotatorio.

Pero, ¿cómo ha llegado Villalar a ser lo que es hoy? Tras la reivindicación de las figuras de Padilla, Bravo y Maldonado por parte de los liberales decimonónicos, el régimen franquista volvió a eliminar al movimiento comunero del imaginario colectivo. Fue en la Transición cuando se les volvió a rescatar con una celebración popular espontánea en la campa de Villalar, que se consideró ilegal y fue disuelta por la Guardia Civil. «En la Transición nace una estrategia de legitimación de la descentralización por cada comunidad autónoma, que busca un episodio histórico que los reivindique», sostiene el historiador Enrique Berzal, autor de Los Comuneros: de la realidad al mito, y una de las fuentes más citadas dentro y fuera de su gremio como referencia de todo lo que concierna a Villalar. «En Castilla y León se hizo esta lectura de lucha contra el centralismo madrileño y por las democracias», prosigue.

Con el paso del tiempo –explica–, se hizo algo más emotivo y reivindicativo, intrínseco a lo que para muchos es el espíritu castellano: menos nacionalista que otras regiones, y sí en defensa común de problemas seculares como la despoblación, la desindustrialización y otras circunstancias adversas a lo que hoy llamamos la España vaciada.

Para Engel de la Cruz, autora de Comuneros. La revolución de Castilla, es relevante ese vínculo entre el espíritu comunero y el castellanismo: «Los ideales en el siglo XVI eran la mayor defensa de los intereses de Castilla, que se encontraba bajo una corte extranjera; y un principio de participación política que distinguía al Reino del Rey». Hoy De la Cruz es crítica con el amoldamiento en la adopción por diferentes partidos y personas de estas figuras históricas: «El anacronismo más paradigmático es cuando se pretende que sean de izquierdas o de derechas –lamenta–. Muchas veces no se representan como son, sino como la gente quiere que hubiesen sido».  

La historiadora alude a ese primer rescate simbólico por parte de los liberales del XIX, pero no sería el último. Tras aquellas cargas de la Guardia Civil en 1976, la fiesta fue oficializada e institucionalizada en los años siguientes como Día de Castilla y León. En ella fueron recurrentes, al margen de las intermitentes ausencias de las autoridades institucionales, actos como los discursos de distintos partidos políticos frente al monolito de Villalar, el despliegue del pendón castellano que se lleva a modo de procesión, o las ofrendas florales en homenaje a los comuneros: «El espíritu de la fiesta es de concordia, cada uno va con su bandera, representando a castellanismos más moderados o radicales, pero sin generar grandes disturbios o problemas», expone De la Cruz.

Sindicatos como CCOO, UGT o CNT; partidos como IU, PSOE, el PCE, IzCa, el PCPE o Tierra Comunera; y entidades de toda índole son presencias habituales, año tras año, en la fiesta de Villalar. Rocío Mielgo, de IzCa, defiende este como «un escenario político importante e imprescindible de lucha popular y de solidaridad internacionalista». Para su agrupación, «Villalar es un símbolo de dignidad, igualdad, libertad y soberanía mantenido en la memoria colectiva«. Y añade: «Es un lugar donde lanzar un grito de amor propio y donde nos comprometemos desde todos los ámbitos y sectores a trabajar por un futuro digno para Castilla y sus gentes».

Para IzCa, el «simbolismo que pretende Vox, aceptado por el PP, es tan nefasto como ridículo»: «Cambiar la festividad de Villalar por el día de Santiago como patrón de España, que ya ni la propia Iglesia católica identifica con tal cuestión, es simplemente una elucubración casposa, extemporánea y que no tiene el menor arraigo social», indica Mielgo.

Acabar con los espacios de concordia

El historiador Miguel Martínez, autor de Comuneros. El rayo y la semilla, considera que el sentido simbólico de Villalar es que recoge toda una tradición de aspiraciones democratizadoras: «Conmemoraba la derrota pero condensaba esperanzas, no solo de autonomía, también de justicia social». Desde su punto de vista, las maniobras de VOX se han hecho desde «la arbitrariedad, la irresponsabilidad y la incompetencia», pero también desde la coherencia: «Los sectores reaccionarios siempre han despreciado a los comuneros, disputando la interpretación que de ellos hacen el ámbito historiográfico y la memoria popular como un movimiento antiimperialista, constitucionalista y democratizante». Es consistente también, en sus palabras, «con el espíritu del partido de explotar en beneficio propio las instituciones autonómicas, a las que denigra mientras dispara su gasto político, y desprecia sus tradiciones como si fueran de rojos peligrosos y marginales».

Berzal, por su parte, lamenta que las diferentes actuaciones de la derecha política (desde Aznar hasta ahora VOX), contribuyan a que en Villalar se monopolice una única acción reivindicativa: «Era un escenario idóneo para convertirla en la fiesta de todos los castellanoleoneses», deplora. Para él, que la ultraderecha, centrada como está en su batalla cultural, vaya contra Villalar, obedece a dos motivos, el leonesismo del presidente de las Cortes y la voluntad de recentralización, nuclear en la agrupación de Santiago Abascal: «Para ellos esta fiesta es un ejemplo más de voluntad de fragmentación».

Según el historiador, VOX no ha entendido la filosofía de Villalar: «No es la fiesta de una comunidad autónoma con respecto a España; «. El fin de los privilegios de otras comunidades desde la lealtad constitucional, el respeto a la diversidad de otras regiones y el deber de fiscalizar los poderes de quienes gobiernan son algunas de estas claves, solidarias y constructivas para uno de los cada vez más escasos espacios de entendimiento que quedan en épocas de progresivas polarizaciones políticas.

Por el contrario, para Martínez, VOX ha comprendido esta filosofía perfectamente: «Se trata de humillar a lo comunero y a los sindicatos». Al margen de la reformulación del calendario laboral, a los sindicatos también se les ha anunciado una reducción este año de 20 millones de euros en ayudas del Diálogo Social; esencialmente para formaciones en empleo, prevención de la siniestralidad u orientación laboral, entre otros programas. «No hay ninguna racionalidad para el regimen laboral ni la productividad; es una cuestion meramente ideológica, que menosprecia y humilla a los sindicatos», denuncia el historiador.

Rubén Ruiz es portavoz de CNT, uno de los sindicatos de mayor peso y visibilidad en la fiesta de Villalar. Y aunque su agrupación promueve la total independencia de subvenciones estatales o patronales, se solidariza con la retirada de ayudas: «Siempre van en la misma dirección, dejan atrás a miles de trabajadores en las ramas más sociales de la inserción laboral, la protección de la naturaleza o la formación profesional». A pesar de estar en contra de este modelo de financiación, CNT señala que esto es prueba de que «el programa político de la reacción está enfocado a destruir todo el tejido social, humano y natural allá donde gobiernan, promocionando y dando voz, por un lado, a quienes niegan la degradación del medio ambiente; y, por el otro, activando un ocio y una pseudocultura insostenible a todos los niveles».

Su interpretación de las maniobras de VOX responde más a telarañas simbólicas que a pretensiones tangibles: «Es un tema meramente político». Para Ruiz, «no hay motivo alguno para cambiar un consenso asumido ampliamente por la sociedad y las organizaciones empresariales y obreras, y menos cuando se impone por motivos ideológicos fuera de las relaciones en el mundo laboral y conculcando el derecho a disfrutar de un día festivo en torno a la fiesta de la comunidad de Castilla y León». El sindicato confía en que la boutade tenga, como consecuencia, un efecto Streisand: «Esperemos que sirva para todo lo contrario de lo que pretenden, y Villalar recupere ese anhelo de justicia y libertad que otrora tuvo».

Vox considera hoy que ha obtenido una conquista a varios niveles en su propia batalla ideológica. En cuestión de siete meses, se verá cuánto músculo saca Villalar en respuesta a la ultraderecha, en una edición donde la contestación al socio minoritario del gobierno autonómico copará predeciblemente las reivindicaciones del Día de Castilla y León.

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