Opinión

Las feministas de Weimar y nosotros

Pablo Batalla se remonta al cisma en el feminismo alemán en los años veinte narrado por Richard J. Evans para analizar qué sucede ahora.

Marcha del 8-M en Madrid (2017). Foto: Álvaro Minguito.

Cuenta Richard J. Evans en La llegada del Tercer Reich, primer tomo de los tres de su monumental historia del nazismo, que durante la República de Weimar se produjo un cierto cisma en el seno del movimiento feminista alemán. Un cisma que no solo era un –pero tenía mucho de– conflicto intergeneracional. 

A un lado de esa falla se ubicaban las mujeres jóvenes que celebraban y participaban del clima de apertura sexual de aquellos años, particularmente intenso en un Berlín que bullía de propuestas artísticas y nuevos modos de vida y subculturas sociales que horrorizaban a la Alemania biempensante. Convertida –en palabras del compositor Friedrich Hoellander sobre el popular club Eldorado– en un «supermercado del erotismo», la capital del Reich derrotado ofrecía a una juventud deseosa de celebrar la vida tras el festival de muerte de la primera guerra mundial una excitante oferta de jazz, swing, foxtrot o charlestón, los bailes pornográficos de Anita Berber u óperas como Noticias del día, de Paul Hindemith, en que una diva desnuda cantaba un aria sentada en una bañera.

A mayores, una incipiente escena gay crecía animada por la campaña de normalización científica de la homosexualidad impulsada desde finales del siglo XIX por Magnus Hirschfeld, creador de un Instituto para la Ciencia Sexual que –con financiación pública y una sede en el elegante barrio de Tiergarten– promovía además el uso de anticonceptivos y el disfrute recreativo del sexo en general. Todo ello hacía escribir a un oficial a su vuelta del frente esto que reviste un tono representativo del horror que los locos veinte causaban en los adeptos al viejo orden bismarckiano:

«Al regresar a casa, no encontrábamos ya un pueblo alemán honesto, sino una chusma estimulada por sus más bajos instintos. Fuesen cuales fuesen las virtudes que poseían en otros tiempos los alemanes, parecían haberse hundido de una vez por todas en una marea de cieno […]. La promiscuidad, la desvergüenza y la corrupción imperaban por doquier. Las mujeres alemanas parecían haber olvidado su sentido del honor y de la honestidad. Los escritores judíos y la prensa judía podían dedicarse alegremente y con toda impunidad a arrastrarlo todo por el fango».

Pero también hubo feministas a las que aquella liberación sexual repugnaba. «La mayoría de ellas», explica Evans, «habían fustigado antes de la guerra una moralidad sexual hipócrita de libertad para los hombres y castidad para las mujeres, y abogaban en vez de eso por una norma única de contención sexual para ambos sexos». Puritanas, preocupadas por ganarse el respeto de un orden tradicional del que aspiraban, no el derribo, sino su integración igualitaria en él, las antiguas sufragistas, conquistada la causa del voto, comenzaron a virar el esfuerzo de su militancia a auspiciar campañas contra los libros pornográficos o los cuadros y películas sexualmente explícitos, así como a emitir críticas acerbas contra las jóvenes por preferir los salones de baile a los grupos de lectura. Jóvenes que, lejos de enmendarse, optarían por abandonar en masa las organizaciones feministas tradicionales.

En estas, a su vez, iría cundiendo la incorporación a los partidos de derecha de sus militantes, particularmente las de clase media, preocupadas –nos explica Evans– por «defenderse de las acusaciones de que [el movimiento feminista] estaba debilitando la raza alemana»: así, Weimar acabaría viendo a antiguas radicales apoyar la revisión del Tratado de Versalles, el rearme, los valores de la familia y la contención sexual. Algunas acabarían desaguando su ira en el río fecal del Tercer Reich.

Han chocado siempre las generaciones declinantes y las ascendentes, y lo han hecho también en el seno de los movimientos por la emancipación, tan sujetos como cualquier colectivo humano a la tragedia de Cronos; a veces por incomprensión sincera y compasible de los mayores ante una transformación demasiado rápida del mundo en que se criaron, demasiadas por la pasión mezquina de la preservación del poder interno, algunas, también, por la rabia –algo más disculpable porque forma parte del drama, hay que vivirlo, de la vejez– de quien se siente cúspide cuestionada de una aristocracia del dolor: unos niñatos no pueden llevarnos la contraria a nosotros, que corrimos delante de los grises; unas niñatas no pueden llevarnos la contraria a nosotras, que abortamos con una percha, que tuvimos que pedir permiso a nuestros maridos para abrir una cuenta, que conocimos la noche más tenebrosa del patriarcado.

Distinguir, con mente fría y paciencia, lo disculpable y lo compasible de lo intolerable es tarea crucial de cualquier movimiento que, atravesado por estos cismas, quiera evitar que redunden en robustecer la fuerza de sus enemigos.

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Comentarios
  1. DEL «NEW YORK TIMES» A «PÚBLICO»: LAS COCINAS MEDIÁTICAS DEL FEMINISMO LOW-COST (Canarias Semanal)
    «Cualquiera puede adquirir este feminismo low cost sin gran coste político o personal»
    «No debemos permitir que nos roben conmemoraciones como el 8 de Marzo, que debe volver a ser el Día de la Mujer Trabajadora»
    El enorme interés que en los últimos tiempos están mostrando los medios corporativos y los llamados independientes por las mujeres y el feminismo, responde – advierte nuestra colaboradora Tita Barahona – a un interés por hegemonizar una corriente muy concreta del feminismo que no plantea ningún tipo de amenaza al sistema capitalista y sirve a la vez de herramienta para entorpecer la unidad de la clase trabajadora, a la que pertenecemos la mayoría de mujeres, y borrar la conciencia de que vivimos en una sociedad de clases (…).
    Como retoño de la ideología posmoderna, este feminismo low cost es ciego a las clases sociales, sólo ve identidades de género, raza, religión, nacionalidad u orientación sexual.
    «Hasta empresarias millonarias como Ana Patricia Botín o Madonna, y políticas de ideología neoliberal, como Hillary Clinton, se atreven a llamarse feministas».
    El “espíritu del 8-M” se ha posado también sobre los señores de la derecha, que el año pasado presentaron la campaña #NoSinMujeres, para boicotear los eventos académicos que no cuenten con la presencia de una mujer al menos entre los expertos ponentes. Sus padrinos son nada menos que el director de investigación macroeconómica del BBVA, un ex-consejero de gobierno y fundador de Afi, think tank vinculado al Banco de Santander; un miembro de la Fundación Elcano, y periodistas como Joaquín Estefanía. Últimamente se incentiva, con la rebaja del Impuesto de Sociedades, la incorporación de mujeres a los consejos de administración de las empresas.
    «Este feminismo de saldo, cocinado en los medios “progres”, es esencialmente un movimiento de corte liberal-posmoderno, profundamente burgués, que sólo aspira a la igualdad entre hombres y mujeres en las alturas, en su propia clase»

  2. Esto SI que es pasarse 100 pueblos contra la mujer.
    [Irán] Al menos cuatro muertos y 75 heridos en los disturbios por la muerte de Mahsa Amini que falleció tras ser detenida por la Policía de la Moral en Teherán por no llevar bien puesto el velo.
    Amini fue detenida en Teherán cuando estaba con su hermano por llevar de forma “inadecuada” el hiyab. La intervención se atribuye a agentes de la Patrulla de Orientación o Policía de la Moral, encargada de velar por el respeto a las normas de vestimenta, lo que se traduce habitualmente en la detención de mujeres, aunque también han sido arrestados algunos hombres.
    La familia fue informada de que la mujer fue trasladada a una sede de la Policía de la Moral para “una clase de educación y orientación”. Tras dos horas de espera frente a la comisaría de la Policía de la Moral, su hermano descubrió que la mujer había sido trasladada en ambulancia a un hospital. En ese tiempo él y otros testigos pudieron escuchar gritos y varias mujeres que salieron del lugar dijeron que “han matado a alguien”.
    “Mahsa Aminis jamás tendría que haber sido detenida. Los abusos de la Policía de la Moral deben ser abolidos y las leyes sobre el uso obligatorio del hiyab y otras contrarias a los derechos de las mujeres deben ser derogadas de inmediato”
    https://laicismo.org/iran-al-menos-cuatro-muertos-y-75-heridos-en-los-disturbios-por-la-muerte-de-mahsa-amini-en-iran-por-no-llevar-bien-puesto-el-velo-islamico-o-hiyab/268554

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