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Del “incidente” de Ceuta con Zapatero al “bien resuelto” de Melilla con Sánchez
"Lo ocurrido no es una excepción: es la cara más visible de la guerra que España y los Estados miembros de la UE libran contra las personas migrantes y refugiadas usando a Marruecos como matón", analiza Patricia Simón.
El 29 de septiembre de 2005, dos hombres se desplomaban contra el suelo de la valla de Ceuta después de ser disparados por la espalda. Otro moría estrangulado por las concertinas que se le enredaron en el cuello. Su cuerpo se quedó suspendido, en posición horizontal, convertido todo él en una ofrenda a la necropolítica. Al menos otros dos morían también sin que la causa haya sido jamás desvelada. Marruecos habló de cinco personas muertas en total, pero las ONG locales sostienen que llegaron a ser 14, incluida una madre que intentó trepar el muro de alambres con un bebé a la espalda y de quien nunca se volvió a saber nada. Nadie puede decir que no ocurrió gracias a las fotografías que publicó El Faro de Ceuta.
Para ponerse a salvo del tiroteo de los gendarmes marroquíes, un guardia civil se resguardó en una garita que fue alcanzada por las balas, mientras los heridos se seguían acumulando a los pies de la valla. Según la investigación realizada también por El Faro de Ceuta, más de 200 fueron atendidos en el Hospital de la antigua Cruz Roja y en distintos centros de salud. Las grabaciones de audio a las que tuvo acceso ese diario revelaron que el mando supremo de la Comandancia de Ceuta, Carlos Guitard, ordenó: “Si se puede abrir la valla y se pueden rechazar, ¡para afuera!”. «Rechazar» es el eufemismo que empleó para la ya vieja práctica ilegal de expulsar de territorio español de manera indiscriminada y sin garantizar el derecho a solicitar asilo.
Según los testimonios recopilados entonces, el intento por unas 700 personas de cruzar a suelo europeo fue detonada por las batidas que llevaban semanas sufriendo: cientos de policías marroquíes les perseguían, robaban y pegaban en las ciudades cercanas a Ceuta y en los campamentos en los que sobrevivían en el bosque –y en los que siguen sobreviviendo–. Cientos de personas hambrientas, agotadas, fueron acorraladas por orden de Marruecos hasta que no les quedó otro remedio que intentar saltar la valla de Ceuta.
Al día siguiente comenzaron las llamadas “caravanas de la muerte”. Marruecos encerró en autobuses a cientos de personas para trasladarlas a la frontera con Argelia de Oujda. Allí las abandonaban sin agua ni comida. La ONG Médicos Sin Fronteras y defensoras de derechos humanos como Helena Maleno se dedicaron a buscarlas para auxiliarles antes de que se muriesen. Nadie lo puede negar gracias a las fotos que tomaron, entre otros, Sergio Caro.
El entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, calificó los hechos de “incidente”. Ni Marruecos ni España abrieron una investigación sobre la matanza ni sobre las devoluciones en caliente ejecutadas por la Guardia Civil. En distintas ciudades españolas se celebraron manifestaciones bajo el lema de Los inmigrantes son humanos con derechos sin que recibieran ningún tipo de respuesta institucional.
En 2014, en la playa ceutí de El Tarajal, agentes de la Guardia Civil dispararon pelotas de goma y gases lacrimógenos contra personas que nadaban hacia la playa. Quince murieron ahogadas y la causa ha sido archivada sin que nadie haya rendido cuentas. El entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se refirió a los hechos como “lo ocurrido”, lo que fue criticado por el entonces candidato socialista, Pedro Sánchez.
Este viernes 24 de junio, el ya presidente Sánchez vio “un asalto” “bien resuelto” donde, objetivamente, lo que se veían en los vídeos publicados por la delegación de Nador de la Asociación de Derechos Humanos de Marruecos eran cientos de personas huyendo de un país en el que normalmente se les agrede, explota y hostiga, y en el que, desde hacía semanas, gendarmes marroquíes les perseguían en los montes y las ciudades, les robaban la poca comida que tenían, les agredían y amenazaban, según los testimonios recogidos por periodistas.
Donde Sánchez vio un “asalto” “bien resuelto” quienes hemos cubierto otras crisis humanitarias, veíamos a personas arriesgando su vida, precisamente, para salvarla: se desvanecían por las piedras con las que los policías marroquíes les atacaban, se asfixiaban aplastados por la turba, se revolvían en el suelo mientras los oficiales les golpeaban con las porras y les pateaban.
Donde Sánchez vio un “asalto” “bien resuelto” quienes creemos en el respeto a la legalidad vimos cómo agentes marroquíes pasaban a territorio melillense para secuestrar a personas ante la mirada de policías y guardias civiles españoles y llevárselas extrajudicialmente a un paradero desconocido. De nuevo, una versión aún más flagrante de las conocidas como ‘devoluciones en caliente’, el ya referido ‘rechazar’.
Donde Sánchez vio un “asalto” “bien resuelto” quienes creemos en la igualdad de todas las personas, veíamos cómo cientos de hombres, por su color de piel, su país de origen y su clase social, eran obligados a permanecer durante horas, tirados bajo el sol. Mezclados muertos con heridos.
Donde Sánchez vio un “asalto” “bien resuelto”, quienes creemos en la decencia solo vimos a un gobernante elegido democráticamente reproducir, una vez más, los postulados supremacistas que ha hecho suyos, también, la ultraderecha internacional para atacar la inmigración.
Donde Sánchez vio un «asalto» bien resuelto» quienes creemos que no hay democracia sin respeto a los derechos humanos vemos cómo un presidente que se hace fotos dando la bienvenida a las personas refugiadas ucranianas justifica una matanza contra hombres negros pobres procedentes de países en guerra, promoviendo así la ideología del apartheid, que naturaliza la diferenciación de derechos por origen y etnia.
Donde Sánchez y su ministra portavoz, Isabel Rodríguez, ven “mafias”, quienes sabemos que las «mafias» son resultado de la política de cierre de fronteras solo vemos refugiados muertos y malheridos como recompensa a los pagos multimillonarios que España y la Unión Europea le llevan haciendo más de dos décadas a Marruecos.
Y la diferente interpretación es porque Sánchez sí es sincero cuando dice que él solo ve un “asalto” “bien resuelto” en esos cuerpos desmadejados para los que el reino alauita se apresuró a abrir una zanja en la que enterrarles y que así nunca se pueda saber quiénes son ni por qué murieron. Porque Marruecos ha vuelto a hacer gala de que puede ser el mejor matón contra la inmigración para sus patrones. Como regularmente hace gala también de que en cuanto quiere abre el paso y nos llena las pantallas de televisión de imágenes en bucle del éxodo de la desigualdad. Para que tampoco se nos olvide de quién es el verdadero patrón.
Porque lo ocurrido en la frontera de Melilla este viernes no es una excepción: es la cara más visible y despiadada de la guerra que España y los Estados miembros de la UE libran contra las personas migrantes y refugiadas usando a Marruecos como matón. Pero no la más mortífera. Si ampliamos el foco más allá de nuestra frontera sur, la Organización Internacional de las Migraciones ha contabilizado la desaparición de más de 24.000 personas en el Mediterráneo cuando intentaban migrar solo desde 2.014. Y el ente advierte que esa cifra es solo la punta del iceberg. El coste reputacional es mucho menor cuando el trabajo sucio lo hace el mar.
Pero también es sincero Sánchez cuando habla de mafias. No porque tenga el coraje para explicar que las mafias no existirían si todas estas personas pudieran solicitar asilo en las embajadas de sus países, o mediante procedimientos telemáticos, o tras coger un avión o un ferry de manera regular. Sino porque cuando dos Estados como Marruecos y España actúan en contra de la legislación más básica de todos los seres humanos se convierten en Estados mafiosos. Y, por tanto, los gobernantes que aceptan matar a cambio de dinero, en sicarios, y quienes pagan para mantener sus manos libres, en gánsters. Así se les haya elegido en las urnas.
Pero para seguir con este arranque de sinceridad que, al menos, no diga que el peligro para la democracia son los otros. Porque en este país nadie ha practicado una política fronteriza contra las personas migrantes y refugiadas más dura que los socialistas. Así sea con algún que otro «incidente» siempre «bien resuelto».
Duele este mundo violentado por quienes bien destacas. Hace tiempo no lagrimeaba ante un artículo. Conmovedora por injusta… guerra contra migrantes.